lunes, octubre 13, 2008

La ofensiva creacionista agita los preparativos del Año Darwin

CIENCIA. La ofensiva creacionista agita los preparativos del Año Darwin. Londres reivindica con una exposición la evidencia de la teoría de la evolución. RAFAEL TAPOUNET. BARCELONA 12/10/2008 Edición Impresa
Dos siglos después de su nacimiento --el 12 de febrero de
1809, en Shrewsbury, Gran Bretaña-- y 150 años después de entregar a la imprenta el revolucionario tratado El origen de las especies, Charles Robert Darwin sigue disputando combates. No en el cuadrilátero científico, donde hace tiempo que su teoría de la evolución venció por KO (o, mejor, por incomparecencia) a cualquier posible rival, sino en el ring ideológico. Y también en el político. Avivados por un auge del intervencionismo religioso en la vida pública, los asaltos del creacionismo --conjunto de creencias sobre el origen del mundo y de la vida basadas en la aceptación literal del relato bíblico-- han convertido los prolegómenos del Año Darwin, en pleno siglo XXI, en el escenario de un debate que parecería corresponder a la Inglaterra victoriana.
El fenómeno se vive con particular intensidad en Estados Unidos, donde las huestes creacionistas tienen una enorme capacidad de influencia y donde despliegan una gran actividad, que va desde la inauguración de parques de atracciones --como el gran Museo de la Creación de Cincinnati, en el que Adán y Eva conviven en alegre armonía con los tiranosaurios-- hasta la puesta en marcha de iniciativas l
egislativas para vetar o limitar la enseñanza de la evolución en las escuelas. Cuentan para ello con amplios recursos económicos y apoyos de peso. La última en sumarse a la cruzada ha sido la gobernadora de Alaska y candidata a la vicepresidencia del país, Sarah Palin, que ha recurrido al argumento de que "no hay que tener miedo a la información" para pedir que las doctrinas creacionistas se enseñen en las aulas en pie de igualdad con la biología evolutiva.
EN EUROPA
También en algunos países europeos, como Italia, Alemania y Polonia, los grupos contrarios a la difusión de la teoría de la evolución se han hecho notar e incluso han obtenido pequeños éxitos. Por no hablar del mundo islámico, donde
la influencia religiosa ha ido desplazando a la selección natural fuera de las escuelas (de hecho, Turquía se ha convertido en un importante centro de producción y divulgación de obras antidarwinistas). Hasta el mismo Reino Unido revivió el mes pasado esta controversia centenaria cuando un insigne miembro de la Royal Society, el clérigo Michael Reiss, se vio forzado a dimitir tras defender que los profesores de ciencias debían abordar el creacionismo como "una visión del mundo".
En este contexto, no es extraño que buena parte de las actividades programadas para conmemorar el doble aniversario adquieran, aun sin pretenderlo, carácter de manifiesto. Y el más elocuente de todos ellos será, con seguridad, la gran exposición Darwin que el Museo de Historia Natural de Londres inaugurará el mes que viene. Hasta el 19 de abril del 2009, la muestra desplegará ante el visitante la mayor colección jamás reunida de manuscritos, cartas, fotografías, instrumentos de trabajo y objetos personales del titánico naturalista, a
demás de recrear, con la ayuda de animales, plantas y fósiles, su legendario viaje de cinco años alrededor del mundo a bordo del HMS Beagle y de reproducir el estudio de la Down House en el que escribió el más célebre de sus libros.
La exposición, que antes de llegar a Londres ha pasado por varias ciudades norteamericanas con notable éxito de público y sonoras protestas callejeras de grupos fundamentalistas, es, en sí misma, una tajante refutación del creacionismo. No podía ser de otra forma, ya que ha sido concebida por el paleontólogo es
tadounidense Niles Eldredge, un conspicuo combatiente contra todo lo que huela a dogma creacionista, en especial el llamado diseño inteligente, una corriente pseudocientífica que acepta la idea de evolución pero como un proceso guiado por una inteligencia superior. Eldredge es consciente de que el Año Darwin es, ante todo, una gran oportunidad: "La necesidad de distinguir entre lo que en ciencia es aceptable y lo que no lo es --sostiene-- nunca ha sido tan apremiante como ahora".

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