mi hermosa lavandería
Isabel Coixet Directora de cine
A contracorriente
Martes, 28 de octubre del 2014 - 18.01 h
Sé que no le hace falta que escriba sobre
ella, pero hace tiempo que su nombre me viene a la mente cuando pienso
en personas que son –o deberían ser– un referente en cualquier sociedad
normal. No conozco personalmente a Itzíar González,
pero es una de las mujeres barcelonesas a las que más admiro. Creo que
haber estado en el cargo en el que estuvo en el Ayuntamiento de
Barcelona y desde allí denunciar abiertamente, sin hacer caso de las
presiones, todo lo que le parecía injusto, ilegal y poco ético es algo
de lo que poquísimos cargos pueden presumir. Y no es que Itzíar presuma
de nada: las escasas ocasiones en las que la he visto hablar, me ha
parecido de una sencillez, coherencia, contundencia y honradez
abrumadoras: los rasgos que precisamente la obligaron a renunciar a su
cargo y a sufrir una campaña de amenazas que ha denunciado, pero de la
que jamás ha hecho gala. Cada día aparecen en la prensa noticias que le
dan la razón sobre la situación urbanística que denunció, sobre el
blanqueo de dinero de algunos locales de las Ramblas, procedente de la
prostitución.
Otra persona a la que tampoco conozco, pero a la que también admiro, es el catedrático de la Universitat Autònoma Joaquim Brugué.
Su salida de la Comisión de Control de la Ley de Consultas porque,
según su criterio, “la consulta no ofrece garantías democráticas” es uno
de los actos más valientes de la historia reciente. Evidentemente, los
ataques, insultos y el linchamiento general contra su persona no se han
hecho esperar: traidor, cobarde, españolista, fascista..., por mentar
los más leves. Simplemente, porque se ha atrevido a manifestar lo que
piensa, basado en su probada formación académica y en lo que le dicta su
conciencia. Y porque se ha atrevido a dimitir, cosa que en estos pagos
es tan exótico como John Galliano al frente de la 'maison' Martin Margiela.
A
una, le hizo el vacío su propio partido: su honradez ponía en jaque la
corrupción general. Al otro, le acusan de vendido los que solo quieren
oír lo que les conviene. Sé que sus casos no tienen nada que ver en la
forma, pero para mí sí lo tienen en el fondo: son dos personas que
piensan por sí mismas, sin miedo, que ponen su coherencia personal y sus
conocimientos al servicio de la sociedad, no al servicio de los
intereses espurios de los partidos o de los Gobiernos. Y que por ello,
por ir a contracorriente, se les castiga, se les insulta, se les amenaza
y se prescinde de ellos. Porque, tristemente, estas dos personas son la
excepción. La corriente ahora es gritar, agitar
banderas, demonizar, manipular y descalificar. Y todos los que nos
quedamos en silencio, perplejos, atónitos y cavilando, somos unos putos
aguafiestas –a los que si pudieran lapidarían–, que no hemos visto la
luz.
Para mí, la luz está en gente como Itzíar González y Joaquim Brugué. Gracias por iluminar esta oscuridad cegadora.
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