lunes, junio 28, 2010

Hay que convivir con eso. JAVIER MARÍAS. EL PAIS SEMANAL España da vergüenza en el tema de la memoria histórica...

Hay que convivir con eso. JAVIER MARÍAS. EL PAIS SEMANAL - 02-05-2010

No sé si ustedes se creen que desde 1945, desde el término de la Segunda Guerra Mundial, las poblaciones de Alemania e Italia dejaron de ser nazis y fascistas respectivamente como por arte de magia. Yo no creo en esa arte, y menos aún en política. Si alguien está en un sitio y luego en otro, puedo aceptarlo, siempre que a ese alguien se lo haya visto desplazarse, dar los pasos pertinentes, realizar el trayecto. Esas poblaciones habían apoyado abrumadoramente a Hitler y a Mussolini, y si les retiraron el entusiasmo y empezaron a echar pestes de ellos fue, sobre todo, porque los dos dictadores habían muerto y su bando había perdido la contienda. Fue, en gran medida, por la cuenta que les traía, por conveniencia. Poca gente se empecina en seguir defendiendo a los derrotados y a los muertos. Pero lo cierto es que, aunque se debiera en parte a motivos espúreos y a oportunismo –o a instinto de supervivencia–, en esos países y en el resto de Europa se creó un consenso sobre cómo debía interpretarse la Segunda Guerra Mundial, y casi todo el mundo estuvo de acuerdo en considerar al Eje culpable de aquella catástrofe y en renegar de sus regímenes e ideas. No sucedió, claro está, nada parecido con los de Stalin en la Unión Soviética, porque este otro individuo sanguinario seguía vivo y además se contaba entre los vencedores. (Resulta curioso ver unas pocas películas hollywoodenses de los años cuarenta, como Días de gloria de Tourneur, en las que los rusos todavía aparecen como “aliados” y forman parte de los “buenos”.) Sea como fuera, y pese a que muchos lo hicieran con la boca pequeña o hipócritamente, la mayoría de los ciudadanos que habían jaleado y aupado al nazismo y al fascismo los condenaron. Como es sabido, hay países en que su exaltación está prohibida, lo mismo que negar el Holocausto. Si esto es así, fue gracias a ese acuerdo –parcialmente insincero, pero al fin acuerdo– del conjunto de los europeos.
¿Sucedió en España algo parecido? En modo alguno. ¿Acaso a la muerte de Franco? Ya se ve que no, tampoco. Aquí el equivalente de Hitler y Mussolini –amigo y partidario declarado de ellos– salió triunfante de la Guerra Civil que él mismo había desencadenado, traicionando sus juramentos, traicionando a su Ejército y levantándose en armas contra el Gobierno legítimo de la nación. Después imperó y machacó, ya sin guerra, durante treinta y seis años, y a lo largo de todo ese tiempo la mayor parte de los españoles –también algunos por conveniencia, o por la cuenta que les traía– fueron franquistas convencidos. Su régimen nunca fue derrocado, y a la muerte del tirano seguía conservando todo el poder en sus manos. Si en vez de una prolongación de su dictadura tuvimos una democracia, fue en gran medida por decisión del nuevo Jefe del Estado, el Rey Juan Carlos, y porque aquello se había convertido en un anacronismo inviable en el seno de una Europa cada vez más interdependiente. También porque durante la Transición casi todo el mundo fue razonable y se avino a lo que era mejor para la España de entonces, con Santiago Carrillo entre los más razonables.

Ahora bien, pretender que el franquismo fuera condenado globalmente un día por el conjunto de la sociedad, era y sigue siendo iluso. Mal que nos pese a quienes lo vemos como uno de los periodos más aciagos y criminales de nuestra historia, aquí jamás se ha producido un consenso, ni siquiera artificial o falso, semejante al logrado en Europa tras la caída de los fascismos (nuestra situación se pareció más a la de la Rusia de Stalin). Así, en España sigue habiendo historiadores sobrevenidos que justifican el golpe militar de 1936 y que acusan de golpista (!) al Gobierno de la República que lo padeció. Lo mismo que una caterva de periodistas y tertulianos y no pocos políticos, aunque éstos no lo manifiesten abiertamente. En las filas del PP hay numerosos individuos que, quizá por haber vivido ya poco bajo el franquismo, ignoran que son idénticos (cuán a su imagen los han hecho) a los funcionarios del dictador. (También hay, entre la izquierda, quienes ignoran lo muy parecidos que son a los stalinistas de antaño, lo cual tampoco ayuda precisamente.) Una buena porción de España, incluida una parte de la izquierda, de los nacionalistas y de los “antisistema”, continúa siendo sociológica y anímicamente franquista, no se la ha enseñado a ser de otro modo. El Tribunal Supremo ha dado curso a las querellas interpuestas contra el juez Garzón por Falange Española (!) y por la ultraderechista Manos Limpias (!). A mí me parece lamentable, pero no sorprendente, dado que también entre los jueces hay franquistas. Garzón pecó de ingenuidad o midió mal el estado de cosas, lo mismo que Zapatero al promover su Ley de la Memoria Histórica. Una ley sobre algo tan subjetivo e inaprensible sólo puede existir y prosperar con el beneplácito de la inmensa mayoría de la sociedad, y nosotros carecemos hasta del más básico acuerdo. Es lo que hay, ya digo, mal que nos pese. Si la visión condenatoria del origen de la Guerra y de los cuarenta años de dictadura no ha sido general en los treinta y cinco transcurridos desde la muerte de Franco, desengañémonos, ya no va a serlo. Este es un país anómalo. Lo ha sido siempre, no sé por qué nos extrañamos tanto. Este país ha dado vergüenza a menudo, no es tan raro que hoy siga dándola. Aquí nunca nadie convence a nadie. Hay que convivir con eso, y nos toca a todos aguantarnos. Por lo menos tenemos práctica.

¿Hay animales gays?

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9 May 2010 ... El albatros Laysa es un ave marina con una envergadura de alrededor de dos metros y pico amarillo. Cada noviembre, una pequeña colonia se ...
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¿Puede el amor vencer la diferencia de edad?

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Cerebras y cerebros

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Nada como un cúter. Maruja Torres EPS

Nada como un cúter. MARUJA TORRES EL PAIS SEMANAL - 30-05-2010

Es lo que me dijo mi amigo N. cuando estuvo en casa ayudándome a desprenderme de lastre. “Nada como un cúter”. Le dije que la misma frase podía haberla pronunciado uno de los asesinos del 11‑S, pero en cuanto le vi trabajando comprendí que no habitaban en él instintos perturbados. Así que me senté a su lado y le ayudé a destruir parte de mis recuerdos, parte de mis manías, parte de mis agobios.
Desde que las tecnologías entraron en mi vida, siento exceso de excesos, e imagino que otro tanto les ocurrirá a muchos de ustedes. No sólo guardo cartas obsoletas, facturas atrasadas y recortes de periódicos amarillentos e inservibles. Está la otra parte, la de las moderneces. Disquetes –¿se acuerdan?– con novelas por empezar, novelas corregidas, novelas que empecé pero que detesto, ideas que nunca tendré que utilizar y, lo peor, copias, copias y copias de todo lo anterior y de más. Porque cuando nos iniciamos en las delicias de los ordenadores, al menos yo, sentía tanto miedo a perder lo acumulado en el disco duro, que prácticamente llené los cajones con duplicados que he conservado hasta hoy.
Luego, o antes, o entre tanto, vinieron las películas grabadas de la tele, en cintas o en DVD, y lo que los amigos nos prestaban. En fin, qué les voy a contar que no sepan. Y la llegada de los primeros almacenadores de música, de imágenes, muchos años antes del iPod, el iTouch, el iPad y el iRiP. Adquirí cuantos pude permitirme. Para encontrarme con que el que mejor funciona es uno que compré hace ocho años. Ya ven.

Con los sentimientos y las emociones fosilizadas pasa lo mismo, así como con sus representaciones físicas: fotografías, cartas y, desde luego, e-mails. Si no te pones al día en la limpieza de estos artilugios, es como si todavía arrastraras el peso muerto de esos otros bienes/males de consumo que pueden ser las relaciones que resultaron útiles en un determinado momento pero que, al desvanecerse, no dejaron atrás más que el testimonio abultado de la ceniza. Deshacerse de todo eso –que ya no pertenece al reino del papel– es también un sano ejercicio de cara a la posteridad: sólo faltaría que, además de quedarse con mi bisutería, quienes descubran un día mi fiambre saqueen mi ordenador y sus periféricos. Estoy haciendo un esfuerzo para convertirme en una vieja minimalista y, a ser posible tan tarde como sea imposible, en un cadáver nimio.

De forma que, mientras N. rayaba deuvedés con sistemático entusiasmo, yo utilizaba el cúter de mis entrañas para desprenderme del peso muerto de correspondencias que ya no me hablan al oído, y de fotografías de las que no conservaré el recuerdo, porque allí no hubo más que el goce de un instante de engaño, de personas que pasaron como fuegos de artificio por mi vida, excitándome con el olor de la pólvora y dejándome después taponadas las narices.
Cuando comenté en Facebook lo que estaba destruyendo, una amiga apostilló que formaba parte de la filosofía del feng shui, que no tengo ni idea de lo que es, aunque más tarde, al googlearlo, me di cuenta de que ya sabía lo que era por una peli de esas malas, de acción, en la que un edificio se rebela porque al construirlo no han respetado la orientación del árbol que estaba en el vestíbulo.

Dice el feng shui que los trastos que se acumulan impiden la libre circulación de la energía, y me parece muy razonable, tanto en lo físico como en lo moral, en lo social, en lo ideológico y en lo electrónico e informático en general.
Nadar desnudo en una playa desierta, sin más recuerdos que aquellos que la mente ha decidido conservar, sin otras fotos que las imágenes que se repiten una y otra vez cuando cerramos los ojos y sentimos, como si fuera ayer, la fuerza de los sentimientos compartidos. Eso debe de ser el colmo del feng shui, el colmo de la sensatez, el colmo de la felicidad tranquila.
Así de minimalista me gustaría vivir el resto de mi vida, pero, a falta de playa despoblada, me entretendré con el cúter y con el delete de mi teclado, que tampoco está mal.
Sean felices y despojados. Con la crisis, además, no les va a costar seguir mi consejo.

¿Por qué vemos tanto la tele? · Borja Vilaseca ELPAÍS SEMANAL

¿Por qué vemos tanto la tele? · ELPAÍS.com

16 May 2010 ... No importa si vivimos solos o acompañados de nuestra pareja e hijos. Una vez en casa, cansados físicamente y agotados mentalmente, ...
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Motivarnos en el trabajo · ELPAÍS.com

2 May 2010 ... En los tiempos que corren, si tenemos trabajo somos unos auténticos privilegiados. Justamente por lo conscientes que somos de esta realidad, ...
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Aprender a ayudar. CRISTINA LLAGOSTERA EL PAIS SEMANAL

Aprender a ayudar. CRISTINA LLAGOSTERA EL PAIS SEMANAL - 25-04-2010

Algunos pensadores afirman que el ser humano es básicamente egoísta. “El hombre es un lobo para el hombre” (Homo hómini lupus), escribió Thomas Hobbes en el siglo XVII, y muchas personas continúan creyendo que ante todo nos mueven el interés personal y la defensa del propio territorio. Miramos a nuestro alrededor, leemos las noticias y, ciertamente, no faltan ejemplos de vivo egoísmo. Sin embargo, a pesar de no ser tan visibles o impactantes, existen también infinidad de gestos que nacen de la voluntad de ayudar.
Un hombre cae en la acera e inmediatamente varias personas acuden para auxiliarle. Una joven escucha con atención a una amiga que habla disgustada sobre un asunto que le preocupa. Alguien perdido en una gran ciudad encuentra a una persona que se ofrece amablemente para guiarle. Son escenas simples, cotidianas, en las que la ayuda surge como un impulso natural ante la necesidad de otro ser humano.

Incluso en este momento en que se dice que las relaciones se han vuelto más frías e impersonales, en que la rentabilidad parece ser el valor prioritario, la ayuda desinteresada sigue estando presente. Una muestra de ello son las asociaciones, el movimiento del voluntariado o los grupos de ayuda mutua que proliferan cada vez más.

Las personas que ofrecen su tiempo y su dedicación a otras lo dicen claramente: ayudar les hace sentirse bien. Sin embargo, esto no significa que se trate de una tarea sencilla. Ante alguien con dificultades, a menudo surge la pregunta: ¿cómo puedo ayudar? Se duda acerca de si tener un papel más o menos activo, si la generosidad puede resultar invasiva o qué hacer para que los problemas de los demás no afecten excesivamente. Tras el deseo genuino de querer hacer algo por alguien es preciso buscar la mejor forma de actuar.

¿Altruistas o egoístas?

“Nadie es una isla, completo

en sí mismo; todo hombre es un trozo del continente, una parte del todo” (John Donne)

El etólogo Konrad Lorenz ya señalaba la importancia de la cooperación en la supervivencia de las especies. No sólo la lucha y la agresividad resultan cruciales para defenderse y evolucionar, sino también formar parte de un grupo. El altruismo, por tanto, cumple una función importante, al poner el interés colectivo por delante del individual.

La ayuda es un fenómeno universal y, como vemos, no exclusivo del género humano. Pero sí somos una de las especies que más dependen del apoyo de los demás. Nacemos indefensos y precisamos cuidados durante un largo periodo de tiempo. Incluso ya adultos, seguimos necesitando recibir afecto y atención del entorno.

“Uno de los mayores padecimientos es no ser nada para nadie”, dijo en una ocasión la madre Teresa de Calcuta. Y es que todas las personas tienen esta necesidad de pertenencia, de sentirse integradas en sus relaciones. Cuando esto falta nos volvemos más vulnerables. Se sabe, por ejemplo, que la soledad y la inadaptación aumentan la probabilidad de padecer ansiedad o depresión.

Sin embargo, no sólo necesitamos ser ayudados. También es preciso ayudar a los demás para fomentar nuestro desarrollo y madurez, y sobre todo la sensación de capacidad.

Un encuentro mutuo

“La necesidad más profunda del hombre es superar su separación, abandonando la prisión de su soledad” (Erich Fromm)

La ayuda se genera básicamente en un encuentro entre personas. Una se muestra más necesitada, y otra, dispuesta a responder a esa necesidad. La relación de ayuda es, por tanto, asimétrica, pues no se produce en igualdad de condiciones.

Para empezar, quien necesita ayuda tiene que afrontar dos dificultades: por un lado, el problema que le acucia, y por otro, reconocer ante otra persona que se siente incapaz de resolverlo por sí mismo. En este primer punto, ya sea por vergüenza, por miedo a no ser comprendido o por no poner en entredicho la propia imagen, se puede bloquear el circuito que permite recibir apoyo. Si no existe la disposición a ser ayudado, poco se puede ayudar.

Resulta distinto recibir una petición de ayuda que ofrecerla. En el primer caso, la propia persona admite tener una necesidad, mientras que en el segundo es alguien externo quien cree detectarla.

Quien se ofrece para ayudar a menudo peca de querer detentar la verdad, pretendiendo saber exactamente qué le conviene hacer a esa persona. Si el otro se niega o no desea seguir ese camino, puede surgir el enojo al creer que en el fondo no desea resolver su problema. Sin embargo, puede que esa persona tenga un modo distinto de encarar su situación o simplemente que no sienta esa necesidad que el otro cree detectar.

La ayuda es ante todo un acto comunicativo. Implica el uso de la palabra, pero también la expresión corporal, la mirada, los gestos, el contacto físico… Al comunicarse se construye un puente entre dos personas que permite dar y recibir información, lo que puede tener un gran efecto terapéutico.

Compartir cualquier dolor o problema a menudo aligera ya su peso. Sentirse respaldado ayuda a sobrellevar situaciones que de otro modo serían doblemente difíciles. A través de la comunicación también es posible dar a otra persona nuevas perspectivas sobre su dificultad, consuelo y, sobre todo, comprensión.

La ayuda que no ayuda

“El más cercano a la perfección es quien, con penetrante mirada, se declara limitado” (Goethe)

Según Carl R. Rogers, precursor de la terapia centrada en la persona, las condiciones esenciales al ayudar son la comprensión empática, la congruencia y una actitud de aceptación hacia el otro. Sentirse escuchado, atendido, muchas veces es todo lo que la otra persona espera cuando comparte su pesar. Resulta paradójico, pero la ayuda también puede convertirse en un obstáculo para la mejora y el cambio. No basta con la voluntad de ser útil: es importante medir la manera en que se ofrece ayuda.

Acompañar continuamente a alguien que tiene miedo a estar solo puede facilitar que su temor se agrave. Proteger en exceso no permite que la persona se enfrente a sus propios retos, lo que merma su sensación de capacidad. La ayuda implica ese riesgo: relegar a alguien necesitado a una condición de mayor necesidad.

Necesitar y ayudar son dos experiencias que se complementan. Y cuando alguien sólo desea permanecer en uno de los dos lados surge un problema: ya sea porque espera que todo le venga dado, o porque quiere ayudar pero no ser ayudado, privando así a los demás de la inmensa gratificación de sentirse útiles.

Tras cualquier gesto altruista se esconden motivaciones personales que en la práctica suponen el motor que impulsa la ayuda. La ayuda sana es aquella que nos permite dar algo provechoso, pero también salir fortalecidos de la experiencia. Cuando ayudar nos frustra, nos hace sentir mal o tenemos la sensación de que únicamente perdemos, suele ser preciso poner un límite a esa generosidad.

En un estudio se observaron las características que favorecían el buen curso del duelo por el fallecimiento de un hijo. Los padres que al cabo de dos años padecían menos depresión y estrés eran aquellos que habían canalizado su energía en ayudar a otras personas, por ejemplo participando como voluntarios en grupos de duelo. Prestar un servicio a los demás crea una corriente de confianza entre las personas, nos hace salir de nuestro ensimismamiento y permite aprender y enriquecerse a través de experiencias ajenas. Este tipo de ganancia es la que suelen buscar las personas que realizan una labor de ayuda.

Intercambio humano

“La obra humana más bella es la de ser útil al prójimo” (Sófocles)

El escritor irlandés Oliver Goldsmith dijo: “El mayor espectáculo es un hombre luchando contra la adversidad, pero aún hay otro más grande: ver a otro hombre lanzarse en su ayuda”. Puede que necesitemos más que ninguna otra especie la ayuda de los demás, pero también somos quienes podemos conseguir más utilizando esta capacidad natural.

La ayuda no sólo resulta beneficiosa para ambas partes, sino que se puede considerar una necesidad social. Para reducir el sufrimiento y la soledad, pero también para llevar aún más lejos nuestras posibilidades individuales, necesitamos tejer una red de intercambios basados en la ayuda. No es un descubrimiento nuevo: para progresar es preciso cooperar.





La ayuda eficaz


Para ayudar de la mejor manera posible es conveniente:


1. La escucha atenta y una disposición sincera y genuina de intentar comprender la realidad ajena.

1. Reconocer la necesidad real: no confundir lo que uno necesitaría si estuviera en el lugar del otro con lo que en realidad necesita la persona.

2. Calibrar la acción: antes de actuar o dar consejos conviene calibrar los resultados. Lo importante es que la otra persona se sienta más capaz ante su problema, y no lo contrario.

4. Reconocer los bloqueos: el impulso de ser útil puede frenarse por diversos motivos:

– Desconfianza ante la reacción del otro.

– Miedo a perder o a que nos tomen el pelo.

– Estar centrado en las propias necesidades, sin dejar lugar para las ajenas.

– Escasa fe en uno mismo y en que se puede aportar algo valioso.

¿Por qué somos tan ilógicos? JENNY MOIX EL PAIS SEMANAL

¿Por qué somos tan ilógicos? JENNY MOIX EL PAIS SEMANAL - 30-05-2010
Imaginemos que vamos al médico y nos puede informar sobre nuestra enfermedad de dos maneras: 1. El 80% de las personas se curan. 2. El 20% mueren. ¿Cuál de las dos elegiríamos? En general, los humanos preferimos la primera, pero a un ordenador le daría absolutamente igual porque ambas contienen exactamente el mismo mensaje.
Este tipo de sesgo se denomina enmarcamiento. Twersky y Kahneman lo acuñaron para denominar cómo las personas responden de manera diferente a descripciones distintas, pero objetivamente equivalentes.
En 1982 se llevó a cabo una investigación en Estados Unidos que mostró que los cirujanos (como humanos que son) también sucumben al efecto del enmarcamiento. Los participantes en el experimento, basándose en datos clínicos reales, informaron sobre una intervención quirúrgica de una determinada manera a un grupo de ellos y de otra distinta a un segundo grupo. Concretamente, se les dijo esto: “La supervivencia media para esta intervención es del 93%”. “La mortalidad media para esta intervención es del 7%”. Los cirujanos informados en positivo (sobre la supervivencia) se mostraron más dispuestos a recomendar esta operación a sus pacientes.
Si fuéramos lógicos, no debería haber diferencias. Pero las hay.
El enmarcamiento lo podemos ver cada día si analizamos periódicos de distinta tendencia política. Los mismos datos son presentados de manera opuesta. ¿Cómo interpretamos esos datos? Si nos anuncian que un 55% de los españoles están a favor de la medida X, nuestro cerebro lo resume y se queda con la idea de que la mayoría de los conciudadanos están a favor. Este reduccionismo se debe a un tipo de economía mental, o dicho de otra forma, de pereza mental. No nos paramos a pensar que el 45% de los españoles están en contra.
Además del enmarcamiento, veamos otros fenómenos ilógicos.

El orden de las palabras. El orden de los factores… sí altera el producto
Existe un tipo de experimento en el que se presenta, a dos grupos de personas, una descripción de un supuesto individuo con los mismos adjetivos, pero con el orden cambiado. Una es: “Pedro es inteligente, habilidoso, impulsivo, criticón, empecinado y envidioso”. La segunda: “Pedro es envidioso, empecinado, criticón, impulsivo, habilidoso e inteligente”. ¿A quién caerá mejor Pedro?, ¿a los que han leído la primera o la segunda? Normalmente, los sujetos que leen la primera descripción puntúan mejor a Pedro. Cuando leemos o escuchamos información, no lo hacemos de forma pasiva; nuestro cerebro, de manera automática, va anticipando lo que vendrá a continuación. Si el primer adjetivo es positivo, prevemos inconscientemente que lo siguiente también lo será, y si no lo es, lo matizamos automáticamente para que se acerque lo más posible a nuestra primera impresión.
Si no lo hemos hecho nunca, es interesante reflexionar un rato sobre la palabra pero. Supongamos que tenemos un jefe y nos dice: “Me gusta mucho tu trabajo, pero eres impuntual con las entregas”. O bien: “Eres impuntual con las entregas, pero me gusta mucho tu trabajo”. ¿Qué nos gustaría más? Sin duda, el segundo comentario. Nos está diciendo exactamente lo mismo, pero cuando hay un pero, el énfasis siempre lo ponemos en la parte final.
Así que vayamos con mucho cuidado con los peros. Si alguien nos explica un problema y al acabar le decimos: “Te entiendo, pero…”, ¿se sentirá comprendido? Pues no mucho. Quizá podríamos cambiar el pero por un y, por ejemplo: “Te entiendo y, además, pienso…”. O simplemente cambiar el orden, darle nuestra opinión, y al final, “pero te entiendo”. Pequeños matices de grandes resultados.

Daltonismo numérico. “Una pizca de probabilidad tiene tanto valor como una libra de quizá” (James Thurber)
Al igual que las palabras, los números también los interpretamos de forma curiosa. Los estudios demuestran que, bajo un cierto límite, las probabilidades nos parecen equivalentes. Por ejemplo, nuestro cerebro interpreta igual una probabilidad del 8% y otra del 1%. Asimismo, nuestra ilógica con los porcentajes la podemos detectar en el hecho de que preferimos que la probabilidad de que nuestro avión se estrelle sea de 0,000001 (1/1.000.000) que de 0,0000009 (9/10.000.000). En este caso, lo de menos es el resultado, la elección depende simplemente de que en el primer supuesto hay un 1 en lugar de un 9, y por este motivo la probabilidad nos parece menor.
La trampa numérica más cotidiana en la que caemos es la de las rebajas. ¿Cómo es posible que la estrategia de la camisa de 19,90 euros o el pantalón de ¡sólo 39,90 euros! todavía cuele? No somos tontos y sabemos perfectamente que es una estrategia de ventas y que, en realidad, si el producto cuesta un céntimo menos no influirá en nuestra decisión. No obstante, parece que sí lo hace, pues de lo contrario esta táctica ya no se utilizaría.

Conclusiones erradas. “Vivimos en la era de la televisión. Una sola toma bonita ayudando a un viejo dice más que todas las estadísticas sanitarias”(Margaret Thatcher)
Cuando extraemos una conclusión de cualquier tema, lo hacemos basándonos en la información que tenemos más accesible. Si nos preguntan si consideramos más probable que una palabra inglesa empiece por la letra k o que tenga una k en la tercera posición, probablemente afirmaremos que son más numerosas las palabras que empiezan por k. Sin embargo, existen alrededor de tres veces más vocablos con una k en tercera posición. Nuestra respuesta se basa en procesos que tienen que ver con los mecanismos de nuestra memoria. Debido a ellos nos resulta más fácil recuperar y recordar las palabras por las letras que empiezan que por cualquier otra incluida en ellas. Las palabras que empiezan por k son más accesibles, pero eso no significa que realmente sean más abundantes.
¿Y si nos preguntan si en España hay más muertes por suicidios que por accidentes de tráfico? En general, contestamos que hay más muertes en las carreteras, aunque en realidad no es así. Nuestra respuesta se debe a que se informa muchísimo más de las muertes por accidentes. Los suicidios suelen ser silenciados.
Las estadísticas no tienen nada que hacer comparadas con lo que ven nuestros ojos. Aunque nos informen del elevado porcentaje de muertes por cáncer de pulmón debidas al tabaco, si nuestro tío Paco, de 89 años, ha fumado toda la vida como un carretero y está como un roble, ¿qué conclusión sacamos?

Deducciones sesgadas. “Saltar rápidamente a conclusiones rara vez conduce a felices aterrizajes” (S. Siporin)
Supongamos que se ha realizado un estudio sobre las familias españolas que tienen seis hijos y se ha comprobado que una de cada tres tienen tres chicos y tres chicas. Sigamos imaginando y pensemos que analizamos el orden de nacimiento de los hijos. ¿Qué orden creemos que es más probable?
1. Mujer, hombre, hombre, mujer, hombre, mujer.
2. Hombre, hombre, hombre, mujer, mujer, mujer.
La primera opción es más típica o representativa de un orden al azar y por ello se suele contestar que es la más probable. Sin embargo, las dos secuencias son igualmente probables estadísticamente hablando.
El mismo fenómeno pasaría si alguien nos diera a elegir entre dos números de lotería: el 44.444 o el 63.425. ¿A que escogeríamos el segundo? El primero nos parece menos probable, porque una cifra con todos los números iguales es menos representativa, menos típica.
Nos explican que Juan es un chico delgado, lleva gafas, es licenciado en Historia y le encanta leer. Y luego nos preguntan si creemos que es bibliotecario o camarero. Si tuviéramos que apostar, la mayoría diríamos que es bibliotecario, tal como lo demuestran muchas investigaciones. Nuestra respuesta se vuelve a basar en lo que nos parece más representativo o típico. Sin embargo, tendríamos más probabilidades de acertar si apostáramos a que es camarero, simplemente porque existen muchos más camareros que bibliotecarios en nuestro país.

imaginación contra la lógica. Cuando el río suena…quizá no lleve agua
El 28 de diciembre, una amiga me llamó por teléfono para contarme un suculento cotilleo. Había pillado in fraganti, muy acaramelados, a un amigo nuestro, casado, con una amiga divorciada. Me sorprendió muchísimo porque son dos personas de ambientes muy diferentes y que aparentemente no encajan. Así que solté el típico “¡No me lo puedo creer!”. Entonces ella me ofreció todo lujo de detalles que mi mente recreó en profundidad. Al final, riéndose, me dijo que era una completa inocente. Entonces, caí en la cuenta de la fecha en la que estábamos.
Lo curioso de la anécdota es que, aunque sé que no es verdad…, no sé…, ahora no me sorprendería tanto encontrarlos juntos.
Lo que me pasó lo describe a la perfección Massimo Piattelli, autor de Los túneles de la mente: “Los experimentos encuesta, e incluso los casos reales de la vida, nos han demostrado mil veces cómo una historia plausible y bien explicada puede hacer que consideremos objetivamente probables acontecimientos a los que minutos antes no hubiéramos concedido ni la más mínima probabilidad”.

Causalidad donde no la hay. “La vida es el arte de sacar conclusiones suficientes a partir de datos insuficientes” (Samuel Batler)
Nuestra mente tiende a ordenarlo todo. El caos nos incomoda e intentamos darle sentido y explicación a lo que ocurre. Podemos encontrar una causa a meras coincidencias. Y al hacerlo, algunas veces incluso podemos caer en el pensamiento mágico. Por ejemplo, a interpretar hechos a través de un supuesto orden cósmico o de ondas invisibles. No entremos en las creencias espirituales de cada uno, en este terreno sería absurdo analizar cuáles son más lógicas. Lo que puede resultar ilógico es recurrir a ellas para explicar hechos que pueden ocurrir muy probablemente por simple azar.
¿Cuál es el número mínimo de personas que hay que reunir en una habitación para que haya una probabilidad superior al 50% de que coincidan los cumpleaños de dos de ellas en el mismo día del año? Una respuesta clásica es 183, pero no. La respuesta exacta es ¡24! Las coincidencias son mucho más probables de lo que nos pensamos.
Como muy bien afirma el biofísico y químico Massimo Piattelli: “La razón no es una facultad congénita que actúa en nosotros de manera espontánea y sin esfuerzo”. Así que, para ser un poco más lógicos, debemos esforzarnos mucho, aunque nunca lo vamos a conseguir del todo.
Pero siempre nos queda ser humildes con nuestras deducciones y dejar a un lado nuestras afirmaciones tajantes.

Ideas razonables
1. Películas. – ‘Medianoche en el jardín del bien y del mal’, de Clint Eastwood. – ‘Volver’, de Pedro Almodóvar. – ‘Conspiración’, de Richard Donner. – ‘Babel’, de Alejandro González Iñárritu.
2. Libros. ‘Los túneles de la mente. ¿Qué se esconde tras nuestros errores?’, de Massimo Piattelli. Crítica, 2005. – ‘El curioso incidente del perro a medianoche’, de Mark Haddon. Salamandra, 2004.

EL MUNDO SEGÚN MONSANTO-The world according to Monsanto

EL MUNDO SEGÚN MONSANTO-The world according to Monsanto SPAsub
Director:Marie-Monique Robin
Writer:Marie-Monique Robin (writer) 2008

El documental señala los peligros resultantes del crecimiento exponencial de los cultivos de transgénicos, que en 2007 cubrían 100 millones de hectáreas, con propiedades genéticas patentadas en un 90% por Monsanto.(FILMAFFINITY)
Con una destacada presencia en más de 46 países y unos beneficios impresionantes, Monsanto se ha convertido en la empresa líder de los organismos genéticamente modificados (OGM), así como en una de las compañías más controvertidas de la industria mundial por la fabricación de PCB (piraleno), devastadores herbicidas (como el agente naranja durante la guerra de Vietnam) o la hormona de crecimiento bovino (prohibida en Europa).
Desde 1901, fecha de su fundación, la empresa de Missouri ha ido acumulando infinidad de procesos penales debido a la toxicidad de sus productos, aunque hoy se presenta como una empresa de «ciencias de la vida» reconvertida a las virtudes del desarrollo sostenible. Gracias a la comercialización de las semillas transgénicas (más del 90% del mercado mundial), Monsanto no sólo controla una parte importante de la alimentación mundial y la forma en que se produce, sino que pretende extender su poder sobre las formas de vida tradicionales de una parte importante del planeta.
Basándose en documentos inéditos, testimonios de afectados y víctimas, campesinos, reconocidos científicos y destacados políticos, El mundo según Monsanto reconstruye la génesis y desarrollo de este gigante industrial, la primera productora mundial de semillas, una empresa que según declaran sus responsables «sólo quiere nuestro bienestar».

martes, junio 22, 2010

¿Inducción a la sodomía? (Pro-vida del feto y anti-sexualidad y anti-vida del adulto = liberales) El gran Wyoming

¿Inducción a la sodomía? 13 Jun 2010 educación política El gran Wyoming
De toda la polémica suscitada por los insultos proferidos a la Consejera de Sanidad de Catalunya en una tertulia de televisión, que han motivado acciones legales por un lado y disculpas por otro, lo que me parece más triste es que se dé por buena la noticia que origina el debate.
Las mismas personas que se oponen a cualquier método de anticoncepción y, por último y sobre todo, a la interrupción del embarazo, acto que comparan con el holocausto, argumentan que la solución está en la educación. Cuando llega el momento de poner en práctica esa educación sexual, también se niegan, hablan de educación general, ya que una persona bien formada se defendería mejor del entorno hostil: ven la sexualidad como una agresión a la integridad del ser en estado de gracia. La criminalización que se hace de la educación sexual constituye un auténtico atentado contra la salud pública. Estamos obligados a aportar toda la protección que podamos a los jóvenes que no escogen la castidad como forma de vida.
Poco ayudan comentarios frívolos como el de Esperanza Aguirre cuando, al ser preguntada por facturas relacionadas con el caso Gürtel, respondió: “Nunca se van a encontrar aquí cosas que no debe hacer una Administración seria, como los talleres para aprender a masturbarse”. Olvidan estos señores radicales el descenso de las enfermedades de transmisión sexual y de embarazos no deseados desde la implantación de estos planes, seguramente mejorables. Puede que desde su punto de vista hacer al amor por placer sea una estupidez, pero más estúpido y cruel es morir por ello en pleno siglo XXI cuando se conocen métodos para evitarlo y no los vamos a ocultar. Es agotador ver a estos liberales mintiendo, difamando y saliendo a la calle con globos y fotos de fetos.

lunes, junio 21, 2010

¿Quién mató al coche eléctrico? El poder de la industria petrolera y automovilística USA... La DGA se equivoca apoyando el coche a hidrógeno...

En 1996 General Motors fabrica el EV1, el primer automóvil eléctrico con altas prestaciones. 6 años más tarde GM decide hacerlo desaparecer del mercado a pesar de la gran demanda. También Ford Y Toyota fabricaron modelos obligados por una normativa del estado de California. Ante la posiblidad de obtener inmensos beneficios no hay nada que detenga a las corporaciones ni a los países exportadores de petroleo (Arabia Saudí a la cabeza). Reagan y Bush fuertemente ligados a ambos negocios han luchado contra el coche eléctrico de todas las maneras posibles.
La última estrategia es el impulso a la tecnólogía del vehículo de pila de combustible impulsado por hidrógeno. El Gobierno de Aragón la DGA y el consorcio de la Expo de Zaragoza han colaborado y colaboran con GM y Opel en el apoyo a los coches de hidrógeno siendo cómplices de la industria del petróleo en su lucha contra el coche eléctrico. La quiebra de GM ha sido fruto de una política empresarial cegata y nefasta sobre las tendencias del futuro y las necesidades de los clientes. ¿Seguirá Opel España y el gobierno de Aragón estas obsoletas directrices en apoyo de las petroleras y en detrimento del medio ambiente?
Hoy en día lo más sensato en términos de reducción de la dependencia del petróleo, economía energética, ecología, etc. es apoyar el vehículo híbrido enchufable...

http://www.youtube.com/watch?v=AqKIGpi-hDU

sábado, junio 19, 2010

Jaime Bayly. La iglesia es el partido político más manchado de sangre de occidente

ARQUITECTOS DE OTRO MUNDO. Inma Muñoz. DOMinical

ARQUITECTOS DE OTRO MUNDO. Inma Muñoz. fotos: Albert Bertran. DOMinical
Creen que el sistema necesita un cambio y tienen la energía y la preparación para plantearlo. ¿Quién dijo que no hay alternativas? Ellos las han encontrado
ALBERT
GASCH, FIARE. BANCA ÉTICA. "Aplicamos a las finanzas criterios de transparencia y participación"
Dice que no trabajaría en un banco "ni loco, ni cobrando el doble" que donde trabaja ahora. Que no es otro sitio que un banco. Pero un banco diferente: un banco ético. Albert Gasch, barcelonés de 37 años, trabaja en Fiare (Fundación para la Inversión y el Ahorro Responsable), una entidad que actúa como agente en España de la consolidada Banca Popolare Etica italiana con una finalidad: invertir el ahorro de personas, colectivos, empresas y administraciones públicas en proyectos viables de economía social y solidaria. Vamos, que los fondos que depositan los clientes en sus cuentas de ahorros se convierten en créditos destinados a financiar proyectos que no siempre encuentran el apo
yo de la banca tradicional. Las oenegés y fundaciones que luchan por la integración de colectivos en riesgo de marginación y por la protección del medioambiente se benefician de ello.
"Intentamos acercar la financiación a los excluidos financieramente –explica Gasch–, y hacerlo aplicando criterios de transparencia y participación". Es decir dando a los clientes la posibilidad de elegir en qué ámbito quieren que se invierta su dinero y animándoles a convertirse en socios de la entidad, lo que les permitirá asistir a las asambleas en las que se definen las líneas de actuación y se elige a los miembros de la comisión ético-social que evaluará, con criterios de viabilidad y beneficio para la comunidad, la idoneidad de los proyectos. Para convertirse en socio de Fiare, basta con aport
ar 300 euros al capital social, que se recuperan si se decide abandonar el proyecto. "Y cada socio tiene un voto, independientemente de la cantidad que haya aportado. Así se logra que el banco sea de todos, y que no esté al servicio de los intereses de unos cuantos".
El proyecto Fiare nació en Bilbao en 2001. Poco a poco fueron abriendo oficinas en el resto de capitales vascas, en Madrid, en Pamplona y en Valencia. La oficina donde trabaja Albert Gasch, la de Barcelona, fue inaugurada en 2008 y, d
esde entonces, ha recogido más de 3,36 millones de euros en depósitos y ha concedido créditos por valor de 3,85 millones. En el conjunto de España, el montante de los depósitos supera los 21 millones de euros, y el de créditos, los 13,6. Por el momento, ésas son las dos únicas actividades que lleva a cabo Fiare, aunque el objetivo es poder llegar a ofrecer los mismos servicios que un banco convencional, algo que ya está cerca de hacer, por ejemplo, Triodos Bank, el referente de la banca ética en Europa, que tiene oficinas en España desde 2004.
Al ritmo que está creciendo Fiare, explica Gasch, lograrán ese objetivo "de de ser un banco pequeño pero consolidado, con todos los servicios", en el plazo de dos o tres años. "Aunque es muy complicado aventurarlo", matiza con prudencia. Su día a día en la oficina no es muy diferente del de un trabajador de cualquier otra entidad: "Informo a los cliente
s, abro depósitos, atiendo incidencias... Aunque en algo sí es distinto: dedico un buen rato a explicar a quienes entran a ver qué ofrecemos qué significa este proyecto, cuál es su valor'. Los empleados de banca convencional hablan de beneficios dinerarios. Él habla de transparencia y responsabilidad. Y le escuchan. "El proyecto se vende solo: ahorro seguro con un destino interesante. Y menos mal que es así, porque yo soy muy mal vendedor: sólo soy una persona que cree en lo que hace".
Esa fe es la que le llevó a dejar un puesto en la Administración catalana asesorando a quienes querían montar cooperativas, en el que aprovechaba su licenciatura en Derecho, por un empleo que no está relacionado con su formación y en el que cobra menos y trabaja más. "Pero es que siempre he querido participar en la creación de estructuras que dieran músculo a la economía solidaria, y aquí lo puedo hacer. Y estoy harto de filosofadas. Todos compartimos el diagnóstico de que el mundo va mal, pero no basta con eso: hay que actuar. Fiare lleva a cabo una acción directa, resolutiva y tr
ansformadora. Para mí esto es más que un trabajo: es una extensión de mi forma de pensar".

OTRAS ALTERNATIVAS

BANCOS DE TIEMPO.
El primero de Europa se creó en Italia en 1992. Desde entonces, han proliferado estos bancos en los que el dinero no tiene ninguna validez, sólo el tiempo y los servicios la tienen: una hora de clases de piano por otra de reparaciones de fontanería, por ejemplo. Muchos ayuntamientos españoles los promueven.
MERCADOS DE INTERCAMBIO.
También el trueque ha ganado adeptos como una forma de obtener productos que se necesitan sin tener que hacer desembolsos monetarios. No hay ciudad española que no tenga el suyo.
MONEDA SOCIAL.
Algunos colectivos han llevado más allá la idea del trueque y han creado sistemas de intercambio monetarios basados en criterios de justicia y solidaridad. En algunos países, como Brasil, estas monedas han llegado a propiciar verdaderos sistemas económicos comunitarios.

ALBA ÁLVAREZ, LA SENALLA. "Queremos un producto de calidad, limpio y justo"
AIba Álvarez tiene 26 años, una licenciatura en Psicología, una agenda casi de ministro (su jornada laboral como técnica de salud en la Fundació Autónoma Solidaria, un máster de terapia Gestalt, clases de biodanza, voluntariado) y las ideas muy claras: "Consumimos dentro de un sistema que, si sigue como hasta ahora, puede llevarnos a una situación dramática. Crear otra manera de consumir puede hacer que cambien las cosas".
Con ese mismo planteamiento se pusieron en marcha, recién estrenados los noventa, las primeras cooperativas de consumo agroecológico. En ellas, como en las de ahora, grupos de ciudadanos se coordinaban para comprar directamente a los agricultores alimentos de la tierra, ecológicos y a un precio justo, libre de las servidumbres que impone la gran distribución, que incrementa hasta en un 500% el precio de origen del producto. El ejemplo de esos pioneros en hablar de responsabilidad en el consumo ha ido calando, v en el último lustro el número de cooperativas se ha multiplicado: en Catalunya, por ejemplo, no había más de una decena en el año 2000, y hoy ya se acercan al centenar.
Nueve de ellas están en el distrito barcelonés de Grácia, una zona con un rico tejido asociativo en la que desembarcó Alba Álvarez hace apenas un año. "Implicándome en la vida del barrio descubrí las cooperativas y me apunté a la lista de espera de una, El Farró". No era la única cooperativa del barrio con lista de espera: La Tófona, L'Aixada, El Rusc también la tení
an. Y las listas avanzaban muy despacio, así que algunos impacientes decidieron pasar a la acción, contactar con quienes aguardaban y proponerles crear la suya propia: La Senda. Alba se apuntó al proyecto. Ya tienen local, estatutos redactados, productores y están acabando de elaborar el reglamento interno. En total, son 45 personas que se organizan y colaboran para consumir fruta y verdura ecológica, sí, pero no sólo eso: "Queremos un producto de calidad, limpio y justo. Sin pesticidas ni transgénicos, pero también con un coste energético mínimo y producido en una situación de justicia", explica. Porque el inevitable acto de consumir puede convertirse en una acción política. "Consumidores lo seremos siempre, pero la clave es cómo lo somos. Quiero intervenir en la cadena, no ser una consumidora pasiva". Sólo así, cree, mejorarán las cosas. "La única manera de generar un cambio es la cooperación entre ciudadanos para crear estructuras alternativas. Todos tenemos que responsabilizarnos. El mundo no lo hacen sólo los políticos".

COOPERATIVA
S DE VIVIENDA. JUDIT SANZ, CAL CASES La coherencia como forma de vida.
No son cuatro ilusos que se quedaron colgados del sueño de las comunas de los sesenta, ni tampoco unos funambulistas que han encontrado una salida imaginativa al problema de la vivienda acuciados por la crisis. La opción de vida de los habitantes de Cal Cases se resume en una palabra: coherencia.
Lo de plantearse críticamente en qué mundo vivimos y cómo cambiarlo no les viene de ahora. Ya lo hacían cuando empezaron a implicarse en las actividades del Ateneu Rosa de Foc, de Barcelona, donde nació la idea de buscar una alternativa a la tiranía del mercado inmobiliario. "Estábamos allí organizando talleres y charlas sobre consumo responsable, redes de intercambio, alternativas al capitalismo... y luego volvíamos a casa y teníamos una hipoteca o un alquiler sometidos al mercado. Queríamos ser coherentes con esas acciones, así que empezamos a pensar cómo cambiar la situación", explica Judit Sanz. Ella es una de las 30 personas (20 adultos y 10 niños) que viven en Cal Cases, la cooperativa de vivienda en cesión de uso que surgió de esa búsqueda de alternativas. "A través de la organización Sostre Cívic conocimos esta fórmula de propiedad, y decidimos que era la más adecuada". En 2007 encontraron en Santa María d'Oló (Bages, Barcelona), en medio del campo, una masía en venta que podía ser lo que necesitaban.
"Nos constituimos en cooperativa, y fue la cooperativa quien la compró. Nosotros sólo somos miembros de ella con derecho a usar la casa por el precio de un alquiler blando", continúa Judit. Esta fórmula de propiedad, que imposibilita especular con la vivienda, es aún poco conocida en España, pero está muy extendida en los países escandinavos. En Copenhague, por ejemplo, casi un tercio de la vivienda sigue este modelo, bautizado como Andel.
Una vez comprada la finca, empezó el proceso de rehabilitación que culminó en lo que es hoy: el hogar de 12 familias que disfrutan de su espacio íntimo (habitación, baño, un pequeño comedor con una minicocina sin nevera, "por el ahorro energético") y de los compartidos: cocina, comedores, despensa, espacios para los niños, sala de reuniones, biblioteca, videoteca, lavadero y almacén. Un proyecto de vida en comunidad tras el que subyace una voluntad de cambio político y social por el que siguen trabajando: "Queremos mostrar que hay un modelo que lucha contra la especulación y que funciona. Es muy difícil que el sistema cambie, pero podemos encontrar fórmulas alternativas que permitan someterse lo mínimo a él.
Los habitantes de Cal Cases han podido adaptar su vida al nuevo entorno. La mayoría ha encontrado empleo en la zona o se ha podido organizar para reducir jornadas o trabajar desde casa. Todos ellos son licenciados universitarios; algunos, doctores. Judit, que es bióloga especialista en la evaluación del cáncer hereditario, ha podido cambiar su puesto en el Hospital de Sant Pau de Barcelona por otro en el de Manresa. Y está encantada con lo bien que los han acogido los vecinos. "A la larga, el objetivo es crear una red con ellos que nos permita ser autosuficientes. Pero eso llevará tiempo".

La historia comparada de las religiones revela sus bases conceptuales comunes. La religión es una creación del hombre para tranquilizar su inseguridad

Erich Fromm lo explica con claridad meridiana en El arte de amar y otras de sus obras.
El documental Zeitgeist ofrece una interesante y entretenida versión de las bases astrológicas de estas ficciones tan extendidas en su creencia que los creyentes llaman religión verdadera revelada por Dios, estando dispuestos a matar por defender su fe...

jueves, junio 17, 2010

‘Zeitgeist addendum’, Peter Joseph

Zeitgeist addendum’, de Peter Joseph. Describe cómo se crea el dinero, desenmascarando el funcionamiento fraudulento del sistema monetario sobre el que se edifican las instituciones sociales y económicas que nos condicionan. Se difunde gratuitamente a través de Internet: www.zeitgeistmovie.com/add_spanish.htm.

La Reforma (del Sistema Financiero). David Trueba. DOMinical

LA REFORMA. DAVID TRUEBA . DIRECTOR DE CINE
Imaginen que uno de esos tipos que conduce su coche a toda velocidad es detectado por un radar de carretera sobrepasando los 20o kilómetros por hora. Imaginen que la Guardia Civil de Tráfico, parapetada tras una curva, sale en su persecución. Imaginen que tras darle el alto, el tipo se arrima al arcén y detiene el coche. Imaginen que los agentes se acercan hasta su ventanilla y le piden al tipo los papeles. Y ahora imaginen que en lugar de ponerle una multa le ofrecen el cargo de Director General de Tráfico. ¿Sorprendente, no? Pues más o menos es lo que está sucediendo en torno a la crisis financiera mundial. Los tipos que se saltaron todos los radares y controles están dictando las reformas. Sin entender un carajo, cada día ocupa nuestros noticiarios el vaivén de las Bolsas, con los rumores malintencionados jugando con fuego. Asistimos desde la valla a la dureza del ajuste griego para tratar de cumplir unos mínimos que sus gobernantes se saltaron. Y esas agencias de calificación reparten sus dictámenes sobre el futuro económico de los países como si fueran la guía Michelin bendiciendo restaurantes, pero lavándose las manos de tantos comensales intoxicados tras seguir sus consejos. Para acabar de rizar el rizo, las máquinas se volvieron locas una mañana y hicieron con el Dow Jones un nuevo juego de peonza. Asumir la inconsistencia del sistema no significa que tengamos que tragar con que los locos dirijan el manicomio, con que los ludópatas sean los directores del casino.
El caso español es aún más desconcertante, porque la representatividad empresarial está en manos de jefes de negocios descarrilados, yporque los adalides del mundo financiero no han sido durante los años de bonanza ejemplos de comportamiento riguroso ni ético. Más o menos suena igual que si un tipo que se ha inflado a comer en un restaurante decide poner a dieta a los camareros. Si uno se detiene a mirar desde la orilla de tanta controversia, descubre que al fondo de todo, disimulado por una barrera de niebla engordada por el humo de muchos puros, hay un calculado ataque al sistema de protección y garantías sociales de Europa. Como si se tratara de crear un clima propicio para que todo el mundo acepte que lo logrado, lo conseguido, tiene que sacrificarse en aras de salvar un sistema financiero errado e injusto. Las famosas oportunidades de la crisis no van a transformarse en control y rediseño de lo que estaba equivocado, sino en reforma de lo que funcionaba. Como si después de que se inundara la casa por una avería de las tuberías del agua, te quitaran el frigorífico.
Es obvio que las reformas son urgentes, pero sería tremendo que con las prisas se olvidaran las razones de por qué hemos llegado hasta aquí.
¿Se acuerdan de las semanas de hundimiento, del rescate bancario, de las promesas de freno a la avaricia? No confíen tanto en la mala memoria. La resistencia puede venir de la incomprensión. Del mismo asombro que nos produciría ver cómo el conductor que iba a 200 por hora decide que lo que hay que hacer es multar a todos los que circulan a menos de cien.

Cómo librarse de las etiquetas FERRAN RAMON-CORTÉS EL PAIS SEMANAL

Cómo librarse de las etiquetas FERRAN RAMON-CORTÉS EL PAIS SEMANAL - 13-06-2010

En la Universidad sacaba muy buenas notas. Fui durante un tiempo “el cerebrín”. Durante los primeros años de mi carrera profesional trabajaba sin límite de horas. Dejaba la piel en el trabajo, y lo hacía como si me fuese la vida. Me gané la etiqueta de “el estresado”. Cuando accedí al comité de dirección, alguien cayó en la cuenta de que el director general era mi hermano. Fui durante años “el hermanísimo”. Decidí dedicarme a la formación, y me formé en programación neuro-lingüística, Gestalt, y otras disciplinas del comportamiento humano. Pasé a ser “el iluminado”…
Estas son algunas de las etiquetas que recuerdo cuando repaso mi vida. Sin duda hay muchas más. Y sin duda no soy el único que las ha tenido y las tiene. Todos tenemos nuestras etiquetas. Algunas son justas; otras, tremendamente injustas. Unas nos las hemos ganado, y otras nos las han colgado sin que pudiéramos evitarlo. Pero en cualquier caso ahí están. Nos acompañan en cada periodo de nuestras vidas y condicionan la percepción que tienen los demás de nosotros. Porque constituyen –en muchos casos, y muy a nuestro pesar– nuestra tarjeta de presentación.

Las merecidas y las inmerecidas. Las etiquetas son una forma fácil (aunque tremendamente superficial y a menudo poco objetiva) de clasificarnos. Cuando preguntamos sobre alguien, lo primero que recibiremos como respuesta será su etiqueta, especialmente si quien habla de ese alguien lo conoce poco. Nos guiamos por ellas y juzgamos según ellas. En un mundo veloz y superficial, lo que conocemos de los demás a menudo se limita a sus etiquetas.
Las etiquetas no tienen por qué ser reflejo de una pauta de comportamiento habitual, ni de nuestra forma de ser o nuestro carácter. A menudo nos las cuelgan por episodios anecdóticos (un día pierdo los papeles en público y paso a ser el histérico) o por comportamientos intrascendentes que por algún motivo generan curiosidad (es el maniático que siempre encuentra las faltas de ortografía en las presentaciones).
ero también nos las podemos ganar por comportamientos habituales de los que no somos muy conscientes (soy un obsesivo del orden porque no puedo salir sin poner todos los papeles en su sitio).

Lo que es cierto es que, sea cual sea el motivo por el que nos la han colgado, casi siempre somos los últimos en enterarnos de que llevamos una etiqueta. Y que en muchos casos un solo acto desafortunado es el responsable de que nos la hayan colgado. Se cumple en este sentido el refrán que reza: “Por un perro que maté, mataperros me llamaron”.

Etiquetas instantáneas. Las etiquetas son mucho más fruto de las primeras impresiones que del conocimiento real de una persona. A menudo, solo con un primer contacto visual, y antes de que digamos nada, ya nos han colgado una etiqueta.
Es importante constatar que en estos casos la apariencia física, nuestra expresión y en general el lenguaje no verbal van a tener un papel determinante en la configuración de nuestra etiqueta. Podemos ser un pedante insoportable o un encanto de persona solo por la manera en que nos vean aparecer. Y como las etiquetas ejercen un gran papel en la configuración de la opinión que los que no nos conozcan tendrán de nosotros, vale la pena cuidar –o como mínimo ser conscientes– de esta primera impresión.

¿Qué hay detrás de las etiquetas? Las etiquetas no siempre son ingenuas o bien intencionadas. No son solo fruto de la percepción espontánea de nuestro interlocutor en un momento dado. Muchas veces reflejan los miedos de aquellos que nos las cuelgan (eres mi nuevo jefe, no te conozco, pero tengo miedo y de entrada te cuelgo la etiqueta de que eres un ogro) o esconden estrategias de destrucción cuando nos perciben como un potencial enemigo (eres nuevo en mi departamento, amenazas mi posición y de entrada te cuelgo la etiqueta de trepa).
Lo que es seguro es que las etiquetas son socialmente muy golosas. En todos los grupos hay el que cuelga las etiquetas a todos, en un proceso creativo que lo hace especialmente popular entre los demás. Es un juego que divierte y cohesiona al grupo, pero que tiene nefastas consecuencias para algunos.

En cualquier caso, las etiquetas que tengamos no nos deberían pasar inadvertidas, porque muchas veces nos advierten de comportamientos que sin que seamos conscientes están proyectando una determinada imagen de nosotros a la gente.
Generalmente nos cuelgan las etiquetas sin que lo advirtamos, pero también podemos ser proactivos e ir a buscarla: podemos tener determinados comportamientos para “ganarnos una etiqueta” y vivir de las rentas el resto de nuestros días (puedo dedicarme a llegar el primero al trabajo durante una semana, ganarme la etiqueta del que abre la oficina cada día… y vivir de ella el resto del año).

¿Cómo quitárselas de encima? Es muy difícil quitarse de encima una etiqueta, porque cada gesto que la reafirme será especialmente visible, mientras que los gestos que la contradigan pasarán a menudo inadvertidos. La gente de nuestro alrededor está condicionada a percibir lo que diga la etiqueta.
Si queremos deshacernos de una etiqueta, el primer paso será necesariamente cambiar nosotros de comportamiento. No podemos esperar que los demás cambien su percepción si no cambiamos nosotros primero nuestro comportamiento. Para quitarnos de encima una etiqueta falsa necesitaremos tiempo y paciencia.
Tiempo, para que los hechos pongan las cosas en su lugar, y paciencia, para aguantar todos los comentarios que conlleva la etiqueta que ya tenemos asignada. Lo único que podemos hacer al respecto es hacer especialmente visibles todos aquellos comportamientos que desmienten la etiqueta. Y ayudarnos de nuestra gente de confianza para que influyan en la percepción de la gente.

Si la etiqueta es cierta y no nos gusta, no podemos hacer otra cosa que asumirla con deportividad. Actuar reactivamente o coléricamente perpetuará la leyenda.

Cuando nosotros las ‘colgamos’. Leí hace muy poco una frase que decía: “Si tú me conociste ayer, haz el favor de no pensar que hoy estás tratando con la misma persona. Acércate a mí con cierto sentido de curiosidad”.

Colgar etiquetas a los demás es renunciar a nuestra capacidad de percepción. A base de etiquetas perpetuamos una impresión estática de los otros que no nos permite ver su evolución o su crecimiento.
Colgar etiquetas nos dará a la larga una falsa y superficial percepción de los demás. Al mismo tiempo, juzgar a los demás por la etiqueta que llevan nos conduce a renunciar a conocerlos de verdad. En este sentido, cuando entramos en contacto con grupos nuevos, hemos de evitar dejarnos guiar por lo que nos digan de la gente. Por las etiquetas que ya lleven. Hagamos el esfuerzo de descubrirlos uno por uno desde nuestra capacidad de percepción, limpia de prejuicios.
Y con la gente que conocemos bien deberíamos hacer el esfuerzo de mirarlos con ojos nuevos cada día. Al fin y al cabo, cuando salimos de casa cada mañana, nunca volvemos siendo la misma persona: las vivencias que hemos tenido durante el día nos han cambiado.

No renunciemos nunca a nuestra capacidad de percepción. No dejemos nunca de pensar que todos somos seres en constante cambio y crecimiento. Y que nuestra maravillosa complejidad es imposible de plasmar en una etiqueta.

Las etiquetas en nuestra sociedad. Funcionamos a nivel social a base de etiquetas. Es el atajo que utilizamos para clasificar y encasillar a la gente. Así, por ejemplo:
– El juez Garzón es un “juez estrella”, por sus intervenciones judiciales y mediáticas.
– El juez del ‘caso Millet’ ha sido etiquetado como “el caracol”, por la presunta lentitud con que avanza el caso.
– Al golfista Sergio García lo etiquetaron como “el niño”, probablemente por su aspecto, como también es “el niño” Fernando Torres, jugador de fútbol.
– A la modelo australiana Elle McPherson la etiquetaron como “el cuerpo”, y a Naomi Campbell, como “la pantera negra”.
– Mario Conde fue el “yuppy” por excelencia.
– Xavi Hernández, jugador del FC Barcelona, es “el profesor”.
– Diana Spencer fue “La princesa del pueblo”.
– Elvis Presley fue “el rey”, y Bruce Springsteen, “el jefe” (the boss).

Anatomía de la codicia Borja Vilaseca EL PAIS SEMANAL

Anatomía de la codicia Borja Vilaseca EL PAIS SEMANAL - 06-06-2010
Por incoherente y absurdo que parezca, cuanto más progreso económico desarrolla una sociedad, más infelices suelen ser los seres humanos que la componen. De ahí que algunos de los países más ricos del mundo, como Suecia, Noruega, Finlandia y Estados Unidos, cuenten, paradójicamente, con las tasas de suicidio más elevadas del planeta. En el mundo, un millón de seres humanos se quitan la vida cada año. Y al menos otros 15 millones lo intentan sin conseguirlo.
Haciendo caso omiso a la incómoda verdad que se esconde detrás de estas estadísticas, la mayoría de naciones están adoptando las creencias y los valores promovidos por el estilo de vida materialista y deshumanizado imperante en la actualidad. Es la “globalización”, un proceso por el cual el sistema de libre mercado, guiado por el obsesivo e insostenible afán de crecimiento económico de las corporaciones, está dificultando a los seres humanos desarrollar el altruismo y alcanzar la plenitud.

LA SOCIEDAD DEL MALESTAR “El crecimiento económico del sistema capitalista se sustenta gracias a la insatisfacción de la sociedad” (Clive Hamilton)
Como consecuencia de la epidemia de malestar y sinsentido que padecen muchos seres humanos, en el ámbito de la investigación universitaria ha nacido una nueva especialidad profesional: el comportamiento económico, que estudia la influencia que tiene la psicología sobre la economía y ésta sobre la actitud y la conducta de individuos y organizaciones. Entre otros expertos, destaca el economista norteamericano George F. Lowenstein, cuyo nombre aparece en algunas quinielas como candidato a recibir el Premio Nobel de Economía a lo largo de la próxima década.
En el escenario socioeconómico actual, ¿es el sistema capitalista el que nos condiciona para convertirnos en personas competitivas, ambiciosas y corruptas, o somos nosotros los que hemos creado una economía a nuestra imagen y semejanza? ¿Qué viene antes: el huevo o la gallina? De las tesis formuladas por Lowenstein se desprende que en este caso el huevo es la gallina. Es decir, que nuestra incapacidad de ser felices nos ha vuelto codiciosos, convirtiendo el mundo en un negocio en el que nadie gana y todos salimos perdiendo. Y en paralelo, el sistema monetario sobre el que se asienta nuestra existencia dificulta y obstaculiza la ética y la generosidad que anidan en lo profundo de cada corazón humano.
Pero entonces, ¿qué es la codicia? ¿De dónde nace? ¿Adónde nos conduce? Etimológicamente procede del latín cupiditas, que significa “deseo, pasión”, y es sinónimo de “ambición” o “afán excesivo”. Así, la codicia es el afán por desear más de lo que se tiene, la ambición por querer más de lo que se ha conseguido. De ahí que no importe lo que hagamos o lo que tengamos; la codicia nunca se detiene. Siempre quiere más. Es insaciable por naturaleza. Actúa como un veneno que nos corroe el corazón y nos ciega el entendimiento, llevándonos a perder de vista lo que de verdad necesitamos para construir una vida equilibrada, feliz y con sentido.

LA CORRUPCIÓN DEL ALMA “La riqueza material es como el agua salada; cuanto más se bebe, más sed da” (Arthur Schopenhauer)
Últimamente se ha hablado mucho del presidente del Palau de la Música, Fèlix Millet, al que se le acusa de haber robado 10 millones de euros. O del multimillonario Bernard Madoff, considerado un brillante gestor de inversiones y filántropo hasta que un día confesó a sus hijos Andrew y Mark que su vida era “una gran mentira”. El imperio económico que había construido a lo largo de las últimas décadas se sustentaba en la codicia, la estafa y la corrupción.
Tras ser arrestado y procesado, Madoff fue condenado el 29 de junio de 2009 a 150 años de cárcel por ser el responsable del mayor fraude financiero de la historia, cifrado en más de 35.000 millones de euros. ¿Qué motiva a un hombre que lo tiene todo a querer más? ¿Por qué tantas personas se vuelven corruptas, mezquinas y perversas al alcanzar el poder?
Para muchos psicólogos, personas como Madoff o Millet representan la punta del iceberg de uno de los dramas contemporáneos más extendidos en la sociedad: “la corrupción del alma”. Así se denomina la conducta de las personas que se traicionan a sí mismas, a su conciencia moral, pues en última instancia todos los seres humanos sabemos cuándo estamos haciendo lo correcto y cuándo no. Y es que para cometer actos corruptos, primero tenemos que habernos corrompido por dentro. Esto implica marginar nuestros valores éticos esenciales –como la integridad, la honestidad, la generosidad y el altruismo en beneficio de nuestro propio interés.

RICOS FUERA, POBRES DENTRO “Nada que esté fuera de ti podrá nunca proporcionarte lo que estás buscando” (Byron Katie)
Según las investigaciones científicas de Lowenstein, cuando las personas son víctimas de su codicia entran en una carrera por lograr y acumular poder, prestigio, dinero, fama y otro tipo de riquezas materiales. Quienes cruzan la línea una vez, tienden a cruzarla constantemente. Las personas codiciosas se engañan a sí mismas; siempre encuentran excusas para justificar sus decisiones y actos corruptos. El hecho de que los demás lo hagan ya es suficiente para hacerlo. Sin embargo, la sombra de su conciencia moral les persigue de por vida.

Una vez ascienden por la escalera que creen que les conducirá al éxito y, en consecuencia, a la felicidad, comienzan a ser esclavas del miedo a perderlo todo. De ahí que se vuelvan más inseguras y desconfiadas, invirtiendo tiempo y dinero en protegerse y proteger lo que poseen. Y no sólo eso. Se sabe de muchos casos en los que las personas codiciosas terminan aislándose de los demás, con lo que su grado de desconexión emocional aumenta y su nivel de egocentrismo se multiplica.
Por eso muchos intentan compensar su malestar con el placer y la satisfacción a corto plazo que proporciona la vida material. Para conseguirlo necesitan cada vez más dinero, lo que les lleva, en algunos casos, a cometer estafas en sus propias organizaciones, tal y como hicieron Madoff y Millet. Según la consultora Deloitte, “más de seis de cada 10 fraudes empresariales se cometen desde dentro”. Muchos se planean en los despachos de la cúpula directiva. Que la corrupción se haga pública, es otra historia.
En palabras de Lowenstein, “la codicia es una semilla que crece y se desarrolla en aquellas personas que padecen un profundo vacío existencial, sintiendo que sus vidas carecen de propósito y sentido”. Tenemos de todo, pero ¿nos tenemos a nosotros mismos? La codicia nace de una carencia interior no saciada y de la falsa creencia de que podremos llenar ese vacío con poder, dinero, reconocimiento y, en definitiva, con un estilo de vida materialista, basado en el consumo y el entretenimiento.

LA FILOSOFÍA DE LA ‘NO NECESIDAD“Lo que nos hace ricos o pobres no es nuestro dinero, sino nuestra capacidad de disfrutar” (Víctor Gay Zaragoza)
Un hombre de negocios pasaba sus vacaciones en un pueblo costero. Una mañana advirtió la presencia de un pescador que regresaba con su destartalada barca. “¿Ha tenido buena pesca?”, le preguntó. El pescador, sonriente, le mostró tres piezas: “Sí, ha sido una buena pesca”. El hombre de negocios miró al reloj: “Todavía es temprano. Supongo que volverá a salir, ¿no?”.
Extrañado, el pescador le preguntó: “¿Para qué?”. “Pues porque así tendría más pescado”, respondió el hombre de negocios. “¿Y qué haría con él? ¡No lo necesito! Con estas tres piezas tengo suficiente para alimentar a mi familia”, afirmó el pescador. “Mejor entonces, porque así usted podría revenderlo”. “¿Para qué?”, preguntó el pescador, incrédulo. “Para tener más dinero”. “¿Para qué?”. “Para cambiar su vieja barca por una nueva, mucho más grande y bonita”. “¿Para qué?”. “Para poder pescar mayor cantidad de peces”.
“¿Para qué?”. “Así podría contratar a algunos hombres”. “¿Para qué?”. “Para que pesquen por usted”. “¿Para qué?”. “Para ser rico y poderoso”. El pescador, sin dejar de sonreír, no acababa de entender la mentalidad de aquel hombre. Sin embargo, volvió a preguntarle: “¿Para qué querría yo ser rico y poderoso?”. “Esta es la mejor parte”, asintió el hombre de negocios. “Así podría pasar más tiempo con su familia y descansar cuando quisiera”. El pescador lo miró con una ancha sonrisa y le dijo: “Eso es precisamente lo que voy a hacer ahora mismo”.

PARA CUESTIONAR EL SISTEMA
1. LIBRO
– ‘Dinero y conciencia’, de Joan Antoni Melé (Plataforma), recoge y sintetiza las charlas y conferencias de este comprometido banquero, que aboga por cuestionarnos y responsabilizarnos por la forma en la que ganamos, invertimos y gastamos nuestro dinero.
2. PELÍCULA DOCUMENTAL – ‘Zeitgeist addendum’, de Peter Joseph. Describe cómo se crea el dinero, desenmascarando el funcionamiento fraudulento del sistema monetario sobre el que se edifican las instituciones sociales y económicas que nos condicionan. Se difunde gratuitamente a través de Internet: www.zeitgeistmovie.com/add_spanish.htm.
3. CANCIÓN – ‘Society’, de Eddie Vedder. Forma parte de la banda sonora de la película ‘Hacia rutas salvajes’, de Sean Penn, y describe el sinsentido de la sociedad materialista occidental, cuya codicia condiciona la manera de pensar y de actuar de los individuos.

LA FELICIDAD DE LAO TSÉ

Un político, un empresario y un intelectual visitaron al sabio Lao Tsé. Habían oído que era feliz. Al verle, los tres sintieron que su presencia emanaba armonía, paz y serenidad. “¿Acaso tienes poder sobre otros hombres?”, le preguntó el político. Lao Tsé negó con la cabeza. “El único hombre del que soy dueño es de mí mismo”. El empresario intervino: “¿Acumulas riquezas materiales?”. El sabio volvió a negar. “Lo único que tengo son estas ropas que llevo puestas”. El intelectual añadió: “¿Has alcanzado todo el conocimiento que los eruditos anhelan poseer?”. Lao Tsé negó con la cabeza por tercera vez. “El único conocimiento que atesoro es el que me brinda mi experiencia”. Desconcertados, los tres hombres preguntaron: “Y entonces, dinos: ¿cuál es la causa de tu felicidad?”. El sabio sonrió: “La verdadera felicidad no tiene ninguna causa. Estoy vivo, y es lo único que necesito para ser feliz”.

¿Por qué se termina el amor? Borja Vilaseca

¿Por qué se termina el amor? ¿Por qué está con su pareja? ¿Qué le mantiene unido a ella? ¿Qué pasaría si la relación se acabara? ¿Cómo la responsabiliza de su felicidad? ¿Qué gana cuando le hace daño a su pareja? ¿Cómo le demuestra que la acepta como es? ¿Qué podría hacer para mejorar la relación? BORJA VILASECA EL PAIS SEMANAL - 06-06-2010
¿Por qué son tan complicadas las relaciones? ¿Por qué provocan tanto dolor y sufrimiento? ¿Por qué se termina el amor? Por muy duro que pueda parecer, cada vez más expertos afirman que todo esto sucede porque, en primer lugar, "el amor nunca existió". Así lo piensa y lo escribe la reconocida terapeuta Louise L. Hay, autora de Usted puede sanar su vida y El poder está dentro de ti. "Si bien al principio lo confundimos con el enamoramiento, más adelante volvemos a equivocarnos, creyendo que el amor es el sentimiento amoroso", afirma.
"Muchas personas dejan de amar a sus parejas porque ya no tienen sentimientos de amor hacia ellas", apunta Hay. "Es un enfoque victimista y reactivo. Más que nada porque los sentimientos surgen como consecuencia de nuestras actitudes y comportamientos amorosos. Para amar de verdad debemos asumir la responsabilidad de crear este tipo de conductas, desarrollando nuestra proactividad al servicio de la relación".
El quid de la cuestión radica en que "es imposible amar a los demás si no nos amamos a nosotros mismos primero", sostiene Hay. Esto es precisamente lo que descubrió Sergio Piera tras romperse su relación. "Debido a nuestra falta de autoestima, buscamos en nuestro compañero sentimental el cariño, el aprecio, el reconocimiento y el apoyo que no nos damos a nosotros mismos", señala Hay.
Pero, ¿qué es, entonces, la autoestima? Etimológicamente, se trata de una sustantivo formado por el prefijo griego autos -que significa 'por sí mismo'- y la palabra latina aestima -del verbo aestimare, que quiere decir 'evaluar, valorar, tasar'... Así, la autoestima se define como "la manera en la que nos valoramos a nosotros mismos". Y no se trata de sobre- o subestimarnos, sino de vernos y aceptarnos tal como somos. Este es el viaje que propone el autoconocimiento y el desarrollo personal, dos procesos cada vez más integrados y demandados en nuestra sociedad.
Tal como escribió el filósofo John Gray, "los hombres son de Marte, y las mujeres, de Venus". Y es que a pesar de formar parte de la misma especie, somos diferentes biológica, física y psicológicamente. "La posibilidad de unirnos, e incluso fusionarnos emocional y sexualmente, pasa por comprender y aprovechar esta diferencia para poder así complementarnos como pareja", explica el experto en psicobiología, David Deida, autor de El camino del hombre superior y En íntima comunión.
Después de una década dirigiendo proyectos de investigación en la Universidad de California, Deida ha concluido que "una de las claves para que las relaciones perduren es mantener encendida la pasión sexual. Para que la atracción y el deseo no se desvanezcan es necesario que uno de los dos amantes encarne y potencie el rol masculino (vigorosidad, fuerza e iniciativa) y el otro el femenino, en el que destaca la afectividad, la empatía y la receptividad". Según Deida, existen dos tipos de esencias sexuales: la masculina y la femenina, que no necesariamente se corresponden con el hombre y la mujer, sino con el rol que desempeñan en la pareja. "A la esencia sexual masculina le mueve buscar la libertad a toda costa, invierte mucho tiempo y energía en conseguir diferentes metas y objetivos. Es la encargada de dar seguridad y dirección a la relación. La prioridad de la esencia sexual femenina es la búsqueda de amor, cariño y complicidad en su mundo de relaciones afectivas, encabezadas por la que mantienen con su pareja".
En opinión de Deida, "en la medida en que los amantes se polarizan, conociendo y respetando sus diferencias, la atracción, el deseo y la pasión sexual no sólo crecen, sino que se vuelven sostenibles con los años". Para lograrlo, "la esencia sexual masculina debe trascender su obsesión por la libertad, dedicando más tiempo y energía para cuidar su vínculo afectivo". Por su parte, "la esencia sexual femenina ha de vencer su anhelo de ser amada, aprendiendo a ser más autónoma e independiente emocionalmente y dejando espacios para no ahogar a su pareja". Tal como ha descubierto Eulalia Casas, "cuanta más libertad goza la relación, más posibilidades existen de que florezca el verdadero amor", concluye Deida.
No puedo vivir contigo ni sin ti". Este es el estribillo de una conocida canción del grupo de rock U2, tocada en directo por primera vez el 4 de abril de 1987. Dos décadas más tarde, la prestigiosa revista Rolling Stone la consideró una de las 500 mejores canciones de todos los tiempos. A día de hoy se ha convertido en un canto universal sobre nuestra incapacidad para estar en pareja. Por más que nos esforcemos, nos cuesta mucho vivir con la persona que amamos. Y por más que lo intentemos, tampoco soportamos hacerlo sin ella. Nos guste o no, solemos quedar atrapados por esta disyuntiva. Eso sí, a pesar del dolor y del sufrimiento que experimentamos cuando terminan nuestras relaciones sentimentales, jamás nos damos por vencidos. No importa la edad que tengamos. Ni siquiera nuestro currículo afectivo. Al igual que Miguel Elipe, ninguno de nosotros quiere renunciar a amar y ser amado.
Muchos afirman que el amor es algo que no puede buscarse, sino que termina por aparecer en nuestra vida. Sin embargo, es tal la necesidad de compartir nuestra existencia con alguien, que en los últimos años están proliferando las agencias matrimoniales y los centros de relaciones personales. Cupidos profesionales que cuentan con más clientes cada vez debido a la falta de tiempo y dedicación para crear nuevas relaciones afectivas.
Entre otros centros especializados, Alter Ego cuenta actualmente con 10.000 clientes, de edades comprendidas entre los 25 y los 80 años. Eva Sellés, una de sus psicólogas, desmonta la creencia de que "los polos opuestos se atraen". Para que una pareja funcione, "las dos personas han de contar con principios y valores comunes, así como inquietudes, gustos y hobbies parecidos". Eso sí, "dentro de esta compatibilidad emocional hay lugar de sobra para la diferencia, que es lo que permite que los dos se complementen".
Este tipo de agencias elaboran un perfil psicológico de los interesados y a partir de ahí hacen una selección de candidatos que podrían funcionar como pareja; se les proporciona un número de teléfono y ya pueden establecer la primera cita. Sellés asegura que "sólo se necesitan unos minutos para que las dos partes corroboren si existe una cierta química emocional, física y sexual. Esto es algo que un ordenador jamás podrá determinar".
La experiencia de Isabel Lerin y Tomás Suc demuestra que el verdadero amor se sustenta bajo tres pilares: en primer lugar, la responsabilidad personal, que consiste en que cada amante se haga cargo de sí mismo psicológicamente. En segundo lugar, la interdependencia. Una vez conquistada la autonomía e independencia emocional, el aprendizaje radica en construir una convivencia constructiva, honesta y respetuosa. Y por último, valorar y disfrutar de la persona con la que compartimos nuestra vida tal como es.
Esto es precisamente lo que escribió el médico neuropsiquiatra y psicoanalista Fritz Perls, creador, junto con su esposa, Laura Perls, de la terapia Gestalt: "Yo soy yo, tú eres tú. Yo no vine a este mundo para vivir de acuerdo a tus expectativas. Tú no viniste a este mundo para vivir de acuerdo con mis expectativas. Yo hago mi vida, tú haces la tuya. Si coincidimos, será maravilloso. Si no, no hay nada que hacer".
Si hoy por hoy nuestras relaciones están marcadas por la rutina, el conflicto y el sufrimiento es porque nadie nos ha enseñado a amar. Pero como cualquier otro arte, se aprende a base de practicar y cometer errores. Y si no que se lo pregunten a Isabel y a Tomás. Ellos han descubierto que el amor es como la semilla de una flor. Para que brote, exhale su aroma y ofrezca sus frutos a la vida requiere cuidados diarios. Al igual que la flor, el amor necesita ser regado con agua, nutrirse de varias horas de sol y ser mimado con dosis de ternura y cariño cada día. El reto de cada pareja consiste en convertir esta metáfora en una realidad, explorando en cada caso cuál es la mejor forma de conseguirlo. Nunca hemos de olvidar que, tarde o temprano, cosecharemos lo que hayamos sembrado.
El amor es una palabra muy maltratada por la sociedad. Tanto es así, que en un primer momento suele confundirse con el enamoramiento. En opinión del psicólogo clínico Walter Riso, experto en relaciones de pareja, "el enamoramiento es un estado de atracción y pasión que suele durar entre seis meses y dos años, estrechamente relacionado con nuestra necesidad biológica de procreación". Dicho de otra manera: es la trampa en la que caemos cuando vivimos condicionados por nuestro instinto de supervivencia. Durante este periodo "nos obsesionamos con la persona amada, queriendo estar a su lado todo el tiempo y a cualquier precio. Es como un hechizo fisiológico que nos nubla la razón, volviéndonos adictos al objeto de nuestro deseo". A nivel psicológico, "el enamoramiento nos lleva a distorsionar la realidad, proyectando una imagen idealizada sobre nuestra pareja". Tal y como le sucedía a Paquita Gomero, "estamos tan cegados por el intenso torbellino emocional que sentimos en nuestro corazón, que no vemos al otro tal como es, sino como nos gustaría que fuese", reconoce Riso.
Y en base a esta visión deformada, "muchas personas se comprometen, se casan o toman otro tipo de importantes decisiones que son determinantes para su futuro afectivo", sostiene Riso, autor de ¿Amar o depender?, Amores altamente peligrosos y Los límites del amor. Una vez se desvanecen los efectos del enamoramiento, los amantes empiezan a verse tal y como realmente son. "Y es entonces cuando comienza la verdadera relación de pareja, pudiendo cultivar un amor sano, nutritivo y duradero", señala este experto. En este punto del camino es donde se pone de manifiesto el auténtico compromiso de la pareja.
La paradoja inherente a nuestros vínculos afectivos es que todos deseamos ser queridos, pero ¿cuántos amamos realmente? Y es que una cosa es querer, y otra muy distinta, amar. A juicio del psicólogo clínico Walter Riso: "Queremos cuando sentimos un vacío y una carencia que creemos que el otro debe llenar con su amor". En cambio, "amamos cuando experimentamos abundancia y plenitud en nuestro interior, convirtiéndonos en cómplices del bienestar de nuestra pareja".
A menos que cada uno de los dos amantes se responsabilice de ser feliz por sí mismo, la relación puede convertirse en un campo de batalla. De hecho, "muchas parejas terminan encerrando su amor en la cárcel de la dependencia emocional, creyendo erróneamente que el otro es la única fuente de su felicidad", apunta Riso. "Es entonces cuando aparecen en escena el apego (creer que sin el otro no se puede vivir), los celos (tener miedo de perder al compañero sentimental), la posesividad (tratar al otro como si nos perteneciera) y el rencor, que nos lleva a sentir rabia e incluso odio hacia nuestra pareja, creyendo que es la causa de nuestro malestar.
Y por si fuera poco, se sabe que cada conflicto que mantenemos con nuestra pareja deja heridas en nuestra mente y en nuestro corazón. Además, "con el tiempo, nuestro cerebro va tejiendo una red neuronal en la que se archivan todos esos desagradables episodios de violencia psicológica", señala este experto. Esta es la razón por la que a veces, cuando la relación está muy deteriorada, basta un simple comentario para que iniciemos una nueva y desagradable discusión. Lo cierto es que Riso ha trabajado con parejas que, más allá de separarse, han terminado literalmente destruyéndose.
Según los últimos datos del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), el año pasado se produjeron en España 123.450 divorcios, separaciones y nulidades, frente a los 131.317 de 2008 y los 141.246 de 2007. "Esta tendencia a la baja no tiene nada que ver con una mejora sustancial de la convivencia", afirma el abogado matrimonialista José García Berzosa. Por lo visto existen otros motivos menos románticos: "La crisis económica ha obligado a las familias a abrocharse el cinturón", añade García Berzosa
Por más que hayan dejado de amarse, muchas parejas no pueden permitirse los 1.200 euros que cuesta un divorcio de mutuo acuerdo. Y ya no digamos pagar un mínimo de 1.800 euros, que es lo que vale llevar los trapos sucios hasta la sala de un juzgado. Aun así, en muchos casos, la grieta emocional entre los dos cónyuges es tan grande, que no dudan en echar mano de sus ahorros -e incluso pedir algún crédito- para que un juez decida cómo resolver su disputa sentimental. Entre otros casos curiosos, García Berzosa recuerda una pareja que se divorció el día después de su viaje de novios y otra que lo hizo siendo ya octogenarios, una semana después de enterrar a su único hijo.
Lo curioso es que una buena parte de estas separaciones se producen en septiembre, justo después de las vacaciones. "Es cierto que la rutina laboral y conyugal devora día tras día cualquier posibilidad de nutrir el amor en la pareja, pero también lo es que esa misma rutina les mantiene ocupados y distraídos", explica este abogado matrimonialista.
Por eso, cuando los amantes conviven de forma intensiva durante varias semanas seguidas, "es el momento en el que pueden acabar reconociendo que ya no se soportan más". Es entonces cuando la separación puede convertirse en un proceso alquímico, transformando el amor en odio.

LIBRO 'Juntos, pero no atados', de Maria Mercè Conangla y Jaume Soler (Amat). Este libro describe los principios sobre los que se asientan las "parejas emocionalmente ecológicas". Es decir, aquellos individuos que se han responsabilizado por ser íntegros, felices y completos y que conscientemente han decidido unirse con otra persona para seguir creciendo y evolucionando juntos de forma libre y respetuosa.

PELÍCULA 'Kramer contra Kramer', de Robert Benton. Protagonizada por Dustin Hoffman y Maryl Streep, esta película narra la ruptura sentimental de dos personas que han dejado de ser una pareja por no cultivar el amor en la relación. Y de cómo el proceso de separación puede ser un detonante para reencontrarse con uno mismo, con las cosas verdaderamente importantes de la vida.

"Amamos cuando experimentamos plenitud propia y nos convertimos en cómplices del bienestar del otro"

"amar de verdad implica asumir la responsabilidad de crear conductas que estén al servicio de la relación"

"Yo soy yo, tú eres tú. Si coincidimos será Maravilloso. Si no, no hay nada que hacer"

No importa la edad, ni nuestro currÍculo afectivo. Nadie quiere renunciar a amar y ser amado

¿Por qué se termina el amor? FOTOS - LEILA MÉNDEZ - 04-06-2010

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