miércoles, julio 22, 2009

Los narcisistas: Enfermos de sí mismos

Enfermos de sí mismos Isabel Menéndez Grafismo: M. NIEBLA

Algunas personas sólo saben hablar de sí y agotan a quienes las escuchan porque no entablan una verdadera relación. El otro les sirve de percha para colgar lo que necesitan decir de sí. Quienes ponen como centro del universo su “yo” tienen un psiquismo poco evolucionado, ignoran sus límites y no saben apreciar a los demás.

Son narcisistas, egocéntricos, egomaníacos. Son como un niño que fantasea con ser gigante: se atribuye rasgos de los que carece y se coloca en el centro del mundo porque no sabe vivir en él. Se ama demasiado porque nadie le ha querido de forma adecuada. Por regla general, resulta insoportable cuando se le tiene cerca porque no sabe amar: el otro no le interesa, salvo para que le afirme en lo que alimenta su ego. Con ese “ego” disimula una identidad frágil y una debilidad psicológica notable.

Construir la identidad

Sin embargo, cierto grado de narcisismo es conveniente y deseable a lo largo del desarrollo infantil. El niño, por la dependencia con la que nace y porque su aparato psíquico no le permite diferenciar entre él y el otro, se cree el centro del universo de sus padres. Su deseo de admiración se debe a la necesidad de ser reconocido como único. De este modo se construyen la identidad y la autoestima. También se construyen con las imágenes que tenemos de nosotros mismos y que dependen de cómo nos miraron quienes nos cuidaron y con las que aprendimos los primeros intercambios afectivos. Según el psicoanálisis, el ser humano tiene en principio dos objetivos a los que dirigir su amor: la madre y su propia persona. Su evolución dependerá de que pueda liberarse y no quedarse apegado a ambas.

El narcisismo patológico se produce tras tempranas experiencias de frustración que el niño no puede elaborar. Éste valora en primer lugar el afecto de los padres. Sobre los hijos se colocan deseos incumplidos y rechazos. En la medida en que sean tratados como prolongación de los padres y no se acepte su diferencia, serán más o menos narcisos. Los padres de un narcisista le han colocado seguramente en el centro del universo cuando hacía lo que querían o le han hecho sentirse mal en caso contrario. No es raro que el hijo se adapte a lo que quieren de él para sentirse importante para los padres. De ese modo, cree que no le quieren por sí mismo, sino como algo mágico que completa el deseo del otro. El narcisista halaga su “ego” porque el “todo” que se empeña en mostrar esconde una “nada” aterradora.

Una vida sin contenido

María se encuentra con Carmen, a la que hace mucho que no ve. Se conocen desde el instituto. Carmen trabaja en una multinacional. María se despidió de su empleo al tener a su segundo hijo y puso un taller de cerámica en casa. Carmen le cuenta que se ha casado y separado dos veces, que tiene un cargo importante y que viaja mucho. Al darse cuenta de que ha hablado mucho, le dice a su amiga: “Ahora hablemos de ti”. Pero cuando María abre la boca, añade: “Mi trabajo me lleva mucho tiempo y me cansa resolver lo mal que trabajan algunos”.

María cree que Carmen no ha cambiado: era la que tenía más éxito con los chicos, aunque nada parecía llenarla. Tenerla como jefa debía ser insufrible. Seguía igual, intentando tapar sus fracasos personales con éxitos laborales. Nunca se había sentido querida por su padre y estuvo muy apegada a una madre triste, a la que trató de contentar haciendo lo que suponía que le hubiera gustado: viajar y ser libre. María antes la envidiaba, ahora no. Sus excesos sólo ocultaban una vida sin contenido.

Quien se centra en lo que le ocurre y es incapaz de ponerse en lugar del otro, está enfermo de sí mismo. Si estuviera dispuesto a revisar cómo se formó la imagen que tiene de sí, podría cambiar y construir relaciones mejores con los demás y consigo mismo. Pero eso sólo suele suceder cuando un sufrimiento psicológico elevado la conduce a un tratamiento.

Claves

Éstos son los rasgos que definen a un narcisista:

Egocéntrico. Tiene un sentimiento exagerado de su importancia. Sólo se preocupa de sí mismo.

Manipulador. Cree que los demás deben satisfacer su necesidad de ser admirado y puede manipularles para lograrlo.

Intolerante. No soporta las críticas y su reacción es imprevisible. Le angustian porque su identidad es frágil.

Negador. No reconoce su narcisismo. Exagera sus virtudes y atribuye los fracasos a los otros.

NARCISISMO

Es el amor excesivo a sí mismo. Toma su nombre del mito de Narciso, que al ver su imagen en el agua se enamoró y al besarla murió ahogado.

Según el psicoanálisis, puede ser primario (el niño dirige sus energías sobre sí mismo para satisfacer sus necesidades) o secundario (tras una situación traumática, el afecto a lo que se perdió se dirige otra vez a uno mismo).
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Los desmanes del narcisista por Álex Rovira Celma

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