sábado, agosto 07, 2010

Los humanos adultos empezaron a beber leche hace sólo 7. 500 años. Pasión láctea hace 7.500 años. Intolerancia a la lactosa

Los humanos adultos empezaron a beber leche hace sólo 7. 500 años

Es una más de las singularidades del ser humano frente a otras especies; quizá no crucial, pero tampoco irrelevante. A diferencia de los demás mamíferos del planeta, el hombre es el único cuyo organismo tolera la leche mucho después de superada la fase de amamantamiento, hasta el fin de sus días. Aunque el homo sapiens no nació así. La capacidad fisiológica de digerir la lactosa -el azúcar natural de la leche- en la edad adulta fraguó en el Neolítico, hace unos 7. 500 años, cuando el antiguo cazador nómada devino en agricultor y ganadero. Sucedió en Europa pero no en latitudes septentrionales, como se creía, sino en la región central y balcánica, desde donde se expandió en sucesivas oleadas al resto del continente.
En la lucha de todo ser vivo por la supervivencia, la evolución favorece aquellos rasgos genéticos que facilitan la adaptación al entorno y dan ventaja frente a los competidores de otras especies o entre los propios congéneres. Los bebés mamíferos tienen la capacidad natural de asimilar y digerir la leche materna, que pierden una vez criados. Inicialmente también sucedía en los humanos, hasta que un salto evolutivo cambió las cosas en ciertas regiones de Europa.
Un estudio publicado este viernes en la revista PLoS Computational Biology revela que unos 7. 500 años atrás individuos de comunidades ganaderas centroeuropeas y de los Balcanes mantuvieron esta capacidad ya adultos al conservar la lactasa -con a-, la enzima presente en las vellosidades del intestino delgado encargada de descomponer la lactosa -con o- en dos azúcares simples fáciles de digerir, glucosa y galactosa.
Esa novedad genética se reveló ventajosa para los sujetos y pueblos donde prevaleció. La leche del ganado doméstico estabulado y sus derivados sumaban un alimento más, disponible y a mano todo el tiempo. Un aporte rico en proteínas, calcio y, además, en la vitamina D necesaria para fijarlo. La anomalía inicial se generalizó en el continente y hoy en la herencia genética racial de los europeos y sus descendientes prevalece con matices la llamada persistencia lactosa, excepcional en otros continentes.
«En todo el mundo gran parte de la población adulta no produce lactasa y tomar leche y lácteos les provoca problemas digestivos. Sin embargo, la mayoría de los europeos producen esa enzima durante toda su vida», explica Mark Thomas, profesor del área de Genética, Evolución y Medio Ambiente del University College London (UCL), coordinador del estudio.
Impulso ambiental
Los investigadores asocian ese salto genético a la presencia del alelo -13,910#T y también a la existencia de condiciones ambientales favorables. Sería -dicen- un ejemplo de co evolución asociada al auge ganadero, «ya que el consumo de leche por parte de los adultos sólo empezó a ser posible con la domesticación y la cría de animales, y a la vez, la producción de lácteos creció a medida que más poblaciones humanas toleraban la lactosa».
Gracias a programas avanzados de computación y al cruce de datos genéticos, arqueológicos e históricos, el estudio contradice teorías previas sobre el origen de la persistencia lactosa en Escandinavia y otras regiones del norte, donde la leche en la dieta actuaría como sustituto de luz solar para sintetizar la vitamina D.
Los autores recuerdan que se han identificado proteínas lácteas en recipientes cerámicos de entre 7. 900 y 7. 450 años de antigüedad hallados en Rumanía y Hungría. La expansión del consumo general de lácteos desde la región balcánica hacia el resto de Europa explicaría también por qué casi todos los europeos tolerantes a la lactosa - cerca del 90% de la población- presentan la misma versión del gen. En África, donde apenas un tercio de los adultos toleraría la lactosa, se han identificado al menos cuatro variantes genéticas, autóctonas la mayoría y también la versión europea.
La tolerancia a la lactosa entre los adultos es una rareza no sólo entre los mamíferos; también lo es dentro de la propia especie humana. Se estima que el 70% de la población mundial tiene hipolactasia, bajos niveles de lactasa o ausencia total, lo que les causaría dificultades de distinto grado para asimilar la lactosa. Ese rasgo en hegemónico en Asia, donde el 90 por ciento de la población es intolerante, y porcentajes muy altos se dan asimismo entre la población americana nativa. Incluso en Europa el panorama es desigual: en los países nórdicos, Irlanda y el Reino Unido los porcentajes de intolerancia van del 5 al 15%. En el Mediterráneo la tasa se eleva al 50%.

El consumo humano de leche en el Neolítico explicaría la distribución mundial de la capacidad de digerir la lactosa
Alrededor del 85% de la población adulta del norte de Europa es capaz de digerir lactosa, un azúcar que se halla en la leche y otros productos derivadas. En cambio, en el resto del mundo, la facilidad para asimilar la lactosa de la leche se desvanece tras la infancia. Ahora, el proyecto LeCHE ("Persistencia de la lactasa y la historia cultural primitiva de Europa"), coordinado por la Universidad de Uppsala, en Suecia, pretende estudiar los orígenes y la significación de la tolerancia a la lactosa en Europa. Por ELENA PIÑEIRO 1 de diciembre de 2009
A medida que uno se aleja de Escandinavia hacia el sur, se observa una disminución de la tolerancia a la lactosa entre la población adulta. La persistencia de la lactasa (la enzima digestiva que descompone la lactosa) en adultos europeos es una característica genética que, al parecer, se remonta a finales de la Edad de Piedra. Hacia el año 7000 a. C., los pobladores europeos ya practicaban la ganadería, y al noreste del Mar Negro se han encontrado fragmentos cerámicos que dan indicios de un consumo habitual de leche. Se cree que la capacidad de tolerar la lactosa (una característica genética dominante) se extendió desde allí por todo el continente.

El proyecto LeCHE
Según el Séptimo Programa Europeo Marco (7PM) que agrupa todas las iniciativas comunitarias relativas a la investigación, el proyecto LeCHE reúne a varios equipos científicos especializados en genética, química orgánica y arqueología, con el objetivo de obtener conclusiones sobre la tolerancia a la lactosa en el ser humano y, a la vez, sacar a la luz la historia del consumo de leche y las prácticas ganaderas en Europa.
Los expertos apuntan que la capacidad de tolerar la lactosa se extendió a partir del 7000 a.C. desde el Mar Negro por todo el continente
Para investigar cuándo comenzó la selección positiva del gen de la "persistencia de la lactasa", los especialistas en genética utilizarán ADN actual y primitivo de seres humanos y también de ganado vacuno. Por su parte, los químicos analizarán restos de cerámica primitiva y tipificarán lípidos, ácidos grasos y otros compuestos orgánicos para esclarecer cuándo y dónde se empezaron a almacenar y consumir productos lácteos.
La vuelta atrás en el tiempo estará auspiciada por los arqueólogos que tendrán que explorar las prácticas ganaderas del Neolítico y encontrar evidencias del consumo de lácteos más de diez mil años atrás. Según la oficina de publicaciones del 7PM, todos los resultados que se obtengan de los diferentes centros de investigación se introducirán en una gran base de datos para ser procesados e interpretados con modelos matemáticos que determinarán el movimiento y la selección de genes en las poblaciones neolíticas, y contrastar los resultados con la distribución actual de la tolerancia a la lactosa en los adultos de nuestro entorno.

Descubrimiento clave
Después de la II Guerra Mundial, en el período comprendido entre 1955 y 1975, la U.S. Agency for International Development envió numerosas partidas de toneladas de leche en polvo a los países necesitados. Según el antropólogo Marvin Harris, los envíos de leche solían sucederse de episodios de diarreas y malestar gástrico intestinal en los destinatarios de esta ayuda alimentaria. En 1965, tras años de hipótesis erróneas sobre el origen de esta indisposición, un equipo de investigadores del Johns Hopkins Medical School (EE.UU.) descubrió que muchas de las personas que declaraban tener problemas no podían digerir la lactosa.
La intolerancia a la lactosa se debe a la disminución o ausencia de lactasa en el conducto digestivo, una enzima necesaria para transformar el hidrato de carbono principal de la leche en azúcares más sencillos que se puedan absorber de manera fácil en el intestino. La causa de esta intolerancia puede ser congénita -cuando la lactasa falta desde el nacimiento- o adquirida. Esta última puede ser parcial o total y puede iniciarse en la infancia, adolescencia o en la edad adulta.
Su origen se podría deber a una disminución progresiva de lactasa en las células de la mucosa intestinal a partir de los dos o tres años de edad, sin que se conozca la causa. Ésta es una de las incógnitas que el proyecto europeo LeCHE intentará desvelar.

Los límites de la tolerancia
Tras el descubrimiento de la base biológica de la intolerancia láctea se han identificado numerosas poblaciones incapaces de digerir la lactosa. Parece ser que la presencia de la deficiencia en lactasa se puede considerar normal y que lo anómalo es tener "suficiencia" en lactasa, es decir, ser capaces de digerir el azúcar de la leche en la edad adulta. La mayor parte de individuos "anómalos", que toleran la leche, son europeos. Al sur de los Alpes predominan niveles altos e intermedios que van bajando a niveles medios y bajos en España, Italia y Grecia.
Una explicación a esta distribución geográfica de la intolerancia la da Harris: "si con el fin de satisfacer las necesidades de su nutrición, un grupo humano necesita beber grandes cantidades de leche, la selección natural se mostrará favorable al éxito reproductor de aquellos individuos que poseen el gen aberrante de la suficiencia a la lactasa y contraria a quienes dispongan del gen normal de la insuficiencia". La incógnita de si fue y es necesario beber leche, parece ser que radica en el antes y el después del Neolítico.
Según explica Harris, antes de que se domesticara el ganado y se aprendiera a ordeñarlo los humanos sobrevivieron sin leche. Y sólo después del Neolítico, y tras muchos años de consumo, algunas poblaciones como los antiguos habitantes de Europa desarrollaron genéticamente la capacidad de asimilarla. Es posible que las circunstancias de hace más de 10.000 años, el ambiente y las particularidades de la Prehistoria en lo que hoy es el norte del continente europeo, forzaron al consumo de leche y esto les salvó del raquitismo, la osteomalacia y otras enfermedades con origen en la falta de calcio dietético. Los expertos prevén que LeCHE ayude a clarificar y a apoyar hipótesis como ésta.

NO APTA PARA TODOS
La tolerancia a la lactosa es un ejemplo sobre la interacción de la genética, la cultura y la dieta humanas. Uno de los primeros antropólogos que observó y escribió sobre las preferencias y aversiones culturales hacia la leche fue Robert Lowie, observaciones que después se han evidenciado y completado con numerosos estudios epidemiológicos que han documentado la distribución mundial de la intolerancia a la lactosa.
Es curioso el hecho de que menos del 5% de la población adulta de China, Japón y Corea sean capaces de absorber la lactosa. En África, Oceanía y América del Sur, la tolerancia también es muy baja. En estos países se muestra cierta aversión por este alimento en comparación con la casi veneración que se le profesa en países europeos o en EE.UU., donde la imagen de la leche como alimento perfecto para todas las edades es una realidad que llega hasta nuestros días.
La interacción entre los hábitos alimentarios de nuestros antepasados y la evolución ha dado lugar a que no todas las personas sean capaces de disfrutar de este alimento. En manos de la ciencia queda en la actualidad la incógnita de los pros y contras que el consumo de leche puede suponer para los pobladores de la Europa del siglo XXI.

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