Moral sexual católica
La moral sexual católica, promulgada por la autoridad del Magisterio de la Iglesia Católica, se deriva de la ley natural, la Biblia y la tradición apostólica. Como toda moral sexual, evalúa la bondad del comportamiento sexual y proporciona principios generales por los que evaluar la moralidad de cada acto.
La Iglesia Católica enseña que la vida humana y la sexualidad humana son ambas inseparables y sagradas;1 y condenó como herejía el maniqueísmo (creer que el espíritu es bueno mientras la carne es mala). Por tanto la Iglesia no considera al sexo como pecaminoso o como un obstáculo para una vida plena en la gracia. Al creer que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, y que al considerar todo lo creado vio que era bueno;2 la Iglesia Católica considera que tanto el cuerpo humano como el sexo son buenos. El Catecismo enseña que la carne es soporte de la salvación.3 La Iglesia considera la expresión de amor entre marido y mujer como la forma más elevada de actividad humana, al unirlos como lo hace en un completo y mutuo autodarse y abrir su relación a la creación de nueva vida. Estos actos, con los cuales los esposos se unen en casta intimidad, y a través de los cuales se transmite la vida humana, son, como ha recordado el Concilio, "honestos y dignos".4 Es en los casos en que la expresión sexual se efectúa fuera del sacramento matrimonial, o en que la función reproductiva se frustra deliberadamente, incluso aunque lo sea dentro del matrimonio, cuando la Iglesia Católica expresa su juicio moral.
La Iglesia considera pecado la actividad sexual extramatrimonial porque viola el propósito de la sexualidad humana al participar en el acto conyugal antes del matrimonio. El acto conyugal mira a una unidad profundamente personal que, más allá de la unión en una sola carne, conduce a no tener más que un corazón y un alma5 ya que el vínculo matrimonial debe ser un signo del amor entre Dios y la humanidad.6
La Iglesia requiere que sus miembros no practiquen la masturbación, la fornicación, el adulterio, la pornografía, la prostitución, la violación, los actos homosexuales,7 y los métodos anticonceptivos.8 Específicamente, intervenir en un aborto puede acarrear la pena de excomunión.9
Vaticano: católicos ignoran su doctrina sexual
THE ASSOCIATED PRESS
CIUDAD DEL VATICANO -- El Vaticano admitió el jueves que muchos católicos a lo largo y ancho del mundo rechazan sus enseñanzas sobre la sexualidad y consideran que asuntos como la utilización de anticonceptivos son una intromisión en su vida privada. Además ignoran otras doctrinas sobre el matrimonio, el divorcio y la homosexualidad.
El Vaticano acusó a sus propios sacerdotes de ser gran parte del problema. Dijo que no estaban haciendo un buen trabajo a la hora de educar a los fieles acerca de las enseñanzas esenciales de la iglesia y tampoco ayudando a las familias con problemas.
El análisis aparece dentro de un documento hecho público el jueves que resume los resultados de un cuestionario enviado el año pasado por el Vaticano a las distintas Conferencias Episcopales del mundo con el objetivo de preparar un estudio de dos años sobre asuntos familiares encargado por el papa Francisco.
Miles de católicos seglares, sacerdotes y académicos respondieron proporcionando al Vaticano valiosa información de a pie de calle para poder abrir un debate.
El Papa Francisco, en preparación al Sínodo sobre la familia (2015), ha hecho llegar directamente a los católicos 39 preguntas sobre este tema y otros afines. Las conferencias de Alemania, Japón, Austria, Suiza, Bélgica y Francia, han hecho públicas sus respuestas. Estas son impactantes.
La conclusión que emerge de un modo contundente de ellas es la siguiente: lo que la Iglesia enseña no es lo que la Iglesia practica. No en el sentido de que los católicos vivan inmoralmente. El problema es la enorme distancia entre lo que los católicos creen que debe ser la moral sexual y la enseñanza oficial de la Iglesia. Según la Iglesia alemana, “las respuestas llegadas de las diócesis permiten entrever cuán grande es la distancia entre los bautizados y la doctrina oficial”.
Son muchos los aspectos en los cuales las respuestas reflejan esta inconsistencia. Esta se hace evidente a propósito de tres temas. Uno, atañe a la paternidad responsable. Los católicos, en su inmensa mayoría, no siguen la doctrina de Humanae vitae. Para la Iglesia en Francia, “una amplia mayoría de respuestas indica que la encíclica Humanae vitae (1968) condujo a muchas parejas a romper con la doctrina de la Iglesia. La insistencia de la Iglesia en este punto les parece incomprensible”.
En un tono moderado se reconoce que la realidad familiar plantea problemas preocupantes a la pastoral. En él se destaca que, aun cuando los católicos valoran mucho la familia, “existe una distancia preocupante entre la familia en las formas como se la conoce hoy y la enseñanza de la Iglesia al respecto. La familia se encuentra objetivamente en un momento muy difícil, con realidades, historias y sufrimientos complejos, que requieren una mirada compasiva y comprensiva”.
Un segundo tema –hoy exasperante– es la exclusión de los sacramentos de las personas divorciadas y vueltas a casar, y de sus parejas. Según la Iglesia suiza, “la inmensa mayoría de los católicos (cerca de un 90%), espera que también la Iglesia reconozca y bendiga a estas parejas. El requerimiento formulado con mayor insistencia a los obispos y a la Iglesia en Suiza, es de abolir la práctica común respecto de los divorciados vueltos a casar, considerada discriminatoria y no inspirada por la caridad cristiana. Tal práctica es rechazada por los participantes por motivos religiosos y con referencia expresa al mensaje cristiano”.
El tercer asunto importante en el cual también se manifiesta una enorme fisura, es en la valoración que los católicos tienen de otras formas de vivir la sexualidad fuera del matrimonio. La inmensa mayoría no ve ningún problema, muchas veces todo lo contrario, en las relaciones prematrimoniales y, aunque no en la misma proporción, está de acuerdo con las uniones o los matrimonios homosexuales.
No ha correspondido a las conferencias ofrecer salida a esta crítica situación. Con todo, podrá decirse que un nuevo planteamiento doctrinal-pastoral tendrá que tener muy en cuenta que los católicos son culturalmente muy diversos. Vivir la sexualidad en Japón donde ellos son apenas el 0,35% de la población, donde casi no hay familias completamente cristianas, no es lo mismo que hacerlo en América Latina. En Latinoamérica habría que tomar muy en cuenta, por ejemplo, cómo llega a formarse la familia popular. La convivencia premarital es una costumbre acendrada en los sectores latinoamericanos más pobres.
Las respuestas a las 39 preguntas dejan planteada una nueva interrogante: ¿elaborará la Iglesia del Papa Francisco un planteamiento doctrinal-pastoral de la sexualidad y afectividad humanas más evangélico, es decir, con la capacidad de llevar la buena nueva de Jesús hasta el último de los seres humanos, epocal y contextualmente considerado?
Recién esta semana la Santa Sede ha hecho público el Instrumentum laboris, que recoge las respuestas de todas las conferencias episcopales del mundo, incluidas las comentadas en esta columna. Este será el documento discutido en el Sínodo preparatorio a realizarse el próximo octubre. En un tono moderado se reconoce que la realidad familiar plantea problemas preocupantes a la pastoral. En él se destaca que, aun cuando los católicos valoran mucho la familia, “existe una distancia preocupante entre la familia en las formas como se la conoce hoy y la enseñanza de la Iglesia al respecto. La familia se encuentra objetivamente en un momento muy difícil, con realidades, historias y sufrimientos complejos, que requieren una mirada compasiva y comprensiva. Esta mirada es lo que permite a la Iglesia acompañar a las familias como son en la realidad y a partir de aquí anunciar el Evangelio de la familia según su necesidades específicas” (31).
El Papa Francisco ha puesto en juego su pontificado. El asunto en cuestión tiene máxima importancia. Sería innoble pensar que las suyas sean preguntas retóricas. El Sínodo tendrá que tomar en serio las respuestas provenientes de la práctica creyente de los católicos. Tendrá que ofrecerles vías evangélicas, esto es, caminos razonables y profundamente humanos de vivir la sexualidad. Bien parece que ha llegado la hora de hacerse cargo de la realidad.
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