Llevo unos días dándole vueltas a la idea de escribir un artículo en el que dé rienda suelta a la multitud de sensaciones que una cascada de noticias, a mi modo de ver estrechamente interrelacionadas, ha provocado en mi conciencia laicista o secularista radical. Desde Sudán, el caso de la profesora encarcelada por aceptar que sus alumnos pusieran el nombre de Muhammad a un osito de peluche; desde el Vaticano, la encíclica papal en la que se reclama que la legislación de los países de tradición cristiana se adecue a los dictados eclesiales en vez de pretender ser válida para todos, creyentes de todas las religiones y no creyentes; desde Holanda, la decisión de no exponer unas obras artísticas por miedo a soliviantar los ánimos de los creyentes musulmanes… Pero mi admirado Timothy Garton Ash me ha facilitado inmensamente la tarea con un excelente artículo que suscribo prácticamente al cien por cien. Sólo hay un aspecto con el que discrepo del maestro: él se inclina por la Ilustración de Locke; yo, por la de Voltaire.
Pienso que el único modo de conseguir que todas las creencias religiosas (y también la increencia) sean respetadas es que sean totalmente desterradas de la esfera pública y queden relegadas a la privada. Eso no quiere decir que los creyentes no puedan participar en la vida pública, sino que no pueden agarrarse a sus creencias para hacer tragar nada a los demás: tendrán que recurrir a la razón, de la que todos somos partícipes, para justificar todas y cada una de sus tomas de posición. De ese modo, ninguna religión ni ideología tendrán derecho a imponerse a nadie que no las asuma personalmente, cosa que beneficiaría a todo el mundo si fuera ésta la política que se generalizase a escala planetaria.
Insisto: si las religiones establecidas quisieran entender que lo que las beneficia aquí las perjudica donde no son mayoritarias, verían que el laicismo, lejos de perjudicar sus afanes proselitistas, los vendría a favorecer, pero en el ámbito en el que les corresponde, que es el privado. Recuérdese que Francia, ese nefando baluarte del laicismo, es un país donde la práctica religiosa está más acendrada y se vive de un modo más profundo que en la presuntamente católica España.
What does a free society require of believers and non-believers alike? (Timothy Garton Ash)
Creyentes y no creyentes (versión en español)
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