jueves, enero 20, 2011

El héroe que escribió un 'best seller'. Stéphane Hessel, antiguo miembro de la Resistencia, vende más de 850.000 copias de '¡Indignaos!

El héroe que escribió un 'best seller'. Stéphane Hessel, antiguo miembro de la Resistencia, vende más de 850.000 copias de '¡Indignaos!' - Su panfleto político, de 32 páginas, es el número uno en Francia
El actual fenómeno literario en Francia se llama Stéphane Hessel y es un hombre delgado, con el pelo rapado, simpático, atento y lúcido. Tiene 93 años, se dirige a su mujer, de parecida edad, llamándola "amor mío", ha vivido una vida de aventuras, coraje y determinación que no cabría en varias películas y reside en un piso discreto y acogedor en un barrio del sur de París.
Canturrea al pasearse por el apartamento. Recibe muchas llamadas que no contesta. Su fax temblequea constantemente. Su librito, un panfleto político de 32 páginas titulado Indignez vous! (¡Indignaos!) ya ha sido comprado por 850.000 franceses, va a sobrepasar el millón, se encuentra en las listas de los libros más buscados en Francia y se va a traducir a una veintena de lenguas. Editado de forma casi artesanal por Indigène, empresa perteneciente a un matrimonio de editores militante y comprometido de Montpellier, se vende a tres euros. Al principio imprimieron 8.000 ejemplares pensando que no iría más allá. Pero el librito, que salió en plena tormenta social en Francia por el retraso de las jubilaciones, cobró vida propia.
Nacido en Berlín, Hessel llegó a París en 1924, a los siete años. Sus padres fueron unos alemanes cultos y curiosos, escritor y pintora respectivamente, amigos de Duchamp y Picasso y su relación amorosa sirvió de modelo para la película Jules et Jim, de François Truffaut. "Conocí a Walter Benjamin a los 15 años. Toda esa gente era mi familia. Por eso, cuando el nazismo calificó esa cultura de degenerada, tuve que rebelarme. Por cierto, a mi madre le gustó mucho la película. Y escribió a Truffaut para decírselo".
Hessel estudió en la Escuela Normal Superior, donde conoció a Sartre: "Era un tipo influyente, que te convencía de cómo había que ser y cómo debía uno actuar". Tras el armisticio, se levantó contra Pétain, luchó en la Resistencia, fue hecho prisionero por la Gestapo y estuvo en un campo de concentración, entre otras vivencias. Pero su libro no habla de eso.
"Mi obra exhorta a los jóvenes a indignarse, dice que todo buen ciudadano debe indignarse actualmente porque el mundo va mal, gobernado por unos poderes financieros que lo acaparan todo". Y prosigue: "En nuestra época teníamos un adversario claro: Hitler, Stalin. Y dijimos 'no'. Ahora, el enemigo es más difícil de encontrar. Pero es igual de importante decir 'no'. Hay que resistir otra vez. Nosotros nos jugábamos la vida. Pero los jóvenes de ahora se juegan la libertad y los valores más importantes de la humanidad".
'En situaciones como la presente, no debe existir espacio para la resignación o la apatía' afirma. Hessel rememora los tiempos de la Resistencia, en que la indignación frente a los nazis fue el motor de la victoria y de la reconstrucción posterior del país de acuerdo con la inspiración proporcionada por el Consejo de la Resistencia, que sentó las bases del estado de bienestar «una jubilación que permita a los viejos trabajadores acabar dignamente sus días»; «la nacionalización de las fuentes de la energía, la electricidad y el gas, el carbón»; «el reintegro a la nación de los grandes medios de producción monopolizados, fruto del trabajo común, de las fuentes de energía, de la riqueza del subsuelo, de las compañías de seguros»; una prensa verdaderamente libre; «la posibilidad efectiva para todos los niños franceses de beneficiarse de una instrucción desarrollada»
¡Indignaos! Es lo que más vende
"El último éxito editorial en Francia –único país que todavía se permite fenómenos literarios– se titula ¡Indignaos!. Está firmado por un destacado miembro de la Resistencia, que se fugó además del campo de concentración de Buchenwald"
MATÍAS VALLÉS El último éxito editorial en Francia –único país que todavía se permite fenómenos literarios– se titula ¡Indignaos!. Está firmado por un destacado miembro de la Resistencia, que se fugó además del campo de concentración de Buchenwald. Tres datos numéricos abonan la perplejidad ante el acontecimiento protagonizado por Stéphane Hessel. El autor cuenta 93 años, y su libro lleva vendidos 600.000 ejemplares, pese a que ocupa sólo catorce páginas de texto. Por tanto, Indignez-vous! tiene la longitud ideal para repetir su condición de superventas en España. Es el primer ensayo que todos los críticos han leído antes de comentarlo, se concluye en el tiempo que tarda el ordenador en activarse.
El escueto contenido de ¡Indignaos! lo sitúa como un manifiesto en pro de la ´insurrección pacífica´ ante el desorden mundial, en sus vertientes económica y política. Hessel desea plantar la semilla entre los jóvenes. «Nos dirigimos a las nuevas generaciones, tomad el relevo, indignaos». El estilo directo comanda el ensayo, porque un circunloquio se saldría de los márgenes del librillo. Puestos a localizar las claves del éxito, no puede desdeñarse la apelación del autor nonagenario a su mortalidad, «el fin no está lejos». El cóctel de la edad con la indignación juvenil –»os deseo que tengáis motivos de indignación»– ha cursado con efectos irresistibles.
No cabe confundir la energía juvenil con la puerilidad. Hessel lanza andanadas polémicas, al proclamar por ejemplo que «no se puede excusar a los terroristas que ponen bombas, se les puede comprender». Si en Francia se produjera un atentado contra un político al estilo Arizona, se culparía al autor superventas que se expresa sin tapujos. El antiguo resistente toma como instructor e inductor a Sartre, que nunca se hubiera imaginado en un texto al borde de la autoayuda. La exigencia de indignación –contra el predominio de las propuestas tranquilizadoras– serviría para alertar a los políticos, porque «la indiferencia es la peor de las actitudes». La frase dista de la genialidad, pero ha subyugado a cientos de miles de lectores inteligentes por franceses.
Una vez estipulado el objetivo de su panfleto, Hessel parece reparar en que los jóvenes carecen de la motivación suficiente para plantearse los objetivos de la indignación, concepto que habrán descubierto en el ensayo. De ahí que el autor se preste a trazar las dianas, empezando por la inevitable desigualdad económica. Entre los tópicos infalibles no faltan los derechos humanos y la ecología. La opción del autor por Palestina decanta ideológicamente su afinidad, y se redondea con la pincelada autóctona del trato dispensado a los gitanos, sin duda una oportuna incorporación de última hora.
La biografía de Hessel se interpone en sus motivos de indignación. El ciudadano francés de origen alemán intervino activamente en la redacción de la Declaración de Derechos Humanos. En ¡Indignaos! se recuerda su característica de ´universales´, cuando los anglosajones propugnaban la sutil diferencia de titularlos únicamente como ´internacionales´. Una docena de páginas dejan espacio para excursiones lingüísticas, de ahí que el autor distraiga al lector con la ocurrencia de que «no hace falta ex-asperar, sino es-perar». Un toque de Derrida, bombón al que jamás se resistirá un francés.
¡Indignaos! predica por tanto la indignación esperanzada, donde el matiz optimista complicará su uso bajo las faldas de los Pirineos. Hessel subraya la contradicción de que los israelíes hablen de «terrorismo no violento», pero no traspasa la frontera de la ironía porque podría distraer su marcial arenga. Los indignados en potencia hallarán su inspiración en el molde de la Resistencia francesa al nazismo. La insurgencia gala durante la Segunda Guerra Mundial se enfrenta al mismo problema demográfico que el antifranquismo, porque el número de militantes en ambos movimientos desborda a la población global de la época.
El mensaje resistente se sintetiza en que «nuestra cólera contra la injusticia sigue intacta». Frente al dilema de indignarse sin perder la dignidad, no falta el pronunciamiento «contra los medios de comunicación de masas», condenados por proponer horizontes viciados a los jóvenes. Desmintiendo a los cardiólogos, la indignación permite alcanzar los 93 años en perfecto estado de agitación. El mensaje final de Hessel a los escépticos sin motivos de rabia es un evangélico «¡buscad y encontraréis!». El ensayo no ahorra en signos de exclamación, útiles en un ensayo breve por ocupar menos espacio que los interrogantes.

14 Febrero 2011 | Categorías: Crisis sistémica |

Ignacio Ramonet – Comité Científico de ATTAC España

Tiene 93 años. Se llama Stéphane Hessel. Y la historia de su vida es una fabulosa novela. Lo era ya, en cierto modo, antes mismo de que naciera. Algunos quizás recuerden aquella película de François Truffaut, Jules et Jim. Pues bien, la mujer anticonformista interpretada por Jeanne Moreau, y uno de sus dos amantes (1), Jules, judío alemán traductor de Proust, fueron sus padres. En la atmósfera artística del París de los años 1920 y 1930, Stéphane Hessel creció rodeado de los amigos de la casa, entre otros, el filósofo Walter Benjamin, el dadaísta Marcel Duchamp y el escultor Calder…

Al estallar la Segunda Guerra Mundial, se alista en la Resistencia y se suma, en Londres, al equipo del general De Gaulle, quien le confía una peligrosa misión en territorio francés. Detenido por los nazis, es torturado y deportado al campo de exterminio de Buchenwald, de donde trata, una y otra vez, de evadirse. Lo acaban capturando y lo condenan a la horca. A punto de ser ejecutado, consigue usurpar la identidad de un muerto y logra por fin evadirse. Se une a la lucha por la liberación de Francia, inspirado en los principios del Consejo Nacional de la Resistencia que promete una democracia social, la nacionalización de los sectores energéticos, de las compañías de seguros y de la banca, y la creación de la Seguridad Social.

Después de la victoria, De Gaulle lo envía -tiene apenas 28 años- a Nueva York, a la ONU, cuyos fundamentos teóricos se están acicalando entonces. Allí, Hessel participa, en 1948, en la elaboración y redacción de uno de los documentos más trascendentales de los últimos seis decenios: la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Regresa luego a París para integrarse en el gabinete socialista de Pierre Mendès-France, que inicia la descolonización, pone fin a la guerra en Indochina, y prepara la independencia de Túnez y Marruecos. Los años más recientes, este noble y persistente defensor de las causas justas, diplomático de profesión, los ha consagrado a protestar sin descanso contra el trato dispensado a los “sin papeles”, a los gitanos, a todos los inmigrantes…

Y si hoy nos referimos a él, es porque acaba de publicar un librito, más bien un breve panfleto político de 30 páginas, devenido -en la Francia popular sublevada contra la regresión social-, un excepcional éxito editorial y un fenómeno social. Gracias al boca a boca y, sobre todo, a las nuevas redes sociales, el texto, ninguneado al principio por los medios de información dominantes, ha conseguido franquear las censuras y llenar de esperanza miles de corazones. En apenas unas semanas, de este repertorio de las injusticias más indignantes, ya se han vendido (cuesta 3 euros) más de 650.000 ejemplares… Algo jamás visto. Su título: una consigna, ¡Indignaos! (2).

Dice Balzac que el panfleto “es el sarcasmo convertido en bala de cañón”. Añade Stéphane Hessel que la indignación es la pólvora de toda explosión social. Dirigiéndose a sus lectores, les recomienda: “Deseo que halléis un motivo de indignación. Eso no tiene precio. Porque cuando algo nos indigna, nos convertimos en militantes, nos sentimos comprometidos y entonces nuestra fuerza es irresistible”.

Los motivos de indignación no escasean: “En este mundo, dice Hessel, hay cosas insoportables”. En primerísimo lugar: la naturaleza del sistema económico responsable de la actual crisis devastadora. “La dictadura internacional de los mercados internacionales” constituye además, según él, “una amenaza para la paz y la democracia”. “Nunca, afirma, el poder del dinero fue tan inmenso, tan insolente y tan egoísta, y nunca los fieles servidores de Don Dinero se situaron tan alto en las máximas esferas del Estado”.

En segundo lugar, Hessel denuncia la desigualdad creciente entre los que no tienen casi nada y los que lo poseen todo: “La brecha entre los más pobres y los más ricos jamás ha sido tan profunda; ni tan espoleados el afán de aplastar al prójimo y la avidez por el dinero”. A guisa de enmienda sugiere dos propuestas sencillas: “Que el interés general se imponga sobre los intereses particulares; y que el reparto justo de la riqueza creada por los trabajadores tenga prioridad sobre los egoísmos del poder del dinero”.

En temas de política internacional, Hessel afirma que su “principal indignación” es el conflicto israelo-palestino. Recomienda que se lea “el informe Richard Goldstone de septiembre de 2009 sobre Gaza (3), en el cual este juez sudafricano, judío, que incluso se declara sionista, acusa al ejército israelí”. Relata su visita reciente a Gaza, “prisión a cielo abierto para un millón y medio de palestinos”. Una experiencia que lo sobrecoge y solivianta. Aunque no por ello reniega de la no-violencia. Al contrario, reafirma que “el terrorismo es inaceptable”, no sólo por razones éticas sino porque, al ser “una expresión de la desesperación”, no resulta eficaz para su propia causa pues “no permite obtener los resultados que la esperanza puede eventualmente garantizar”.

Hessel convoca el recuerdo de Nelson Mandela y de Martin Luther King. Ellos, dice, nos indican “el camino que debemos aprender a seguir”. Porque, para avanzar, sólo existe una conducta: “apoyarnos en nuestros derechos, cuya violación -sea quien sea el autor de ésta-, debe provocar nuestra indignación. ¡No transijamos jamás con nuestros derechos!”.

Finalmente, se declara partidario de una “insurrección pacífica”. En particular contra los medios masivos de comunicación en manos del poder del dinero, y que “sólo proponen a los ciudadanos el consumo de masas, el desprecio hacia los humildes y hacia la cultura, la amnesia generalizada y una competición a ultranza de todos contra todos”.

Stéphane Hessel ha sabido expresar con palabras, lo que tantos ciudadanos golpeados por la crisis y por las medidas de regresión social sienten en el fondo de sí mismos. Ese sentimiento de que les están arrebatando sus derechos, esos anhelos punzantes de desobedecer, esos deseos de gritar hasta perder el aliento, esas ganas en fin de protestar sin saber cómo…

Todos esperan ahora la segunda entrega. Cuyo título, lógicamente, sólo puede ser: ¡Sublevaos!


Notas: (1) El otro era Pierre-Henri Roché, autor de la novela con el mismo título llevada a la pantalla por François Truffaut. (2) Stéphane Hessel, Indignez-vous!, Indigène éditions, Montpellier, 2010. (3) NDLR: “Human Rights In Palestine And Other Occupied Arab Territories. Report of the United Nations Fact Finding Mission on the Gaza Conflict”, Naciones Unidas, Nueva York, 15 de septiembre de 2009.

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