ENTREVISTA A MARCELINO CAMACHO P. RUSIÑOL MADRID 14/12/2008 Diario PUBLICO: 29/10/2010 02:28 "Fidalgo no es de izquierdas"
A punto de cumplir 91 años, el histórico fundador de Comisiones Obreras, piensa como siempre: "Hay clases y la lucha de clases sigue vigente"
Sigue donde siempre: en Carabanchel, en un piso de 60 metros que compró hace 58 años por 173.000 pesetas, con su esposa y compañera inseparable, Josefina Samper. Viste, como siempre, la ropa que ella le teje, jersey, pantalón: todo.
Y a punto de cumplir 91 años, Marcelino Camacho, el histórico fundador de Comisiones Obreras, piensa como siempre: "Hay clases y la lucha de clases sigue vigente", explica, antes de dar su receta para el momento: "Los trabajadores deben unirse porque se ha avanzado mucho en democracia, pero poco en igualdad".
Si la salud le acompaña, Marcelino Camacho dirigirá el miércoles un saludo a sus camaradas de Comisiones Obreras en el arranque del IX congreso. No es seguro: tiene un aspecto espléndido, sin apenas arrugas "esto se explica por el jugo de zanahoria que le preparo cada mañana", asegura, orgullosa, Josefina, pero se mueve con mucha dificultad y la cabeza no siempre le funciona con la precisión de antaño.
"Es duro, pero no nos quejamos: vamos tirando con la ayuda y el calor de amigos y familiares", explica Josefina. Entre ambos suman 1.500 euros de pensión y se apañan bien, acostumbrados como están a toda una vida de austeridad y militancia.
Marcelino Camacho pasó en total 14 años de prisión durante la dictadura y el próximo 20 de diciembre se cumplen 35 años del Proceso 1.001, el célebre juicio en los estertores del franquismo que arrancó el mismo día en que asesinaron a Carrero Blanco. Lo tiene muy presente: entre los papeles que están sobre la mesa destaca la explicación que del proceso da Wikipedia, la enciclopedia libre de Internet. Se la trajo hace poco una estudiante: el papel está subrayado y le ha dado el visto bueno. "Me gusta porque me han dicho que esta enciclopedia es gratuita", sonríe.
"En aquellos años luchábamos por la paz, la libertad y la democracia y, naturalmente, me parecía muy bien. Pero siempre quise agregarle algo: la igualdad", repite con voz pausada una y otra vez. Su conversación parece deshilachada la edad y la enfermedad no perdonan, pero siempre tiene coherencia. La igualdad es su hilo conductor: "Hemos avanzado muchísimo en democracia y estoy muy orgulloso de ello, pero nos queda pendiente la igualdad desde muchos puntos de vista: para los trabajadores, para las mujeres, etcétera. Y para lograrlo es muy importante la educación".
El humilde piso familiar un cuarto sin ascensor se ha convertido en una auténtica casa-museo. Hay una habitación minúscula atiborrada de papeles, libros y condecoraciones. Y por el comedor y toda la casa se amontonan los recuerdos: fotografías, cuadros, regalos y periódicos recientes, muy subrayados. De su bolsillo saca orgulloso un carné: el de diputado comunista por Madrid en 1977. Y asegura que tiene otro en el mismo escondite, pero ni siquiera lo muestra, no sea que vaya a estropearse: el carné de militante número uno de Comisiones Obreras. "Mientras viva, continuaré con esta militancia", recalca.
Camacho está orgulloso del sindicato que fundó: "Comisiones, hoy, sigue luchando por lo mismo de siempre". Esto pesa mucho más que las discrepancias que mantuvo con sus sucesores, Antonio Gutiérrez, primero, y José María Fidalgo, después, y que le llevaron a alinearse con el sector crítico de Agustín Moreno, vinculado al Partido Comunista de España (PCE). "Marcelino siempre dijo que se jubilaría con la edad, pero algunos tenían demasiada prisa", explica Josefina. Y añade: "Siempre consideró como a un hijo propio a Agustín Moreno y seguimos apoyándole aunque naturalmente ya no tenemos salud para ir a las reuniones". Marcelino escucha y asiente.
Ante el interrogante si se ha derechizado Comisiones Obreras, la respuesta es tajante: "Nosotros somos de izquierdas. Hay clases y lucha de clases. Los patronos tienen intereses distintos al nuestro y en el sistema capitalista se explota a los trabajadores", argumenta el viejo sindicalista, tajante. Pero no elude la polémica. ¿Cree que José María Fidalgo es de izquierdas? "No es de izquierdas", afirma con sonrisa pícara, antes de añadir: "Es neutro. Tampoco diría que es de derechas".
"Hemos luchado mucho y a veces nos preguntamos si ha servido de algo", interviene Josefina. "Lo único que queríamos era asegurar la vida y el trabajo de la gente. En cambio, vemos que la cosa está cada vez peor". "Incluso vemos por televisión los despidos en Perkins, la empresa en la que trabajó Marcelino, y nos parece que las cosas se están poniendo realmente mal".
"Sin duda, sí", contestan al unísono cuando se les pregunta si mereció la pena tanto esfuerzo. Y Josefina muestra su satisfacción porque sus dos hijos hoy ya jubilados también se sumaron a la lucha "sin que nadie se lo pidiera". "He tenido un buen trabajo y mucha suerte con Josefina y la familia. Ahora tengo dificultades físicas, pero ¿qué más puedo pedir?", agrega Marcelino.
Aunque sus familiares y amigos les visitan, la vida cotidiana es cada vez más complicada. Josefina tiene 81 años y está agotada. Y la salud de Marcelino se deteriora. En casa, cuentan con la colaboración de una amiga y barajan pedir alguna ayuda social. Pero ahí continúan, cada día, cuidándose el uno al otro. "Entre nosotros, sólo peleamos por una cosa y no ha cambiado, sigue como siempre", se queja Josefina. No es por Lenin, cuyo busto sigue presente en el comedor, ni por el eurocomunismo, ni por la política sindical. La pelea es por el uso del baño y no tiene tregua. "Marcelino se encierra allí y no sale hasta mucho después, cuando está bien limpio y afeitado. ¡Y sólo tenemos un baño!".
La rutina cotidiana es sencilla: alguna visita, leer, ordenar papeles y la casa, comer de forma muy frugal "hace años que por la noche sólo comemos fruta", explica Josefina, que lo considera una de las claves de la longevidad, una siesta... Todo en el mismo lugar de siempre; día tras día, año tras año.
Cuando estaba de novia, Marcelino era muy delgado, demasiado: pesaba sólo 45 kilos rememora Josefina.
Nunca fui de comer mucho y en esos años había dificultades aclara Marcelino.
Mis amigas me decían: ¡Cuidado que vas a enviudar antes de casarte!
Han pasado más de 60 años y no han muerto ni sus ideas.
A punto de cumplir 91 años, el histórico fundador de Comisiones Obreras, piensa como siempre: "Hay clases y la lucha de clases sigue vigente"
Sigue donde siempre: en Carabanchel, en un piso de 60 metros que compró hace 58 años por 173.000 pesetas, con su esposa y compañera inseparable, Josefina Samper. Viste, como siempre, la ropa que ella le teje, jersey, pantalón: todo.
Y a punto de cumplir 91 años, Marcelino Camacho, el histórico fundador de Comisiones Obreras, piensa como siempre: "Hay clases y la lucha de clases sigue vigente", explica, antes de dar su receta para el momento: "Los trabajadores deben unirse porque se ha avanzado mucho en democracia, pero poco en igualdad".
Si la salud le acompaña, Marcelino Camacho dirigirá el miércoles un saludo a sus camaradas de Comisiones Obreras en el arranque del IX congreso. No es seguro: tiene un aspecto espléndido, sin apenas arrugas "esto se explica por el jugo de zanahoria que le preparo cada mañana", asegura, orgullosa, Josefina, pero se mueve con mucha dificultad y la cabeza no siempre le funciona con la precisión de antaño.
"Es duro, pero no nos quejamos: vamos tirando con la ayuda y el calor de amigos y familiares", explica Josefina. Entre ambos suman 1.500 euros de pensión y se apañan bien, acostumbrados como están a toda una vida de austeridad y militancia.
Marcelino Camacho pasó en total 14 años de prisión durante la dictadura y el próximo 20 de diciembre se cumplen 35 años del Proceso 1.001, el célebre juicio en los estertores del franquismo que arrancó el mismo día en que asesinaron a Carrero Blanco. Lo tiene muy presente: entre los papeles que están sobre la mesa destaca la explicación que del proceso da Wikipedia, la enciclopedia libre de Internet. Se la trajo hace poco una estudiante: el papel está subrayado y le ha dado el visto bueno. "Me gusta porque me han dicho que esta enciclopedia es gratuita", sonríe.
"En aquellos años luchábamos por la paz, la libertad y la democracia y, naturalmente, me parecía muy bien. Pero siempre quise agregarle algo: la igualdad", repite con voz pausada una y otra vez. Su conversación parece deshilachada la edad y la enfermedad no perdonan, pero siempre tiene coherencia. La igualdad es su hilo conductor: "Hemos avanzado muchísimo en democracia y estoy muy orgulloso de ello, pero nos queda pendiente la igualdad desde muchos puntos de vista: para los trabajadores, para las mujeres, etcétera. Y para lograrlo es muy importante la educación".
El humilde piso familiar un cuarto sin ascensor se ha convertido en una auténtica casa-museo. Hay una habitación minúscula atiborrada de papeles, libros y condecoraciones. Y por el comedor y toda la casa se amontonan los recuerdos: fotografías, cuadros, regalos y periódicos recientes, muy subrayados. De su bolsillo saca orgulloso un carné: el de diputado comunista por Madrid en 1977. Y asegura que tiene otro en el mismo escondite, pero ni siquiera lo muestra, no sea que vaya a estropearse: el carné de militante número uno de Comisiones Obreras. "Mientras viva, continuaré con esta militancia", recalca.
Camacho está orgulloso del sindicato que fundó: "Comisiones, hoy, sigue luchando por lo mismo de siempre". Esto pesa mucho más que las discrepancias que mantuvo con sus sucesores, Antonio Gutiérrez, primero, y José María Fidalgo, después, y que le llevaron a alinearse con el sector crítico de Agustín Moreno, vinculado al Partido Comunista de España (PCE). "Marcelino siempre dijo que se jubilaría con la edad, pero algunos tenían demasiada prisa", explica Josefina. Y añade: "Siempre consideró como a un hijo propio a Agustín Moreno y seguimos apoyándole aunque naturalmente ya no tenemos salud para ir a las reuniones". Marcelino escucha y asiente.
Ante el interrogante si se ha derechizado Comisiones Obreras, la respuesta es tajante: "Nosotros somos de izquierdas. Hay clases y lucha de clases. Los patronos tienen intereses distintos al nuestro y en el sistema capitalista se explota a los trabajadores", argumenta el viejo sindicalista, tajante. Pero no elude la polémica. ¿Cree que José María Fidalgo es de izquierdas? "No es de izquierdas", afirma con sonrisa pícara, antes de añadir: "Es neutro. Tampoco diría que es de derechas".
"Hemos luchado mucho y a veces nos preguntamos si ha servido de algo", interviene Josefina. "Lo único que queríamos era asegurar la vida y el trabajo de la gente. En cambio, vemos que la cosa está cada vez peor". "Incluso vemos por televisión los despidos en Perkins, la empresa en la que trabajó Marcelino, y nos parece que las cosas se están poniendo realmente mal".
"Sin duda, sí", contestan al unísono cuando se les pregunta si mereció la pena tanto esfuerzo. Y Josefina muestra su satisfacción porque sus dos hijos hoy ya jubilados también se sumaron a la lucha "sin que nadie se lo pidiera". "He tenido un buen trabajo y mucha suerte con Josefina y la familia. Ahora tengo dificultades físicas, pero ¿qué más puedo pedir?", agrega Marcelino.
Aunque sus familiares y amigos les visitan, la vida cotidiana es cada vez más complicada. Josefina tiene 81 años y está agotada. Y la salud de Marcelino se deteriora. En casa, cuentan con la colaboración de una amiga y barajan pedir alguna ayuda social. Pero ahí continúan, cada día, cuidándose el uno al otro. "Entre nosotros, sólo peleamos por una cosa y no ha cambiado, sigue como siempre", se queja Josefina. No es por Lenin, cuyo busto sigue presente en el comedor, ni por el eurocomunismo, ni por la política sindical. La pelea es por el uso del baño y no tiene tregua. "Marcelino se encierra allí y no sale hasta mucho después, cuando está bien limpio y afeitado. ¡Y sólo tenemos un baño!".
La rutina cotidiana es sencilla: alguna visita, leer, ordenar papeles y la casa, comer de forma muy frugal "hace años que por la noche sólo comemos fruta", explica Josefina, que lo considera una de las claves de la longevidad, una siesta... Todo en el mismo lugar de siempre; día tras día, año tras año.
Cuando estaba de novia, Marcelino era muy delgado, demasiado: pesaba sólo 45 kilos rememora Josefina.
Nunca fui de comer mucho y en esos años había dificultades aclara Marcelino.
Mis amigas me decían: ¡Cuidado que vas a enviudar antes de casarte!
Han pasado más de 60 años y no han muerto ni sus ideas.
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