ESCÁNDALO ECLESIÁSTICO MENSAJE PONTIFICIO A IRLANDA. El Papa decepciona a las víctimas de abusos con una carta sin disculpas. Los afectados critican que la pastoral no se refiera a la ocultación de los maltratos por parte del clero.Benedicto XVI ordena una investigación y dice que los culpables responderán ante Dios y la justicia. 21/03/2010 BEGOÑA ARCE DUBLIN
"Sé que nada podrá borrar el mal que habéis soportado". Quienes esperaban un giro en la actitud del Vaticano ante la oleada de denuncias de abusos sexuales cometidos por eclesiásticos quedaron sin duda ayer decepcionados por la pastoral que el Pontífice remitió a los católicos de Irlanda. La misiva de Benedicto XVI --por mucho que llame "traidores" a los religiosos que protagonizaron los abusos, que ordene una investigación de las diócesis y seminarios irlandeses implicados en los casos de pederastia y que emplace a los culpables a rendir cuentas ante "Dios y los tribunales"-- ciertamente no sirve para borrar el mal que soportaron las víctimas. En plena marea de denuncias, la pastoral tampoco parece ser el punto de partida hacia una nueva era de renovación, tal y como la interpreta la jerarquía católica irlandesa.
Los principales reproches y críticas provinieron de las organizaciones de víctimas. Benedicto XVI, según denunció la organización One in Four, que agrupa a cientos de damnificados, ha perdido la oportunidad de explicar por qué la jerarquía eclesiástica protegió a los agresores, ocultó los delitos e ignoró a quienes los denunciaron. En la pastoral, el Papa se limita a culpar a los obispos irlandeses de cometer "serios errores" al responder a las acusaciones de paidofilia.
"El Papa ha perdido una gloriosa oportunidad de afrontar el problema fundamental, es decir, la política deliberada de la Iglesia a sus más altos niveles de proteger a los delincuentes sexuales", declaró en Dublín Maeve Lewis, directora de One in Four. "Si la Iglesia no reconoce esta verdad fundamental, es que sigue negando la realidad", añadió.
DIGNIDAD VIOLADA
En el texto de siete páginas, el Papa se dirige a las víctimas y sus familias con frases del tipo: "Habéis sufrido gravemente y lo lamento de veras"; "Vuestra confianza ha sido traicionada y violada vuestra dignidad"; "Expreso abiertamente la vergüenza y los remordimientos que siento". En uno de los momentos más duros, Benedicto XVI se dirige en estos términos a los autores de los abusos: "Habéis traicionado la confianza depositada en vosotros por jóvenes inocentes y por sus padres... habéis perdido la estima de la gente de Irlanda y arrojado vergüenza y deshonor sobre vuestros semejantes... provocado un daño enorme a la Iglesia y a la percepción del sacerdocio y la vida religiosa".
En el Vaticano, el jesuita Federico Lombardi, portavoz del Papa, justificó a Benedicto XVI por no haber asumido responsabilidades propias en el ocultamiento de los casos de abusos, afirmando que el Papa, cuando era cardenal al frente del ex-Santo Oficio, "no encubrió la cuestión, sino que defendió la claridad y una intervención".
La grandilocuente retórica vaticana no responde a las necesidades de las víctimas. Además de no aludir al ocultamiento sistemático de los abusos, el Papa no anunció destituciones entre los encubridores, como el primado de la Iglesia de Irlanda Seán Bray, cuya dimisión exigen los colectivos de víctimas. "La Iglesia pensó que podía silenciar todo esto y salirse con la suya. Lo que ahora vemos es que es este asunto va a continuar y no solo en Irlanda, sino que se ha extendido al mundo entero", afirma Marie Collins, una de las agredidas. En la postura opuesta, Patrick Walsh, el portavoz de Los supervivientes irlandeses de los abusos, cree que la carta "de Benedicto XVI no tiene precedentes" y es "alentadora". Durante la celebración de una misa en la catedral de San Patricio en Armagh, el polémico cardenal Brady pidió a los fieles que rezaran para que el mensaje del Papa "sea el comienzo de una gran época de renacimiento y de esperanza en la Iglesia irlandesa". "Nadie imagina que una situación tan dolorosa se resuelva rápidamente", admitió el cardenal, para quien la pastoral es un balón de oxígeno para permanecer en el cargo.
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