lunes, julio 16, 2007

Auditoría cívica al Gobierno socialista por Joaquín Estefanía

ECONOMÍA Auditoría cívica al Gobierno socialista Joaquín Estefanía DOMINGO - 24-06-2007

AL PRINCIPIO de la legislatura, el presidente Rodríguez Zapatero abrazó públicamente la tradición europea del pensamiento republicano (que no tiene que ver con la forma de Estado y la discusión entre monarquía y república), centrado en el concepto de ciudadanía. Asesorado seguramente por su sociólogo de cabecera, el hoy diputado José Andrés Torres Mora eligió como texto de referencia el libro Republicanismo. Una teoría sobre la libertad y el gobierno (editorial Paidós), del profesor irlandés de filosofía social Philip Petit.
Petit vino a Madrid a dar unas conferencias y se comprometió con ZP a hacer una auditoría sobre la acción del Gobierno y presentarla al menos seis meses antes de las próximas elecciones generales: la medida en que el programa de gobierno ha sido fiel a los principios republicanos desde un punto de vista filosófico. El profesor ha cumplido y presentó su trabajo en el Centro de Estudios Constitucionales, ante la atenta mirada de su director, José Álvarez Junco, y del director del Centro de Investigaciones Sociológicas, Fernando Vallespín, entre otros expertos en ciencia política.
Petit es un buen profesor de filosofía política en Columbia, del que nadie ha dicho que esté en el cénit de la clasificación académica en esa disciplina. Pero entre eso y considerarle un mindundi, como ha hecho la derecha para descalificar su trabajo, hay un trecho. Una derecha que hasta hace poco ponía como luminaria del pensamiento liberal moderno al panfletista francés, recientemente fallecido, Jean-François Revel.

Lo más interesante del republicanismo moderno es que supone un desafío intelectual al neoliberalismo, no en nombre de la igualdad o la justicia social, sino en el de la misma libertad. Y esto es lo que los debeladores de Petit tratan de reprimir con su sarcasmo. Como ha analizado otro republicano fecundo, el profesor italiano Maurizio Viroli, el liberalismo ha hecho mucho en defensa del individuo contra la interferencia del Estado o de otros individuos, "pero ha acogido mucho menos el lamento de aquellos que deben mantener los ojos bajos o bien abiertos para escrutar el humor del poderoso, que en cualquier momento puede impunemente obligarles a hacer lo que él quiera, obligarles a servirle" (Un desafío al liberalismo en nombre de la libertad. Revista de Libros).

El republicanismo es una teoría que asume como ideal fundamental el principio de la libertad, entendida como ausencia de dominación o ausencia de dependencia, y entiende por dominación o dependencia la condición del individuo sujeto a la voluntad arbitraria de otros individuos. En el artículo citado, Viroli pone, entre otros, los siguientes ejemplos representativos: una mujer que puede ser maltratada por el marido sin poder resistir ni obtener desagravio; un trabajador vulnerable ante todo tipo de abusos, mezquinos y graves, por parte de quien le emplea o de un superior; una persona que, necesitada de ayuda financiera, queda a merced del que le presta dinero; un pensionista sujeto al capricho de un funcionario para recibir la pensión que legítimamente le corresponde; un enfermo sometido a la buena voluntad del médico para ser curado; un estudiante que sabe que su carrera no depende de la calidad de sus trabajos, sino de la mayor o menor simpatía del docente; un ciudadano que puede dar con sus huesos en la cárcel al arbitrio de la policía. En ninguno de estos casos puede hablarse de violación o de reducción de la libertad en sentido clásico.
Que el Estado establezca impuestos para asegurar la asistencia sanitaria, las pensiones o una educación universal -es decir, para ampliar la libertad- es para el neoliberalismo más extremo una interferencia arbitraria (algunos lo han calificado de acto de tiranía), mientras que para los republicanos es la más legítima de las interferencias. El neoliberal es feliz cuanto menos interviene el Estado en su vida; el republicano acepta de buen grado las interferencias, incluso si son graves, si sirven para combatir la arbitrariedad.

El corazón del republicanismo es la concepción de la libertad como no dominación. De este modo trata de superar la distinción establecida por Isaiah Berlín a final de los años cincuenta del pasado siglo entre libertad negativa (ausencia de interferencias) y libertad positiva (tomar parte activa en el control y en el dominio de cada uno). La libertad como no dominación descansa de lleno en el Estado y en sus funcionarios: gracias al Estado y a la Constitución puede el pueblo disfrutar de la libertad.
El ideal de la no dominación tiene dos consecuencias en la actuación de un Estado. Primero, la protección frente al poder privado: el Estado debe reducir el potencial opresor de los poderes privados, adoptando políticas que apoyen y refuercen la posición de los ciudadanos en tanto tales, su capacidad de ir con la cabeza bien alta mirando a la cara a los demás. Segundo, la protección frente al poder público: el Estado debe organizarse y limitarse a sí mismo, de modo que su poder político no represente una fuerza dominante en la vida de los mismos ciudadanos a los que ha de servir.
En la auditoría que Philip Pettit ha hecho del Gobierno de Rodríguez Zapatero (Gobernar en España 2004-2007: un balance republicano o cívico) -que tanto ha desagradado a la oposición de derechas y a muchos analistas- hay una parte referida a la infraestructura necesaria para garantizar de forma amplia la libertad como no dominación, que se compone de cinco elementos: una economía floreciente, un Estado de derecho sólido, un sistema educativo abierto, un sistema de salud en perfecto estado, y un medio ambiente sostenible.
En cuanto a la infraestructura económica ("que tiene gran importancia para los republicanos dado que la pobreza nos hace correr el riesgo del dominio de unos pocos"), Pettit defiende tres ideas sustanciales: que la economía está en un buen momento, con fuertes y continuados incrementos del PIB, y reducción del desempleo; que este crecimiento empezó en la etapa Aznar y Zapatero no sólo lo ha mantenido "sino que ha seguido una trayectoria ascendente"; y que pese a los esfuerzos realizados en estos tres años de legislatura socialista, hay problemas
estructurales a largo plazo como el bajo nivel de investigación y desarrollo, y el relativamente bajo nivel de productividad.
De esa descripción de la coyuntura económica se pueden sacar algunos matices y, sobre todo, incidir en algunas preguntas. Entre los primeros, recordar que el ciclo largo de crecimiento de la economía española -más de 14 años- no comenzó bajo el mandato de Aznar, sino un poco más atrás, en el último gobierno de Felipe González, siendo ministro de Economía el actual vicepresidente económico, Pedro Solbes. En ese periodo se pusieron las primeras bases -que luego remató de modo brillante el vicepresidente económico del PP, Rodrigo Rato- para la entrada de España en el euro, en el pelotón de cabeza.
Los interrogantes son los siguientes: en materia económica ¿aumenta o cede la dominación? Explica Pettit en su auditoría que en España el Ejecutivo no gobierna sólo sino en compañía de las comunidades autónomas. Pues bien, en muchas de esas comunidades se ha abierto una emulación fiscal a la baja -sin que el Gobierno central haya fijado un marco mínimo- para eliminar el impuesto de sucesiones y donaciones, que tiene que ver en su esencia con la política de igualdad de oportunidades.
Por otra parte, los datos de la Contabilidad Nacional, que elabora el Instituto Nacional de Estadística, indican una tendencia muy fuerte hacia la distribución regresiva de la renta y la riqueza: los beneficios aumentan porcentualmente, y los salarios caen. Esta tendencia acaba de ser corroborada por la OCDE (ver EL PAÍS de ayer) en un informe que explica que mientras los beneficios empresariales se multiplicaban el 73% entre 1999 y 2006, el salario medio real de los españoles perdió el 4% de su poder adquisitivo en la década que va desde 1995 a 2005. España es el único de los 30 países miembros de la OCDE en el que el poder adquisitivo de los salarios bajó en la década mencionada. Urge que Pettit aclare su opinión sobre este asunto.

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