LOS ESPAÑOLES Y LAS INSTITUCIONES | SANIDAD, DOCENCIA Y POLICÍA
Altruistas y protectores
El ciudadano reconoce la labor de los profesionales del servicio público y de entidades independientes
Sin entrar aquí en consideraciones de alcance más genérico, me limitaré a dos observaciones que, siempre a la luz de los datos, me parecen obvias para el caso específico español. Por un lado, algo muy profundo ha cambiado en nuestra sociedad cuando quienes ahora se alzan, y con rotundidad, con la palma del reconocimiento ciudadano son quienes curan, investigan, enseñan, protegen y proporcionan el 90% de los empleos. No puede sino reconfortar que en medio del desastre económico en que ha desembocado la tanto tiempo celebrada (¡y fomentada!) cultura de la codicia (cuyo máximo logro ha sido alumbrar esa portentosa —y por ahora, insistamos en ello, impune— "ingeniería financiera", gracias a la cual solo uno de cada 80 títulos que en el mundo se compran y venden corresponden a activos reales), el ciudadano medio sepa reconocer y premiar a quienes, en vez de contribuir alegremente a la ruina colectiva, han sabido ser fieles —a contracorriente, y austeramente, dicho sea de paso— a una ética de servicio público.
Por otro lado, parece claro que la regeneración de nuestra vida pública no puede demorarse más. Las instituciones y entidades de signo altruista y protector —único soporte actual, según se ve, de nuestra moral colectiva— son tan admirables como necesarias, pero no pueden seguir siendo las depositarias en exclusiva de nuestra confianza institucional. La ciudadanía lleva ya años, sondeo tras sondeo, reclamando lo mismo a los distintos actores políticosociales: vuelta a una cultura política de negociación y pacto, renuncia a la confrontación y a la imposición. Recordemos, una vez más, los datos, que, tozudamente, no cambian: el 88% piensa que nuestros partidos han abandonado el espíritu de consenso que caracterizó la Transición y solo piensan en sus intereses partidistas, con independencia de lo más conveniente para el interés general; el 90% cree que los partidos deben variar su actual funcionamiento para prestar más atención a lo que piensa la ciudadanía; y el 73% concluye que España necesita ahora una “segunda transición” para, con el mismo espíritu de pacto y concordia de la primera, modificar y actualizar nuestro sistema político. Este, tal y como ahora funciona, es percibido así, de forma casi unánime, como anquilosado, cerrado sobre sí mismo, generador de tensiones sociales cuando conviene a sus propias estrategias cortoplacistas e incapaz de encarar los problemas con generosidad y altura de miras, en definitiva, con espíritu de concordia.
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