Cuando las abuelas ya no dicen ¡Dios mío! y los niños no tienen ni idea de religión. Por: Clara Blanchar. foto: escaparate de trajes de Comunión
Cada día, de camino al cole, la de cuatro años se planta ante la tienda de vestidos de novia y elije un traje distinto. Ahora han puesto los de comunión y todavía molan más, porque hay fotos de niñas con guantes blancos, rosario y cara de no haber roto un plato. Ella dice que son “niñas mayores que se casan con niños mayores”. Y yo no se lo discuto. Me da una pereza enorme explicarle que no, que son vestidos de comunión, y tener que responder a la pregunta automática: ¿qué es la comunión?
¿Por dónde empezaría? Ni en la familia ni el entorno hay nadie creyente, o por lo menos no lo verbaliza. Ningún niño va a escuela religiosa, nadie ha hecho la comunión, nadie se ha casado por la Iglesia… Ir a misa tampoco entra en nuestros planes. Yo no estoy ni bautizada, mis padres son progres de los que en los setenta criticaban todo el día a la Iglesia y los curas. Aunque fuera por esa vía, de bien pequeño sabías que había gente que creía en Dios, que es un ser superior, y gente que no. A mi me había tocado que no, aunque me gustara ir a misa con mi abuela y verla cantar como una Castafiore.
El repertorio de muletillas religiosas de la abuela no tenía fin. Si Dios quiere, virgen santa, ¡virgen santísima!, madre de dios, madre mía del amor hermoso… Mi abuelo, cuando se enfadaba soltaba un ¡caguen Judas! y si se enfadaba mucho, un ¡mecagüen los sietepilaresqueaguantanlaletrinadedios! (em cago en elsetpilarsqueaguantenlacagadoradedéu, para ser exactos).
Quieras que no, todo eso te daba un poso y si, como es mi caso, preguntabas más que Mafalda, aprendías un huevo de historia sagrada. Porque mi abuela, la pobre, intentó que tuviéramos fe hasta el último día y tenía mucho desparpajo explicando pasajes de la Biblia. La de cuatro años, en cambio, hace unas semanas, en Córdoba, al ver un Cristo en la cruz preguntó que si no tenía frío ese señor de ahí arriba en calzoncillos.
No estoy haciendo apología de la ignorancia. Lo que intento decir es que la ausencia de referentes a la religión para mi hija es total. Hacemos Belén, sí. Con nacimiento, pastores, río, patos, ovejas, cocodrilos, los siete enanitos, Kenny de South Park y toda la parentela imaginable “que están muy contentos y le traen regalos al niño Jesús”.
Tiene toda la vida para saber que hay gente que tiene fe, en nuestro Dios y en otros. Para creer, si quiere. Y para aprender historia. La nuestra y la de las demás civilizaciones, así que ya se pondrá al día. A mi, a sus cuatro años, y a las nueve menos cuarto de la mañana, me da pereza.
Cada día, de camino al cole, la de cuatro años se planta ante la tienda de vestidos de novia y elije un traje distinto. Ahora han puesto los de comunión y todavía molan más, porque hay fotos de niñas con guantes blancos, rosario y cara de no haber roto un plato. Ella dice que son “niñas mayores que se casan con niños mayores”. Y yo no se lo discuto. Me da una pereza enorme explicarle que no, que son vestidos de comunión, y tener que responder a la pregunta automática: ¿qué es la comunión?
¿Por dónde empezaría? Ni en la familia ni el entorno hay nadie creyente, o por lo menos no lo verbaliza. Ningún niño va a escuela religiosa, nadie ha hecho la comunión, nadie se ha casado por la Iglesia… Ir a misa tampoco entra en nuestros planes. Yo no estoy ni bautizada, mis padres son progres de los que en los setenta criticaban todo el día a la Iglesia y los curas. Aunque fuera por esa vía, de bien pequeño sabías que había gente que creía en Dios, que es un ser superior, y gente que no. A mi me había tocado que no, aunque me gustara ir a misa con mi abuela y verla cantar como una Castafiore.
El repertorio de muletillas religiosas de la abuela no tenía fin. Si Dios quiere, virgen santa, ¡virgen santísima!, madre de dios, madre mía del amor hermoso… Mi abuelo, cuando se enfadaba soltaba un ¡caguen Judas! y si se enfadaba mucho, un ¡mecagüen los sietepilaresqueaguantanlaletrinadedios! (em cago en elsetpilarsqueaguantenlacagadoradedéu, para ser exactos).
Quieras que no, todo eso te daba un poso y si, como es mi caso, preguntabas más que Mafalda, aprendías un huevo de historia sagrada. Porque mi abuela, la pobre, intentó que tuviéramos fe hasta el último día y tenía mucho desparpajo explicando pasajes de la Biblia. La de cuatro años, en cambio, hace unas semanas, en Córdoba, al ver un Cristo en la cruz preguntó que si no tenía frío ese señor de ahí arriba en calzoncillos.
No estoy haciendo apología de la ignorancia. Lo que intento decir es que la ausencia de referentes a la religión para mi hija es total. Hacemos Belén, sí. Con nacimiento, pastores, río, patos, ovejas, cocodrilos, los siete enanitos, Kenny de South Park y toda la parentela imaginable “que están muy contentos y le traen regalos al niño Jesús”.
Tiene toda la vida para saber que hay gente que tiene fe, en nuestro Dios y en otros. Para creer, si quiere. Y para aprender historia. La nuestra y la de las demás civilizaciones, así que ya se pondrá al día. A mi, a sus cuatro años, y a las nueve menos cuarto de la mañana, me da pereza.
El 45% de los alumnos de clase de religión católica justifica el aborto según la Fundación SM
«El 77,5% de las familias valora con satisfacción las clases de Religión que reciben sus hijos», según declaró Carlos Esteban, director de la revista Religión y Escuela y autor del informe de la Fundación SM 'Protagonistas de la clase de Religión', presentado el pasado 20 de mayo en Madrid. Ha llamado la atención el dato de que el rechazo al aborto entre el alumnado que estudia Religión Católica es muy escaso: el 45% lo justifica, el 28% no lo justifica y al resto, el 26%, le resulta indiferente.
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