sábado, agosto 08, 2009

Mala educación en el cine. Muchas personas maleducadas carecen de urbanidad y buena educación en el cine y los acomodadores no hacen nada

Cinéfilos y melómanos: ¡toca sufrir en las salas públicas ya que mala educación e incultura cunden y abundan cada vez más!
Se están perdiendo las buenas costumbres y la urbanidad. ¿Por qué las mujeres me enseñan el culo? No debería mostrarse el culo ni calzoncillos y tangas en público. No es elegante, fino ni sexy.
Antiguamente, en el siglo pasado, entre 1930 y 1970, los acomodadores mantenían la debida corrección del público de los cines y vig
ilaban el mal comportamiento de los antisociales. Hoy, si alguien te molesta hablando en alto o de cualquier otra forma debes encararte con él arriesgándote a una mala respuesta o una pelea. Por eso ya no voy al cine. Si los empleados de la sala no ejercen su autoridad y logran que ver una película sea una experiencia gratificante ¿para qué pagar por pasar un mal rato? Creo que hay un problema en la profesionalidad de los empresarios de las salas de proyección que no instruyen a su personal en una normas (que deberían figurar en carteles como antaño: ¡no escupir!, ¡silencio en la sala)!... Nada molesta más que tener un vecino engullendo palomitas durante interminables horas sin que jamás se agote su cubo gigante. ¿Es que no les dan de comer en casa? Nunca he comprendido la relación cine popcorn. Si para ver una peli o la televisión tienes que comer es que estás aquejado de una peligrosa adicción. Creo que había en Madrid dos cines sin palomitas (Renoir y Alphaville) hasta que descubrieron que se gana más vendiendo palomitas y chuches que con el importe de las entradas. En provincias jamás disfrutamos de esos lujos asiáticos (ni de la versión original). O sea que vas al cine y tienes muchas probabilidades de pasarlo mal. Así que: mejor cine en casa. Es una pena pero no hay mejor solución.
Hace años tuve que soportar en el estreno de La vida es bella (La Vita è bella) de Roberto Benigni a un adolescente de 16 años explicando a su novia en voz alta todo lo que iba ocurriendo (la pobre parecía sufrir algún problema mental y no se enteraba de nada y preguntaba y comentaba cada escena). En vez de un disfrute fue un suplicio de Tántalo. Varias veces pensé indicarles su mal proceder pero me lo impedía una actitud generalizada en todas las personas a mi alrededor que a su vez comentaban continuamente lo que veían. ¿Con qué autoridad moral uno puede recriminar a una mayoría de maleducados cuando tú eres el raro? ¿Ya nadie recuerda que EN EL CINE HAY QUE GUARDAR SILENCIO?

Lo mismo ocurre en conciertos de música clásica: toses, ruidos de envolturas de caramelos, siseos, etc.
Lastimosamente se han perdido las buenas maneras, la educación y la cortesía en España. La generalidad de los españoles en todos los grupos de edad es incivilizada y bárbara. Y la culpa NO es de los profesores y maestros sino de los papás y mamás que abdicando de su tara educadora han creado generaciones de mimados y consentidos. En cuanto a las personas adultas y mayores.. en su ignorancia se han unido a la tendencia al primitivismo incívico. ¡País!
Hoy en día muchos jóvenes carecen de las coacciones sociales que existieron en la educación hasta los años 70: ideas religiosas con el concepto de culpa e infierno, castigos en casa y en el colegio por faltas de disciplina e urbanidad (como tirar papeles al suelo, no decir gracias o no guardar silencio en la iglesia u otros lugares). Se ha perdido la vergüenza, ya no hay respeto ni a la policía (a la que los jóvenes se enfrentan violentamente sin recato). En los institutos los alumnos se encaran con sus profesores, les intimidan y les amenazan con denuncias a la policía o guardia civil. La mayoría de los gamberros y maleducados saben que sus conductas incívicas no van a recibir censura alguna y van a quedar impunes. Por eso se reiteran en estos comportamientos sin miedo ninguno. De ahí viene la idea de algunos nostálgicos de que ¡con Franco estábamos mejor! Muchas personas carecían de libertades y sufrieron persecución y muerte, pero, eso sí, las autoridades eran respetadas y obedecidas... y si alguien molestaba en el cine los acomodadores le pedían que se callara o le echaban de la sala. Al menos esto es lo que me contaba mi madre que ocurría en los años 40 y 50. Para los 70 ya comenzó a reinar la anarquía y el libertinaje en las salas de cine... para escarnio de los auténticos cinéfilos.
Como muestra y testimonio, una carta que apareció en 2009 en la prensa de Zaragoza.
En el cine como en casa.
En estos tiempos de crisis que corren, además de atender al elevado precio de las entradas de cine, hay que pensarse muy mucho antes de entrar si está uno dispuesto o no a soportar y/o reprender al personal. Desde ya hace un tiempo, vengo observando la absoluta falta de educación y de los mínimos modales necesarios dentro de una sala de cine. Rara es la película en la que no hay alguien que se comporta como si estuviese en el salón de su casa. Continuos comentarios en alto (dónde ha quedado el susurro), risas indiscriminadas (incluso en los momentos más dramáticos), ruidos indisimulados con todo tipo de objetos... Y ello, independientemente de la edad o el sexo. Desde los adolescentes desafiantes, los grupos de solteros o solteras que van a echar unas risas, hasta personas de cierta edad que cuestionan eso de que la mala educación es un producto del presente, estos comportamientos molestos se repiten por doquier. Casi diría uno que los que menos molestan en un cine son los niños. No hay forma de escapar. Da igual que uno vaya a media tarde que a última hora de la noche, en viernes o en lunes. Las probabilidades de encontrar a alguien por cuyo comportamiento le debería estar vedada la entrada en los cines (como hace antiviolencia con los 'hooligans' futboleros) se aproxima al cien por cien. Claro que no es de extrañar, viendo los modelos de comportamiento ('Gran Hermano') que siguen y aplauden millones. Creo que no debemos aguantarlo, que no debemos callarnos en un cine cuando asistimos a algo así. Los que se deben quedar en casa son ellos, no los demás. Soportar la mala educación del vecino no va incluido en el precio de la entrada. Por favor, no lo olviden.
Ernesto Ciar Moliner. Cartas al director Heraldo de Aragón. Zaragoza

No hay comentarios:

.

Archivo del blog

.