Libertades y Derechos DD HH | LAS SITUACIONES DE INCOMUNICACIÓN, DE HASTA 5 DÍAS, PRINCIPAL ARGUMENTO EN LAS DENUNCIAS DE MALOS TRATOS
La prisión de Stanford, las torturas y la policía. El autor, psicólogo, reflexiona sobre las denuncias de tortura y agresiones por fuerzas de seguridad del Estado y que están amparadas en las leyes de incomunicación.
Daniel Mari Ripa / Psicólogo DIAGONAL PERIÓDICO Jueves 4 de noviembre de 2010. Número 136
STANFORD. En esta Universidad se realizó una investigación, donde los participantes reproducían los roles de carceleros y presos durante dos semanas.
Las detenciones de supuestos integrantes de ETA van acompañadas de una continua denuncia y movilización ante el proceso de incomunicación de 5 días al que han sido sometidos. Pero, ¿por qué esa incomunicación? ¿Los procedimientos judiciales dejan margen para la existencia de malos tratos? Para un psicólogo, nada de lo humano le puede ser ajeno y la explicación del comportamiento humano en situaciones límite ha de ser una de nuestras funciones.
Así, casi cualquier estudiante de 1º de Psicología escuchará la investigación de la Universidad de Stanford y que, posteriormente, dio lugar a la película El experimento. En esta investigación, los participantes en el estudio eran divididos aleatoriamente en dos grupos. Unos actuarían como carceleros y otros como reclusos durante dos semanas. El objetivo era comprender cómo afectaban los roles asumidos por las personas, en qué medida se “despersonalizaba” el individuo y cómo usaban los participantes el poder en esas circunstancias. El resultado del experimento fue tan traumático como inquietante.
El estudio tuvo que suspenderse antes de llegar a su fin, por la extrema violencia generada desde los carceleros hacia los reclusos, y por las revueltas de estos últimos. Pero, ¿cómo una persona normal, buena, ética, podía comportarse de esa manera? La explicación es que situaciones de ausencia de control hacia las personas que asumen situaciones de poder y de potencial uso de la violencia, unido a una despersonalización dentro de un rol –carcelero, en este caso– y a cierta desresponsabilización de sus acciones, puede llevar a actitudes y conductas por parte de esas personas que van más allá de lo que éticamente podrían ejercer.
Denuncias internacionales
Varios organismos internacionales se han hecho eco de las denuncias de las últimas décadas de Amnistía Internacional, que muestran su preocupación ante las denuncias de tortura expresadas por detenidos que han sufrido 5 días de incomunicación. La respuesta de los gobiernos españoles, populares y socialistas, ha sido unánime: las denuncias son falsas, el procedimiento es el adecuado y tienen total confianza en las fuerzas de seguridad del Estado. De hecho, no existe forma de saber si existen o no torturas.
La sentencia en el caso de Otamendi, ex director de Egunkaria, declara que, aunque no puede demostrar que hayan existido esas torturas, parece factible que ocurriera. En cualquier caso, lo importante es si los procedimientos judiciales y policiales amparan, con su estructura y funcionamiento, la existencia de malos tratos y tortura. La experiencia llevada a cabo en Catalunya, donde el conseller Saura instaló cámaras dentro de las comisarías y salas de interrogatorios; reveló que prácticas se realizaban, en ocasiones, a detenidos por los Mossos (agresiones, humillaciones...). Si los indicios catalanes en casos de detenciones de una sola noche dejaban una enseñanza, es que existía riesgo de potenciales agresiones, y que la actuación política podía limitar ese riesgo. Por su parte, una total incomunicación durante 5 días y un apoyo más férreo desde el Gobierno a las prácticas policiales, podían generar situaciones más graves en relación a los derechos humanos.
Sin embargo, más allá de indicios, el experimento de Stanford nos plantea algunas hipótesis, aplicables en este caso. La situaciones de división en roles generan despersonalización y la asunción del rol antes que el criterio personal. Al maximizar esa división, al no considerar al detenido como persona sino un miembro de algo odioso, despersonalizándolo; así como se despersonaliza también dentro de su uniforme al policía que en actuaciones policiales no muestra su cara, se incrementa el riesgo de que las personas, en este caso los policías, lleven a cabo acciones que no realizarían habitualmente. Pero el detonante de las situaciones de violencia –y potencial tortura– es la concesión incondicional del monopolio del uso del poder –y la violencia– otorgada por los superiores, junto a una situación contextual que lo permita (la prisión del experimento –fuera del mundo real–, un proceso de incomunicación). Por supuesto, además, hay intereses instrumentales de obtener información de los detenidos.
En estas situaciones, la psicología social diría que hay “alto riesgo” de que se generen situaciones de violencia, fruto de la despersonalización de detenido y policía, del entorno físico favorable y de un apoyo de la autoridad (políticos) que permita al sujeto que lleva a cabo las acciones el des-responsabilizarse de los actos que comete.
La prisión de Stanford, las torturas y la policía. El autor, psicólogo, reflexiona sobre las denuncias de tortura y agresiones por fuerzas de seguridad del Estado y que están amparadas en las leyes de incomunicación.
Daniel Mari Ripa / Psicólogo DIAGONAL PERIÓDICO Jueves 4 de noviembre de 2010. Número 136
STANFORD. En esta Universidad se realizó una investigación, donde los participantes reproducían los roles de carceleros y presos durante dos semanas.
Las detenciones de supuestos integrantes de ETA van acompañadas de una continua denuncia y movilización ante el proceso de incomunicación de 5 días al que han sido sometidos. Pero, ¿por qué esa incomunicación? ¿Los procedimientos judiciales dejan margen para la existencia de malos tratos? Para un psicólogo, nada de lo humano le puede ser ajeno y la explicación del comportamiento humano en situaciones límite ha de ser una de nuestras funciones.
Así, casi cualquier estudiante de 1º de Psicología escuchará la investigación de la Universidad de Stanford y que, posteriormente, dio lugar a la película El experimento. En esta investigación, los participantes en el estudio eran divididos aleatoriamente en dos grupos. Unos actuarían como carceleros y otros como reclusos durante dos semanas. El objetivo era comprender cómo afectaban los roles asumidos por las personas, en qué medida se “despersonalizaba” el individuo y cómo usaban los participantes el poder en esas circunstancias. El resultado del experimento fue tan traumático como inquietante.
El estudio tuvo que suspenderse antes de llegar a su fin, por la extrema violencia generada desde los carceleros hacia los reclusos, y por las revueltas de estos últimos. Pero, ¿cómo una persona normal, buena, ética, podía comportarse de esa manera? La explicación es que situaciones de ausencia de control hacia las personas que asumen situaciones de poder y de potencial uso de la violencia, unido a una despersonalización dentro de un rol –carcelero, en este caso– y a cierta desresponsabilización de sus acciones, puede llevar a actitudes y conductas por parte de esas personas que van más allá de lo que éticamente podrían ejercer.
Denuncias internacionales
Varios organismos internacionales se han hecho eco de las denuncias de las últimas décadas de Amnistía Internacional, que muestran su preocupación ante las denuncias de tortura expresadas por detenidos que han sufrido 5 días de incomunicación. La respuesta de los gobiernos españoles, populares y socialistas, ha sido unánime: las denuncias son falsas, el procedimiento es el adecuado y tienen total confianza en las fuerzas de seguridad del Estado. De hecho, no existe forma de saber si existen o no torturas.
La sentencia en el caso de Otamendi, ex director de Egunkaria, declara que, aunque no puede demostrar que hayan existido esas torturas, parece factible que ocurriera. En cualquier caso, lo importante es si los procedimientos judiciales y policiales amparan, con su estructura y funcionamiento, la existencia de malos tratos y tortura. La experiencia llevada a cabo en Catalunya, donde el conseller Saura instaló cámaras dentro de las comisarías y salas de interrogatorios; reveló que prácticas se realizaban, en ocasiones, a detenidos por los Mossos (agresiones, humillaciones...). Si los indicios catalanes en casos de detenciones de una sola noche dejaban una enseñanza, es que existía riesgo de potenciales agresiones, y que la actuación política podía limitar ese riesgo. Por su parte, una total incomunicación durante 5 días y un apoyo más férreo desde el Gobierno a las prácticas policiales, podían generar situaciones más graves en relación a los derechos humanos.
Sin embargo, más allá de indicios, el experimento de Stanford nos plantea algunas hipótesis, aplicables en este caso. La situaciones de división en roles generan despersonalización y la asunción del rol antes que el criterio personal. Al maximizar esa división, al no considerar al detenido como persona sino un miembro de algo odioso, despersonalizándolo; así como se despersonaliza también dentro de su uniforme al policía que en actuaciones policiales no muestra su cara, se incrementa el riesgo de que las personas, en este caso los policías, lleven a cabo acciones que no realizarían habitualmente. Pero el detonante de las situaciones de violencia –y potencial tortura– es la concesión incondicional del monopolio del uso del poder –y la violencia– otorgada por los superiores, junto a una situación contextual que lo permita (la prisión del experimento –fuera del mundo real–, un proceso de incomunicación). Por supuesto, además, hay intereses instrumentales de obtener información de los detenidos.
En estas situaciones, la psicología social diría que hay “alto riesgo” de que se generen situaciones de violencia, fruto de la despersonalización de detenido y policía, del entorno físico favorable y de un apoyo de la autoridad (políticos) que permita al sujeto que lleva a cabo las acciones el des-responsabilizarse de los actos que comete.
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