viernes, agosto 27, 2010

Las teorías darwinistas inspiran el gran éxito literario juvenil en Estados Unidos, 'La evolución de Calpurnia Tate'

Calpurnia contra Bush NURIA BARRIOS - Madrid EL PAÍS - Cultura - 27-05-2010
Las teorías darwinistas inspiran el gran éxito literario juvenil en Estados Unidos, 'La evolución de Calpurnia Tate'
En el mundo de la literatura suceden cosas asombrosas que no siempre tienen que ver con la
imaginación. Es muy posible que el ex presidente de EE UU George W. Bush haya leído el último gran éxito de la literatura juvenil, La evolución de Calpurnia Tate (Roca). Y no porque él sea un fan de este género, o porque la protagonista viva en Tejas, al igual que él. Muy a su pesar, a Bush le ha surgido una antagonista cuya popularidad crece cada día. Las andanzas de Calpurnia Tate, darwinista convencida, han suscitado un enorme entusiasmo en un país donde las teorías creacionistas fueron alentadas por el propio Bush cuando estaba en el Gobierno. Lo asombroso es que la nueva adalid de la ciencia frente a la religión sólo tiene 11 años, nació en 1899 y es fruto de la ficción.
"Muchos americanos tienen problemas en separar fe y ciencia", comenta Jacqueline Kelly, autora de La evolución de Calpurnia Tate, que encabeza la lista de los libros juveniles más vendidos en España. De formación científica y médico de profesión, Kelly contestó por Internet. A través de la red (www.jacquelinekelly.com), la escritora mantiene un estrecho contacto con los lectores, cada vez más numerosos, de la pequeña Calpurnia. "En este momento hay un movimiento muy fuerte en Tejas que aboga por la enseñanza del creacionismo en los colegios, al igual que se enseña la teoría de la evolución. Pero además quiere que se enseñe en las clases de ciencia y no en las de religión. Me asombra que todavía estemos peleando esa batalla en EE UU. Al principio temía que mi novela fuese atacada por determinadas organizaciones, pero no ha sucedido así e imagino que esto se debe al fuerte respaldo de los bibliotecarios escolares".
La evolución de Calpurnia Tate narra la relación de la protagonista, la cuarta de siete hermanos y única chica, con su abuelo, un naturalista apasionado que sueña con encontrar una especie nueva antes de morir. El anciano, que mantuvo relación epistolar con Darwin, guarda como un tesoro El origen de las especies, el único ejemplar existente en la localidad donde vive la familia. El mundo está a punto de entrar en el nuevo siglo, y hombres y mujeres asisten al surgimiento de inventos increíbles: teléfono, automóvil, Coca-Cola... Pero todas las novedades no son acogidas con idéntico entusiasmo; las viejas costumbres e ideas se resisten a desaparecer. Los prejuicios raciales -la abolición de la esclavitud está reciente-, religiosos -Darwin es considerado con sumo recelo- y sociales -las mujeres no tienen derecho al voto- siguen vigentes.
Curiosa y vital, Calpurnia vive con desasosiego las contradicciones de la época en que le ha tocado vivir.
Las excursiones con su abuelo, dedicadas a recoger y clasificar ejemplares, despiertan en ella una pasión hasta entonces desconocida. La niña posee la curiosidad, disciplina y entusiasmo del científico y, sin embargo, está destinada a un futuro doméstico. Piano, bordado y cocina son los pilares de su educación y, para mayor desesperación, el tratado básico de dicha formación es un grueso tomo: La ciencia de las amas de casa. Frente al "orden natural de las cosas", que defiende con rigor su madre, la cría desea la evolución, el cambio. Si existe una especie nueva en ese entorno, es ella. Calpurnia Tate.
Cada capítulo de la novela arranca con una cita de El origen de las especies. A partir de ahí, el lector se adentra en un ambiente familiar no muy distinto al descrito en Lo que el viento se llevó. Grandes familias, plantaciones de algodón, galanteos entre jóvenes, vestidos de fiesta y tirabuzones, tés helados... También fieles sirvientas negras, aunque ya no son esclavas, sino empleadas con sueldo, por mínimo que sea. "Creo que si intentas decir algo a los jóvenes es mejor envolver el mensaje con una buena dosis de lectura agradable para que no dejen el libro y se marchen", declara Jacqueline Kelly. "Quería hacerles ver la ciencia como una posible carrera y quería también incitarles a leer a Darwin en algún momento de su vida".
La evolución de Calpurnia Tate es la primera novela de Kelly y su primera gran sorpresa fue descubrir que sus lectores abarcaban todas las edades. Había escrito una novela "multigeneracional", término que para unos designa una especie literaria nueva. Para otros, se trata simplemente de otro collar para el mismo perro, pues el placer lector compartido por niños y grandes es tan viejo como los clásicos de la literatura juvenil: La isla del tesoro, por citar un ejemplo, y además uno de los libros favoritos de Kelly. "Mis lectores tienen de 9 a 90 años. Supongo que el secreto de La evolución de Calpurnia Tate es la combinación de una joven protagonista que lucha por encontrar su lugar en el mundo, lo que resulta muy próximo a los niños, y un lenguaje cuidado, y eso gusta a los adultos (y no parece molestar a los niños)".

jueves, agosto 26, 2010

España:Sobresaliente en sanidad, suspenso en educación según Newsweek

La revista 'Newsweek' sitúa a España en el puesto 21 entre los cien mejores países del mundo
Que la sanidad española es una de las mejores del mundo no lo dice sólo la actual ministra del ramo, Trinidad Jiménez. Al reconocimiento del presidente de EEUU, Barack Obama, que pidió consejo a las autoridades de España antes de impulsar su reforma sanitaria, se suma ahora un extenso artículo publicado esta semana por la revista Newsweek.
La publicación estadounidense ha realizado un ránking que sitúa a la sanidad española en el tercer lugar de una lista en la que están incluidos cien países, empatada a puntos, eso sí, con el sistema sanitario sueco (95,17 sobre 100). Sólo les precede Japón, con la máxima calificación posible (100) y Suiza (97,59).
El estudio considera un indicador básico de la eficacia de un sistema sanitario la media de años que vive un individuo en un buen estado de salud. Esta cifra se sitúa en España en 74 años, la misma que en Suecia. En Japón, la esperanza de vida saludable se alarga hasta los 76 años, y en Suiza, alcanza los 75.
Cobertura universal
El informe recalca que, detrás de este dato, está la cobertura que proporciona el sistema sanitario de cada país. Y en eso destaca España: "El derecho a la cobertura es un derecho constitucional y el paciente sólo tiene que pagar una parte de los medicamentos recetados", destaca la revista.
La calidad de vida española aparece en el puesto 22, lastrada por el paro
Pese a los elogios que el estudio dedica a la sanidad española, cuando se tiene en cuenta otro de los pilares del estado social, la educación, el país no sale tan bien parado. Más bien al contrario: ocupa el puesto 32, por detrás de países como Estonia, Kazajistán, Cuba, Croacia, Letonia, Eslovaquia o Lituania. Los estados con un mejor sistema educativo son, por este orden, Finlandia, Corea del Sur, Canadá,Singapur y Japón.
El estudio de Newsweek puntúa el sistema educativo de los cien países analizados teniendo en cuenta sobre todo dos parámetros: el porcentaje de alfabetización y la media de años en que sus ciudadanos permanecen escolarizados.
En Finlandia, el país al que el estudio atribuye el mejor sistema educativo del mundo, no hay ninguna persona analfabeta en la franja de edad fijada. En España, la alfabetización alcanza al 97,9% de la población. La diferencia entre ambos países también se refleja en el tiempo medio de escolarización. La media española es de 16,1 años yla finlandesa, de 17,1.
Los autores elogian la cobertura sanitaria universal que ofrece España
La sanidad y la educación son los parámetros más polarizados, las dos caras de la moneda del Estado del bienestar español. Los otros tres aspectos que se han evaluado ocupan puestos más próximos en el ránking. España es el país número 19 si se tiene en cuenta su dinamismo económico; el 21 ateniendo a la fortaleza de su sistema político y el 22 en cuanto a calidad de vida.
¿Qué determina la calidad de vida?
La publicación reconoce la dificultad y la falta de consenso a la hora de determinar un parámetro tan subjetivo como este, pero echa mano de los indicadores que tradicionalmente usan los expertos para referirse a este campo.
Por ejemplo, mientras el grado de desigualdad entre los ciudadanos españoles es de un 34,7%, en la sociedad noruega que lidera el ránking en este ámbito, la riqueza está mejor repartida, con un 25,8% de desigualdad. También se tienen en cuenta las desigualdades de género y las personas que están por debajo del umbral de la pobreza, cuyo porcentaje sobre la población total curiosamente es el mismo en España que en Noruega: un 1,99%.

El lastre del desempleo
Pero sin duda, el indicador que más decanta la balanza y retrasa a España hasta el puesto 22 por calidad de vida es el paro. La diferencia entre España y Noruega es aquí abismal: un 18,1% de los españoles en edad de trabajar está sin empleo. En cambio, en Noruega, sólo un 3,2% de ese grupo de población está desempleado.
Finlandia se sitúa en el primer puesto en el ránking general del artículo
La suma de las puntuaciones obtenidas en cada uno de los cinco parámetros evaluados sitúa a España (con 80,88 puntos) en el puesto número 21 de la clasificación total de países. Finlandia y Suiza (89,40), Suecia (88,43), Australia(87,94) y Luxemburgo (87,45) son los cinco mejores países del mundo, según los criterios del estudio de Newsweek.
Teniendo en cuenta sólo a los países de la Unión Europea, España sale peor parada: se sitúa en el puesto 12 de 25, por lo que retrocede hasta casi la mitad de la tabla.
Los autores del extenso artículo, en la versión ampliada que ofrece la versión digital de la publicación, añaden una serie de listados paralelos, cargados de ironía, que califican como los 12 "ganadores reales". España aparece en este apartado como el país donde mejor se come, gracias a la paella y a Ferran Adrià.
La República Checa destaca por la práctica sexual (el artículo cita a una marca de condones que dice que los checos lo hacen a todas horas). Otros ejemplos: Países Bajos es el país más abierto para los gays y Francia es el destino ideal para quienes quieran concebir un bebé.

jueves, agosto 19, 2010

Alejandro Jodororowski Psicomagia

Información y opinión

Abusos en el internado · ELPAÍS.com

14 Feb 2010 ... El pasado 27 de enero, el padre Klaus Mertes, rector del colegio jesuita Canisius de Berlín, una institución célebre donde se forma la élite ...
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Devuélveme el crucifijo · ELPAÍS.com

14 Feb 2010 ... Ciertamente es un hecho insólito. La autoridad del Papa no parece suficiente para que firmen la paz dos obispados españoles.
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7 Feb 2010 ... Mucha gente, sobre todo en el extranjero, no sabe, y otra no quiere saber, que en Alemania no sólo hubo nazis, sino también alemanes buenos, ...
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28 Mar 2010 ... La escuela pública mejora su nota. - La calificación de los centros gratuitos crece pero aún sigue por detrás del resto - Los privados sacan ...
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La parábola del pasajero · ELPAÍS.com

24 Ene 2010 ... Un tribunal británico deberá decidir en los próximos días si la compañía aérea British Airways tiene derecho a impedir que, dentro de sus ...

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14 Feb 2010 ... Las montañas que limitan Francia y Andorra con España eran el paso natural para todos aquellos que pretendían entrar en este último país.
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14 Mar 2010 ... La Iglesia ha pasado a la contraofensiva para defenderse de las acusaciones de que ha actuado con pasividad en los casos de pederastia ...
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Una sentencia civil declara legales las redes p2p de descargas ...

14 Mar 2010 ... Las redes p2p (par a par) de intercambio de archivos que permiten descargas de música, películas y videojuegos son más legales que nunca.
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14 Mar 2010 ... El efecto mariposa ha llegado a los lineales del supermercado. Un mínimo cambio en el envase del producto produce una amplificada mejora en ...
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Para vivir · ELPAÍS.com

14 Mar 2010 ... Si uno deja de fumar no es para vivir más años, sino para vivir mejor ahora mismo y ... MANUEL VICENT. Para vivir. MANUEL VICENT 14/03/2010 ...
www.elpais.com/articulo/ultima/vivir/elpepiult/20100314elpepiult_1/Tes

En los oscuros orígenes del mal CARLOS BOYERO La cinta blanca Michael Haneke

En los oscuros orígenes del mal CARLOS BOYERO EL PAÍS - Cine - 15-01-2010
La cinta blanca Michael Haneke
Enfrentarse al mundo obsesivamente turbio, irremediablemente maléfico, habitado permanentemente por la violencia transparente y subterránea, de un autor tan desasosegante como reconocible llamado Michael Haneke implica que el avisado o virginal espectador acabe con el estómago y el cerebro revueltos, consciente de que ha vivido una experiencia ingrata pero también hipnótica, de las que dejan lacerante poso. También la certeza de que lo que has visto, oído, temido e intuido tiene el efecto de una pesadilla duradera. Cuando los siempre inquietantes planteamientos de Haneke encuentran el lenguaje, el ritmo y la atmósfera que necesitan sus radiografías del mal generalizado o de los demonios interiores (cuando no acierta, como en las detestables Código desconocido y El tiempo del lobo la oscuridad de su mundo puede ser críptica e irritante), su cine tiene capacidad para dejarte tocado. En mi caso, lo había logrado con Funny games, La pianista y Caché. En la magistral La cinta blanca su estilo logra terrorífica armonía con sus obsesiones.

La voz en off de un anciano evoca viejas y nunca resueltas atrocidades que ocurrieron en el luterano y presuntamente apacible pueblo del norte de Alemania en el que ejerció de maestro cuando era joven. Ocurre en vísperas de la Guerra del 14 y está fotografiado en un nada caprichoso blanco y negro. El blanco se identifica con la rectitud y la pureza, la que le exigen a sus hijos padres inflexibles, con unos principios que no admiten desviaciones ni heterodoxia y que compaginan sin el menor sentido de culpa la Biblia con el látigo para imponérselos a los suyos. Poco a poco comprobaremos que casi todo es negro, enigmático y tortuoso en ese universo regido por el orden, el supremo valor de las apariencia, la podredumbre moral, las imposiciones ciegas de la fuerza, el imperio del miedo en la conducta de los aparentemente sometidos y sus sádicas y devastadoras consecuencias sobre los más débiles.
Haneke retrata y disecciona este ambiente tenebroso con frialdad de cirujano. Que todo huela a podrido, a los abismos de la doble moral, a intransigencia, a manipulación, a agresividad física y síquica en las relaciones que establecen los adultos (hay una secuencia brutal con un hombre vomitándole a su amante con datos implacables el asco que le provoca, en la que cualquier espectador medianamente sensible se plantea taparse los oídos) puede ser ingrato de ver, pero que la violencia se ensañe con los niños, se la contagie y marque monstruosamente su conducta alcanza efectos terroríficos en el espectador.
El ritmo de esta sombría película es estratégica y agobiantemente lento, pero no te permite desentenderte de ella. Te asusta mucho más el catálogo de horrores que te hace presagiar la cámara filmando puertas cerradas y haciendo elipsis que lo que te muestra. El infierno no está descrito con naturalismo, se esconde detrás de la apacible cotidianeidad. No abunda la alegría, la naturalidad o la inocencia (esto sólo se lo pueden permitir los niños más pequeños y otro con discapacidad mental), pero los oficios religiosos, la educación escolar, la fiesta de la recogida de la cosecha, la incuestionable autoridad paternal, la atmósfera de la calle y de los hogares está empeñada en mantener la respetabilidad, en demostrar que la rigidez es el principal baluarte del orden.
Y como siempre en el cine de Haneke hay simbolismo y parábola. Compruebas con un escalofrío al terminar La cinta blanca que la alegoría no es gratuita. Sabes que esos niños familiarizados con los traumas, el abuso, la tortura y el espanto crecerán. Son caldo de cultivo para que un tal Hitler les convenza de que todo está permitido en nombre de la sagrada patria. Y actuarán en la futura barbarie sin sentido de culpa, en perfecta química con lo que mamaron.

Antes de que todo ocurriera ELVIRA LINDO DOMINGO - 31-01-2010
Por alguna razón misteriosa hay películas que gustan al día siguiente, cuando el espectador las ha dormido. Suele ocurrir con aquellas que nos trastornan el ánimo. La comedia, en cambio, provoca una respuesta inmediata: la risa. Nada mejor que vivir la comedia en un cine hasta la bandera, porque aunque se pueda disfrutar de un chiste en solitario, el eco de la propia risa siempre produce un efecto desangelado. Nos hace la soledad más evidente. La comedia es un género que vive mejor en el presente que cuando se recuerda; lo trágico requiere una asimilación más lenta. Y luego están esas otras películas desazonantes que se comienzan a entender al día siguiente, una vez que el sueño nos ha ayudado a digerirlas. Son películas con efectos secundarios que se avivan con el recuerdo. Eso ocurre con The white ribbon, la película de Michael Haneke. No es una sensación que le esté descubriendo a nadie, porque en las reseñas que llevo leídas de esta rara película y en los comentarios que sobre ella me hacían amigos se desprende una sensación general de inquietud. Es una película que no se te acaba con los títulos de crédito: te sume en el desconcierto; necesita ser comentada para entenderla más, te crea la sensación de que te has perdido muchos detalles y la certeza de que acabarás alquilándola para verla en casa. Eso sí, jamás vería esta película sola: me moriría de miedo. La historia nos sitúa en las vísperas de la Primera Guerra Mundial en un pueblo del norte de Alemania. El narrador de esta fábula, el maestro de escuela, narra cuando ya es anciano una serie de hechos violentos que se desataron en ese pueblo de apariencia plácida. Nos advierte de que lo que va a contar tiene que ver con los "hechos" que ocurrieron más tarde. Lo que ocurrió después lo sabe el espectador: la Primera Guerra, la Segunda, el exterminio nazi, los años, en definitiva, más violentos del siglo XX. Dada la edad que tiene el narrador cuando suceden los hechos, treinta y un años, podemos deducir que nos está hablando desde una vejez que le sitúa en la década de los cincuenta, cuando sobre los alemanes pesa la responsabilidad por acción u omisión de una crueldad de tal alcance que convierte en cómplice de ella a todo un pueblo. El ambiente de esa pequeña aldea, retratada en un poderoso blanco y negro que sugiere con turbadora belleza el horror, es opresivo y cruel, sobre todo con los niños, a los que se educa en el miedo, en el castigo físico o en el abuso. Y esos niños, obedientes a las enseñanzas de sus padres, como todos los niños, aprenden a castigar a los demás tal y como a ellos se les ha enseñado; no aplican un castigo indiscriminado sino que eligen a quienes creen que, por una razón u otra, no son puros ni dignos. ¿Es ésta la base de la crueldad que se desató en la Alemania nazi? La película no da respuestas, al contrario, te abandona con la mente poblada de preguntas: ¿qué es lo que provoca la maldad colectiva?, ¿una cultura, una religión, la educación? Y una cuestión aún más complicada: ¿cómo es posible que en ambientes de violencia tan soterrada nazca de pronto un espíritu noble y bueno que sea capaz de ver lo que otros no ven? El maestro de la historia es el observador de esa maldad, pero finalmente, se inhibe. No puede o no quiere hacer nada para que la justicia castigue a los culpables. ¿Es ésta también una alusión a todas aquellas personas que siendo conscientes de la maldad ajena se encogen de hombros y acaban fingiendo que no ven? A la inquietud que provoca la película (de la que aún no me he repuesto a la mañana siguiente) se han sumado algunos estudiosos de los orígenes de la Alemania nazi. Más que ver en ella los indicios de la dictadura de Hitler en concreto, dicen, la entienden como el ejemplo fabulado de cualquier sociedad que, adiestrada en el castigo, la delación y la desconfianza, encuentra al fin un enemigo común al que despedazar y siente cierto alivio con la llegada de una guerra; como si la guerra fuera la promesa de una violencia justificada y colectiva que supone una corriente de aire fresco. El director, Michael Haneke, no está por la labor de despejarnos dudas. Su deseo es que cada espectador le dé su propio sentido moral a lo que ha visto. Yo salí del cine sin palabras. Cuando llegué a casa no sabía muy bien contarla. Las imágenes en blanco y negro, trataba de explicar, son tan precisas e inquietantes como los daguerrotipos, no es un pasado en sepia, sino la imagen de los aparecidos, de unos fantasmas que repiten su historia delante de tus ojos. No se puede contar, hay que verla. Hay que ver a esos actores, en especial a esos niños actores que no parecen actuar sino vivir. Rumio esta fábula sobre la violencia en el mismo día en que se recuerda a las víctimas del Holocausto y esos dos recuerdos me traen otro, uno pequeño y revelador, algo que contaba el novelista Albert Cohen sobre cómo vivió en primera persona la gestación del ambiente que propició en Europa el nazismo. Siendo niño, en Marsella, se detuvo un día a escuchar con fascinación a un charlatán callejero; el vendedor le sacó de su arrobo infantil gritándole: ¡cerdo judío! "Fue un progrom pequeñito, ironizaba Cohen, pero luego los mejorarían mucho".

Las transgresiones de Jesús JUAN ARIAS

DEBATE SOBRE JESUCRISTO Las transgresiones de Jesús JUAN ARIAS DOMINGO - 14-03-2010
Se oculta todavía algún secreto en los evangelios, los escritos más traducidos del mundo y sobre los que se han publicado millones de libros? ¿Puede aún decirse algo nuevo sobre Jesús de Nazaret, el profeta maldito, que fue crucificado por loco y subversivo? Jesús siempre ha sido presentado como un líder religioso que dio origen a una nueva Iglesia, nacida del judaísmo, lo que no es cierto. Jesús no pensó en ningún momento en fundar una nueva religión, ya que él las combatía todas por estar basadas en la violencia y en los ritos sacrificiales, en el dolor y en la falta de libertad.
Analizando, sin embargo, los textos antiguos bajo otra luz, se puede deducir que, a pesar de que usaba el lenguaje y la cultura de su tiempo, que eran fundamentalmente religiosos, Jesús mira más lejos. Tiene otras intuiciones que no son puramente religiosas, sino de transformación de la especie humana. Habla a los hombres de su tiempo como si se dirigiera a una sociedad diferente, que ha superado las debilidades y los límites de lo humano. Quizá por ello muchos analistas bíblicos suelen afirmar que su mensaje es "utópico". En realidad es mucho más que eso. Siempre ha resultado intrigante que tanto las palabras como los actos de Jesús trazan una línea de ruptura absoluta con lo actual. (...) Su mensaje trasciende lo cotidiano y quizá por eso no lo entienden ni siquiera cuando habla con parábolas. Sus propios familiares creían que estaba loco. Las autoridades judías del templo y las civiles y políticas tampoco lo comprenden y por eso acaban uniéndose para condenarle a muerte. Queda perplejo ante él incluso Pilatos, que confiesa no ver en aquel profeta delito alguno. (...) Era el hombre del antipoder y de la antiviolencia. La paradoja es que los únicos que parecían entenderle, o por lo menos intuir su originalidad, eran los marginales de la sociedad, aquellos que no tenían nada que perder: lisiados, leprosos, cojos, ciegos, mudos, endemoniados, prostitutas y, en general, todas las mujeres. Aunque en especial una, la gnóstica Magdalena, que pudo haber sido su compañera sentimental e incluso la madre de sus hijos y a la que los apóstoles miraban con desconfianza, porque sabían que ella conocía los secretos del Maestro que a ellos les escondía.
No es posible analizar los cuatro evangelios canónicos, los únicos que la Iglesia considera inspirados por Dios, sin tener en cuenta también los evangelios gnósticos, descubiertos hace poco más de sesenta años, todavía poco estudiados y que el catolicismo rechaza como herejes, quizá porque intuye que guardan todavía secretos no desvelados sobre la verdadera personalidad del profeta de Nazaret y de su doctrina. Los escritos gnósticos pueden ofrecer una lectura nueva de los evangelios canónicos en lo relacionado con el anuncio de Jesús de un nuevo reino. Este concepto, visto a la luz de estos escritos, ya no se refiere a una nueva forma religiosa ni siquiera a una nueva ética superior a la judía, sino a algo mucho más inédito y revolucionario: un salto de la actual especie humana a otra diferente que no se funde en los cánones de la violencia. Jesús sería entonces el encargado de desvelar el flamante rostro de esta humanidad conforme al conocimiento y sabiduría gnósticos y lo hizo en parte en los secretos que reveló en exclusiva a María Magdalena.
(...) No hay duda de que Jesús quiebra y desobedece todas las reglas y paradigmas de la sociedad. El oscuro profeta de la minúscula aldea palestina de Nazaret parece dirigirse a hombres y mujeres de otra especie humana aún por venir. Quizá él, con la fuerza del amor desinteresado que movía su vida, se sentía un ciudadano de ese nuevo mundo sin violencia de la que acabó siendo víctima inocente e inevitable. ¿Significa esto que Jesús no se dirigía a los hombres de su época, a esta raza humana? De ningún modo. Jesús habló también para nosotros, los humanos violentos y ambiciosos, proclives a usar los mecanismos del amor para nuestro provecho. El ser humano puede mejorar. Y de hecho algunos, empezando por el propio Jesús víctima de la violencia, han alcanzado la sublimidad del amor por él propuesto. Sin embargo, sus intenciones y miras iban más allá y nos indicó que el gran secreto que estaba desvelando era que aquella locura de un mundo sin violencia no era pura utopía, algún día otros seres humanos, se llamen como se llamen, podrían lograrlo.
(...) Uno de los episodios más oscuros de los evangelios es el de la formación intelectual y social de aquel profeta que, salido de las sombras de una aldea sin prestigio, es capaz de discutir y polemizar con los intelectuales de su tiempo, con los fariseos y los sacerdotes, una casta a la que él no perteneció. Jesús era, en efecto, un seglar. ¿Dónde estudió? ¿Era de verdad un gnóstico? ¿Había viajado fuera de Palestina? A este respecto existe un increíble vacío en los evangelios que los escritos apócrifos han llenado sólo en parte. Ninguno de los cuatro evangelios oficiales dedica una sola palabra a lo que Jesús hizo desde los 12 años, cuando se pierde en el templo y su madre le reprende por el dolor que les había causado a sus padres, hasta los 30 años, momento en el que aparece en la vida pública como profeta. En total, 18 años de silencio absoluto.
Desde hace 2.000 años hasta hoy, ese vacío inaudito ha sido el origen de las hipótesis más diversas sobre dicho periodo. Se sitúa a Jesús viajando por India o por Egipto y entrando en contacto con los magos de su tiempo. Cualquier situación es posible menos pensar que hubiese podido permanecer todos esos años encerrado en la minúscula aldea de Nazaret, tan insignificante que ni aparece en los mapas de la época. Es más, cuando se hace alusión a ella es para despreciarla: "¿Es que de Nazaret puede salir algo bueno?", se preguntaban los judíos de la época.

Gresca por Cristo. La jerarquía episcopal fuerza a retirar de la venta el libro de Pagola sobre Jesús

DEBATE SOBRE JESUCRISTO Gresca por Cristo JUAN G. BEDOYA DOMINGO - 14-03-2010
La jerarquía episcopal fuerza a retirar de la venta el libro de Pagola sobre Jesús, avalado por el obispo Uriarte después de algunas 'correcciones' y del que se han vendido ya 80.000 ejemplares
Se llamaba Yeshúa, y a él probablemente le agradaba. El nombre quiere decir Yahvé salva. Se lo había puesto su padre el día de la circuncisión. Era un nombre tan corriente en aquel tiempo que había que añadirle algo más para identificar bien a la persona. En su pueblo, la gente lo llamaba Yeshúa bar Yosef, Jesús, el hijo de José. En otras partes le decían Yeshúa ha-notsrí, Jesús el de Nazaret".
Si, como dijo el poeta, el primer verso te lo dan los dioses, este primer párrafo del capítulo uno del libro Jesús. Aproximación histórica subraya el estilo vibrante con que el teólogo Juan Antonio Pagola ha escrito 569 páginas sobre el fundador cristiano. Se han vendido 80.000 ejemplares en castellano, euskera y catalán, y ha sido traducido a otros idiomas. Es, como suele decirse, un best seller, un superventas. Pero no ha gustado a la jerarquía del catolicismo La editorial PPC, de la congregación marianista, ha ordenado a las librerías religiosas que retiren los ejemplares no vendidos. Los publicados en euskera por la editorial-librería diocesana Idatz y en catalán por Claret siguen en el mercado. En la trifulca están implicados cardenales y obispos, aquí y en Roma, a favor y en contra.
Los cronistas de la antigüedad escribieron que Jesús de Nazaret fue ejecutado como un malhechor porque estorbaba a los poderosos. Cuando se cumplió la sentencia, en las afueras de Jerusalén, junto a una vieja cantera, probablemente el 7 de abril del año 30, ya estaba claro que el sistema no soportaba el empeño del nazareno en anunciar un vuelco de la situación con su programa sobre el reino de Dios y de una nueva justicia.
Las disputas sobre el fundador cristiano vienen de lejos porque la jerarquía del cristianismo ha acuñado la imagen de un fundador celeste, y no quiere controversia ni contraopinantes. El último ejemplo es el Jesús de Nazaret del papa Benedicto XVI (de civil, teólogo Joseph Ratzinger), publicado el año pasado, también un superventas. Este próximo verano sale un segundo tomo y la jerarquía no quiere rivales o comparaciones, ni en ventas, ni doctrinalmente.
La disputa principal sobre Jesús se ha centrado en si el nazareno era hijo de Dios y no un nuevo mesías. Ha sido el elemento de exasperación para la jerarquía desde los tiempos en que Pablo de Tarso, auténtico secretario de organización de esa iglesia, puso firme al apóstol Pedro en el concilio de Jerusalén, celebrado en torno al año 46. De entonces para acá, y sobre todo desde el concilio de Nicea (año 325), donde el emperador Constantino impuso la paz teológica aplastando la cabeza de los seguidores de Arrio, son incontables los teólogos que penan por ir más allá de lo que el aparato les tenía permitido. Cuando la sabiduría popular acuñó la expresión "¡Y se armó la de Dios es cristo!", se refería a las consecuencias, a veces sangrientas, de esos enfrentamientos.
Pagola no discute el dogma de Nicea, pero sus detractores ven a su Jesús demasiado humano. Algunos se atreven incluso a acusarle de arriano. Gran parte de las correcciones introducidas en la novena edición del libro se dirigían a espantar esa maledicencia. En todo caso, el Jesús de Pagola no tiene esposa ni hijos, come y bebe con pecadores, trata con prostitutas y no vive preocupado por la impureza ritual. Tampoco tiene rechazo alguno a la mujer, sino todo lo contrario. Y su comportamiento en sociedad resultaba desconcertante. Nada que ver con el Jesús reinante entre la acomodada nomenclatura romana. Lo dejó escrito ya Dostoievski en el capítulo quinto de Los hermanos Karamazov, cuando se encuentran en un calabozo de Sevilla un prepotente Gran Inquisidor y el pobre nazareno crucificado.
Lo curioso en esta gresca episcopal contra el Jesús de Pagola -así se conoce ya a este libro-, es que la edición retirada de las librerías, la novena, había sido corregida por el autor para satisfacer a alguno de sus censores, y se publicó con el Nihil obstat et imprimatur del obispo de San Sebastián, Juan María Uriarte. Ocurrió a finales del año pasado, antes de que éste fuese relevado en el cargo por José Ignacio Munilla, de carácter más conservador. El Nihil obstat (No existe impedimento) supone una aprobación oficial, desde el punto de vista moral y doctrinal, de una obra que aspira a ser publicada con las bendiciones eclesiásticas.
Antes de avalar a Pagola, Uriarte se hizo asesorar por tres teólogos destacados -entre ellos, el arzobispo emérito de Pamplona, Fernando Sebastián-, y consultó a especialistas en cristología en el mismísimo Vaticano. Dos de los informes recabados fueron favorables al nihil obstat, y uno contrario. Ni por esas. Los críticos han seguido alzando su voz, hasta forzar a la editorial PPC a retirar el libro. También arrecian las críticas más severas a Uriarte por avalarlo.
No consta orden expresa de retirar el libro, ni una condena pública sobre esa novena edición. Ni hay, ni se espera. La razón es sencilla. Salvo que hable el Vaticano, -la conocida proclama: Roma locuta, causa finita: cuando Roma habla, se acabó la discusión-, en las trincheras de esta batalla teológica y de poder hay prelados de mucho peso en cada bando. A un lado, intransigentes con todo lo que suena a distinto o distante, se alzan el cardenal de Madrid, Antonio María Rouco, con el poder que le da la presidencia de la Conferencia Episcopal, y el secretario portavoz de ésta, el jesuita Juan Antonio Martínez Camino, también obispo auxiliar de Rouco en el arzobispado; enfrente, prelados que lo han sido todo en la organización episcopal, como el propio Uriarte, durante años miembro de su Comité Ejecutivo, e incluso el arzobispo Fernando Sebastián, el teólogo preferido de mítico cardenal Tarancón y ex vicepresidente de la conferencia de prelados muchos años.
En ambas trincheras se ha expresado también lo más granado de la atribulada teología española y han alzado la voz las iglesias de base y el activo Foro de Curas. "Queremos manifestar nuestro rechazo e indignación ante el hecho de que vuelve a ser proscrito el quehacer teológico de un compañero cura y teólogo, que a tantas personas sencillas y comunidades cristianas ha ayudado. Nos producen especial y desagradable sorpresa las desautorizaciones entre obispos al más alto nivel", ha dicho este foro en un manifiesto, la semana pasada.
Otro clamor en favor de teólogo guipuzcoano se ha alzado en su misma diócesis, a cargo de la mayoría de sus sacerdotes (252, sobre un censo de unos 300). En una carta pública han expresado su solidaridad con Pagola y denunciado que éste padece "persecución y maltrato". El ex vicario de esa diócesis, Félix Azurmendi, incluso ha publicado en El Diario Vasco, en San Sebastián, un artículo con el título Pedimos la verdad, acusando a los "sectores más conservadores de la Iglesia" de perseguir un libro que "ayuda a creer", y criticando "el modo oscurantista" utilizado. Azurmendi concluye con una exigencia de explicación pública porque, afirma, "la diócesis de San Sebastián se merece un respeto".
Pese a la actual virulencia de estas disputas, el conflicto viene del invierno de 2007, cuando la Congregación para la Doctrina de la Fe en España (el antiguo Santo Oficio de la Inquisición) anunció que estaba preparando una llamada Notificación de censura contra Pagola. Objetivo: desactivar los efectos del libro y frenar su vertiginosa difusión.
Como Pagola no es un eclesiástico cualquiera, aquel empeño hubo de superar no pocos obstáculos. José Antonio Pagola (Añorga. Guipúzcoa. 1937) estudió Teología y Ciencias Bíblicas en la Universidad Gregoriana de Roma, en el Instituto Bíblico Romano y en la École Biblique de Jerusalén, y desempeñó el cargo de vicario general de la diócesis de San Sebastián, con el obispo José María Setién. Sigue siendo director del Instituto de Pastoral guipuzcoano, con Munilla como nuevo pontífice diocesano. Es autor de otra veintena de libros -entre los últimos, Salmos para rezar desde la vida (2004) y Jesús ante la mujer (2006).
Fue el entonces obispo de Tarazona -ascendido más tarde a Córdoba-, Demetrio Fernández, quien primero alzó la voz contra Pagola. Licenciado en Teología Dogmática en la Pontificia Gregoriana de Roma y ex profesor de Cristología en el Instituto Teológico San Ildefonso de Toledo, este prelado es miembro de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe, la encargada de velar por la recta doctrina en España. Pero su execración contra Pagola no fue un documento oficial. La diatriba se publicó sólo en el boletín diocesano de Tarazona, con el título El libro de Pagola hará daño. Sucedió en la Navidad de 2007. Decía: "Me produce profunda preocupación que este libro se difunda tanto. El Jesús de Pagola no es el Jesús de la fe de la Iglesia. Se lee con gusto por el buen estilo literario de su autor, pero sembrará confusión, también en mi diócesis, pequeña y humilde, que vive influenciada por los fenómenos de masas".
El obispo de la comisión doctrinal ya se temía entonces el éxito de ventas. "Me llegan noticias de que el libro de J. A. Pagola se está vendiendo como rosquillas. Incluso en una de mis visitas pastorales quisieron regalármelo como el mejor de los presentes". Concluía su alegato animando "a otros, pastores o teólogos", a que se ocupasen de un libro "que tanto daño puede hacer a nuestros fieles, sobre todo a los más sencillos".
La veda quedaba abierta. Arreciaron los escritos contra Pagola, algunos promovidos desde la Conferencia Episcopal, pero también los apoyos, en una ola creciente que el propio Pagola se vio obligado a contestar. "Son muchos los que me preguntan cómo estoy y qué está sucediendo (...) Estoy escuchando desde dentro las palabras de Jesús a sus seguidores: no juzguéis a nadie... No condenéis a nadie. Perdonad. Conozco bien los sentimientos de Jesús. Por eso rezo por los que me rechazan. Lo hago con nombres y apellidos. Pienso de verdad que, en el fondo, no saben lo que están haciendo".
Aquel Jesús. Aproximación histórica tenía 539 páginas; el corregido después para satisfacer a los censores, sin éxito, alcanza las 569 páginas. Las primeras ocho ediciones se vendieron pronto y sin el nihil obstat eclesiástico. Si la editorial PPC no retiró el libro entonces fue porque nadie se lo pidió. Tampoco ha recibido indicación alguna ahora, no de forma directa. Perteneciente al grupo SM, de la congregación marianista, PPC forma parte de un rentable conglomerado editorial con fuerte presencia en Hispanoamérica. Edita también libros de texto y la prestigiosa revista cristiana Vida Nueva, que lanzará esta primavera ediciones en varios países hispanoamericanos. Su director, el sacerdote Juan Rubio Fernández, acaba de publicar un libro a la manera del famoso Diario de un cura rural, de Georges Bernanos. Se titula En memoria mía. Fragmentos de la vida de un cura. El capítulo titulado "Más diálogo y comunión" lo empieza con la famosa consigna de san Agustín: "En las cosas necesarias, la unidad; en las dudosas, la libertad; y en todas, la caridad". El cura del libro de Juan Rubio, como Pagola en su carta de queja, también añora una iglesia "hogar de comunión y no un cuartel blindado".
Una condena expresa de la moderna inquisición española al Jesús de Pagola, con la complacencia de Roma, hubiera retirado el libro de las estanterías, como le ha ocurrido a la novena edición, pese a contar ésta con el nihil obstat del prelado de San Sebastián. ¿Por qué no se hizo? ¿Cuál ha sido el papel del nuevo obispo de San Sebastián, el correoso Munilla, en esta historia? No hay respuestas, de momento. Munilla calla. Es impensable que vaya a desautorizar a su predecesor, pero tampoco apoyará a Pagola. Pero sí se ha reunido con el teólogo censurado, sin trascendencia pública alguna, y de momento lo mantiene en el cargo de director del Instituto diocesano de Pastoral.
La cruda realidad para la jerarquía conservadora es que, como se temía el obispo Demetrio Fernández, las tribulaciones del libro incrementaron su difusión, ya extraordinaria entonces en un texto de teología. Ni siquiera ha podido neutralizarlo la Comisión para la Doctrina de la Fe de la Conferencia Episcopal cuando se decidió en junio de 2008 a hacer publica su "nota doctrinal" (eufemismo de censura) acusando a Pagola de "tergiversar" el sentido de la vida de Jesús. Presidida entonces por el cardenal de Valencia, Agustín García Gasco, ya jubilado, la comisión señalaba tres deficiencias "principales" de la obra: "la ruptura que, de hecho, se establece entre la fe y la historia"; "la desconfianza respecto a la historicidad de los evangelios", y "facilitar la lectura de la historia de Jesús desde unos presupuestos que acaban tergiversándola". También señalaba como deficiencias doctrinales "la presentación de Jesús como un mero profeta"; la negación de su conciencia filial divina, y la negación del sentido redentor dado por Jesús a su muerte, entre otras.
Frente a esas execraciones, abundan los obispos que ven muchos méritos y virtudes en el Jesús de Pagola. Pero nadie lo ha defendido tanto como su superior jerárquico, el ya emérito Uriarte. Lo ha hecho en escenarios diversos, por ejemplo en la Universidad de Deusto (ante todos los ámbitos de la sociedad vasca), y en una conferencia en la Tribuna Euskadi del Fórum Europa. Según Uriarte, el libro es un "intento serio de aproximación histórica, honesta, documentada y bien hecha". También ha dicho que su decisión de apoyar la publicación con el nihil obstat la tomó "con todo el corazón y el alma".Se llamaba Yeshúa, y a él probablemente le agradaba. El nombre quiere decir Yahvé salva. Se lo había puesto su padre el día de la circuncisión. Era un nombre tan corriente en aquel tiempo que había que añadirle algo más para identificar bien a la persona. En su pueblo, la gente lo llamaba Yeshúa bar Yosef, Jesús, el hijo de José. En otras partes le decían Yeshúa ha-notsrí, Jesús el de Nazaret".
Si, como dijo el poeta, el primer verso te lo dan los dioses, este primer párrafo del capítulo uno del libro Jesús. Aproximación histórica subraya el estilo vibrante con que el teólogo Juan Antonio Pagola ha escrito 569 páginas sobre el fundador cristiano. Se han vendido 80.000 ejemplares en castellano, euskera y catalán, y ha sido traducido a otros idiomas. Es, como suele decirse, un best seller, un superventas. Pero no ha gustado a la jerarquía del catolicismo La editorial PPC, de la congregación marianista, ha ordenado a las librerías religiosas que retiren los ejemplares no vendidos. Los publicados en euskera por la editorial-librería diocesana Idatz y en catalán por Claret siguen en el mercado. En la trifulca están implicados cardenales y obispos, aquí y en Roma, a favor y en contra.
Los cronistas de la antigüedad escribieron que Jesús de Nazaret fue ejecutado como un malhechor porque estorbaba a los poderosos. Cuando se cumplió la sentencia, en las afueras de Jerusalén, junto a una vieja cantera, probablemente el 7 de abril del año 30, ya estaba claro que el sistema no soportaba el empeño del nazareno en anunciar un vuelco de la situación con su programa sobre el reino de Dios y de una nueva justicia.
Las disputas sobre el fundador cristiano vienen de lejos porque la jerarquía del cristianismo ha acuñado la imagen de un fundador celeste, y no quiere controversia ni contraopinantes. El último ejemplo es el Jesús de Nazaret del papa Benedicto XVI (de civil, teólogo Joseph Ratzinger), publicado el año pasado, también un superventas. Este próximo verano sale un segundo tomo y la jerarquía no quiere rivales o comparaciones, ni en ventas, ni doctrinalmente.
La disputa principal sobre Jesús se ha centrado en si el nazareno era hijo de Dios y no un nuevo mesías. Ha sido el elemento de exasperación para la jerarquía desde los tiempos en que Pablo de Tarso, auténtico secretario de organización de esa iglesia, puso firme al apóstol Pedro en el concilio de Jerusalén, celebrado en torno al año 46. De entonces para acá, y sobre todo desde el concilio de Nicea (año 325), donde el emperador Constantino impuso la paz teológica aplastando la cabeza de los seguidores de Arrio, son incontables los teólogos que penan por ir más allá de lo que el aparato les tenía permitido. Cuando la sabiduría popular acuñó la expresión "¡Y se armó la de Dios es cristo!", se refería a las consecuencias, a veces sangrientas, de esos enfrentamientos.
Pagola no discute el dogma de Nicea, pero sus detractores ven a su Jesús demasiado humano. Algunos se atreven incluso a acusarle de arriano. Gran parte de las correcciones introducidas en la novena edición del libro se dirigían a espantar esa maledicencia. En todo caso, el Jesús de Pagola no tiene esposa ni hijos, come y bebe con pecadores, trata con prostitutas y no vive preocupado por la impureza ritual. Tampoco tiene rechazo alguno a la mujer, sino todo lo contrario. Y su comportamiento en sociedad resultaba desconcertante. Nada que ver con el Jesús reinante entre la acomodada nomenclatura romana. Lo dejó escrito ya Dostoievski en el capítulo quinto de Los hermanos Karamazov, cuando se encuentran en un calabozo de Sevilla un prepotente Gran Inquisidor y el pobre nazareno crucificado.
Lo curioso en esta gresca episcopal contra el Jesús de Pagola -así se conoce ya a este libro-, es que la edición retirada de las librerías, la novena, había sido corregida por el autor para satisfacer a alguno de sus censores, y se publicó con el Nihil obstat et imprimatur del obispo de San Sebastián, Juan María Uriarte. Ocurrió a finales del año pasado, antes de que éste fuese relevado en el cargo por José Ignacio Munilla, de carácter más conservador. El Nihil obstat (No existe impedimento) supone una aprobación oficial, desde el punto de vista moral y doctrinal, de una obra que aspira a ser publicada con las bendiciones eclesiásticas.
Antes de avalar a Pagola, Uriarte se hizo asesorar por tres teólogos destacados -entre ellos, el arzobispo emérito de Pamplona, Fernando Sebastián-, y consultó a especialistas en cristología en el mismísimo Vaticano. Dos de los informes recabados fueron favorables al nihil obstat, y uno contrario. Ni por esas. Los críticos han seguido alzando su voz, hasta forzar a la editorial PPC a retirar el libro. También arrecian las críticas más severas a Uriarte por avalarlo.
No consta orden expresa de retirar el libro, ni una condena pública sobre esa novena edición. Ni hay, ni se espera. La razón es sencilla. Salvo que hable el Vaticano, -la conocida proclama: Roma locuta, causa finita: cuando Roma habla, se acabó la discusión-, en las trincheras de esta batalla teológica y de poder hay prelados de mucho peso en cada bando. A un lado, intransigentes con todo lo que suena a distinto o distante, se alzan el cardenal de Madrid, Antonio María Rouco, con el poder que le da la presidencia de la Conferencia Episcopal, y el secretario portavoz de ésta, el jesuita Juan Antonio Martínez Camino, también obispo auxiliar de Rouco en el arzobispado; enfrente, prelados que lo han sido todo en la organización episcopal, como el propio Uriarte, durante años miembro de su Comité Ejecutivo, e incluso el arzobispo Fernando Sebastián, el teólogo preferido del mítico cardenal Tarancón y ex vicepresidente de la conferencia de prelados muchos años.
En ambas trincheras se ha expresado también lo más granado de la atribulada teología española y han alzado la voz las iglesias de base y el activo Foro de Curas. "Queremos manifestar nuestro rechazo e indignación ante el hecho de que vuelve a ser proscrito el quehacer teológico de un compañero cura y teólogo, que a tantas personas sencillas y comunidades cristianas ha ayudado. Nos producen especial y desagradable sorpresa las desautorizaciones entre obispos al más alto nivel", ha dicho este foro en un manifiesto, la semana pasada.
Otro clamor en favor del teólogo guipuzcoano se ha alzado en su misma diócesis, a cargo de la mayoría de sus sacerdotes (252, sobre un censo de unos 300). En una carta pública han expresado su solidaridad con Pagola y denunciado que éste padece "persecución y maltrato". El ex vicario de esa diócesis, Félix Azurmendi, incluso ha publicado en El Diario Vasco, en San Sebastián, un artículo con el título Pedimos la verdad, acusando a los "sectores más conservadores de la Iglesia" de perseguir un libro que "ayuda a creer", y criticando "el modo oscurantista" utilizado. Azurmendi concluye con una exigencia de explicación pública porque, afirma, "la diócesis de San Sebastián se merece un respeto".
Pese a la actual virulencia de estas disputas, el conflicto viene del invierno de 2007, cuando la Congregación para la Doctrina de la Fe en España (el antiguo Santo Oficio de la Inquisición) anunció que estaba preparando una llamada Notificación de censura contra Pagola. Objetivo: desactivar los efectos del libro y frenar su vertiginosa difusión.
Como Pagola no es un eclesiástico cualquiera, aquel empeño hubo de superar no pocos obstáculos. José Antonio Pagola (Añorga. Guipúzcoa. 1937) estudió Teología y Ciencias Bíblicas en la Universidad Gregoriana de Roma, en el Instituto Bíblico Romano y en la École Biblique de Jerusalén, y desempeñó el cargo de vicario general de la diócesis de San Sebastián, con el obispo José María Setién. Sigue siendo director del Instituto de Pastoral guipuzcoano, con Munilla como nuevo pontífice diocesano. Es autor de otra veintena de libros -entre los últimos, Salmos para rezar desde la vida (2004) y Jesús ante la mujer (2006).
Fue el entonces obispo de Tarazona -ascendido más tarde a Córdoba-, Demetrio Fernández, quien primero alzó la voz contra Pagola. Licenciado en Teología Dogmática en la Pontificia Gregoriana de Roma y ex profesor de Cristología en el Instituto Teológico San Ildefonso de Toledo, este prelado es miembro de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe, la encargada de velar por la recta doctrina en España. Pero su execración contra Pagola no fue un documento oficial. La diatriba se publicó sólo en el boletín diocesano de Tarazona, con el título El libro de Pagola hará daño. Sucedió en la Navidad de 2007. Decía: "Me produce profunda preocupación que este libro se difunda tanto. El Jesús de Pagola no es el Jesús de la fe de la Iglesia. Se lee con gusto por el buen estilo literario de su autor, pero sembrará confusión, también en mi diócesis, pequeña y humilde, que vive influenciada por los fenómenos de masas".
El obispo de la comisión doctrinal ya se temía entonces el éxito de ventas. "Me llegan noticias de que el libro de J. A. Pagola se está vendiendo como rosquillas. Incluso en una de mis visitas pastorales quisieron regalármelo como el mejor de los presentes". Concluía su alegato animando "a otros, pastores o teólogos", a que se ocupasen de un libro "que tanto daño puede hacer a nuestros fieles, sobre todo a los más sencillos".
La veda quedaba abierta. Arreciaron los escritos contra Pagola, algunos promovidos desde la Conferencia Episcopal, pero también los apoyos, en una ola creciente que el propio Pagola se vio obligado a contestar. "Son muchos los que me preguntan cómo estoy y qué está sucediendo (...) Estoy escuchando desde dentro las palabras de Jesús a sus seguidores: no juzguéis a nadie... No condenéis a nadie. Perdonad. Conozco bien los sentimientos de Jesús. Por eso rezo por los que me rechazan. Lo hago con nombres y apellidos. Pienso de verdad que, en el fondo, no saben lo que están haciendo".
Aquel Jesús. Aproximación histórica tenía 539 páginas; el corregido después para satisfacer a los censores, sin éxito, alcanza las 569 páginas. Las primeras ocho ediciones se vendieron pronto y sin el nihil obstat eclesiástico. Si la editorial PPC no retiró el libro entonces fue porque nadie se lo pidió. Tampoco ha recibido indicación alguna ahora, no de forma directa. Perteneciente al grupo SM, de la congregación marianista, PPC forma parte de un rentable conglomerado editorial con fuerte presencia en Hispanoamérica. Edita también libros de texto y la prestigiosa revista cristiana Vida Nueva, que lanzará esta primavera ediciones en varios países hispanoamericanos. Su director, el sacerdote Juan Rubio Fernández, acaba de publicar un libro a la manera del famoso Diario de un cura rural, de Georges Bernanos. Se titula En memoria mía. Fragmentos de la vida de un cura. El capítulo titulado "Más diálogo y comunión" lo empieza con la famosa consigna de san Agustín: "En las cosas necesarias, la unidad; en las dudosas, la libertad; y en todas, la caridad". El cura del libro de Juan Rubio, como Pagola en su carta de queja, también añora una iglesia "hogar de comunión y no un cuartel blindado".
Una condena expresa de la moderna inquisición española al Jesús de Pagola, con la complacencia de Roma, hubiera retirado el libro de las estanterías, como le ha ocurrido a la novena edición, pese a contar ésta con el nihil obstat del prelado de San Sebastián. ¿Por qué no se hizo? ¿Cuál ha sido el papel del nuevo obispo de San Sebastián, el correoso Munilla, en esta historia? No hay respuestas, de momento. Munilla calla. Es impensable que vaya a desautorizar a su predecesor, pero tampoco apoyará a Pagola. Sí se ha reunido con el teólogo censurado, sin trascendencia pública alguna, y de momento lo mantiene en el cargo de director del Instituto diocesano de Pastoral.
La cruda realidad para la jerarquía conservadora es que, como se temía el obispo Demetrio Fernández, las tribulaciones del libro incrementaron su difusión, ya extraordinaria entonces en un texto de teología. Ni siquiera ha podido neutralizarlo la Comisión para la Doctrina de la Fe de la Conferencia Episcopal cuando se decidió en junio de 2008 a hacer publica su "nota doctrinal" (eufemismo de censura) acusando a Pagola de "tergiversar" el sentido de la vida de Jesús. Presidida entonces por el cardenal de Valencia, Agustín García Gasco, ya jubilado, la comisión señalaba tres deficiencias "principales" de la obra: "la ruptura que, de hecho, se establece entre la fe y la historia"; "la desconfianza respecto a la historicidad de los evangelios", y "facilitar la lectura de la historia de Jesús desde unos presupuestos que acaban tergiversándola". También señalaba como deficiencias doctrinales "la presentación de Jesús como un mero profeta"; la negación de su conciencia filial divina, y la negación del sentido redentor dado por Jesús a su muerte, entre otras.
Frente a esas reprobaciones, abundan los obispos que ven muchos méritos y virtudes en el Jesús de Pagola. Pero nadie lo ha defendido tanto como su superior jerárquico, el ya emérito Uriarte. Lo ha hecho en escenarios diversos, por ejemplo en la Universidad de Deusto (ante todos los ámbitos de la sociedad vasca), y en una conferencia en la Tribuna Euskadi del Fórum Europa. Según Uriarte, el libro es un "intento serio de aproximación histórica, honesta, documentada y bien hecha". También ha dicho que su decisión de apoyar la publicación con el nihil obstat la tomó "con todo el corazón y el alma".

El libro 'impresentado' del jesuita Masiá
La Iglesia de Roma tiene un núcleo irrenunciable de doctrina (sobre Dios, Jesús, la Trinidad, o sobre la Virgen...), y lo guarda con siete llaves. Pero los teólogos que escapan a su disciplina, o que no viven de su salario, liberados de amenazas de exilio u hoguera, no cejan de especular sobre nuevas formas de ver... A eso se llamaba antes Teología, la emperatriz de las ciencias en tiempos de Tomás de Aquino, Incluso éste figura en la nómina de los perseguidos por desviaciones varias, y está también Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas, que llegó a ser un preso de la Inquisición. Sólo desde 1978, año en que se asentó en el Vaticano el polaco Wojtyla, con el actual papa Ratzinger como policía doctrinal, el Vaticano ha censurado o excomulgado a más de 500 teólogos. En España sobresalen el redentorista Marciano Vidal, los jesuitas Díez-Alegría, Castillo y Estrada, el claretiano Benjamín Forcano, el mercedario Xavier Pîcaza, el laico Juan José Tamayo, e incluso Casiano Floristán, por la dirección de Nuevo Diccionario de Teología. Pero los teólogos condenados siguen llamándose cristianos y tienen gran eco entre los creyentes, entre los otros teólogos, y entre obispos, sacerdotes y religiosas. Incluso entre los agnósticos que, con razón, sostienen que si Dios existe y es uno, sería inútil encerrar su concepto entre muros de ortodoxia en un mundo que no para de hacerse preguntas.
El último de los pensadores censurados ha sido el jesuita Juan Masiá, cuyo libro, Vivir en la frontera, ha tenido una presentación accidentada en Madrid el pasado día cuatro. Exiliado por su orden a Japón con el mandato de callar, Masiá iba a estar arropado en la presentación por José Bono, Forcano y el escritor y jesuita Pedro Miguel Lamet. Este último, periodista también -ha trabajado incluso en Radio Vaticano, en Roma, en tiempos de libertad- no pudo hablar. La orden de sus superiores le llegó horas antes. El discurso no pronunciado está en su blog El alegre cansancio, con el título "Mi presentación impresentada del libro de Juan Masiá". Allí sigue, para escarnio de censores.

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Dios no es bueno. God is not great. How religion poisons everything Oh Dios Isabel Coixet

Pero ahora la palma se la lleva el bestsellérico God is not great, de Christopher Hitchens, que aparecerá en marzo en Debate con el título (cuestionable) de Dios no es bueno; el New York Times Book Review ha publicado anuncios de media página del libro recomendándolo ¡para las Navidades! como "el regalo perfecto para el creyente o el no creyente de su familia".

El gran provocador JOSÉ ANDRÉS ROJO BABELIA - 29-03-2008
Christopher Hitchens realiza en
Dios no es bueno una radical crítica a todas las religiones. "Son una promesa vacía de los totalitarismos", sostiene el ácido y polémico escritor

El último número de Vanity Fair dedica su tema de portada a responder una pregunta: "¿Quién dice que las mujeres no son divertidas?". El que lo sugiere es Christopher Hitchens (Portsmouth, Inglaterra, 1949), una de las firmas de referencia de la revista y que pasa por ser uno de los más ácidos polemistas del momento. Allí donde puede haber gresca, allí está Hitchens disparando sus venenosos dardos con una prosa cargada con la dinamita de su sentido del humor.
Ahora se traduce en España su último libro, Dios no es bueno (Debate), donde exhibe sus municiones más letales para arremeter contra todo tipo de religión. Habrá quien pueda cuestionar la hondura de sus reflexiones, pero lo que nadie puede discutir es su destreza para hincar su rabiosa dentadura en una de las cuestiones actualmente más polémicas. El libro está dedicado a Ian McEwan. Hitchens lo explica: "Porque es una persona espiritual. Lo ha demostrado en sus libros y en su vida: que se puede ser espiritual sin ser religioso. Yo no soy así. Todos esos rollos no existen para mí. Cualquier religión se ofrece como una solución idiota que promete arreglarlo todo. Es la promesa vacía de los totalitarismos".
La cita tuvo lugar en febrero, durante un viaje que el escritor y periodista hizo a Ámsterdam para presentar su libro. Allí, en un restaurante italiano a la vera de un canal, Hitchens habló: "Es posible que haya personas que no busquen respuestas en la religión sino sólo consuelo. Lo que ocurre, sin embargo, es que las religiones se ocupan de que esas personas acepten una serie de explicaciones, que son pura ficción, invenciones, mitos, leyendas. Y no hay consuelo posible si uno se enfrenta a los argumentos que las religiones proponen para explicar la creación o la resurrección y otras cuestiones".
El caso de Hitchens es muy ilustrativo de la deriva que han seguido muchos intelectuales de su generación. En 2001 publicó Juicio a Kissinger (Anagrama), donde confesaba haber abordado sólo las infracciones del político "que podrían o deberían constituir la base de una acusación penal: por crímenes de guerra, por crímenes contra la humanidad y por delitos contra el derecho consuetudinario o internacional, entre ellos el de conspiración por cometer asesinato, secuestro y tortura". Y cargaba a fondo contra el ex secretario de Estado y consejero de Seguridad Nacional de Estados Unidos sacando a la luz todas sus sucias maniobras en Indochina, Bangladesh, Chile o Timor Oriental, entre otros lugares. Ya por entonces, sin embargo, ese airado discurso tan propio de un tipo de izquierdas iba resquebrajándose. A Hitchens le irritó, y dolió, profundamente la blandenguería con que la izquierda reaccionó a propósito de la fetua que Jomeini dictó contra Salman Rushdie en 1989. Los atentados del 11-S terminaron de cambiar sus simpatías. El furibundo trotskista fue convirtiéndose en un furibundo neoconservador, y el caballero que se había manifestado contra la guerra del Golfo celebró la guerra de Irak, y la defendió, como es su estilo, con uñas y dientes.
"Explicar este cambio es muy sencillo", dice Hitchens. "Cuando Kissinger hacía sus sucias maniobras en Chile, lo que pretendía era derrocar a un régimen que había sido elegido democráticamente, y lo que terminó provocando fue la llegada de un dictador al poder, Pinochet. Lo que existía, en cambio, en Irak era un dictador, Sadam Husein, y la guerra se hizo para acabar con un sistema de dominación que tenía masacrados a los ciudadanos de aquel país. Ahora ya se han celebrado dos elecciones y vamos a por las terceras. No soy el que tiene que defender su posición sino quienes me critican. Los que no movieron un dedo para acabar con un tirano".
Es inevitable que el rumor de fondo de las iniciativas que ha tomado el Gobierno de Bush resuenen en Dios no es bueno, pero lo cierto es que en el libro no abundan ni reproches ni apoyos explícitos a iniciativas concretas. Sí hay una posición inequívoca de largo alcance, un diagnóstico sobre el conflicto más grave, una concepción radical de lo que está en juego. Y para Hitchens la gran batalla que se libra hoy en el mundo es la que enfrenta al laicismo contra los fanatismos religiosos. Ahí en Ámsterdam lo formulaba con estas palabras: "En esa guerra, yo siempre estaré del lado de la peor versión de la democracia estadounidense frente a la mejor de las concreciones de una teocracia fundamentalista". Hitchens se nacionalizó estadounidense el año pasado: "Quería formar parte de un país y poder pronunciarme como uno más y no como un extranjero".
¿Es entonces la democracia la mejor manera de combatir el auge de los fanatismos religiosos? "Me gustaría que lo fuera, pero no sé si la democracia puede ser tan eficaz. La mejor manera de librar ese combate es defendiendo el laicismo, la secularización. Eso es lo mínimo. El problema de las democracias es que se ven a menudo obligadas a hacer compromisos. Los Gobiernos están en el poder durante un tiempo limitado y cuando surgen los roces con una comunidad religiosa aceptan sobre la marcha que en los colegios se separen a los chicos de las chicas o que los obliguen a bañarse en piscinas diferentes. Pero no crea que se van a conformar con eso. La cuestión es qué tipo de compromisos puede establecer una democracia capitalista con las exigencias de las religiones. Es muy fácil decir que la democracia es la salida. Pero no. La democracia es lo que tenemos que proteger".
El padre de Hitchens era marino y eso explica que durante la primera parte de su vida fuera dando tumbos, de base naval en base naval. Estudió Filosofía, Políticas y Económicas en Cambridge y Oxford. Entró en el Partido Laborista en 1965, pero fue expulsado en 1967 por criticar el apoyo a la guerra de Vietnam. Formó entonces parte de un minúsculo grupo trotskista próximo a Rosa Luxemburgo y empezó a trabajar como corresponsal de publicaciones de izquierda. "Sigo siendo marxista. No sabría cómo acercarme a las cosas sin una concepción materialista de la historia. Mi próximo libro se ocupa de Rosa Luxemburgo".
En los setenta entró a trabajar en el New Statesman, donde se hizo amigo de Martin Amis e Ian McEwan y donde adquirió su merecida fama de irascible izquierdista que desenfundaba a la menor ocasión y que siempre tiraba a matar. En Experiencia, su libro autobiográfico, Amis retrata las maneras de su amigo durante una visita que le hicieron a finales de los ochenta a Saul Bellow. Le había hecho prometer que no habría excesos, que no habría "memeces siniestras". Es decir: "Nada de profesiones vehementes de izquierdismo". Pero salió el tema de Israel y Hitchens se tiró a la yugular de su anfitrión, con lo que la cena terminó como un funeral. Dice Amis que Bellow se fue allanando "ante la catarata de razón pura -con todo lujo de detalles concretos, precedentes históricos, candentes estadísticas, llamativas y finas distinciones- de la estampida cerebral de Christopher".
Esa estampida cerebral también se puede encontrar en Dios no es bueno. Detalles históricos, investigaciones recientes, flechazos de actualidad y todo al servicio de atacar en cuatro frentes: las religiones cuentan de manera incorrecta los orígenes del ser humano y del cosmos, consiguen aunar el máximo de servilismo y solipsismo, desencadenan una poderosa represión sexual y se fundan en ilusiones. Hitchens comentaba en Ámsterdam: "La mayor contradicción de las religiones es que piden a sus fieles que sean modestos, humildes y que se sientan pequeños. Y al mismo tiempo les dicen que el universo ha sido diseñado pensando que ellos son el centro de todo. Con lo que los va convirtiendo en tipos orgullosos y seguros de sí mismos. Es ridículo. Si pensamos en lo mucho que tardó en crearse el cosmos, cuánta violencia y desorden hubo para que al fin hubiera vida en este minúsculo planeta, suena absurdo pensar que hubo alguien que lo estaba construyendo para ti y para mí. Tal como están las cosas, si efectivamente existiera un dios, sería un chapucero, un incompetente, un ser extremadamente cruel".
Hitchens desarrolló la primera parte de su carrera como corresponsal. Estuvo una larga temporada en Chipre, y ha viajado por Chad, Uganda, Darfur; ha visitado Irak, Irán y Corea del Norte; ha estado en unos sesenta países. Ha escrito también crítica literaria y, entre los numerosos medios en los que ha colaborado o colabora, figuran Atlantic Monthly, The New York Times Review of Books, World Affairs, Slate, The Nation, Free Inquiry, Vanity Fair... Ha publicado más de quince libros, de los que han aparecido en España el citado sobre Kissinger, Cartas a un joven disidente (Anagrama) y La victoria de Orwell (Emecé). ¿No existe el problema de que una obra tan variada quede reducida a los latiguillos con que los medios resumen la obra de un intelectual? "La figura del intelectual surgió en Francia durante el caso Dreyfus. Y lo que dijo entonces Zola fue algo muy simple: que ese hombre era inocente y que estaba preso por un error judicial. Fueron los otros, los que pretendían representar a la gran Francia, los que defendían que las cosas eran más complejas. A veces se deben hacer preguntas sencillas. Hace poco, mi amigo Martin Amis pidió en un mitin que levantaran la mano los que se consideraban moralmente superiores a los talibanes. Sólo lo hicieron dos o tres personas. Lo que yo me pregunto es qué es lo que resulta tan complejo que impide que la gente responda una pregunta sencilla. El intelectual tiene que recordar las cosas que son obvias, evidentes, que no admiten discusión. La revista antifascista en la que colaboraban Brecht, Grosz y Heartfield se llamaba Simplicissimus. George Orwell decía que la cosa más difícil de ver es la que tienes delante de las narices. La fórmula 'no pasarán' era muy fácil de entender".
Al final de Dios no es bueno, donde hace una exaltada defensa de los valores de la Ilustración, avisa: "Una versión de la Inquisición está a punto de dar con un arma nuclear". La discusión es cómo combatir el peligroso ascenso de los fanatismos.
¿Cómo defiende Hitchens al mismo tiempo las reglas de juego internacionales y apoya la invasión de Irak que se hizo bajo la mentira de las armas de destrucción masiva? "Eso no es cierto. Se le dio a Irak una lista de las armas que poseían, y no se deshicieron de ellas. Aún no lo han hecho. Cuando se produjo la invasión, no se trataba tanto de entrar y de encontrar las armas como de obligar a Irak a cumplir con una resolución de Naciones Unidas que fue respaldada por todos los miembros del Consejo de Seguridad, y hasta por Irán y Siria. Unánime". ¿Cómo justifica el caos que hay allí ahora? "En el curso de la guerra, hemos obligado a los libios a desarmarse. Y resulta que tenían más armas de las que pensábamos que tenían. Nos las entregaron todas. Y al examinar el arsenal de Libia pudimos descubrir que pertenecía a la mafia de Al Qaeda, que se extiende hasta el norte de Siria". Y en el caso de Irán, ¿defiende la invasión? "Lo que es necesario es derrocar a los mulás. Con energía nuclear o no, Irán no debería estar secuestrado por estos fundamentalistas y terroristas. Si tienen sentido las leyes internacionales, habría que arrestar, juzgar y mandar a la cárcel a todos los responsables de tantos asesinatos (Berlín, Viena, el restaurante Mikonos) que están protegidos por el Gobierno de Irán que, mientras tanto, es capaz de cortarle las manos a alguien por robar. Es una banda mafiosa en un Gobierno. Mulás con armas nucleares".
La cena termina con un par de whiskies. Por allí han pasado el papa Wojtyla ("un tipo con cojones"), Hillary Clinton ("más de lo mismo, más corrupción"), Obama ("puede transformarse y hacer algo serio"), el arzobispo de Canterbury, Yugoslavia, la dictadura argentina y la Guerra Civil española, entre otros temas. La herida en Hitchens sigue ahí: "Cuando sucedió lo de Rushdie, me dolió la capitulación de la izquierda. Siempre encuentra justificaciones para cualquier actitud agresiva contra Estados Unidos y no sabe ver ese fascismo con rostro islámico".

DIOS NO ES BUENO, DE CHRISTOPHER HITCHENS POR ENRIQUE LYNCH
Lo primero que cabe observar a propósito de este ameno e interesante brulote contra todas las religiones, sin distinción, es que, en cuanto lo abres y lees las primeras páginas, ya sabes con qué te vas a encontrar. Supongo que esta es la típica reacción que suscitan los libros viscerales; sobre todo si, como éste, parecen haber sido escritos con profundo resentimiento, como tantos libelos, alegatos y manifiestos. En efecto, puesto que todo lo que se dice en ellos es en contra de algo e implícitamente a favor de lo contrario, se puede incluso prever cómo será el tono que utilizará el autor. Más aún, si el objeto del ataque es algo tan manido como la religión, hay que tener mucha curiosidad y tiempo (o ser un meapilas, un fanático perseguidor de ateos o un fundamentalista irredento) para prestarle atención, pese a que el libro se la merece, aunque sólo fuera porque Hitchens es un polemista eficaz y un escritor apasionado.
Buena parte de la socarronería y del sentido común del que Hitchens hace gala le viene de sus orígenes ingleses; y de su actual condición norteamericana, esa capacidad para informar con precisión y gracia acerca de innumerables fuentes librescas y suministrar al lector otras tantas anécdotas curiosas o extravagantes acerca de todo lo que analiza. Por lo demás, haber tenido un padre y una educación protestantes, una madre judía y ser él mismo un trotskista arrepentido, lo convierten en el típico íncubo intelectual que se suele dar en nuestra época, que produce las más extrañas hibridaciones sociales, culturales, étnicas o religiosas. Hitchens bien podría pasar como ejemplo característico del “librepensador posmoderno”.
Contra la religión... La verdad es que Hitchens no se toma demasiado trabajo en ponderar o sopesar sus ataques. Juzga de forma implacable y sin muchos miramientos. A él tanto le da que sea Osiris, el mulá Omar o san Buenaventura. Y, a la hora de tomar partido, lo resuelve todo muy fácilmente: se declara a favor de la ciencia sin condiciones, no importa que Newton fuera más alquimista que astrofísico y que científicos y técnicos impolutos y supuestamente libres de prejuicios y supersticiones fueran los que inventaron las bombas de Nagasaki e Hiroshima y que otros científicos calcularan con toda precisión cuántos grados se necesitan para calcinar vivos a los habitantes de Dresde en los refugios antiaéreos.
Salvado este sesgo tan idiosincrásico, el libro tiene todos los elementos que satisfacen la conciencia de un lector culto y civilizado; quiero decir, del ciudadano laico, razonable y bien pensante, occidental y un punto conservador, pero sin pasarse: el liberal progresista que cuida de no incurrir en fórmulas reaccionarias, que cree en la autonomía de la razón, en la superioridad de la cultura europea laica y en la autoridad de la ciencia como medio de alcanzar la verdad a través del somero, minucioso y ecuánime examen de los hechos. De esta ecuanimidad intachable dan prueba algunos juicios atrevidos de Hitchens: por ejemplo, cuando se refiere al pasar a las harto discutibles y recurrentes inclinaciones pedofílicas de tantos frailes y rabinos contemporáneos, se las arregla para no suscribir la insoportable homofilia dominante en nuestro tiempo sin por ello convertirse en un vulgar homófobo. (Por cierto, si nuestros modernos homófilos fueran consecuentes con sus ideas, no deberían encontrar razones para condenar a los curas de la diócesis de Boston ni las inclinaciones del recientemente fallecido Arthur Clarke. Es curioso, pero en los muchos obituarios que he leído en ocasión de su muerte, ninguno menciona las razones profundas por las que Clarke se había refugiado en Sri Lanka...)
Volvamos a Hitchens: su ecuanimidad es impecable pese a que su hostilidad hacia la religión carece de matices. No hay párrafo en que no se descarguen andanadas de descalificaciones, a diestra y siniestra, sobre todas las formas de la vida religiosa: se burla de los milagros y los santos –incluidos Tomás de Aquino y la Madre Teresa de Calcuta– y de los afanes de los arqueólogos israelíes por hallar –emulando los delirios románticos de Heinrich Schliemann con los poemas homéricos– vestigios monumentales de la presencia de los judíos en la Palestina bíblica. Más aún, se burla de que alguien pueda dar cuenta de algo real apoyándose en las Escrituras, tanto si se trata del Viejo como del Nuevo Testamento. De modo que caen bajo sus diatribas Moisés y los Mandamientos, el Éxodo y la Zarza Ardiente, las profecías y el Diluvio y, naturalmente, todos los episodios maravillosos que se cuentan en los Evangelios: las resurrecciones y las curaciones milagrosas, las parábolas y los anatemas, lo mismo que arroja fundadas dudas acerca de la “divinidad” de Jesús y, no digamos, acerca de la “virginidad” de María. Tampoco tiene respeto o consideración alguna por la Reforma: abomina de Calvino y de la intransigencia católica tanto como descalifica aberraciones como la iglesia de los mormones y las revelaciones de Joseph Smith o los cultos-cargo de la Melanesia. Y, por supuesto –esto también es previsible en un libro que se declara “contra la religión”–, dedica muchas páginas a denunciar el carácter espurio del islam y las falsedades del Profeta, así como comenta alarmado las citas más inquietantes del Corán. Total, que a la postre el libro viene a abonar la teoría de que los musulmanes han sido siempre una amenaza para la civilización occidental, desde los tiempos de Carlos Martel. La novedad está en que aquí no se los condena porque sean musulmanes sino porque son muy religiosos.
Como el propósito de Hitchens es deliberadamente blasfemo e irreverente –lo mismo que el de Salman Rushdie, pero menos oportunista y seguro que más honesto que el glamouroso indio condenado por Jomeini–, los efectos que pueda tener su diatriba también son previsibles. Puede que el libro concite la simpatía –y la sonrisa cómplice– de un lector como yo, que soy absolutamente irreligioso; pero será recibido con indiferencia por los hombres y mujeres de fe, que por otra parte no se van a escandalizar porque conocen de sobras todos los argumentos contra la religión que suelen declamar los ateos, desde Jenófanes hasta Voltaire, Russell o Savater. En efecto, la virulencia del ataque a la religión y la reducción del fenómeno religioso a mera superstición son los flancos débiles del trabajo de Hitchens, su punto de ingenuidad y la expresión de sus limitaciones, típicas de los periodistas. Lo primero convierte lo que debería ser un análisis crítico en un panfleto masónico cuando, en el fondo, no lo es; y lo segundo, la reducción de la religión a una superstición es una tontería. Cada vez que pienso que alguien pueda considerar que Agustín de Hipona o Kierkegaard o Juan de la Cruz o Evelyn Waugh –la lista de posibles “superticiosos” es apabullante– son lo mismo que un costalero andaluz, me da risa. Igualmente irrisoria me parece esa confianza incondicional en la capacidad de respuesta razonable de la ciencia. Cuando leo por ahí que “Los científicos de Monte Palomar han fotografiado el momento en que el Agujero Negro MVX-25/88063008 se traga cuarenta mil millones de galaxias” me acuerdo de aquel mito indio que fascinaba a Hegel, donde se cuenta que la cópula del dios X con la diosa Y, que tiene lugar ininterrumpidamente durante sesenta mil eras, produce tanta sustancia que, del choque de sus cuerpos divinos apasionados, se desprenden los humores de los que nacen todas las cosas del Universo.
No obstante, la mayor parte de las denuncias que hace Hitchens en su prolijo anecdotario de disparates religiosos es verdad y hace muy bien en airearlas, pero pensar que la pulsión religiosa será alguna vez reemplazada por la autoridad de la ciencia y la razón es una ingenuidad y, en el fondo, una majadería ilustrada. Los hombres y las mujeres religiosas no sucumben a la influencia de la religión solamente por efecto de la falta de educación, la ignorancia o los prejuicios ancestrales, aunque todas las iglesias se hayan valido de esas ilusiones para instrumentar sus conciencias y esclavizarlos. Y, por otra parte, no todo es repudiable en la religión: el cristianismo dio esperanza de salvación a un populacho desarraigado; el islam aglutinó a un pueblo de nómadas salvajes y lo integró a la tradición antigua civilizada; y la Reforma sirvió las pautas conceptuales para que el propio Hitchens pudiera pensar libremente. ¿Qué hubiese sido del arte sin la religión? Y en cambio la ciencia moderna, que sostiene nuestro bienestar y da tantos argumentos de buen tino, no existiría sin la voluntad de muerte que la inspira desde sus orígenes en tiempos de Leonardo y Galileo, dos conspicuos técnicos militares.
No lo sé, sólo puedo conjeturarlo, pero intuyo que se llega a la ilusión religiosa por una decisión que no está guiada por argumentos (o contraargumentos) sino por una voluntad de totalidad o de armonía que la razón y la ciencia todavía están muy lejos de proporcionarnos. Y, sobre todo, por el terror que inspira la repentina conciencia de lo real que nos rodea y de su insondable falta de sentido. De modo que pese a los contundentes argumentos de Hitchens, que me han hecho pasar un buen rato, todo hace suponer que tenemos religión para largo. ~

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