Una contempla estupefacta cómo nos acosan los mercados, examinan, mandan hacer deberes, subastan países enteros con personas dentro, se deprimen (“son bipolares” escuché a un experto economista, pobrecitos), mandan en definitiva, y se pregunta ¿son los mercados los culpables de nuestros males? No. Una gran parte de responsabilidad recae en los políticos. Los elegimos de entre nosotros porque no cabemos todos en los Parlamentos y gobiernos pero fue y es para que obraran a favor de los intereses de la mayoría y no de minorías de poder. Y hay formas de controlarlas.
Si seguimos mirando, vemos cómo nos asolan corrupciones, injusticias, despilfarros públicos, errores en gestión, y todo ello parece quedar impune. ¿Toda la culpa es de la política ineficaz? Hoy el Foro Económico Mundial dice que en buena medida: considera un “riesgo global”… los malos gobiernos. Pero los políticos proceden de una sociedad que tampoco atraviesa uno de sus mejores momentos de madurez.
Se extiende la pueril explicación de que “el hombre es malo por naturaleza”, una argumentación moral que no dejaría de ser más que una más de las corrientes filosóficas en las que podemos encontrar incluso la contraria. Ahí tenemos a Russeau, asegurando que “el hombre es bueno”… también “por naturaleza”, pero, por si acaso, sentando las bases del Contrato Social. Porque, aunque fuese “malo”, para sus “desviaciones” delictivas está la justicia. El Banco Mundial ha dicho esta madrugada que la inestabilidad del Euro vuelve a poner en peligro la economía mundial. Pues señor, si hace un año ahora que un grupito de Hedge Funds, decidieron hundir la moneda europea porque daba “grandes oportunidades de negocio”. Ellos, y sus secuaces de “Bruselas” han hecho el resto. Y no hay síntoma alguno de que vayan a cambiar, todo lo contrario. ¿Cómo no lo recuerdan los medios a diario?
¿Es la sociedad la que falla? Sin duda, porque es la que elige a esos políticos que no atajan los abusos, no implementan medidas para que funcione la justicia, no se atan los cabos a ellos mismos. Pero para que una sociedad funcione precisa dos pilares básicos que son los que forman y mantienen el pensamiento crítico: la educación y la información. Ambos se disuaden hoy con ahínco. Aquí mismo, gobierno y comunidades autónomas (que son quienes la gestionan en un 80%) van a ahorrar 1.800 millones de euros en educación, en lugar de quitarse ellos mismos canapés, viajes, móviles (California acaba de actuar en ese sentido) y demás prebendas. En un país con gravísimas carencias en esa materia.
Y llegamos a los medios de comunicación. Diseñados para informar, formar y entretener, se dedican con pasión a esto último, desfigurando además groseramente sus dos primeros cometidos. Las revelaciones de wikileaks –un tanto ya adormecidas por la trivialización, el acoso a sus divulgadores, y las escasas consecuencias que se han derivado aún para los culpables de atropellos- revelaron que el periodismo hoy no realiza su misión. Ya no es tiempo de “watergates”, suelo decir. Los más graves hechos, como que una ex candidata a la presidencia de los EEUU señale con dianas los objetivos a abatir, en un país cargado de armas y de fácil acceso a descerebrados, se diluyen en “opiniones“. Esta energúmena es capaz incluso de salir atacando a quienes la acusan. O aquí mismo, un Camps que se burla de los periodistas sin responder a sus preguntas, por sus reales huevos de codorniz, enmarcados por ciudadanos a juego. Todo hoy es opinable, todo se diluye en la maraña, sin desencadenar consecuencias. No es tiempo de “watergates”.
El periodismo culpable forma parte del problema en los grandes medios, “mercados” en sí mismos, que sólo parecen buscar cuantiosos beneficios como fin primordial. Y lo es en la legión de periodistillas mediocres y sin alma a los que mueven como peones, sin que siquiera den la impresión de enterarse. Mal pagados, sí, como tantos otros, con temor a perder el empleo, como la mayoría de los asalariados hoy, pero sin un átomo de sangre periodística en sus venas. Buscando siempre “modelos de negocio” y la trascendental y sublime ecuación entre “web y papel“.
Pero, si el periodismo es parte del problema, también lo es de su solución. La crítica a los poderes está en sus genes. Enfréntense a sus redactores jefes, atruenen a la sociedad con las denuncias de lo que está ocurriendo, vibren –eso es lo más importante-, y vuelvan a derribar presidentes y… mercados. Formen e informen a la sociedad para que despierte y vuelva a tener o adquiera criterio.
Algunos medios son irrecuperables, pura bazofia. Una sociedad formada les haría caer por inanición. Pero para otros hay esperanza. La televisión pública debería poner el reportaje sobre la obsolescencia programada –la deliberadamente limitada vida de objetos de consumo para que sigamos, comprando, tirando, y comprando, si no lo habéis visto, no os lo perdáis-, en la primera cadena y en “prime time”, y sus telediarios más vistos deberían ser realmente informativos y no poco más que programas de entretenimiento. Los del fin de semana se acercan más al criterio correcto. Y déjense todos de enseñarnos casas de millonarios como una meta, o la vida de los españoles en el mundo, sin ahondar en nada, o amarillos comandos vergonzantes. ¿Dónde están los periodistas en activo que lo reclamen y lo fuercen? Nunca fue fácil.
Y hay esperanza en firmas individuales que cada día sirven de azogue, siquiera desde rincones con escasa audiencia. Dénsela los ciudadanos no anestesiados. Yo encuentro información a diario, y nueva, no repetitiva, y elaborada. Y cada día me regocijo con la crítica inteligente y repaso y repaso o descubro a alguien, incluso muy joven, con sabia periodística en sus conductos. Hay esperanza. Pero solo en un periodismo que, desde la vocación, la veracidad y el compromiso, sirva a los ciudadanos. Es su responsabilidad.
Un comentario de Trancos, hace casi un año nos daba cuenta de qué piensa el Departamento de Estado EEUU (ojalá dejara practicarlo) sobre lo que es el periodismo:
La primera obligación del periodismo es decir la verdad.
- Su primera lealtad es para con los ciudadanos.
- Su esencia es una disciplina de verificación.
- Quienes lo practican deben mantener su independencia con respecto a las personas sobre las cuales escriben.
- El periodista debe ser independiente como observador del poder.
- El periodismo debe ofrecer un foro para la crítica y la participación del público.
- Se debe esforzar por hacer que lo significativo resulte interesante y relevante.
- Debe tratar de que las noticias sean completas y no desproporcionadas.
- Se debe permitir que quienes lo practican apliquen su conciencia personal.
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