Richard Dawkins y el Nuevo Testamento Tal como prometimos, presentamos un extracto de un capítulo de The God Delusion, de Richard Dawkins. Publicaremos otros artículos del biólogo y filósofo inglés y a partir de sus opiniones nos desplazaremos a otros temas relacionados con la ciencia, para comenzar a discutir sobre el origen de la vida, la clonación (Chile Liberal está absolutamente a favor de esta tecnología) y volver nuevamente al tema del aborto. Además, profundizaremos sobre la obra de Dawkins, quien ha continuado y renovado la obra formidable del notable científico inglés Charles Darwin. Esperamos transmitir no sólo el sentido, sino que el estilo mordaz y sardónico, pastoso, conversacional y apasionado del “ateísmo militante” del maestro Dawkins.
¿Es mejor el Nuevo Testamento? Por Richard Dawkins
Bueno, no podemos negar que desde un punto de vista moral, Jesús fue una mejora enorme en comparación a ese ogro maligno del Antiguo Testamento llamado “Dios”[1]. Ciertamente, en caso que Jesús haya existido (o quien sea que inventó su historia) fue con toda seguridad uno de los grandes innovadores éticos de la historia. El sermón de la montaña es muy avanzado para su época. Su orden de “poner la otra mejilla” se anticipó dos mil años a Gandhi o Martin Luther King. No es por nada que en una ocasión escribí un artículo llamado “Ateos en defensa de Jesús”[2] (e incluso me regalaron una camiseta con dicha frase escrita).
Pero justamente la superioridad moral de Jesús sirve para demostrar mi postura. A Jesús no le bastó con crear una ética a partir de las enseñanzas adquiridas en su infancia. Él se apartó explícitamente de ellas, por ejemplo cuando desestimó las temibles advertencias sobre no obedecer el sabbath. “El sabbath fue hecho para el hombre, el hombre no fue hecho para el sabbath”, se ha convertido en un proverbio de uso cotidiano. Ya que una de las tesis principales del presente capítulo es que no debemos elaborar una ética a partir de unas escrituras, hay que elogiar a Jesús por ser él mismo un ejemplo de la validez de dicha tesis.
Los valores familiares de Jesús, seamos francos, no son necesariamente un punto que merezca toda nuestra atención. Él fue algo ingrato, casi insensible, con su propia madre, e instigó a sus discípulos a que abandonasen sus familias y lo siguiesen a él. Si alguno viene a mí y no sacrifica el amor a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, y aun a su propia vida, no puede ser mi discípulo (Lucas 14:26)”. La comediante norteamericana Julia Sweeney expresa su perplejidad en el show “Dejando a Dios”[3]: ¿Acaso no es ése el objetivo de todas las sectas? Hacer que rechaces a tu familia para que ellos te laven el cerebro?
No obstante sus valores familiares un tanto dudosos, las enseñanzas éticas de Jesús fueron, respecto a las bestialidades del Antiguo Testamento, admirables; pero hay otras enseñanzas del Nuevo Testamento que ningún hombre de bien puede aceptar. Me refiero a la doctrina principal del cristianismo, la “expiación” del “pecado original”. Esta doctrina, piedra angular de la teología del NT, es moralmente tan repugnante como la historia de Abraham preparándose para matar a su hijo Isaac, y ambas comparten la misma esencia (tal como lo clarifica Geza Vermes en “Las caras cambiantes de Jesús”). El pecado original proviene directamente del mito de Adán y Eva en el AT. Su pecado, comer el fruto prohibido, parece una desobediencia menor que amerita un mero tirón de orejas. Pero la naturaleza simbólica de la fruta (saber discernir entre el bien y el mal, que a su vez significó que tomaran conciencia de su desnudez) bastó para que la picardía de los ladrones de fruta se convirtiese en el tremendo pedazo de pecado que es el “pecado original”. Ellos y todos sus descendientes fueron expulsados del Jardín del Edén, se les privó de la vida eterna, y se les condenó de por vida al sufrimiento del sudor de la frente al trabajar (para el hombre) y el dolor del parto (para la mujer).
Venganzas y castigos, típico del AT. No obstante el NT añade otra injusticia, siendo la guinda de la torta un nuevo acto sadomasoquista cuya perversidad ni siquiera el AT logra igualar. La verdad es que cuando lo pensamos bien, es espeluznante que una religión adopte un instrumento de tortura y muerte como su símbolo sagrado, que más encima se lo cuelgan en el cuello. Lenny Bruce dice con razón que si a Jesús lo hubiesen asesinado hace 20 años, los niños en escuelas católicas llevarían una sillita eléctrica colgando de su cuello, no un crucifijo. Pero la teología y teoría del castigo que implica es aún peor. Se cree que el pecado de Adán y Eva se transmite por parte de padre, a través del semen, según dice Agustín. ¿Qué clase de filosofía ética es ésta, que condena a cada niño, incluso antes de nacer, a heredar un pecado cometido por un ancestro remoto? A todo esto, Agustín se consideraba a sí mismo una especie de autoridad personal en cuanto a asuntos pecaminosos, y fue él quien acuñó la frase “pecado original”, que antes se conocía como “pecado ancestral”. Los debates y pronunciamientos de Agustín simbolizan, para mí, la obsesión enfermiza de los primeros teólogos cristianos con el pecado. Podrían haber dedicado sus innumerables páginas y sermones a ensalzar la belleza del cielo estrellado, a las montañas y bosques frondosos, a los mares y los cantos de pájaros al atardecer. A veces sí se mencionan, pero parece que el cristianismo sólo ve pecado pecado pecado pecado pecado pecado pecado. Qué increíble que la vida de algunos esté dominada por esta preocupación tan patética. Sam Harris escribe un comentario muy cáustico en su Carta a un cristiano:
Tu principal preocupación parece ser que el Creador del universo se sentirá ofendido por algo que la gente hace cuando está desnuda. Esta mojigatería de ustedes sólo contribuye diariamente a multiplicar la miseria humana
Pero ahora aparece el sadomasoquismo en todo su esplendor. Dios encarnado, es decir Jesús, debe ser torturado y ejecutado para expiar el pecado hereditario desde Adán. Desde que Pablo expuso su asquerosa doctrina por primera vez, a Jesús lo han adorado como el redentor de todos nuestros pecados. Y no sólo los pecados del pasado, no, ¡los pecados futuros también, aunque la gente del futuro decida o no cometerlos! (...)
He descrito la expiación, doctrina fundamental del cristianismo, como viciosa, sadomasoquista y asquerosa. Ni siquiera merece que le prestemos demasiada atención por ser completamente descabellada, pero es tan omnipresente que ha obnubilado nuestra objetividad. Si Dios quisiese perdonar nuestros pecados, me pregunto porqué no los perdona de una buena vez, sin tener que él mismo someterse a la tortura y la ejecución, y, más encima, condenando a generaciones de judíos a masacres y persecusiones al ser acusados de “asesinos de Cristo”: ¿tambien se heredaba ese pecado a través del semen?
Pablo, como nos clarifica el profesor judío Geza Vermes, se encontraba sumido en el antiguo principio teológico de que sin sangre no hay expiación. En su carta a los Hebreos (9:22) lo dice. Los expertos progresistas en ética actual se ven imposibilitados de defender cualquier clase de teoría retributiva del pecado, y ni hablar de la teoría del “chivo expiatorio” que implica ejecutar a un ser inocente para purgar el pecado de un culpable. En todo caso es difícil no preguntarse ¿a quién trataba Dios de impresionar? Probablemente a él mismo: juez, jurado y ejecutado, todo en uno. Para más remate, Adán, el supuesto perpetrador del pecado original, jamás existió: un hecho difícil de explicar para los cristianos, aunque entendemos y nos compadecemos de Pablo ya que él ignoraba esta verdad, pero sí lo sabía el Dios omnisciente (¿y Jesús también, para quienes creen que él era Dios encarnado?), lo que socava estructuralmente toda la premisa de esta teoría tortuosamente repugnante. ¡Oh!, alto, por supuesto que la teoría de Adán y Eva sólo fue “simbólica”, ¿o me equivoco? ¿Simbólica? A ver, recapitulemos... ¿para impresionarse a sí mismo, Jesús se hizo torturar y asesinar para expiar un pecado “simbólico” cometido por un sujeto que “no existe”? Antes dije que todo esto descabellado, pero además es repelentemente vicioso.
[1] Nota de ChL
En un capítulo anterior, el profesor Dawkins ha escrito:
“El Dios del Antiguo Testamento es probablemente el personaje más odioso que jamás ha aparecido en una obra ficticia: celoso y se enorgullece de ello, mezquino, injusto, enfermizamente posesivo, vengativo, depurador étnico salvaje, misógino, homofóbico, racista, infanticida, genocida, filicida, antipático, megalómano, sadomasoquista, y acosador caprichosamente malévolo.
[2] Richard Dawkins, “Atheists for Jesus”, Free Inquiry 25:1, 2005, 9-10.
[3] Julia Sweeney también acierta cuando menciona brevemente al budismo. Tal como a veces algunos creen que el cristianismo es una religión más suave y benevolente que el islam, se cree erroneamente que los budistas son los más simpáticos de todos. Pero la doctrina de retrocesos en la escala de reencarnaciones debido a los pecados es bastante desagradable. Julia Sweeney dice: “Fui a Tailandia y conocí a una mujer que cuidaba de un niño que sufría malformaciones físicas terribles. Le comenté a la cuidadora “qué bello gesto el suyo, hacerse cargo de este pobre niño”. La mujer contestó “no diga pobre niño, porque debe haber hecho algo espantoso en una vida anterior para que ahora nazca así”.
¿Es mejor el Nuevo Testamento? Por Richard Dawkins
Bueno, no podemos negar que desde un punto de vista moral, Jesús fue una mejora enorme en comparación a ese ogro maligno del Antiguo Testamento llamado “Dios”[1]. Ciertamente, en caso que Jesús haya existido (o quien sea que inventó su historia) fue con toda seguridad uno de los grandes innovadores éticos de la historia. El sermón de la montaña es muy avanzado para su época. Su orden de “poner la otra mejilla” se anticipó dos mil años a Gandhi o Martin Luther King. No es por nada que en una ocasión escribí un artículo llamado “Ateos en defensa de Jesús”[2] (e incluso me regalaron una camiseta con dicha frase escrita).
Pero justamente la superioridad moral de Jesús sirve para demostrar mi postura. A Jesús no le bastó con crear una ética a partir de las enseñanzas adquiridas en su infancia. Él se apartó explícitamente de ellas, por ejemplo cuando desestimó las temibles advertencias sobre no obedecer el sabbath. “El sabbath fue hecho para el hombre, el hombre no fue hecho para el sabbath”, se ha convertido en un proverbio de uso cotidiano. Ya que una de las tesis principales del presente capítulo es que no debemos elaborar una ética a partir de unas escrituras, hay que elogiar a Jesús por ser él mismo un ejemplo de la validez de dicha tesis.
Los valores familiares de Jesús, seamos francos, no son necesariamente un punto que merezca toda nuestra atención. Él fue algo ingrato, casi insensible, con su propia madre, e instigó a sus discípulos a que abandonasen sus familias y lo siguiesen a él. Si alguno viene a mí y no sacrifica el amor a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, y aun a su propia vida, no puede ser mi discípulo (Lucas 14:26)”. La comediante norteamericana Julia Sweeney expresa su perplejidad en el show “Dejando a Dios”[3]: ¿Acaso no es ése el objetivo de todas las sectas? Hacer que rechaces a tu familia para que ellos te laven el cerebro?
No obstante sus valores familiares un tanto dudosos, las enseñanzas éticas de Jesús fueron, respecto a las bestialidades del Antiguo Testamento, admirables; pero hay otras enseñanzas del Nuevo Testamento que ningún hombre de bien puede aceptar. Me refiero a la doctrina principal del cristianismo, la “expiación” del “pecado original”. Esta doctrina, piedra angular de la teología del NT, es moralmente tan repugnante como la historia de Abraham preparándose para matar a su hijo Isaac, y ambas comparten la misma esencia (tal como lo clarifica Geza Vermes en “Las caras cambiantes de Jesús”). El pecado original proviene directamente del mito de Adán y Eva en el AT. Su pecado, comer el fruto prohibido, parece una desobediencia menor que amerita un mero tirón de orejas. Pero la naturaleza simbólica de la fruta (saber discernir entre el bien y el mal, que a su vez significó que tomaran conciencia de su desnudez) bastó para que la picardía de los ladrones de fruta se convirtiese en el tremendo pedazo de pecado que es el “pecado original”. Ellos y todos sus descendientes fueron expulsados del Jardín del Edén, se les privó de la vida eterna, y se les condenó de por vida al sufrimiento del sudor de la frente al trabajar (para el hombre) y el dolor del parto (para la mujer).
Venganzas y castigos, típico del AT. No obstante el NT añade otra injusticia, siendo la guinda de la torta un nuevo acto sadomasoquista cuya perversidad ni siquiera el AT logra igualar. La verdad es que cuando lo pensamos bien, es espeluznante que una religión adopte un instrumento de tortura y muerte como su símbolo sagrado, que más encima se lo cuelgan en el cuello. Lenny Bruce dice con razón que si a Jesús lo hubiesen asesinado hace 20 años, los niños en escuelas católicas llevarían una sillita eléctrica colgando de su cuello, no un crucifijo. Pero la teología y teoría del castigo que implica es aún peor. Se cree que el pecado de Adán y Eva se transmite por parte de padre, a través del semen, según dice Agustín. ¿Qué clase de filosofía ética es ésta, que condena a cada niño, incluso antes de nacer, a heredar un pecado cometido por un ancestro remoto? A todo esto, Agustín se consideraba a sí mismo una especie de autoridad personal en cuanto a asuntos pecaminosos, y fue él quien acuñó la frase “pecado original”, que antes se conocía como “pecado ancestral”. Los debates y pronunciamientos de Agustín simbolizan, para mí, la obsesión enfermiza de los primeros teólogos cristianos con el pecado. Podrían haber dedicado sus innumerables páginas y sermones a ensalzar la belleza del cielo estrellado, a las montañas y bosques frondosos, a los mares y los cantos de pájaros al atardecer. A veces sí se mencionan, pero parece que el cristianismo sólo ve pecado pecado pecado pecado pecado pecado pecado. Qué increíble que la vida de algunos esté dominada por esta preocupación tan patética. Sam Harris escribe un comentario muy cáustico en su Carta a un cristiano:
Tu principal preocupación parece ser que el Creador del universo se sentirá ofendido por algo que la gente hace cuando está desnuda. Esta mojigatería de ustedes sólo contribuye diariamente a multiplicar la miseria humana
Pero ahora aparece el sadomasoquismo en todo su esplendor. Dios encarnado, es decir Jesús, debe ser torturado y ejecutado para expiar el pecado hereditario desde Adán. Desde que Pablo expuso su asquerosa doctrina por primera vez, a Jesús lo han adorado como el redentor de todos nuestros pecados. Y no sólo los pecados del pasado, no, ¡los pecados futuros también, aunque la gente del futuro decida o no cometerlos! (...)
He descrito la expiación, doctrina fundamental del cristianismo, como viciosa, sadomasoquista y asquerosa. Ni siquiera merece que le prestemos demasiada atención por ser completamente descabellada, pero es tan omnipresente que ha obnubilado nuestra objetividad. Si Dios quisiese perdonar nuestros pecados, me pregunto porqué no los perdona de una buena vez, sin tener que él mismo someterse a la tortura y la ejecución, y, más encima, condenando a generaciones de judíos a masacres y persecusiones al ser acusados de “asesinos de Cristo”: ¿tambien se heredaba ese pecado a través del semen?
Pablo, como nos clarifica el profesor judío Geza Vermes, se encontraba sumido en el antiguo principio teológico de que sin sangre no hay expiación. En su carta a los Hebreos (9:22) lo dice. Los expertos progresistas en ética actual se ven imposibilitados de defender cualquier clase de teoría retributiva del pecado, y ni hablar de la teoría del “chivo expiatorio” que implica ejecutar a un ser inocente para purgar el pecado de un culpable. En todo caso es difícil no preguntarse ¿a quién trataba Dios de impresionar? Probablemente a él mismo: juez, jurado y ejecutado, todo en uno. Para más remate, Adán, el supuesto perpetrador del pecado original, jamás existió: un hecho difícil de explicar para los cristianos, aunque entendemos y nos compadecemos de Pablo ya que él ignoraba esta verdad, pero sí lo sabía el Dios omnisciente (¿y Jesús también, para quienes creen que él era Dios encarnado?), lo que socava estructuralmente toda la premisa de esta teoría tortuosamente repugnante. ¡Oh!, alto, por supuesto que la teoría de Adán y Eva sólo fue “simbólica”, ¿o me equivoco? ¿Simbólica? A ver, recapitulemos... ¿para impresionarse a sí mismo, Jesús se hizo torturar y asesinar para expiar un pecado “simbólico” cometido por un sujeto que “no existe”? Antes dije que todo esto descabellado, pero además es repelentemente vicioso.
[1] Nota de ChL
En un capítulo anterior, el profesor Dawkins ha escrito:
“El Dios del Antiguo Testamento es probablemente el personaje más odioso que jamás ha aparecido en una obra ficticia: celoso y se enorgullece de ello, mezquino, injusto, enfermizamente posesivo, vengativo, depurador étnico salvaje, misógino, homofóbico, racista, infanticida, genocida, filicida, antipático, megalómano, sadomasoquista, y acosador caprichosamente malévolo.
[2] Richard Dawkins, “Atheists for Jesus”, Free Inquiry 25:1, 2005, 9-10.
[3] Julia Sweeney también acierta cuando menciona brevemente al budismo. Tal como a veces algunos creen que el cristianismo es una religión más suave y benevolente que el islam, se cree erroneamente que los budistas son los más simpáticos de todos. Pero la doctrina de retrocesos en la escala de reencarnaciones debido a los pecados es bastante desagradable. Julia Sweeney dice: “Fui a Tailandia y conocí a una mujer que cuidaba de un niño que sufría malformaciones físicas terribles. Le comenté a la cuidadora “qué bello gesto el suyo, hacerse cargo de este pobre niño”. La mujer contestó “no diga pobre niño, porque debe haber hecho algo espantoso en una vida anterior para que ahora nazca así”.
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