Louise Antony, filósofa: No se puede engañar a la gente escudándose en la irracionalidad
Son 19 filósofos top de Estados Unidos y Gran Bretaña los que forman parte de "Filósofos sin Dioses", un libro recién salido del horno, y que editó y produjo la filósofa de la Universidad de Massachussetts, Louise M. Antony. En una calurosa tarde del verano norteamericano, Antony conversó con Qué Pasa.
-¿Por qué ahora se desata esta batalla editorial con ateos desafiando la ortodoxia religiosa como nunca antes?
-Estas ideas no son nuevas y han circulado en informes científicos y filosóficos por años. Quizás los anglosajones hemos estado más susceptibles de salir a la luz por nuestra situación política. Cuando tu presidente argumenta que se comunica directamente con Dios y toma sus decisiones siguiendo sus instrucciones, es hora de alzar la voz y decir basta. No se puede engañar a la gente escudándose en la irracionalidad.
-Su artículo se titula Por el amor a la Razón. ¿Acaso el creyente no ejercita su propia racionalidad? ¿Es necesariamente un seguidor de cuentos y fábulas?
-Recuerdo un letrero en el parachoques de una camioneta en el sur de Estados Unidos que decía: "Dios lo dijo. Yo lo creo. No hay nada más que decir al respecto". Es a ese tipo de irracionalidad ciega al que llamamos a reflexionar. No es tan importante lo que uno cree. Lo esencial es saber por qué se cree en aquello. Espero que podamos encontrar espacio para algún entendimiento.
-¿No tiene dudas de estar equivocada? ¿De que es posible que haya una inteligencia superior que creó todo lo que vemos?
-No sé exactamente qué, pero es posible que alguna forma de inteligencia diera vida a todo esto. Pero esa no es una respuesta válida. Es simplemente verbalizar una hipótesis. Que yo diga que creo en la existencia de los centauros y emplace a alguien que me desmienta, no transforma la imposibilidad de demostración en contrario en una comprobación de lo que afirmo. En la médula del cuestionamiento al ateísmo no están nuestras dudas y planteamientos. Lo que hay es una mirada que por siglos ha declarado que no puede haber amor, ternura, bondad, lucha por el bien común, cariño por los hijos desde la negación de la existencia de Dios. Ese es un pensamiento grotesco y ofensivo. En nuestro libro hay ejemplares padres de familia, muchos provienen de una educación profundamente religiosa, algunos incluso van a misa con sus familias, la mayoría mantiene excelentes relaciones con colegas creyentes. Sólo que no creemos en una divinidad revelada por antiguas escrituras, que intenta convencernos de que la moralidad es imposible en la ausencia de la creencia en esa divinidad. Eso no tiene sentido. No podemos concebir que para comportarse bien haya que establecer un sistema de incentivos y castigos, con Paraísos idílicos e Infiernos horrorosos. En un mundo sin Dios no hay garantías de que vas a ser recompensado por hacer el bien. O que vas a ser sancionado por hacer el mal. Los ateos debemos hacer lo correcto, simplemente porque es lo correcto.
Son 19 filósofos top de Estados Unidos y Gran Bretaña los que forman parte de "Filósofos sin Dioses", un libro recién salido del horno, y que editó y produjo la filósofa de la Universidad de Massachussetts, Louise M. Antony. En una calurosa tarde del verano norteamericano, Antony conversó con Qué Pasa.
-¿Por qué ahora se desata esta batalla editorial con ateos desafiando la ortodoxia religiosa como nunca antes?
-Estas ideas no son nuevas y han circulado en informes científicos y filosóficos por años. Quizás los anglosajones hemos estado más susceptibles de salir a la luz por nuestra situación política. Cuando tu presidente argumenta que se comunica directamente con Dios y toma sus decisiones siguiendo sus instrucciones, es hora de alzar la voz y decir basta. No se puede engañar a la gente escudándose en la irracionalidad.
-Su artículo se titula Por el amor a la Razón. ¿Acaso el creyente no ejercita su propia racionalidad? ¿Es necesariamente un seguidor de cuentos y fábulas?
-Recuerdo un letrero en el parachoques de una camioneta en el sur de Estados Unidos que decía: "Dios lo dijo. Yo lo creo. No hay nada más que decir al respecto". Es a ese tipo de irracionalidad ciega al que llamamos a reflexionar. No es tan importante lo que uno cree. Lo esencial es saber por qué se cree en aquello. Espero que podamos encontrar espacio para algún entendimiento.
-¿No tiene dudas de estar equivocada? ¿De que es posible que haya una inteligencia superior que creó todo lo que vemos?
-No sé exactamente qué, pero es posible que alguna forma de inteligencia diera vida a todo esto. Pero esa no es una respuesta válida. Es simplemente verbalizar una hipótesis. Que yo diga que creo en la existencia de los centauros y emplace a alguien que me desmienta, no transforma la imposibilidad de demostración en contrario en una comprobación de lo que afirmo. En la médula del cuestionamiento al ateísmo no están nuestras dudas y planteamientos. Lo que hay es una mirada que por siglos ha declarado que no puede haber amor, ternura, bondad, lucha por el bien común, cariño por los hijos desde la negación de la existencia de Dios. Ese es un pensamiento grotesco y ofensivo. En nuestro libro hay ejemplares padres de familia, muchos provienen de una educación profundamente religiosa, algunos incluso van a misa con sus familias, la mayoría mantiene excelentes relaciones con colegas creyentes. Sólo que no creemos en una divinidad revelada por antiguas escrituras, que intenta convencernos de que la moralidad es imposible en la ausencia de la creencia en esa divinidad. Eso no tiene sentido. No podemos concebir que para comportarse bien haya que establecer un sistema de incentivos y castigos, con Paraísos idílicos e Infiernos horrorosos. En un mundo sin Dios no hay garantías de que vas a ser recompensado por hacer el bien. O que vas a ser sancionado por hacer el mal. Los ateos debemos hacer lo correcto, simplemente porque es lo correcto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario