lunes, agosto 09, 2010

Amnistía Internacional denuncia maltrato y abusos en centros de menores de España

Esteban no tenía ni idea de lo que eran los derechos humanos. Así lo cuenta este joven, actualmente mayor de edad, que pasó por diferentes centros de protección de menores. "No sabía que lo que allí pasaba no se podía hacer, atarte a un banco y pincharte [...], humillarte, tratarte a golpes, castigarte. Nunca supe qué medicación tomaba hasta que con 16 años me llevaron a urgencias al hospital...", relata.
Si su pesadilla de alguna forma ahora ha terminado, la de Margarita González no puede tener fin. Esta mujer navarra se siente víctima de un engaño irreparable que llevó a la muerte de su hijo, Miguel, al que como mucho se podía considerar un adolescente conflictivo. Los servicios sociales de la comunidad foral le aconsejaron que lo denunciara por malos tratos, "exagerando los hechos", para facilitar su internamiento en un centro donde se le proporcionaría educación. En el informe de la fiscalía se describe la conducta de Miguel, de 17 años, como la de "un auténtico tirano, vago y parásito". "Lleva una vida licenciosa", prosigue el documento, firmado por un educador, "con desórdenes en el campo de la sexualidad. Entra y sale de casa a su libre albedrío, exigiendo la comida que le gusta". El joven ingresó el año pasado en el centro de reforma de Ilundain, de la Fundación Ilundain Haritz-Berri. La estancia prevista era de seis meses. Unos sesenta días después, el 25 de enero de 2009, se suicidó. En el atestado policial consta que "estaba en tratamiento psiquiátrico y tomaba medicación aunque no tenía diagnóstico". A Margarita apenas le quedaron estas palabras: "Me dijeron que lo iban a educar y me lo devolvieron en una bolsa de plástico".
Se trata de dos negligencias muy graves recogidas por Amnistía Internacional en un informe que se hizo público ayer y que denuncia la situación de desamparo de los menores a la que puede llevar el internamiento en centros de protección terapéuticos. El estudio -que se centra en la Comunidad de Madrid, Cataluña y Andalucía y está basado en más de cien entrevistas a jóvenes, familiares, educadores, psicólogos, personal sanitario de más de la mitad de las 58 instituciones de este tipo- reorganiza los datos aportados por el informe del Defensor del Pueblo difundido el pasado febrero para dejar en evidencia algunas paradojas del sistema de protección.
La escasa coordinación entre las comunidades autónomas y las distintas Administraciones; la ausencia de información estadística fehaciente y la abundancia de datos contradictorios; la falta de unanimidad de criterio en la regulación de los ingresos de los menores y en el suministro de fármacos; pero, sobre todo, los abusos, la práctica arbitraria de las contenciones por personal a veces no cualificado y el uso de la violencia. Son éstos sólo algunos de los fallos, según Amnistía, que a diario sufren centenares de menores de los cerca de 30.000 que, según los datos oficiales más recientes, de 2006, se encuentran tutelados por alguna Administración.
Por estas razones, el Comité contra la Tortura de Naciones Unidas se dirigió al Estado español para transmitir su preocupación sobre los protocolos de medicación. Lo hizo después de que trascendieran las denuncias de malos tratos en centros gestionados por la Fundación O'Belén a principios de 2009. El pasado 19 de noviembre reiteró su malestar ante esta situación, lamentando "la falta de información suficiente sobre las medidas adoptadas. En particular, al Comité le preocupan las alegaciones de la práctica de aislamiento en muchos de estos centros, así como de una administración de fármacos que se realizaría sin adecuadas garantías".
Elena Estrada, investigadora de Aministía, insiste en que el objetivo del informe es animar a las autoridades a actuar y establecer protocolos de actuación más eficaces para resolver situaciones de desamparo de los menores, ya de por sí traumáticas. Para ello los expertos recomiendan más transparencia en el sistema de protección, regular los centros terapéuticos de forma distinta a los de reforma, garantizar que los ingresos se lleven a cabo previa autorización judicial o activar mecanismos de control e inspección de estas instituciones. Para que ningún menor pueda decir ni pensar, como ya ocurrió, ante la hipótesis de volver al centro en el que sufrió humillaciones y vejaciones: "Si vuelvo, me mato".

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