SOCIEDAD Domingo, 30 de julio de 2000 EL MUNDO periodico CARLOS FRESNEDA. Corresponsal
La revancha de los «sin hijos» La parejas sin prole dicen sentirse discriminadas y hacen causa común frente a los padres trabajadores
NUEVA YORK.- A un lado, los padres y las madres trabajadoras. Al otro, las parejas que han decidido no tener hijos. Entre ellos, un abismo insalvable de incomprensiones, recelos y envidias cada vez más patentes en las oficinas, en los aviones, en los hoteles, o en muchos otros lugares donde los niños empiezan a estar mal vistos. Los padres se quejan: la sociedad no ayuda, todo son obstáculos hoy en día para sacar adelante a la prole. Los sin hijos replican: vivimos en un entorno «pronatalista» que discrimina a las parejas sin descendencia, portadoras de un secular estigma. Unos y otros se organizan, crean asociaciones como Childless by Choice (Sin Niños por Elección) o agrupaciones políticas como el Partido de las Familias Trabajadoras.
Los dos bandos toman posiciones en Internet y se enfrentan dialécticamente en las librerías: Child-Free Zone (Zona libre de niños») frente a The War Against Parents (La guerra contra los padres). Terciando en la disputa, la especialista Lisa Belkin, en la portada del New York Times Magazine. Lisa, madre de dos vástagos, se ha pasado semanas buceando en la vida de los casi trece millones de norteamericanos abonados al «double income no kids» (dinks, doble sueldo sin hijos).
Las razones de esa fobia
La autora ha intentado comprender las razones de los dinks, ver el mundo con sus ojos, explorar las raíces de esa fobia cada vez más extendida hacia la algarabía infantil. «La vida de cualquier padre es bastante más complicada, estresante y cara que lo que sería si hubiera decidido no tener hijos», concluye al final Belkin. «Quienes no tienen hijos pueden compadecerse de nosotros, evitarnos si quieren, pero no es justo que intenten ponernos las cosas más difíciles y que se sientan intimidados por nuestros niños».
Belkin responde así a la facción dura de los dinks, prestos a pasar a la lucha política para exigir la igualdad de derechos laborales frente a los padres . El 56% de los trabajadores norteamericanos sin hijos afirman sentirse discriminados o guardar resentimiento hacia los padres y madres trabajadoras, con muchas más posibilidades de acceder a horarios flexibles. Otros han llevado la batalla al campo de los impuestos y reclaman mayores recortes fiscales para las parejas sin hijos. Los hay que piden la creación de zonas «libres de niños» en los aviones, en los restaurantes o en los espacios públicos. Y también quienes sostienen que el factor más importante para comprar una casa es que no haya niños en el vecindario.
Otros se conforman ingresando en los populares clubs para parejas sin hijos «No Kidding!», cincuenta grupos repartidos por la geografía norteamericana. La idea la puso en marcha el canadiense Jerry Steinberg: dos veces casado, tres perros, un gato, ningún hijo... «La gente que no puede tener animales domésticos decide tener hijos», bromea Steingberg, empeñado en darle la vuelta al tópico.
«Yo, personalmente, decidí no tenerlos a los 34 años, cuando me hice la vasectomía. Soy profesor, me paso el día rodeado de críos, tengo varios sobrinos y los quiero mucho. Pero tener hijos no va conmigo, por eso me separé de mi segunda esposa y no me volví a casar hasta encontrar a alguien que pensara como yo», añade.
Los socios de «No Kidding!» realizan actividades sociales, viajan juntos, celebran fiestas, comparten sus experiencias. Son como familias de mayores... y sin hijos.
Más libertad
«No estáis solos», proclama desde la Universidad de Missouri Kandi K., militante dink. «Y no importa que os critiquen y que os llamen inmaduros o egoístas. Consideremos por un momento nuestro "egoísmo"... Cuando decidimos no tener niños, sin duda salimos ganando. Podemos vivir mejor con menos dinero. Tenemos mayor libertad para viajar o para movernos por nuestra casa desnudos, si queremos. Podemos entregarnos a nuestras carreras y a nuestos hobbies. Tenemos mayor libertad para hacer y decir lo que sentimos. Dormimos más. Y lo más importante, disfrutamos de mayor intimidad con nuestros compañeros/as».
Los dinks se han propuesto combatir el estereotipo de pareja
procreación y alegan que las separaciones son precisamente más frecuentes en las parejas con hijos. En una sociedad como la norteamericana, con la tasa de natalidad más alta de Occidente, comparten banquillo con las asociaciones que reclaman «crecimiento cero» para combatir la sobrepoblación.
Carin Smith y Jay Bender son otros de los pioneros del movimiento, más de una década ondeando la bandera de Childless by Choice (Sin Niños por Elección). La veterana pareja vende por correo todo tipo de literatura, souvenirs y parafernalia relacionada con la «antipaternidad», como la popular pegatina que puede verse en algunos coches norteamericanos: «Sin bebés a bordo».
Smith y Bender hacen también proselitismo de la «no parternidad» en un boletín trimestral con artículos en esta línea: «Estudios sobre las ligaduras de trompas», «Diez maneras de contárselo a tus suegros», «¿Quién cuidará de nosotros cuando nos hagamos viejos?», «Cómo ser inmortal sin tener hijos»...
La revancha de los «sin hijos» La parejas sin prole dicen sentirse discriminadas y hacen causa común frente a los padres trabajadores
NUEVA YORK.- A un lado, los padres y las madres trabajadoras. Al otro, las parejas que han decidido no tener hijos. Entre ellos, un abismo insalvable de incomprensiones, recelos y envidias cada vez más patentes en las oficinas, en los aviones, en los hoteles, o en muchos otros lugares donde los niños empiezan a estar mal vistos. Los padres se quejan: la sociedad no ayuda, todo son obstáculos hoy en día para sacar adelante a la prole. Los sin hijos replican: vivimos en un entorno «pronatalista» que discrimina a las parejas sin descendencia, portadoras de un secular estigma. Unos y otros se organizan, crean asociaciones como Childless by Choice (Sin Niños por Elección) o agrupaciones políticas como el Partido de las Familias Trabajadoras.
Los dos bandos toman posiciones en Internet y se enfrentan dialécticamente en las librerías: Child-Free Zone (Zona libre de niños») frente a The War Against Parents (La guerra contra los padres). Terciando en la disputa, la especialista Lisa Belkin, en la portada del New York Times Magazine. Lisa, madre de dos vástagos, se ha pasado semanas buceando en la vida de los casi trece millones de norteamericanos abonados al «double income no kids» (dinks, doble sueldo sin hijos).
Las razones de esa fobia
La autora ha intentado comprender las razones de los dinks, ver el mundo con sus ojos, explorar las raíces de esa fobia cada vez más extendida hacia la algarabía infantil. «La vida de cualquier padre es bastante más complicada, estresante y cara que lo que sería si hubiera decidido no tener hijos», concluye al final Belkin. «Quienes no tienen hijos pueden compadecerse de nosotros, evitarnos si quieren, pero no es justo que intenten ponernos las cosas más difíciles y que se sientan intimidados por nuestros niños».
Belkin responde así a la facción dura de los dinks, prestos a pasar a la lucha política para exigir la igualdad de derechos laborales frente a los padres . El 56% de los trabajadores norteamericanos sin hijos afirman sentirse discriminados o guardar resentimiento hacia los padres y madres trabajadoras, con muchas más posibilidades de acceder a horarios flexibles. Otros han llevado la batalla al campo de los impuestos y reclaman mayores recortes fiscales para las parejas sin hijos. Los hay que piden la creación de zonas «libres de niños» en los aviones, en los restaurantes o en los espacios públicos. Y también quienes sostienen que el factor más importante para comprar una casa es que no haya niños en el vecindario.
Otros se conforman ingresando en los populares clubs para parejas sin hijos «No Kidding!», cincuenta grupos repartidos por la geografía norteamericana. La idea la puso en marcha el canadiense Jerry Steinberg: dos veces casado, tres perros, un gato, ningún hijo... «La gente que no puede tener animales domésticos decide tener hijos», bromea Steingberg, empeñado en darle la vuelta al tópico.
«Yo, personalmente, decidí no tenerlos a los 34 años, cuando me hice la vasectomía. Soy profesor, me paso el día rodeado de críos, tengo varios sobrinos y los quiero mucho. Pero tener hijos no va conmigo, por eso me separé de mi segunda esposa y no me volví a casar hasta encontrar a alguien que pensara como yo», añade.
Los socios de «No Kidding!» realizan actividades sociales, viajan juntos, celebran fiestas, comparten sus experiencias. Son como familias de mayores... y sin hijos.
Más libertad
«No estáis solos», proclama desde la Universidad de Missouri Kandi K., militante dink. «Y no importa que os critiquen y que os llamen inmaduros o egoístas. Consideremos por un momento nuestro "egoísmo"... Cuando decidimos no tener niños, sin duda salimos ganando. Podemos vivir mejor con menos dinero. Tenemos mayor libertad para viajar o para movernos por nuestra casa desnudos, si queremos. Podemos entregarnos a nuestras carreras y a nuestos hobbies. Tenemos mayor libertad para hacer y decir lo que sentimos. Dormimos más. Y lo más importante, disfrutamos de mayor intimidad con nuestros compañeros/as».
Los dinks se han propuesto combatir el estereotipo de pareja
procreación y alegan que las separaciones son precisamente más frecuentes en las parejas con hijos. En una sociedad como la norteamericana, con la tasa de natalidad más alta de Occidente, comparten banquillo con las asociaciones que reclaman «crecimiento cero» para combatir la sobrepoblación.
Carin Smith y Jay Bender son otros de los pioneros del movimiento, más de una década ondeando la bandera de Childless by Choice (Sin Niños por Elección). La veterana pareja vende por correo todo tipo de literatura, souvenirs y parafernalia relacionada con la «antipaternidad», como la popular pegatina que puede verse en algunos coches norteamericanos: «Sin bebés a bordo».
Smith y Bender hacen también proselitismo de la «no parternidad» en un boletín trimestral con artículos en esta línea: «Estudios sobre las ligaduras de trompas», «Diez maneras de contárselo a tus suegros», «¿Quién cuidará de nosotros cuando nos hagamos viejos?», «Cómo ser inmortal sin tener hijos»...
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