La pareja feliz: estrategias para conocer y resolver los problemas de la pareja.
La pareja es una forma de relación que resuelve muchos de los problemas afectivos y prácticos de las personas... pero NO todos. Debe evitarse su sobrevaloración ya que, inevitablemente, la convivencia (más cuanto más estrecha y continua sea) acarrea discusiones y roces.
Ante un periodo de crisis, puede ocurrir que experimentemos malestar y dolor pero no seamos capaces de identificar las causas y posibles soluciones.
1. Problemas derivados de compartir elementos necesarios, a veces, con exclusividad. El baño, la cocina, el fregadero, la televisión, el ordenador, vídeo consolas, el teléfono... Alguna vez querremos usarlos y los está utilizando el otro, lo que genera disgusto y resentimiento. O se establecen turnos, o se compra otro. Aguantarse a la larga es malo. Por ello las personas que han vivido solas durante años difícilmente se adaptan a la vida en pareja. Es bueno tener aficiones y amigos propios no necesariamente comunes, reductos o parcelas de libertad propios e individuales. Aporta más al crecimiento de la pareja realizar actividades por separado (y luego reunirse y compartir las aportaciones) que estar todo el día pegados acompañándose (dos personas pegadas se vuelven inválidas por separado: suman 0,5+0,5=1, en vez de 1+1=2).
2. El agobio o falta de espacio vital ante el deseo del otro de mayor unión e intimidad. Más frecuente entre los varones. Difícil de solucionar en minipisos o camas con hondonada.
3. Desagrado e irritación ante las presiones, exigencias y reproches del otro, que quiere que realicemos sin más dilación una serie de tareas ante las que cedemos a la procastinación. Es preciso el diálogo calmado (poniéndose en el lugar del otro) y la negociación (o mediación por un tercero). Son las técnicas básicas de resolución de conflictos.
4. El estrés laboral, social, familiar o de cualquier origen (por sufrir una enfermedad, etc.) causa vulnerabilidad e hipersensibilidad y consiguientemente malas respuestas, piques, enfados, discusiones, inhibición del deseo sexual... que se encadenan en un constante círculo vicioso. Hay que evitar descargar nuestra agresividad en el otro liberándola mediante la práctica del ejercicio o de técnicas de relajación. Cuando se percibe que uno está en una crisis de ansiedad es mejor advertir al otro y dejar la conversación para otro momento, pero no muy lejano: "Ahora me encuentro de mal humor. He tenido un mal día".
5. Si la única persona de nuestra confianza es nuestro compañero tenemos un problema. Hay que procurar diversificar nuestro soporte afectivo y tener amigos o amigas (o familiares o terapeutas) en los que confiar y desahogar nuestras "neuras".
6. Durmiendo con mi enemigo. Hay un momento crítico en que se hace precisa la ayuda experta de un terapeuta psicólogo o psiquiatra. Cuando sentimos agresividad constante y resentimiento hacia la pareja por acúmulo de ofensas y rencillas, exceso de conflictos sin resolver, deudas pendientes, deseo de venganza (arreglar cuentas), competición por el afecto de los hijos, padres o amigos... Es decir cuando disfrutamos haciendo daño al otro (estando en su contra), cuando estamos a punto de llegar a las manos o ya nos hemos agredido: "La guerra de los Rose". Hay que valorar seriamente si merece la pena continuar peleando y sufriendo. Es difícil volver a amar al que has odiado y tal vez la única solución sea la ruptura (y probar con otra persona desde cero evitando caer en los mismos errores).
7. Siempre hay que estar pendiente de las necesidades del otro, proporcionarle reconocimiento (valorar todos sus éxitos y realizaciones) ser cariñoso, amable, comprensivo y paciente. Y, sobre todo, hacerle ver que estás de su lado, que formas parte del mismo equipo. Es bueno compartir actividades juntos y disfrutar en compañía (aunque hay cosas que es mejor hacer por separado). También es muy útil restar importancia a casi todo mediante el humor (evitando la crítica personal y prefiriendo siempre reírse de uno mismo).
8. La comunicación es la base de la relación. Su carencia origina desconfianza, tristeza y numerosos malentendidos fuente de conflictos. Ante la duda casi siempre se piensa mal y se yerra en la suposición. Hay que esforzarse por tender puentes, por crear códigos, por preguntar sin herir. Si la comunicación falla se cosifica al otro (se le despersonaliza) reduciéndolo a una suma de tópicos y estereotipos ("Es huraño, detesta el pescado y se muerde las uñas").
La pareja es una forma de relación que resuelve muchos de los problemas afectivos y prácticos de las personas... pero NO todos. Debe evitarse su sobrevaloración ya que, inevitablemente, la convivencia (más cuanto más estrecha y continua sea) acarrea discusiones y roces.
Ante un periodo de crisis, puede ocurrir que experimentemos malestar y dolor pero no seamos capaces de identificar las causas y posibles soluciones.
1. Problemas derivados de compartir elementos necesarios, a veces, con exclusividad. El baño, la cocina, el fregadero, la televisión, el ordenador, vídeo consolas, el teléfono... Alguna vez querremos usarlos y los está utilizando el otro, lo que genera disgusto y resentimiento. O se establecen turnos, o se compra otro. Aguantarse a la larga es malo. Por ello las personas que han vivido solas durante años difícilmente se adaptan a la vida en pareja. Es bueno tener aficiones y amigos propios no necesariamente comunes, reductos o parcelas de libertad propios e individuales. Aporta más al crecimiento de la pareja realizar actividades por separado (y luego reunirse y compartir las aportaciones) que estar todo el día pegados acompañándose (dos personas pegadas se vuelven inválidas por separado: suman 0,5+0,5=1, en vez de 1+1=2).
2. El agobio o falta de espacio vital ante el deseo del otro de mayor unión e intimidad. Más frecuente entre los varones. Difícil de solucionar en minipisos o camas con hondonada.
3. Desagrado e irritación ante las presiones, exigencias y reproches del otro, que quiere que realicemos sin más dilación una serie de tareas ante las que cedemos a la procastinación. Es preciso el diálogo calmado (poniéndose en el lugar del otro) y la negociación (o mediación por un tercero). Son las técnicas básicas de resolución de conflictos.
4. El estrés laboral, social, familiar o de cualquier origen (por sufrir una enfermedad, etc.) causa vulnerabilidad e hipersensibilidad y consiguientemente malas respuestas, piques, enfados, discusiones, inhibición del deseo sexual... que se encadenan en un constante círculo vicioso. Hay que evitar descargar nuestra agresividad en el otro liberándola mediante la práctica del ejercicio o de técnicas de relajación. Cuando se percibe que uno está en una crisis de ansiedad es mejor advertir al otro y dejar la conversación para otro momento, pero no muy lejano: "Ahora me encuentro de mal humor. He tenido un mal día".
5. Si la única persona de nuestra confianza es nuestro compañero tenemos un problema. Hay que procurar diversificar nuestro soporte afectivo y tener amigos o amigas (o familiares o terapeutas) en los que confiar y desahogar nuestras "neuras".
6. Durmiendo con mi enemigo. Hay un momento crítico en que se hace precisa la ayuda experta de un terapeuta psicólogo o psiquiatra. Cuando sentimos agresividad constante y resentimiento hacia la pareja por acúmulo de ofensas y rencillas, exceso de conflictos sin resolver, deudas pendientes, deseo de venganza (arreglar cuentas), competición por el afecto de los hijos, padres o amigos... Es decir cuando disfrutamos haciendo daño al otro (estando en su contra), cuando estamos a punto de llegar a las manos o ya nos hemos agredido: "La guerra de los Rose". Hay que valorar seriamente si merece la pena continuar peleando y sufriendo. Es difícil volver a amar al que has odiado y tal vez la única solución sea la ruptura (y probar con otra persona desde cero evitando caer en los mismos errores).
7. Siempre hay que estar pendiente de las necesidades del otro, proporcionarle reconocimiento (valorar todos sus éxitos y realizaciones) ser cariñoso, amable, comprensivo y paciente. Y, sobre todo, hacerle ver que estás de su lado, que formas parte del mismo equipo. Es bueno compartir actividades juntos y disfrutar en compañía (aunque hay cosas que es mejor hacer por separado). También es muy útil restar importancia a casi todo mediante el humor (evitando la crítica personal y prefiriendo siempre reírse de uno mismo).
8. La comunicación es la base de la relación. Su carencia origina desconfianza, tristeza y numerosos malentendidos fuente de conflictos. Ante la duda casi siempre se piensa mal y se yerra en la suposición. Hay que esforzarse por tender puentes, por crear códigos, por preguntar sin herir. Si la comunicación falla se cosifica al otro (se le despersonaliza) reduciéndolo a una suma de tópicos y estereotipos ("Es huraño, detesta el pescado y se muerde las uñas").
1 comentario:
Espectacular los tips.... lo tendre en cuenta... me sirvio de mucha ayuda...
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