ÁLEX ROVIRA EL PAIS SEMANAL - 03-12-2006
Se cumplen 70 años de la publicación de ‘El hombre en busca de sentido’, de Viktor Frankl. Una obra que se sumerge en el sufrimiento del Holocausto para lanzar un mensaje extraordinariamente positivo sobre la capacidad humana para superar la adversidad. Una lectura obligada frente al discurso cínico, indolente y resignado.
Muy pocas veces uno tiene el raro privilegio de leer un libro que produzca un cambio significativo en la visión de la existencia. Quizá por ello cabría celebrar el 60º aniversario de la publicación del libro El hombre en busca de sentido, del doctor Viktor Frankl. Una obra cuya lectura marcó un antes y un después en el análisis existencial del ser humano y de la psicoterapia, y que ha recibido el reconocimiento de millones de lectores después de su primera edición, en 1946.
Viktor Frankl fue doctor en medicina. Nació en Viena el 26 de marzo de 1905 y sobrevivió a la experiencia de cuatro campos de concentración nazis, incluyendo el de Auschwitz, entre el año 1942 y el año 1945. Sus padres, esposa y familiares fallecieron en el Holocausto. Debido a estas terribles experiencias y a su propia alquimia interior, el doctor Frankl desarrolló una aproximación revolucionaria a la psicoterapia conocida como logoterapia o terapia basada en el sentido. Sus más de treinta libros han sido traducidos a 26 idiomas, y fue reconocido con 29 doctorados honoris causa en diferentes universidades de todo el mundo. Frankl enseñó en la Universidad de Viena hasta los 85 años de edad de forma regular, y falleció el 3 de septiembre de 1997.
El autor, que vivió la destrucción total de su entorno y el exterminio de sus seres queridos; que padeció hambre, frío, las peores brutalidades imaginables y que tantas veces estuvo cerca de la muerte, aceptó que la vida era digna de ser vivida. Su obra es revolucionaria precisamente por sumergirse en la esencia del sufrimiento humano llevado al límite, así como en los mecanismos psicológicos que nos llevan a manifestar lo mejor y lo peor de nuestra especie. Su aportación se caracteriza por un mensaje extraordinariamente positivo sobre nuestra capacidad para superar adversidades.
Frente al discurso pesimista, la indolencia, la pereza o la mirada cínica y resignada, la experiencia y el mensaje de Viktor Frankl se hacen hoy más necesarios que nunca, 60 años después de aquella terrible situación para la humanidad. Ya entonces Frankl defendía que lo que necesitamos es un cambio radical en nuestra actitud hacia la vida, ya que es la vida quien espera algo de nosotros. Y que esta respuesta requiere una acción coherente basada en el compromiso con el otro. En última instancia, repite Frankl a lo largo de su obra, “vivir significa asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a los problemas que ello plantea y cumplir las tareas que la vida asigna continuamente a cada individuo”.
Y para ello, una de sus mayores aportaciones nace de un simple enunciado: la libertad esencial es la de elegir nuestra actitud, sean cuales sean las circunstancias que nos rodean. En efecto, las experiencias de la vida en un campo de concentración muestran que el hombre tiene tal capacidad de elección. Los ejemplos aportados por el doctor Frankl en su obra son abundantes y prueban que pueden vencerse desde la apatía hasta la ira.
En ese sentido, el autor señala que aquellos que estuvieron en campos de concentración observaron a hombres que iban de barracón en barracón consolando a los demás, dándoles el último trozo de pan que les quedaba. Puede que fueran pocos en número, pero ofrecían pruebas suficientes de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo esta última libertad para decidir su propio camino. Y es precisamente esta libertad que no nos puede ser arrebatada la que hace que la vida tenga sentido y propósito.
En consecuencia, si existe tal libertad, incluso ante el dolor y la muerte, el ser humano no está totalmente condicionado y determinado, sino que es él quien determina si ha de entregarse a las situaciones o hacer frente a ellas. En otras palabras, el ser humano, en última instancia, se determina a sí mismo. Y el sufrimiento es un aspecto de la vida que no puede erradicarse, como no puede apartarse tampoco la muerte. Sin ellos, la vida no es completa, no es real.
Pero entonces, ¿qué nos sostiene ante la adversidad? La respuesta del doctor Frankl es que, en esencia, la salvación del hombre está en el amor y se produce a través del amor. El amor a un ser amado o incluso el amor a una tarea (amor y creatividad, en definitiva) son los pilares sobre los que se construye la esperanza y el sentido de la vida; son las respuestas al “¿por qué vivir?”.
Por ello, “quien tiene un porqué para vivir, encontrará casi siempre el cómo”, solía decir Frankl. Pero para el alcance de ese sentido hay que ser capaz de trascender los estrechos límites de la existencia centrada en uno mismo, y creer que uno puede hacer una importante contribución a la vida; si no ahora, en el futuro, sostenía. Esta sensación es necesaria si una persona quiere estar satisfecha consigo misma y con lo que está haciendo. Quizá ahí reside el verdadero concepto de cumplimiento y de realización.
Otras obras
El legado del doctor Frankl es amplio, valioso y profundo, por lo que merece la pena navegar en él. Entre sus obras, aparte de "El hombre en busca de sentido", cabe destacar "La voluntad de sentido", "El hombre doliente", "El hombre en busca del sentido último" o "Psicoterapia y existencialismo".
Se cumplen 70 años de la publicación de ‘El hombre en busca de sentido’, de Viktor Frankl. Una obra que se sumerge en el sufrimiento del Holocausto para lanzar un mensaje extraordinariamente positivo sobre la capacidad humana para superar la adversidad. Una lectura obligada frente al discurso cínico, indolente y resignado.
Muy pocas veces uno tiene el raro privilegio de leer un libro que produzca un cambio significativo en la visión de la existencia. Quizá por ello cabría celebrar el 60º aniversario de la publicación del libro El hombre en busca de sentido, del doctor Viktor Frankl. Una obra cuya lectura marcó un antes y un después en el análisis existencial del ser humano y de la psicoterapia, y que ha recibido el reconocimiento de millones de lectores después de su primera edición, en 1946.
Viktor Frankl fue doctor en medicina. Nació en Viena el 26 de marzo de 1905 y sobrevivió a la experiencia de cuatro campos de concentración nazis, incluyendo el de Auschwitz, entre el año 1942 y el año 1945. Sus padres, esposa y familiares fallecieron en el Holocausto. Debido a estas terribles experiencias y a su propia alquimia interior, el doctor Frankl desarrolló una aproximación revolucionaria a la psicoterapia conocida como logoterapia o terapia basada en el sentido. Sus más de treinta libros han sido traducidos a 26 idiomas, y fue reconocido con 29 doctorados honoris causa en diferentes universidades de todo el mundo. Frankl enseñó en la Universidad de Viena hasta los 85 años de edad de forma regular, y falleció el 3 de septiembre de 1997.
El autor, que vivió la destrucción total de su entorno y el exterminio de sus seres queridos; que padeció hambre, frío, las peores brutalidades imaginables y que tantas veces estuvo cerca de la muerte, aceptó que la vida era digna de ser vivida. Su obra es revolucionaria precisamente por sumergirse en la esencia del sufrimiento humano llevado al límite, así como en los mecanismos psicológicos que nos llevan a manifestar lo mejor y lo peor de nuestra especie. Su aportación se caracteriza por un mensaje extraordinariamente positivo sobre nuestra capacidad para superar adversidades.
Frente al discurso pesimista, la indolencia, la pereza o la mirada cínica y resignada, la experiencia y el mensaje de Viktor Frankl se hacen hoy más necesarios que nunca, 60 años después de aquella terrible situación para la humanidad. Ya entonces Frankl defendía que lo que necesitamos es un cambio radical en nuestra actitud hacia la vida, ya que es la vida quien espera algo de nosotros. Y que esta respuesta requiere una acción coherente basada en el compromiso con el otro. En última instancia, repite Frankl a lo largo de su obra, “vivir significa asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a los problemas que ello plantea y cumplir las tareas que la vida asigna continuamente a cada individuo”.
Y para ello, una de sus mayores aportaciones nace de un simple enunciado: la libertad esencial es la de elegir nuestra actitud, sean cuales sean las circunstancias que nos rodean. En efecto, las experiencias de la vida en un campo de concentración muestran que el hombre tiene tal capacidad de elección. Los ejemplos aportados por el doctor Frankl en su obra son abundantes y prueban que pueden vencerse desde la apatía hasta la ira.
En ese sentido, el autor señala que aquellos que estuvieron en campos de concentración observaron a hombres que iban de barracón en barracón consolando a los demás, dándoles el último trozo de pan que les quedaba. Puede que fueran pocos en número, pero ofrecían pruebas suficientes de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo esta última libertad para decidir su propio camino. Y es precisamente esta libertad que no nos puede ser arrebatada la que hace que la vida tenga sentido y propósito.
En consecuencia, si existe tal libertad, incluso ante el dolor y la muerte, el ser humano no está totalmente condicionado y determinado, sino que es él quien determina si ha de entregarse a las situaciones o hacer frente a ellas. En otras palabras, el ser humano, en última instancia, se determina a sí mismo. Y el sufrimiento es un aspecto de la vida que no puede erradicarse, como no puede apartarse tampoco la muerte. Sin ellos, la vida no es completa, no es real.
Pero entonces, ¿qué nos sostiene ante la adversidad? La respuesta del doctor Frankl es que, en esencia, la salvación del hombre está en el amor y se produce a través del amor. El amor a un ser amado o incluso el amor a una tarea (amor y creatividad, en definitiva) son los pilares sobre los que se construye la esperanza y el sentido de la vida; son las respuestas al “¿por qué vivir?”.
Por ello, “quien tiene un porqué para vivir, encontrará casi siempre el cómo”, solía decir Frankl. Pero para el alcance de ese sentido hay que ser capaz de trascender los estrechos límites de la existencia centrada en uno mismo, y creer que uno puede hacer una importante contribución a la vida; si no ahora, en el futuro, sostenía. Esta sensación es necesaria si una persona quiere estar satisfecha consigo misma y con lo que está haciendo. Quizá ahí reside el verdadero concepto de cumplimiento y de realización.
Otras obras
El legado del doctor Frankl es amplio, valioso y profundo, por lo que merece la pena navegar en él. Entre sus obras, aparte de "El hombre en busca de sentido", cabe destacar "La voluntad de sentido", "El hombre doliente", "El hombre en busca del sentido último" o "Psicoterapia y existencialismo".
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