sábado, abril 10, 2010

Sexualidad infantil, ¿abuso sexual o abuso cultural? JOSÉ ANTONIO NIETO

Sexualidad infantil, ¿abuso sexual o abuso cultural? JOSÉ ANTONIO NIETO (es doctor en Filosofía de la New School for Social Research y profesor titular de la Universidad Nacional de Educación a Distancia.) EL PAÍS - Sociedad - 10-06-1985
Para el autor de este trabajo, en la sexualidad, como en la nutrición, lo que es alimento para unos resulta ser veneno para otros. El acto sexual infantil es una especie de mazazo en el orden social, pero ya hace tiempo que la trinidad consagrada en esta materia -amor, sexo y matrimonio- está superada y casi nadie espera a casarse para mantener sus primeras relaciones sexuales. En todo caso, afirma que en los niños no
existen jamás lo que llamamos perversiones sexuales. "Es una salvajada, es una burrada". "Es una bestialidad". "Un acto bárbaro e infame". Éstas y otras lindezas iban dirigidas, en un espacio de Radio El País, contra el fiscal del Estado de Florida, que recientemente decidió que se había producido abuso sexual, es decir, violación (con las secuelas legales consiguientes), en una niña de 10 años. Lo resaltante del caso, sin embargo, era que el protagonista ejecutor era otro menor, un niño de 12 años.En el inicio de la cadena de acontecimientos, los dos niños habían sido sorprendidos queriéndose sexualmente. Más tarde, la madre de la niña denunció el caso.
El acto sexual infantil es un mazazo al ordenamiento social. El llamado modelo Pamela -en honor y memoria de la novela del mismo nombre de Samuel Richardson-, en el que se premiaba la virginidad por encima de todo, es un modelo periclitado. La mujer no espera el matrimonio para mantener su primera relación sexual. Ni siquiera busca el matrimonio en la medida que lo buscaba tiempo atrás. Las relaciones sexuales entre adolescentes sirvieron, entre otras cosas, para romper el modelo de comportamiento sexual convencional. La virtud, hoy, no se recompensa en/con el matrimonio; la virtud ni siquiera tiene que ser medida en términos sexuales.
El sexo entre infantes es adelantar todavía más los acontecimientos. El antimodelo Pamela, anticipándose a la adolescencia, refulge, en el caso apuntado, a los 10 años (de edad). La intolerancia sexual educa para reprimir cualquier manifestación de esa índole, acrecentándose sus ínfulas a medida que se desciende en la escala de edad. En el mismo orden de cosas, en cualquier punto de la escala se permiten unos actos más que otros o, mejor dicho, se es menos intolerante con algunas prácticas que con otras.
En este sentido, los juegos sexuales, infantiles, digamos, la masturbación, a pesar de ser contestados, se toleran más que el coito. Ante un coito infantil, como el que nos ocupa, la sociedad se ve acorralada, y castiga más decididamente como medida ejemplificadora.
Sin embargo, en estas ocasiones, los argumentos clásicos que se utilizan para combatir la sexualidad dejan de tener validez (si es que la tenían en otros puntos más altos de la escala de edad).
Se produce un vacío de raciocinio que sólo puede ser suplantado con la condena. Considerar que técnicamente se produce violación porque la violada es una menor, más que una prueba de raciocinio, es un acto impositivo, considerando que el violador es otro menor y que el acto sexual se produjo de mutuo acuerdo o, si se quiere, con el consentimiento de las partes.
Los niños, en la relación sexual, muestran un acercamiento erótico en la acepción más noble del término. El acto sexual infantil se sitúa en los confines más apartados de la pornografía, a no ser que los niños sean inducidos al mismo por terceros adultos. Ninguna de las llamadas perversiones en los sesudos (con ese, no con equis) catálogos del comportamiento sexual humano les hace mella.
La desviación sexual no les afecta en ningún grado. Para desviarse hay que conocer previamente el camino. El niño es un indagador e investigador por excelencia. En su afán por descubrir no construye obstáculos. En su camino, los únicos obstáculos que se encuentra son las barreras que le interponen. La sexualidad, para él, no representa ninguna excepción.
La indagación sexual infantil no vamos a descubrirla nosotros. Que en la indagación se llegue al coito, por lo demás, no deja de ser una anécdota. Consciente la sociedad de que las explicaciones empleadas para disuadir de la relación sexual, en el caso de la sexualidad infantil, caen en saco roto, no tiene más remedio, pues, que recurrir a la filigrana legal como instrumentación correctora.
La soberbia de la cultura occidental es irrefrenable. Descalifica todo lo que acaece fuera del ámbito de sus límites. Paralelamente, descalifica todo acontecer interno que desdiga las autoproclamadas buenas costumbres de su ordenamiento social. En nefandas materias, agiganta lo de fuera y empequeñece lo de dentro.
Criterios distintos
Pero entender que una cópula infantil es un regüeldo es dar por buenas las palabras del fiscal de Florida, y no parece que haya unanimidad de criterios. Un pronunciamiento legal no es un aglutinador de voluntades. Es un resorte cultural que, con carácter decisorio, representa la voluntad del poder societario institucionalizado. En ningún momento remonta los contrasentidos y contradicciones de la cultura occidental.
Acaso porque sean irremontables. En este sentido se entiende cómo los mismos radioyentes que criticaran, la decisión fiscal recurrieron a términos -salvajada, bestialidad, etcétera- acuñados en nuestras impolutas sociedades con el fin de denigrar las improcedentes costumbres de las llamadas -hasta que la moderna antropología sociocultural las rescató de semejante denuesto- culturas salvajes. Bebiendo de las mismas fuentes, es propio que las aguas queden contaminadas para todos.
Coito infantil
Pero, en definitiva, lo destacable es el hecho de que el coito infantil se considere o no como manifestación plebeya que ensucia el código de las buenas formas.
Considerarlo de una u otra forma, además de su trascendencia, constituye una (de las muchas) palpable muestra de contradicción cultural. No sorprenderá, pues, que la sociedad occidental, que valora positivamente el atrevimiento musical de los niños prodigio, valore negativamente el atrevimiento sexual de los mismos. En tanto que una interpretación a dos voces de una composición musical puede considerarse majestuosa, un piccolo duetto sexual se fustiga.
¿Es necesario recordar una vez más que nuestras formas de comportamiento sexual no tienen validez universal? ¿Resulta obvio insistir en que nuestra homogeneización cultural-sexual es más un deseo que una realidad? ¿Puede pasar por reiterativo decir que los chewas africanos educan a sus hijos para mantener relaciones sexuales desde muy pequeños, porque de lo contrario creen que resultará imposible una fecunda reproducción, o, por situarnos en el continente asiático, concretamente en la India, que los lepchas estiman que no se producirá el desarrollo de sus hijas a no ser que éstas practiquen relaciones sexuales desde edades tempranas?.
Entendemos que todo ello no constituye reiteración, porque no constituye iniciativa. Es respuesta a la apabullante e incansable intención homogeneizadora de la cultura occidental, que, en su proceder, es la que extiende la reiteración y, por cierto, más del derecho que del revés, más por arriba que por abajo, en el deseo de laminar los submundos que ella misma crea.
Muchas son las variantes del comportamiento sexual dentro y fuera del contexto euronorteamericano para entender aquél unidireccionalmente. La práctica jurídica que envuelve la comprensión de la actividad sexual o, lo que es igual, la ley como imperativo, es una, pero solamente es una, de las puntas entre las cuales puede asomar la cultura.
Los fiscales, como veladores y valedores del ordenamiento social, al comprender globalmente, sin fisuras, desde un prisma jurídico, lo cultural-sexual, incurren en baldío intento. Baldío a la par que privilegiado, porque el fiscal tiene en sus manos la posibilidad de peritar la sociedad, mientras que al sociólogo o antropólogo no le dan a peritar textos jurídicos. Las sociedades que reconocen la institución del jurado llenan en alguna medida este hueco.
De todas formas, es sabido que históricamente la ley se potencia cuando las desavenencias y fricciones se producen en la sociedad. Por tal motivo, Diamond -el antropólogo más importante de Estados Unidos, según Jacobo Timerman- llegó a decir: "Ley y orden es una ilusión histórica; ley versus orden es la histórica realidad".

No hay comentarios:

.

Archivo del blog

.