lunes, marzo 19, 2012

Una escuela pública y laica. En la escuela debe generarse el auténtico ciudadano a través de una reflexión plena, libre y crítica. ANTONIO Aramayona


La educación, en manos durante siglos de instituciones privadas, ha sido en nuestro país la vía formativa de las élites políticas y económicas, así como también su instrumento ideológico principal. Paralelamente, los estratos más desfavorecidos de la sociedad han estado sumidos en la ignorancia y el analfabetismo: aquí y allá, un maestro impartía rudimentarios conocimientos antes de que el niño fuese arrancado al mundo del trabajo.

Esta situación ha continuado enquistada hasta etapas cercanas: en 1980, la cuarta parte de la población mayor de 16 años era analfabeta funcional o carecía de estudios y al inicio de la democracia española un 10% de niños de 6 a 11 años no estaban escolarizados. De los 12 a los 14 años, solamente un 65% iba a la escuela, y casi dos tercios de los jóvenes de entre 15 y 16 años no seguían estudios secundarios postobligatorios. España estaba, pues, muy alejada del cumplimiento del derecho universal a la educación, sobradamente alcanzado en los países europeos.

La Constitución y la Carta de los Derechos Humanos declaran que todos tenemos derecho a recibir una adecuada educación, para poder desenvolvernos bien en el mundo profesional, social y cultural, llegar a ser personas cabales y desarrollarnos plenamente como humanos, pues de la educación han de surgir personas autónomas, libres, con criterio propio, comprometidas con el mundo y el entorno, solidarias, respetuosas e inquietas. Este es el panorama global de la educación, el bosque. El resto, siendo necesario, solo son árboles.

PUES BIEN, nada de esto es posible sin una interiorización real de los contenidos y los valores: las asignaturas, los exámenes o los horarios escolares adquieren sentido solo dentro una permanente fluencia de ideas, datos e inquietudes que el alumnado deberá ir asimilando y configurando al ritmo de sus necesidades vitales. El proceso de enseñanza-aprendizaje ha de ser siempre dinámico, pues el verdadero conocimiento cristaliza en una auténtica construcción (intelectual, emocional, social...) efectuada por la persona que aprende.

En la escuela debe generarse el auténtico ciudadano a través de una reflexión plena, libre y crítica, y una completa información veraz y científica, donde la razón y la libertad son sus principios rectores, en plena igualdad de condiciones y de oportunidades, sin discriminación alguna. No otra cosa es la escuela pública y laica.

Es el poder soberano del pueblo el que se otorga el derecho y el deber de educar a sus nuevas generaciones como personas y ciudadanos libres, autónomos y dispuestos a ejercer sus derechos guiados por la razón y la libertad, y no por fórmulas de orden religioso o metafísico. Precisamente porque la educación ha de fundarse sobre la razón y el pensamiento libre, ha de ser necesariamente pública y laica, puesto que es un compromiso del pueblo por que todos puedan ejercer sus derechos mediante el desarrollo del pensamiento libre, la formación en el saber científico y racional, en plena y real igualdad de condiciones y oportunidades.

Por su parte, la escuela privada cuenta principalmente con el sostén y la cooperación militante de la Iglesia católica, irónicamente descrita por Jean Jaurès como "guardiana de las puertas del cielo y protectora de los tesoros de la tierra". Ateniéndonos a los hechos, se afana por el poder y conservar sus privilegios, lo que explica sus campañas falsarias contra la enseñanza pública, laica y racional, sin que, de hecho, haya realmente algo que constituya una ofensa para la conciencia de la ciudadanía. En realidad, se parapeta tras un aluvión de confusos subterfugios para no dejar que la escuela pública pueda formar sin paliativos a la ciudadanía en la plena libertad de conciencia.

No se trata de negar el derecho a educar a los hijos o el derecho de toda institución privada a dar a conocer democráticamente su ideario, sino de establecer que por encima de todo está el derecho del niño a una educación universal, gratuita, libre, racional y crítica, en plena igualdad de condiciones y oportunidades. Y eso solo es posible en una escuela pública y laica.

No se trata de borrar del mapa a nadie, sino de dotar a la escuela pública de cuantos medios, personal y servicios son necesarios para que pueda llevar a cabo sus fines educativos en todos y cada uno de los barrios, localidades y comarcas de Extremadura y del mundo, pues antes de cualquier concierto con la privada ha de quedar garantizada una educación pública, laica, integradora, universal y de calidad.

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