En los momentos de crisis es cuando las personas muestran su auténtica y verdadera personalidad, su nivel de fiabilidad y lealtad.
A lo largo de la vida toca enfrentarse en ocasiones a situaciones de rechazo de amistades. Gente a la que considerábamos amigos de repente nos da la espalda. Es triste pero inevitable (como la muerte de familiares). Ellos se lo pierden. No se puede forzar que alguien te quiera. Otros mejores vendrán. No hay que echarse culpas ni deprimirse. No es justo ni merecido pero es una parte de la existencia en la vida real adulta que tenemos que aceptar y superar. Sólo hay que seguir adelante, mantener la confianza en uno mismo y esperar.
No hay que temer a la soledad. Cuando uno está solo está con alguien que le quiere, le conoce y le comprende bien. Si eres capaz de estar solo puedes disfrutar de cualquier situación y no tendrás necesidad ni dependencia de ninguna persona.
Siempre hay que reforzar la creencia en que es mejor estar solo que mal acompañado y apoyarse en las personas que amamos y nos aman. Todos somos iguales y diferentes y la simpatía se funda en muchas motivaciones instintivas emocionales fuera del control intelectual voluntario. En los grupos los individuos toman decisiones basadas a veces en el miedo y la cobardía. Esto es patético y lamentable pero responde al instinto innato de conservación de los seres humanos.
Cuando recibimos un revés afectivo el instinto de conservación nos impulsa a acorazarnos para evitar recibir más daño, pero superado el dolor inicial hay que procurar abrirse a nuevas relaciones. Merece la pena arriesgarse para ganar nuevos amigos de calidad. Durante toda la vida tendremos ante nosotros la tarea de esforzarnos en buscar la proximidad de las buenas personas y huir de las tóxicas. A veces no es fácil establecer la diferencia y podemos cometer algunos errores, pero, a la larga si somos buenos, sinceros y generosos recibiremos de los que nos rodean cariño, afecto y empatía. Como explica Erich Fromm en "El arte de amar" la única forma que existe de producir amor (hacia nosotros) es amar. O sea que como uno recibe lo que da, si tratamos bien a los demás nos devolverán igual trato. Es cierto que la amistad íntima y el amor erótico sólo pueden darse entre contadas personas pero no es tan difícil encontrarlas si las buscamos. En el planeta hay infinidad de seres humanos con el mismo objetivo de dar y obtener afecto para ser felices compartiendo los momentos de dicha y los sinsabores que componen el devenir de la vida.
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