lunes, enero 05, 2015

El mayor riesgo de Podemos es que funcione de arriba abajo

Víctor Sampedro: “El mayor riesgo de Podemos es que funcione de arriba abajo”

Víctor Sampedro: “El mayor riesgo de Podemos es que funcione de arriba abajo”
Víctor Sampedro, catedrático de Comunicación Política. IOSUNE GARAYOA
31 de diciembre de 2014 13:15
MADRID // A pocas semanas del primer aniversario de Podemos –se presentó el 17 de enero de 2014–, el catedrático de Comunicación Política de la Universidad Rey Juan Carlos  (Madrid) Víctor Sampedro analiza la evolución, consolidación y riesgos del proyecto que lidera Pablo Iglesias: “Podemos está surfeando en la corriente de movilización que representa el 15-M. Y como todo buen surfista, sabe que no controla la ola”.
En enero se cumplirá un año de la presentación de Podemos como partido político. ¿Qué ha logrado en este tiempo?
Podemos ha puesto palabras y rostros a un clima de frustración crítica frente a dos crisis: la económica y la del Régimen del 78. Son quienes mejor lo han sabido expresar y encarnar. Pero está por ver si se consolidará como fuerza electoral y un partido capaz de acceder a las instituciones y gestionarlas.
Podemos protagoniza una presencia mediática que estaba siendo demandada por un público crítico, un cuerpo social agredido, que se manifestaba en las calles. Y que, sin embargo, despotricaba en privado contra la crisis y la degradación institucional. No sólo es presencia mediática. Es un discurso contundente y transversal, que representa a muchas capas sociales, como demuestran las encuestas.
Podemos es la iniciativa que debió de haber sido acogida como corriente interna por partidos que se posicionaban en el centro-izquierda o la izquierda. Pero tanto las instituciones académicas como los partidos les expulsaron y les mandaron a hacer asesorías en América Latina. Allí lograron presencia intelectual antes que aquí, donde son profesores en precario o relegados del escalafón. Aquí, la Cultura de la Transición frenó su promoción en las universidades… y la mediática, también.
¿Qué riesgos tiene por delante?
Un nuevo partido, que quiera responder a la crisis de representación que vivimos, debe hacer compatibles la democracia directa y la representativa. El mayor riesgo es que se convierta en una maquinaria plebiscitaria jerarquizada, que funcione de arriba abajo. La visibilidad mediática, no suficientemente compartida y distribuida, podría acabar convocando a un cuerpo electoral fragmentado que sólo tiene como referentes al núcleo dirigente que sale en televisión.
El problema contrario, un exceso de democracia directa, genera estancamiento (incapacidad de actuar), ineficacia (no alcanzar objetivos) e ineficiencia (hacerlo a un coste muy alto). Son consecuencias no deseadas, pero a veces inevitables, de una participación masiva en la actividad política.
El nuevo partido ha de encontrar un modelo organizativo, una arquitectura comunicativa, que permita desplegar iniciativa y liderazgo. Asegurando que las consultas ciudadanas no se controlan desde arriba, sino fomentando (no sólo permitiendo) que surjan desde abajo. El riesgo es relegar la deliberación, en favor de plebiscitos que acaben siendo aclamatorios; que refuercen el carisma de los dirigentes en detrimento de la autonomía de sus apoyos sociales.
¿Cómo evolucionará el papel de los círculos? Hay mucha ilusión que podría degenerar en frustración.
Es una incógnita. Se trata de hacer el patrón y el traje a la vez. La casuística de encajes y desencajes entre los círculos y la organización estatal es infinita. Depende de los contextos específicos de los círculos, de sus recursos y modos de organización, de los liderazgos locales y sus horizontes electorales…
¿El partido está preparado para gobernar?
No está preparado para gobernar. Aunque eso es algo que podría argumentarse de los que nos desgobiernan. No sé si lo podrían hacer aún peor. Pero en Podemos al menos han intentado ser cautos. Es imposible que, con apenas un año de existencia, cuenten con cuadros medios. El peligro de los tránsfugas e intrusos resulta inevitable. Hicieron muy bien en anunciar que no se presentarían a las municipales. La falta de gestores, el desbordamiento en términos de popularidad y la acumulación de capital simbólico, con un impacto electoral evidente, lo convierten en una oportunidad jugosa para clientelas ya establecidas o en ciernes.
Presentarse en plataformas ciudadanas permite proyectar la marca Podemos minimizando riesgos, mientras trata de liderar a otras organizaciones. Tras la movilización municipal, se producirá la consolidación de Podemos como marca propia y la emergencia de su papel como catalizador dentro de plataformas ciudadanas, con mayor representatividad del cuerpo social agredido por la crisis. Su principal activo es atraer aquellos sectores más desideologizados o sin experiencia ni tradición militante.
¿Qué cuestionan?
La gran aportación de Podemos a la cultura y el debate políticos es haber desenmascarado que el PSOE era un palanca de control de los centros de poder y que, en términos económicos y sociales, equivalía al PP. Podemos presenta el bipartidismo como el monopolio de una misma casta, que funciona en comandita bajo el paraguas de la monarquía. Por otra parte y no menos importante, ha cuestionado el populismo que podría haber monopolizado la marca blanca del PPSOE, que era UPyD. El lema de la España franquista “una grande y libre” se había travestido en Unidad (una), Progreso (grande) y Democracia (libre). La libertad de última: permisible, una vez asegurada la unidad de destino universal del desarrollismo capitalista.
En España podría haber habido una deriva hacia la antipolítica que, si no es franquista, bebe de las mismas fuentes. Imaginemos el debate sobre Catalunya en un contexto de ascenso de Voox y UPyD. Lo vimos también con la respuesta a los escraches o la condena de la movilización frente a las instituciones, con falsas equivalencias filoterroristas. Los “intelectuales” de UPyD y del PSOE intentaron criminalizar la presión popular a la clase política. Una expresión que consideraban inadecuada y tras la que ahora todo el mundo les califica de casta. Podemos ha servido de cortafuegos al resurgimiento del nacionalismo español; que se intentaba modernizar como jacobino, pero que rezumaba legado franquista. Esto, en cuanto a cultura política.
En cuanto al impacto institucional, Podemos expresa una urgente e inevitable renovación, en el marco de una posible ruptura de la Constitución del 78. Todas las instituciones, incluso la jefatura del Estado, han sido tocadas y luego retocadas por la amenaza de Podemos. Asistimos a cambios antes impensables en la jefatura del Estado y del principal partido de la oposición, en los liderazgos y organizaciones del resto de partidos… Aún cosméticos, pero forzados no sólo por la audacia de Podemos sino por la propia degradación. El panorama de diciembre de 2014 era impensable a comienzos de año. Del asesinato en León pasamos al sainete de Nicolás; de la tragedia a la tragicomedia.
¿Le preocupa el populismo del partido?
El populismo se ha convertido en una herramienta imprescindible, entendida como intento de equiparar al representante con sus representados. A pesar de su carácter ficticio, es una exigencia de la personalización de la cultura mediática. Pero, además, el populismo que sostiene el capitalismo es el consumismo individualista, con un eje retórico: “Serás lo que quieras, acumulando todo lo que te merezcas”. Ser equivale a tener. Existir es poseer. Sin límites.
Se hace necesario, por tanto, formular un populismo de izquierdas que reivindique las solidaridades e identidades colectivas como sostén. Y que éstas sean compatibles con los proyectos de emancipación individual y personal. Por poner un ejemplo, todos queremos estar con nuestros hijos y familias. Es parte de la revolución pendiente. El machismo de la izquierda tradicional desvalorizaba los cuidados familiares como una carga que impedía la acción política. Y, por tanto, se imponían a unas mujeres que fueron fuerza laboral marginada por unos sindicatos mal llamados de izquierda.
Se primó una imagen auto-referencial de la militancia, que se miraba al ombligo y, en el fondo, despreciaba a quienes decía representar. No hizo los deberes tras la caída del Muro en 1989. Pasados 25 años sigue sin entender que el 15-M es parte de las revueltas globales que este verano prendieron en Hong Kong, rebasando los esquemas de la Guerra Fría, la lucha de clases ortodoxa, los patrones de movilización y las militancias clásicas.
Podemos no abandera luchas históricas de la izquierda como la república, el aborto…
La falta de posicionamiento en temas como la República significa que ese mensaje todavía no ha calado. El republicanismo como tal todavía no es hegemonía. En lugar de exigir un cambio en la jefatura del Estado, Podemos exige el derecho a decidir la jefatura. Algo que sí es hegemónico, como lo es el derecho a decidir de las nacionalidades históricas, y no el independentismo. Puede argumentarse que es ambigüedad calculada. Y también, una forma de apelar a una opinión pública crítica, aceptando sus limitaciones e intentando profundizarlas.
¿Qué papel está jugando la indefinición programática de Podemos?
Llevan razón quienes les exigen un lenguaje o posicionamientos más claros. Pero preocupa que estas críticas ignoren o desprecien una cultura democrática que aún está despertando, porque nadie se preocupó de forjarla. O peor aún, que margina la herencia democrática más genuina. Un republicano sigue siendo para muchos españoles un fracasado político. Un activista: un extremista… incluso terrorista. Un sindicalista: un piquetero, un saboteador, un jetas liberado. Una feminista: una castradora. Quienes exigen de Podemos que se identifique como republicana, antipatriarcal, anticapitalista, antifascista… atienden más a sus propios referentes y al imaginario de su identidad política que a la necesidad de apelar y representar a los muchos que sufren y que aún son incapaces de identificarse con esas etiquetas.
¿Qué paralelismos traza entre 2014 y la Transición?
Nunca tuvimos un referente, una sigla, tan a la moda en relación con los proyectos de transformación social. Lo más parecido –pero con mucho menor apoyo popular– son las plataformas que surgieron en el tardofranquismo. Siempre pensamos en la foto de la tortilla en la Casa de Campo del grupo del PSOE que dio el golpe de mando en Suresnes. Pero cabría plantear otros referentes como el Frente de Liberación Popular. Allí convergió la democracia cristiana antifranquista con militantes de izquierda, que luego formarían los movimientos sociales y partidos extraparlamentarios. Había ministros como Ruiz Jiménez que, con la UCD, aprobó la ley a favor de los objetores de conciencia. Y troskistas, que acabaron en la Izquierda Anticapitalista en la que se apoyó Podemos.
Sufrimos una miopía y una ensoñación muy propias de la izquierda española. Igual que los periodistas progres intentaban emular a El País, los votantes de izquierdas asumieron que su voto y militancia sólo eran útiles en el marco de la socialdemocracia. Esos horizontes de participación comunicativa y política están desbordados. Vean si no las cuentas de Prisa y los pronósticos electorales del PSOE. Y ojalá Podemos sea un nuevo FLP y no un PSOE 2.0
¿Qué ingredientes han hecho posible la construcción de Podemos?
Es un ensamblaje de militancias y retales ideológicos que quedaban de la izquierda. Los dirigentes de 40 o 50 y pocos años son la generación que intentó hacer política en los sectores más transformadores del PSOE; por ejemplo, el PDNI de Diego López-Garrido, donde militó Monedero. La engañifa de la OTAN, primero, y los crímenes de estado de los GAL, después, les alejaron de los partidos. Más tarde, intentaron influir sin demasiado éxito en la IU más socialdemócrata de Llamazares.
Por otra parte, están Errejón e Iglesias, que tienen en torno a 30 años. Tras haber trabajado en las juventudes comunistas, abrazan la antiglobalización y se unen a los anteriores en luchas como la recuperación de la Memoria Histórica. Los desencajados del régimen del 78 confluyen con esta generación, que no tiene complejos ni miedos. No vivieron el franquismo y, en cambio, tienen una doble experiencia vital: las movilizaciones europeas anti-globalización y la asesoría política en las revoluciones ciudadanas de los gobiernos latinoamericanos surgidos del altermundismo.
La generación de Monedero rompió de manera frontal con la herencia franquista. Participaron en la insumisión y se negaron a servir en el Ejército que había ganado la Guerra Civil e impuesto una paz “con miedo y sin memoria”. Luego se pusieron a desenterrar y a honrar a sus víctimas, a los abuelos republicanos. La generación de Iglesias, por su parte, rompió con la Transición. Se saltó su mayor máxima: sin pedir permiso, decidieron participar. Primero mediáticamente y luego, electoralmente.
¿Qué dificultades plantea el sistema electoral?
Podemos pelea en un campo de juego, el de la ley electoral, que no le favorece y ha fabricado las mayorías electorales de bipartidismo. Y no es éste el único campo hostil. El parlamentario castiga las vías de participación ciudadana, como la iniciativa legislativa popular. Y ya en el gobierno, las administraciones se gestionan con redes clientelares y devolviendo favores a quienes pagaron la campaña. Por si fuera poco, hay que añadir, entre los gobernados, una tremenda incultura política: fruto de 40 años de adoctrinamiento del nacionalismo españolista, hegemónico y nunca reconocido, que niega la diferencia. Y de una transición que amputó las tradiciones emancipadoras precedentes y cualquier atisbo de disidencia. Por tanto, dificultades para Podemos, todas. Pero el concebirlas como retos y no como barreras significa el primer paso para superarlas.
¿Podemos es oportunista?
Podemos está surfeando en la corriente de movilización que representa el 15-M. Y como todo buen surfista, sabe que no controla la ola. La sigue con sentido de oportunidad, que no es lo mismo que oportunismo, para trazar el mejor camino posible. La política electoral es el aprovechamiento de las oportunidades para remplazar a las élites en el gobierno. El oportunismo, por el contrario, es el ejercicio de los ventajistas, para sacar provecho a toda costa. Empiezan por sus compañeros de viaje, cuando se vuelven incómodos. Y acaban traicionando las promesas de sus votantes.
Es otra de las críticas estúpidas, por prematuras, a Podemos. No diferenciar entre sentido de la oportunidad y oportunismo. Y confundir las olas con el mar de fondo. El surf es una actividad de elites. El mar de fondo son las corrientes de transformación social, los movimientos sociales sin los cuales es impensable una política de cambio estructural.
¿Qué papel han tenido los medios de comunicación?
Podemos es un artefacto comunicativo no identificado. Explota las vías más exitosas de la comunicación política digital y las remezcla con elementos tradicionales. Es líder en redes sociales y en las tertulias, los formatos hegemónicos de los nuevos y viejos votantes. Comenzaron auto-produciendo sus propias tertulias, asegurándose el control del producto final. Realizaron una travesía de aprendizaje, con sesiones de sparring en una tele local durante varios años. Pero se ocuparon de viralizar sus mensajes en las redes, aumentando su impacto en el público en general.
Acabaron haciéndose atractivos, al mismo tiempo, para la TDT party de los ultraconservadores patrios y para las teles digitales de gobiernos enemigos, como el de Irán.
No es algo premeditado. Si no fruto de un líder carismático, con mucho empuje, una gran capacidad de formar equipos y muchas ganas de intervenir. Ni algo sencillo de hacer. Esperanza Aguirre intentó cerrar TeleK. El cierre de los medios convencionales y masivos a Podemos, incluyendo El País y la televisión pública es uno de los bloqueos más reveladores de la impermeabilidad y hostilidad de los medios del régimen a la transformación social.
Alcanzado un estadio de visibilidad y atractivo público innegable, aquellos medios que más dependen de las audiencias, las televisiones comerciales, descubrieron el potencial que encerraban los nuevos portavoces. En algunos casos se convierten en aliados e incluso cuentan con algún periódico. La razón es que los portavoces de Podemos ofrecen canales de empatía directa con grandes sectores de la población. Y esa empatía es doble. Un mensaje de rabia e indignación ante el dolor social y la corrupción institucional. Y, por otra parte, la ilusión por una transformación que no se sentía desde hacía tiempo. Los jóvenes nunca la habían sentido previamente, en una democracia regalada por unos padres sumidos en la resignación, el desencanto o el conformismo.
¿Cuáles serían los referentes políticos de Pablo Iglesias?
Según él mismo, sus principales referentes han sido tres: Julio Anguita, Xosé Manuel Beiras y Rafael Correa. Anguita representa el comunismo y la izquierda clásica, que no encajó por principios (o por falta de cintura) en las redes clientelares que nos malgobiernan. Su demanda básica en su último periodo de actividad política era el cumplimiento íntegro de la Constitución del 78. En concreto, los artículos que blindaban el Estado del bienestar, algo que dinamitó Zapatero a instancias de Merkel.
Xosé Manuel Beiras encarna al líder clásico e intelectual. Primero, del nacionalismo extraparlamentario y, luego, autodeterminista en las instituciones. Rebasó los límites del nacionalismo histórico, trufándolo de internacionalismo y en énfasis en las cuestiones de clase. Para ello, se nutrió de altermundismo y propuso una alianza electoral audaz. Protagonizó el germen de Podemos en Galicia: Alternativa Galega de Esquerdas, que cumplió con creces sus expectativas.
Por último, el de Rafael Correa es, con diferencia, el gobierno más moderado de los tres que componen el eje bolivariano. Es el más occidentalizado, actualmente en una deriva de conservadurismo, pero con una gran efectividad en términos de redistribución y universalización de derechos políticos y económicos.
Los tres referentes aportan. Anguita, la referencia moral y ética anclada en la izquierda pero con valores constitucionales transversales. Beiras, la solidez intelectual, la audacia electoral y la capacidad de reciclarse. Correa, el pragmatismo.
¿Qué características les diferencian de PSOE, IU, Equo…?
Están encarnando una opción transformadora que busca recuperar derechos civiles y el Estado del bienestar, que hemos perdido y que ya era muy precario. Son objetivos que bien podría encarnar un clon de Felipe González pero la clave es la crítica de Podemos al entreguismo del PSOE y la negativa a practicar la misma política. El mayor logro, en este plano, es que el PSOE se vea obligado a elegir entre apoyar como presidente del futuro Gobierno a Mariano Rajoy o a Pablo Iglesias. Y ya sería el acabose si dentro de una década hablásemos de un Presidente de la República con el nombre del fundador del PSOE.
Frente a IU, Podemos ofrece un equipo nuevo y unas ansias de representación de la mayoría social. Rompen las barreras del discurso de la izquierda clásica al tiempo que realiza una crítica más contundente al discurso neoliberal. Renuncia a las coordenadas que asignaban un papel minoritario a la izquierda transformadora. Podemos nace de las primarias abiertas que no se pudieron hacer en IU. Y la renovación de esta última ha evidenciado el compadreo corrupto de cierta nomenclatura con prácticas ya injustificables del régimen del 78. Que, por cierto, respondió de la misma manera que el bipartidismo frente a Podemos: acusando a Tania Sánchez de corrupta. Vamos, que todos somos casta.
Equo no ha podido, hasta el momento, transitar de un partido monotemático a un proyecto de izquierdas con amplio respaldo social, con políticas y una agenda más allá de la defensa del ecologismo. Frente a IU y Equo, Podemos oferta un paraguas discursivo más amplio, propio de un partido atrapalotodo, a la búsqueda de la mayoría social. En conjunto y si cada uno trabajase su electorado, ofrecerían perspectivas factibles de construir juntos una gran coalición. Necesitamos conocer la aritmética de los sondeos para apostar por plataformas electorales conjuntas o no. Y el recuento de los votos, para forjar coaliciones novedosas y variables en administraciones transformadoras frente a la amenaza de la gran coalición bipartidista.
Por último, el Partido X ha sido con diferencia la fuerza más innovadora. Pero, quizás por ese mismo motivo, no ha entendido la contradicción entre su perfil de especialistas técnicos y su capacidad de apelación electoral. Iglesias despierta simpatía y empatía en numerosas clases sociales, de manera transversal. Falciani es un personaje todavía por explicar. La mayoría de la población no entiende el alcance de situar un hacker en el Parlamento Europeo y me temo que sus propuestas resultarían aún ininteligibles para los votantes de más de 40 años.
El perfil de los integrantes de Podemos es bastante más joven que los de PSOE, PP o IU.
La generación de los 30 ha impugnado de plano el derrotismo de las que tienen 40 años, y más. Las elecciones europeas señalan que la victoria era posible y lo desencadenado en apenas medio año así lo confirma. Ya no cabe sumirse en el fracaso de las derrotas, lamerse las heridas de la autoculpa o embriagarse cinismo hedonista. Hay una ley electoral indeleble, los viejos líderes y sus votantes mueren.
[Víctor Sampedro Blanco es catedrático de Comunicación Política. Su último libro es El Cuarto Poder en Red (Icaria), ya traducido al gallego y al portugués (Abooks)]

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