miércoles, julio 22, 2009

JAVIER SÁDABA Catedrático Ética y Filosofía “Los españoles carecen de vida interior”

JAVIER SÁDABA Catedrático Ética y Filosofía “Los españoles carecen de vida interior”
Texto: Carlos Meza
Nació en Portugalete (Vizcaya). Estudió Filosofía y Teología en las universidades de Comillas, Salamanca y Roma. Se doctoró en Tübingen (Alemania), desde donde se incorporará, en 1969, como docente a la Universidad Autónoma de Madrid. Actualmente ocupa la cátedra de Ética de esa misma Universidad. Colabora asiduamente en periódicos, revistas y en la radio, y ha intervenido en todo tipo de debates.

“La sociedad española vive el día a día con intensidad, y es por su relación con la concepción de la muerte: si le quedan cuatro días, esos los va a aprovechar al máximo. Los españoles nos beneficiamos en la actualidad de tener necesidades primarias satisfechas y no permitimos que el ruido mediático y político nos afecte mucho”, considera el catedrático Javier Sádaba, autor del libro “Saber vivir. Análisis y gozo de la vida cotidiana” (Ediciones Libertarias). El autor explica cómo los cambios económicos y sociales han beneficiado a los españoles, pero también cómo otras necesidades son sus nuevas preocupaciones.

“Cuando el español regresa a su casa
padece mucha soledad”
- El español pasa mucho tiempo buscando vivir mejor, pero en los tiempos actuales a muchas personas les persigue una insatisfacción a pesar de lo bien que pueden vivir. ¿Cómo se explica esto?
- En general, y al margen de los numerosos cambios que ha habido, hay muchos que son superficiales. Pero uno no lo es: el desarrollo económico español en los últimos 25 años ha sido espectacular. Es un hecho que la visualización de la pobreza no existe, y eso es muy determinante respecto de otros países. Por fuera el país tiene características iguales: no hay estima por la cultura, no ha habido una gran renovación universitaria, no ha habido una clase política potente, y en eso estamos muy igualados.

- Más allá de lo social, ¿cómo son los españoles como individuos?
- En el terreno personal, el español es un gran vividor. Si hay una característica que lo distingue de otros países, es su relación con la concepción de la muerte. Ésta puede venir en cualquier momento, y por tanto deben aprovecharse los días. Digamos que no apasionadamente, pero sí deprisa. El español es muy hedonista, placentero; de placeres inmediatos. Su capacidad de comer y beber es propia de alguien de aquí que vive la calle con una relación placentera. España es un país en el que se vive bien. Pero hay cierta insatisfacción, y en el momento en que el español va a casa padece mucha soledad. Esto se muestra en el mismo hecho de que la gente no otorgue fácilmente la casa a otros, la falta de bibliotecas para estudiar, la falta de esa vida interior. Existen dos caras con el español. Una, la externa, que es la que goza, consume y gasta. A esta es a la que yo llamo “la antisuiza”. Pero hay un pozo, una carencia grande, y es por la dispersión externa y por la poca vida interior. Eso tiene sus consecuencias, porque el dolor interno queda allí.

“Después de la transición hubo una
inmensa idealización de la libertad, no
había que restringir nada, no había
que poner normas”
- Se dice que la sociedad española, ya con un nivel de bienestar, modifica las preocupaciones en las personas, que si antes vivía pensando en qué iba a comer o si iba a sobrevivir, hoy se preocupa por cosas como el estrés en la empresa o el síndrome post vacacional. ¿Es correcta esta percepción, se ha llegado a ese punto?
- Es verdad, y es cierto que las necesidades primarias están relativamente satisfechas en España para la mayoría, y en cuyo caso no existe el miedo a la inseguridad y otros temores que se tienen en otros países o en la España de hace más de 30 años, que era muy distinta. Pero eso que se da como bueno, es lo positivo que tiene Europa: la seguridad social, los derechos de los trabajadores, las pensiones, es algo elemental y ha sido beneficioso. Pero también hay consecuencias negativas como la desaparición de los grandes problemas ideológicos. En los jóvenes es difícil hablar de política, situación de recursos, penurias de la humanidad, los grandes sistemas emancipatorios, eso ya no interesa. Les interesa el coche, la playstation, y si son mayores les interesa la segunda casa o la casa rural, y no tienen formación para dialogar sobre otros temas. Se evidencia cómo a un fuerte desarrollo económico ha seguido un descenso grande de las preocupaciones ideológicas, y esto me parece muy grave.

- ¿El momento actual es bueno para el gozo de la vida, tienen los españoles muchas opciones en su entorno para vivir mejor?
- Hay una gente que tiene menos medios, que trabaja mucho, esa gente gana dinero, pero al trabajar mucho tiene poco tiempo para disfrutarlo, esa parte de la gente sostiene el país. Hay otro nivel medio con más recursos y herencias, que vive bien sin más y no necesitan “psicoanalistas argentinos”. En tercer lugar está el clima político, que es malo, pero que afortunadamente no cala mucho en la gente, aunque mete mucho ruido. La gente pasa mucho de ellos, les da la espalda, porque de lo contrario estaríamos en una situación de locura.

- En términos de tiempo, ¿se planifica más a corto plazo que a largo plazo el buen vivir?
- Sí, en esto se han tomado formas de otros países europeos, se muestra cómo el español vive a corto plazo, pero es atractivo. Hay que vivir el día a día. Si se tienen cuatro días hay que aprovecharlos y ser feliz. No hay que tener una visión de inmortalidad, pero sí somos de vivir el día a día.

- ¿Se perciben esos efectos negativos en las dinámicas familiares?
- En la vida familiar ha habido grandes cambios, primero la incorporación de la mujer al trabajo. Los españoles frente a la imagen externa trabajan mucho, a su manera, pero mucho, y a eso se suma el desarrollo de las nuevas tecnologías y los niños están más tiempo frente a la televisión e Internet, con lo que la vida familiar y la discusión a la hora de comer ya no existe. Hay una encuesta reciente que muestra que un 60 por ciento de los padres no saben cómo educar a sus hijos. Los cambios que ha habido les han colocado en una situación distinta. Además ya hay casos de violencia hacia los padres, y se nota mucho la desestructuración familiar, al ser España uno de los países con más divorcios en Europa, lo que indica que la familia se ha resentido enormemente. Ello trae como consecuencia que se deteriore mucho la noción del respeto, que no es tratar de usted o de tú, sino tener presente al otro, enterarse de lo que sucede, estar dispuesto a ayudarle.

- ¿Y en la educación y la formación de los jóvenes?
- En el nivel medio hay un problema grave, que en Francia es mayor, que es la falta de respeto de los alumnos hacia los profesores, que se ven sin posibilidades de defensa. Aquí después de la transición hubo una inmensa idealización de la libertad, no había que restringir nada, no había que poner normas. Ahora el profesor se encuentra con que ni siquiera puede castigar, y a ello se suma la llegada de los inmigrantes y la integración de colectivos, y con todo ello se produce esta situación conflictiva. En la universidad no es tanto, pero lo que sí se nota es que los alumnos quieren buenas notas y tener un buen empleo, pero la despreocupación ante la actitud solidaria con los compañeros y la sociedad es mayoritaria. Frente a ello hay una parte interesante que la forman los jóvenes alternativos, los jóvenes antiglobalización, que piensan que otro mundo es posible. Ese movimiento entronca con lo libertario español y es una esperanza que hay, aunque no sea lo mayoritario.

- ¿Y qué lugar está ocupando la religión en este proceso?
- También se dice que un papel menos fuerte de la religión ha sido clave para muchos de los cambios después de la transición. Hay una visión de que España es muy religiosa, y se tiene la idea de que España era la franquista, pero fue al revés, Franco fue un accidente. La España franquista es una imposición del nacionalcatolicismo, pero eso no era España, en la República España era laica. Lo que creo que hay es una recuperación de valores, se retoma contacto con aspectos históricos de España. Hay que aclarar que España es poco uniforme, a diferencia de otros países de Europa, y es que hay una parte muy libertaria y muy abierta y otra parte muy reaccionaria, y las dos partes conviven. Se pueden dar las actitudes más progresistas con las más reaccionarias, mientras otros países europeos dieron procesos diferentes. Los cambios que ha habido en ese sentido son una liberación del franquismo, no tanto que el español sea como era el franquismo.

- ¿Tienen los medios de comunicación un papel fundamental en todo esto?
- Los medios actúan a veces de forma positiva y a veces negativa. El periodismo de investigación ha estado muy bien, porque cantidades de cosas que hoy se saben es por su labor, pero a veces es como una tribu con un poder extraordinario que han suplantado a la vida política española, porque es más importante lo que se discute en los periódicos que lo que se discute en el Parlamento, y en ese sentido tienen un poder extraordinario, y generalmente con posturas muy de su lado que imposibilitan la discusión. Es difícil en España encontrar una discusión sobre temas importantes que no esté desideologizada o al servicio de intereses que imposibilitan hablar con claridad, sea el tema vasco o cualquier otro.

- ¿Y los valores en qué lugar quedan?
- La situación mundial es de crisis de valores, la sociedad está fragmentada, y hay grandes principios que se han cuarteado, se han puesto en cuestión, y hay momentos en que la desorientación es clara. Yo soy catedrático de ética y veo que ha habido acontecimientos que ponen en cuestión las normas morales, como ejemplo están las biotecnologías, y nos preguntamos si se debe clonar o no, y eso trae consigo una crisis de valores respecto del ser humano. En España ha ocurrido que frente a una inercia de antes donde las cosas eran claras, pues hoy ya no es así. Eso es bueno porque muchas cosas que no tenían por qué existir se vinieron abajo y ha hecho que nos esforcemos por buscar los valores. Yo creo que estamos en una búsqueda de valores. En la familia, en la juventud, en el sexo, hay cambios y se plantean los valores.

- ¿Y esta búsqueda parte de cada uno de nosotros o debe hacerse una política colectiva que lo anime?
- Creo que se tiene que compatibilizar. Primero, es una cuestión que atañe a cada uno de los individuos, tiene que haber una respuesta personal, ya está bien de confiar fuera de lo que son las capacidades propias. Pero al mismo tiempo existe una enorme responsabilidad en los poderes públicos. Por ejemplo, los partidos políticos son enanos en sus propuestas pedagógicas, están en cero. O el modelo que presentan, como sería una sesión parlamentaria en la que se tienen posiciones, y nadie convence a nadie de nada, nadie cambia su voto. Entonces, más allá de nuevas asignaturas, que está muy bien, se debe enseñar a vivir los valores, mostrarlos y tener modelos.

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