El síndrome Poncio Pilatos. Lavarse las manos limpia la conciencia. Natalia Martín Cantero, EFE. 19 de Septiembre de 2006
San Francisco - Los científicos han echado mano de la obra de William Shakespeare para bautizar con el nombre de "efecto Macbeth" la tendencia que, según un nuevo estudio, lleva a las personas a lavarse las manos cuando se sienten culpables. Se sabía desde los tiempos de Poncio Pilatos, el procurador romano que se lavó las manos en aquel histórico gesto con el que quiso distanciarse de la decisión tomada por la muchedumbre, que eligió salvar a Barrabás en lugar de a Jesús. Pero han tenido que pasar 21 siglos para que este gesto intuitivo -el que nos lleva a lavarnos las manos después de haber cometido alguna bajeza- lleve el sello de reconocimiento científico.
Pasar las culpas por agua
De acuerdo con el estudio, publicado la semana pasada en la revista "Science", los seres humanos tenemos un gran deseo de lavarnos, literalmente, después de haber actuado contra nuestras creencias, como si el agua contribuyese de alguna manera a enjuagar esa parte del cerebro donde se aloja la conciencia.
"La asociación entre la pureza moral y la física ha sido algo dado por hecho durante tanto tiempo que es sorprendente que nadie lo haya probado empíricamente", dijo Chen-Bo Zhong, investigador de la Universidad de Toronto y coautor del estudio.
A esta necesidad de lavarse las manos, Zhong le ha dado el nombre de "efecto Macbeth", en honor a la famosa tragedia del dramaturgo inglés en la que Lady Macbeth manipula a su marido para que asesine brutalmente a Duncan, el rey de Escocia, y tiene la ilusión de que, en sus propias palabras, "un poco de agua limpiará esta acción".
Lo cual, por supuesto, sirve de poco: "Fuera, maldita mancha, fuera" grita Lady Macbeth en una de las líneas más famosas de la tragedia cuando, sonámbula, ve en sus manos unas manchas de sangre que no consigue lavar.
Hace tiempo que los psicólogos saben que cuando la gente actúa en contra de sus propias creencias, sienten la necesidad de compensarlo. Pero lo que no se había estudiado empíricamente hasta ahora es que esta necesidad de compensar se traduce en algo tan físico como lavarse las manos.
En uno de los experimentos con los estudiantes de la Universidad Northwestern, en Illinois, los investigadores dividieron a sus "cobayas" en dos grupos.
A uno de los grupos se le pidió que recordara una acción poco ética que hubieran cometido en el pasado, mientras que al segundo se le pidió hacer una acción ética, como devolver una cartera extraviada.
Posteriormente, los estudiantes pudieron elegir entre dos pequeños obsequios: un lapicero o una toallita húmeda.
El grupo al que se había encargado recordar alguna travesura de la que se arrepintiesen eligió, en doble medida que el otro grupo, la toallita con antiséptico.
En otro experimento, los investigadores encontraron que los miembros del grupo de los "pecadores" daba mucho más valor a productos de limpieza que los del otro.
Aunque no es posible preguntar a Shakespeare por el contenido metafórico de su obra, el actor Liev Schreiber, quien dio vida a Macbeth este verano en el teatro del neoyorquino Central Park, señaló al "The New York Times" que el peso moral del asesinato en la obra fue "agotador".
Debido a esta presión, señaló Schreiber, los miembros del reparto guardaron cola para ducharse en el propio teatro sin esperar a llegar a casa, como suele ser habitual.
En la tragedia shakesperiana el agua no es suficiente para lavar la mala conciencia que se queda después de asesinar a un rey.
Pero Zhong señala que en la vida real las faltas suelen ser bastante menos graves (del tipo de besar a un hombre casado o hurtar algo en una tienda, indica el investigador), o sea pequeños pecados que caen en el olvido tras pasarlos por agua.
San Francisco - Los científicos han echado mano de la obra de William Shakespeare para bautizar con el nombre de "efecto Macbeth" la tendencia que, según un nuevo estudio, lleva a las personas a lavarse las manos cuando se sienten culpables. Se sabía desde los tiempos de Poncio Pilatos, el procurador romano que se lavó las manos en aquel histórico gesto con el que quiso distanciarse de la decisión tomada por la muchedumbre, que eligió salvar a Barrabás en lugar de a Jesús. Pero han tenido que pasar 21 siglos para que este gesto intuitivo -el que nos lleva a lavarnos las manos después de haber cometido alguna bajeza- lleve el sello de reconocimiento científico.
Pasar las culpas por agua
De acuerdo con el estudio, publicado la semana pasada en la revista "Science", los seres humanos tenemos un gran deseo de lavarnos, literalmente, después de haber actuado contra nuestras creencias, como si el agua contribuyese de alguna manera a enjuagar esa parte del cerebro donde se aloja la conciencia.
"La asociación entre la pureza moral y la física ha sido algo dado por hecho durante tanto tiempo que es sorprendente que nadie lo haya probado empíricamente", dijo Chen-Bo Zhong, investigador de la Universidad de Toronto y coautor del estudio.
A esta necesidad de lavarse las manos, Zhong le ha dado el nombre de "efecto Macbeth", en honor a la famosa tragedia del dramaturgo inglés en la que Lady Macbeth manipula a su marido para que asesine brutalmente a Duncan, el rey de Escocia, y tiene la ilusión de que, en sus propias palabras, "un poco de agua limpiará esta acción".
Lo cual, por supuesto, sirve de poco: "Fuera, maldita mancha, fuera" grita Lady Macbeth en una de las líneas más famosas de la tragedia cuando, sonámbula, ve en sus manos unas manchas de sangre que no consigue lavar.
Hace tiempo que los psicólogos saben que cuando la gente actúa en contra de sus propias creencias, sienten la necesidad de compensarlo. Pero lo que no se había estudiado empíricamente hasta ahora es que esta necesidad de compensar se traduce en algo tan físico como lavarse las manos.
En uno de los experimentos con los estudiantes de la Universidad Northwestern, en Illinois, los investigadores dividieron a sus "cobayas" en dos grupos.
A uno de los grupos se le pidió que recordara una acción poco ética que hubieran cometido en el pasado, mientras que al segundo se le pidió hacer una acción ética, como devolver una cartera extraviada.
Posteriormente, los estudiantes pudieron elegir entre dos pequeños obsequios: un lapicero o una toallita húmeda.
El grupo al que se había encargado recordar alguna travesura de la que se arrepintiesen eligió, en doble medida que el otro grupo, la toallita con antiséptico.
En otro experimento, los investigadores encontraron que los miembros del grupo de los "pecadores" daba mucho más valor a productos de limpieza que los del otro.
Aunque no es posible preguntar a Shakespeare por el contenido metafórico de su obra, el actor Liev Schreiber, quien dio vida a Macbeth este verano en el teatro del neoyorquino Central Park, señaló al "The New York Times" que el peso moral del asesinato en la obra fue "agotador".
Debido a esta presión, señaló Schreiber, los miembros del reparto guardaron cola para ducharse en el propio teatro sin esperar a llegar a casa, como suele ser habitual.
En la tragedia shakesperiana el agua no es suficiente para lavar la mala conciencia que se queda después de asesinar a un rey.
Pero Zhong señala que en la vida real las faltas suelen ser bastante menos graves (del tipo de besar a un hombre casado o hurtar algo en una tienda, indica el investigador), o sea pequeños pecados que caen en el olvido tras pasarlos por agua.
1 comentario:
muy interesante
Publicar un comentario