Lunes 19 de diciembre de 2005 La Nación http://www.lanacion.com.ar/766008
Convocada por las Naciones Unidas, tuvo lugar en Montreal, Canadá, una nueva conferencia sobre el cambio climático, a la que asistieron delegaciones de 190 países. Como en anteriores reuniones, las metas fueron modestas en cuanto al objetivo prioritario de la preservación atmosférica. Pese a los elogios del secretariado de la ONU, los objetivos alcanzados se limitaron a asegurar que los países industrializados, que ya habían ratificado su aprobación al Protocolo de Kyoto (PK), llevarán adelante el compromiso de mitigar la emisión de gases contaminantes (dióxido de carbono, metano y otros) en un 5 por ciento en relación con los niveles registrados en 1990, meta a la que se proyecta acceder en 2012. Otros objetivos dentro del mismo problema ambiental han de ser fruto de negociaciones que continuarán en futuras conferencias.
El "efecto invernadero" es un drama que se desarrolla en el escenario mundial. Su desenlace es incierto: si los gobiernos no toman las medidas necesarias para neutralizar el peligro creciente del calentamiento terrestre, el último acto de la obra será catastrófico para todos. Es de lamentar que no exista todavía conciencia clara de los riesgos latentes y, a menudo, pareciera que los intereses económicos son más fuertes que la voluntad de vivir o de pensar y actuar con miras a dejarles un mundo habitable a las futuras generaciones. En la trama planteada desde que se expuso la cuestión, los Estados Unidos -que ocupan el primer lugar como emisor de los gases que deterioran el clima- han resistido hasta ahora la ratificación del Protocolo de Kyoto, pese a enfrentar la oposición cerrada de la Unión Europea y de países como Japón y Canadá. El sorpresivo arribo del ex presidente de los Estados Unidos Bill Clinton a la conferencia, en la cual se pronunció por una revisión de la posición tomada por su país, dio aliento a las negociaciones en marcha, aunque el gobierno de Washington insistió en que las conclusiones que siguieran no tendrían efecto vinculante para las decisiones políticas.
Hay aspectos llamativos en el curso de estas reuniones. Ni China -segundo responsable mundial de la alteración climática- ni la India están obligados por el PK; los países en vías de desarrollo, tampoco. Con respecto a estos últimos, Rusia pidió que en la próxima reunión esos países también asumiesen compromisos de reducción. Ante ese planteo, Brasil, Nueva Guinea y otras naciones dotadas de ricas selvas en sus territorios, respondieron que participarían en la defensa ambiental a través del llamado "mercado del carbono". Dicho en otros términos, los países preservarían sus bosques purificadores de la atmósfera terrestre si las naciones industrializadas les ofrecieran pagos a cambio. En tanto, los países industrializados al hacerlo se reservarían así cuotas a su favor para seguir emitiendo gases. Este curioso mercado es una posibilidad nada clara y hasta contradictoria en sí misma. Propuesta en anteriores conferencias, su interés luego decayó. Lo cierto es que su aprobación todavía está distante y será objeto de tratamiento futuro. En suma, como declaró el vocero de una organización ambientalista: "El cambio climático sigue siendo más rápido que el político". Si esa realidad no se modifica, el drama del calentamiento global puede concluir en una tragedia anunciada.
Convocada por las Naciones Unidas, tuvo lugar en Montreal, Canadá, una nueva conferencia sobre el cambio climático, a la que asistieron delegaciones de 190 países. Como en anteriores reuniones, las metas fueron modestas en cuanto al objetivo prioritario de la preservación atmosférica. Pese a los elogios del secretariado de la ONU, los objetivos alcanzados se limitaron a asegurar que los países industrializados, que ya habían ratificado su aprobación al Protocolo de Kyoto (PK), llevarán adelante el compromiso de mitigar la emisión de gases contaminantes (dióxido de carbono, metano y otros) en un 5 por ciento en relación con los niveles registrados en 1990, meta a la que se proyecta acceder en 2012. Otros objetivos dentro del mismo problema ambiental han de ser fruto de negociaciones que continuarán en futuras conferencias.
El "efecto invernadero" es un drama que se desarrolla en el escenario mundial. Su desenlace es incierto: si los gobiernos no toman las medidas necesarias para neutralizar el peligro creciente del calentamiento terrestre, el último acto de la obra será catastrófico para todos. Es de lamentar que no exista todavía conciencia clara de los riesgos latentes y, a menudo, pareciera que los intereses económicos son más fuertes que la voluntad de vivir o de pensar y actuar con miras a dejarles un mundo habitable a las futuras generaciones. En la trama planteada desde que se expuso la cuestión, los Estados Unidos -que ocupan el primer lugar como emisor de los gases que deterioran el clima- han resistido hasta ahora la ratificación del Protocolo de Kyoto, pese a enfrentar la oposición cerrada de la Unión Europea y de países como Japón y Canadá. El sorpresivo arribo del ex presidente de los Estados Unidos Bill Clinton a la conferencia, en la cual se pronunció por una revisión de la posición tomada por su país, dio aliento a las negociaciones en marcha, aunque el gobierno de Washington insistió en que las conclusiones que siguieran no tendrían efecto vinculante para las decisiones políticas.
Hay aspectos llamativos en el curso de estas reuniones. Ni China -segundo responsable mundial de la alteración climática- ni la India están obligados por el PK; los países en vías de desarrollo, tampoco. Con respecto a estos últimos, Rusia pidió que en la próxima reunión esos países también asumiesen compromisos de reducción. Ante ese planteo, Brasil, Nueva Guinea y otras naciones dotadas de ricas selvas en sus territorios, respondieron que participarían en la defensa ambiental a través del llamado "mercado del carbono". Dicho en otros términos, los países preservarían sus bosques purificadores de la atmósfera terrestre si las naciones industrializadas les ofrecieran pagos a cambio. En tanto, los países industrializados al hacerlo se reservarían así cuotas a su favor para seguir emitiendo gases. Este curioso mercado es una posibilidad nada clara y hasta contradictoria en sí misma. Propuesta en anteriores conferencias, su interés luego decayó. Lo cierto es que su aprobación todavía está distante y será objeto de tratamiento futuro. En suma, como declaró el vocero de una organización ambientalista: "El cambio climático sigue siendo más rápido que el político". Si esa realidad no se modifica, el drama del calentamiento global puede concluir en una tragedia anunciada.
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