viernes, enero 30, 2009

CÓMO OLVIDAR EL RENCOR. Por Ferrán Ramón-Cortés.

CÓMO OLVIDAR EL RENCOR. Por Ferrán Ramón-Cortés. Ilustración Alberto Vázquez.
Para romper la espiral de la discusión es necesario olvidar el punto de vista propio e intentar comprender el prisma del otro. Una disputa y nos dejamos de hablar con alguien. Pero a veces esa persona pertenece a nuestro círculo y tenem
os que convivir con ella. Existe una alternativa al silencio.
En mi anterior trabajo en una gran multinacional de publicidad pase mucho tiempo sin hablarme con un compañero. Los dos éramos jóvenes llenos de ilusión y con ganas de crecer profesionalmente. Éramos vehementes defendiendo nuestros puntos de vista y estábamos ingenuamente convencidos de tener siempre razón. Trabajábamos en departamentos diferentes y teníamos intereses distintos, cosa que nos enfrentaba continuamente. Él, como creativo, luchaba por llevar adelante ideas brillantes. Yo, como ejecutivo, velaba por que las ideas respondiesen a lo que quería el cliente. Así las cosas, lo que empezó con meras divergencias se transformó, enseguida, en luchas diarias dentro de un enfrentamiento abierto que cada vez nos alejaba más.
En poco tiempo y a pesar de trabajar en los mismos proyectos en algunos casos, dejamos de dirigirnos la palabra. Y en las pocas ocasiones que nos hablábamos lo hacíamos para lanzarnos reproches. Ni nos escuchábamos ni teníamos la más mínima intención de aceptar nada el uno del otro. La cosa duro casi tres años. Lo solucionamos finalmente, pero no fue fácil, porque sin darnos cuenta nos habíamos metido en una espiral que cuanto más se alarga, más cuesta abandonar.
* DE CONVERSAR A DISCUTIR. "La principal razón por la que una conversación se transforma en discusión es porque reaccionamos emocionalmente a lo que el otro dice" (Michael P. Nichols)
Situaciones como la que he descrito ocurren con frecuencia entre compañeros de trabajo, incluso entre amigos o con la pareja. De repente empezamos a discutir y, a base de pequeñas porfías, nos instalamos en el conflicto y acabamos sin dirigirnos la palabra. ¿Cómo se produce el paso de la charla a la pelea? Normalmente no ocurre porque el otro esté en desacuerdo con lo que opinamos, sino porque lo que argumentamos le afecta emocionalmente y provoca en él una reacción. Lo mismo ocurre con nosotros. Lo que el otro nos dice, independientemente de que estemos de acuerdo o no, activa en alguna parte de nuestro interior un resorte emocional que nos hace saltar. Con sus palabras nos sentimos juzgados, amenazados o, en algunos casos, hasta cuestionados o despreciados. Así que rechazamos lo que nuestro interlocutor opina y se lo devolvemos en forma de crítica, desprecio o incluso insulto. A partir de este momento ya no hay diálogo posible, porque ni escuchamos, ni entendemos ni queremos hacerlo. Y ni nos escuchan ni nos entienden. Ya no respondemos, sino que reaccionamos. La conversación se ha transformado en discusión, con pocas probabilidades de que haya acuerdo.
* COMUNICAMOS LO QUE SENTIMOS. "Las personas nunca entienden lo que dices con total exactitud, y lo importante no es lo que nosotros decimos, sino lo que ellas entienden" (John Powell)
En la mayoría de los casos, el problema no es lo que decimos, sino cómo lo decimos. Hemos de buscar mas allá de las palabras para comprender por que la otra persona reacciona emocionalmente a lo que le hemos dicho. Generalmente, entre lo que creemos que explicamos y lo que de verdad comunicamos suele haber una gran diferencia. Y esta diferencia viene dada por nuestros sentimientos, que pueden dar un significado muy distinto a las palabras. Si estamos enfadados, comunicaremos al otro nuestro enfado, digamos lo que digamos. Igual que si sentimos ira, se la trasladaremos. Si yo siento desprecio por el que tengo delante, esto es lo que le transmitiré aunque le esté alabando. Muchas veces creemos estar informando de algo y en realidad estamos dando un mensaje muy distinto, que es el que provoca la reacción emocional en el otro, porque comunicamos lo que sentimos, nada más que lo que sentimos, y utilicemos las palabras que utilicemos para hacerlo.
Nos advierte el psicólogo estadounidense Daniel Goleman de que el cerebro es un órgano diseñado para la sinceridad, y que, por tanto, encuentra siempre la manera de comunicar nuestras emociones. Lo hará a través del tono de voz, o de múltiples mensajes no verbales, porque hemos aprendido a decir con palabras cosas que no sentimos, pero es imposible no comunicarlo.
* COMPRENDER Y SER COMPRENDIDO. "EI primer paso para sanar una relación rota es comprender el punto de vista del otro" (Michael P. Nichols)
Cuando se abandona el camino de la conversación, y se cae sistemáticamente en la discusión, se entra en una espiral destructiva que se retroalimenta. Para romperla es necesario dar un primer paso que consiste en olvidar por un instante el punto de vista propio e intentar comprender el prisma del otro. Esto no significa estar de acuerdo, sino simplemente aceptarlo como legitimo. Si somos capaces de hacerlo, pueden cambiar las cosas y desencadenarse las iniciativas para salir del conflicto. Pero es necesario que una de las dos personas dé el paso, que se concentre en la otra e intente ponerse en su piel, averiguando por qué actúa de esta manera o por qué tiene esta opinión. Si es capaz de hacerlo, dejará de reaccionar a sus palabras y tomará el control de sus actos.
DIÁLOGO ANTES QUE DISCUSION. Para poder abordar la colisión entre dos personas que no se hablan es importante hacer una distinción entre dos conceptos básicos: discusión y diálogo. Discutimos sobre cosas (ideas, planes, decisiones a tomar ...) y dialogamos sobre emociones (qué siento yo respecto a ti y que sientes tú respecto a mi). Cuando una relación se rompe, es inútil intentar discutir nada antes de haber dialogado. Hacen falta muchas horas hablando sobre lo que sentimos el uno del otro, sobre lo que nos ha separado, antes de poder afrontar cualquier discusión.
Así pues, ante conflictos enquistados hemos de buscar la ocasión para abrir el diálogo, evitando en todo momento discutir de nada. Hemos de encontrarnos con el otro y hablar abiertamente sobre qué es lo que sentimos el uno por el otro. Si hemos discutido por una decisión, intentar cargarse de razones y defender nuestro punto de vista es inútil, porque el conflicto no es de razones, sino de sentimientos. En cambio, dialogar sobre si el otro nos ha hecho sentir despreciados, o sobre si su tono de voz nos resulta agresivo, abre la puerta a encontrarse emocionalmente de nuevo y poder superar el conflicto.
A través del diálogo, en el momento en que el otro no se sienta emocionalmente amenazado, ya no habrá problema para poder hablar de lo que sea. En los casos en que se siga mostrando hermético hemos de sospechar que con nuestro diálogo no hemos sabido transmitirle suficiente seguridad.
* ESTAR EN CONTACTO CON NUESTROS SENTIMIENTOS. "Es obvio que si no nos decimos la verdad a nosotros mismos, menos se la podremos decir a los demás" (John Powell)
Para saber exactamente qué comunicamos es preciso que estemos en todo momento en contacto con nuestros sentimientos. Porque lo que sintamos en cada minuto es exactamente lo que comunicaremos. Si intentamos comenzar un proceso de reconciliación sintiéndonos enfadados, fracasaremos. Porque el enfado saldrá tarde o temprano. Es preciso, pues, antes de cerrar un conflicto, saber exactamente qué sentimos. Y si notamos que algún sentimiento nos tiene atenazados, habremos de dejarlo para otro momento.
Es importante tener en cuenta que antes de zanjar un conflicto con otro, debemos resolverlo primero en nuestro interior. Debemos deshacernos de la ira, la rabia, el enfado o cualquier otro sentimiento negativo. Sólo alcanzada la serenidad del alma, puedo plantearme el diálogo con el otro, porque si el conflicto sigue en nosotros, acabará saliendo, y lo único que conseguiremos sera sumar una nueva batalla a la guerra abierta.
* CUANDO LA DISCULPA ES NECESARIA. "Si vas a hacer una reverencia, que tu inclinación sea pronunciada" (sabiduría oriental)
Hay veces que cuando somos capaces de mirar el conflicto desde la serenidad, tomamos conciencia de haber faltado al respeto al otro. Una disculpa sincera es la mejor manera de romper el hielo. Disculparse es un signo de seguridad interior y de fortaleza. Nos recuerda Stephen Covey que las personas con poca confianza no pueden disculparse porque ello les lleva a sentirse vulnerables.
A la disculpa debe seguir el diálogo. Y una vez nos reencontremos con nuestras emociones, nuestra relación puede desarrollarse plenamente. No es necesario que dos estén de acuerdo para tener una buena relación, solo es precise que se acepten en su discrepancia, cosa que podrán hacer si antes se han encontrado emocionalmente .
Claves para hacer las paces
En el objetivo de tender puentes los gestos son tanto o más importantes que las palabras. El inicio del diálogo debe prepararse cuidadosamente:
1. Un escenario propicio. Busca un lugar tranquilo, íntimo y que invite al dialogo. El propio escenario hablará al otro de tus intenciones.
2. Sin prisas. Elige un momento en el que ningún compromiso posterior, interrupción o cita pueda poner limites al diálogo.
3. Cuidar la comunicación no verbal. Tu expresión, tu mirada, tu postura, todos tus gestos serán el primer impacto que reciba tu interlocutor. No basta con decir que quieres dialogar. Tu comunicación no verbal tiene que expresarlo.

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