sábado, julio 19, 2008

Viajar a Irán. Cuanto antes vayas mejor

IRÁN Cuanto antes vayas mejor. Respeta sus tradiciones

Aprovecha la ocasión para sumergirte en una cultura diferente: otro idioma, otro alfabeto, otras costumbres, incluso otro calendario. Están en el año1379, nada de cambio de milenio. Guarda tus ideas preconcebidas y saca la maleta. Irán es uno de los países más acogedores del mundo.

El único requisito para disfrutar de la antigua Persia es respetar sus tradiciones. Si lo haces, el país te abrirá sus como pocos. Verdadera encrucijada de civilizaciones entre Oriente y Occidente, su historia milenaria y una extensión que es el triple que la de España, guarda verdaderos tesoros: Isfahán y Persépolis no tienen comparación en todo el mundo, pero hay mucho más que ver y descubrir. Irán ha estado 20 años prácticamente cerrado al turismo internacional, por lo que casi serás un pionero. Tendrás regiones enteras para explorar en solitario, bazares donde deambular a la búsqueda de especias, ciudades que han cambiado poco desde que las visitó Marco Polo. Eso sí, si no puedes vivir sin alcohol – está prohibido en todo el país– y bailes hasta el amanecer, mejor busca otro destino. A cambio, los iraníes te invitarán a sus casas y te preguntarán de todo. Lleva una foto de tu familia para enseñarla; les encanta. En Irán la seguridad en las calles es completa , la comida es sana y tiene el sabor de antes de las hormonas y los cultivos bajo plástico.

Todo –salvo los hoteles y las entradas a las visitas turísticas– es ridículamente barato, las mujeres occidentales no sufren ningún acoso, y en general los iraníes conservan una inocencia que los hace adorables. Como muchos de los lugares atractivos están normalmente a considerable altitud, en verano el calor aprieta pero no ahoga. Alá es grande.

Isfahán. Podrás vivir todo el refinamiento de la cultura y la tradición persa

El sha Abbás I quiso hacer de Isfahán la capital más grande y hermosa del mundo. Y no es exagerado pensar que lo consiguió, porque lo que se conserva no es sino una pequeña parte de su antiguo esplendor.

Los iraníes afirman que es la mitad del mundo. El corazón de la ciudad es la plaza del Imán Jome
ini, una de las más grandes del mundo. Tiene 510 metros de largo y 165 de ancho, un espacio rectangular rodeado de palacios, mezquitas y decenas de arcos que cobijan tiendas. La plaza fue utilizada, en tiempos, como campo de polo, y todavía se conservan en los extremos los postes de mármol que servían de porterías. Está dominada por la mezquita del Imán, que te impresionará con su cúpula de 54 metros de altura recubierta de azulejos que parecen cambiar de color según la hora del día. Cada dependencia es un triunfo de los mejores arquitectos de la época, que tardaron más de un cuarto de siglo en levantarla.

Su importancia artística es comparable a San Pedro, en el Vaticano. Al lado, la mezquita del Jeque Lotfollah es mucho más pequeña, pero igual de exquisita. Y, enfrente, el palacio de Ali Qapu. Todo el poderío de una corte oriental de otro tiempo, un escenario de las Mil y Una Noches. Para vivirlo de verdad no te pierdas los jardines y palacios de Chehel Sotun. De un extremo de la plaza surge el bazar. Es una calle larguísima, de cuatro o cinco kilómetros, cubierta con una serie interminable de pequeñas cúpulas. Aquí se agrupan los latoneros, después los vendedores de telas, de especias, de alfombras. Todos ordenados por gremios.

El bazar (palabra farsí para mercado) es el corazón de la vida diaria. Piérdete por los callejones laterales que conducen a patios tranquilos, a plazoletas olvidadas, a talleres artesanales, a baños públicos, a viejas chayjunés (casas de té) donde se pasa el tiempo entre amigos. La terraza de la plaza, en la esquina con la calle del bazar, es el mejor lugar para disfrutar de la puesta de sol. Y al otro extremo del bazar, visita la mezquita del Viernes, la más antigua y venerable de Isfahán. Textos: Ángel Martínez Bermejo Publicado en Julio de 2000

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