Frenazo inmobiliario Publicado el 03/12/2007, por Expansión
Cada día que pasa resulta más difícil minimizar la intensidad y la importancia del ajuste inmobiliario en España y, por tanto, sus repercusiones para la actividad empresarial y el empleo en el sector.
La confianza en un aterrizaje suave de la actividad se transforma con el paso de las semanas en un frenazo abrupto, ilustrado por una caída del 70% en la venta de inmuebles. El parón de la demanda, constreñida por la pérdida de poder adquisitivo de las familias y por las restricciones crediticias, ha pillado con el pie cambiado a muchas pequeñas y medianas promotoras, inmobiliarias y agencias de compraventa y alquiler de viviendas.
El asunto no es baladí si se considera la importante factura que se va a pagar en términos de empleo, en tanto que el 70% del negocio inmobiliario se sustenta sobre la estructura de ventas. En el ámbito de la intermediación inmobiliaria la crisis se escribe con nombres propios, tales como Habitat, obligada a renegociar su deuda y con dificultades para encontrar un comprador que le permita desprenderse de Don Piso, su filial de intermediación.
Prácticamente el mismo problema con el que se puede encontrar Globalia para deshacerse de Century 21. Los teléfonos están dejando de sonar en las oficinas y en estos momentos empieza a ser casi una heroicidad vender un piso. Una situación incompatible con la dimensión que habían obtenido algunas de las grandes compañías del sector, como Fincas Corral o Tecnocasa, sometidas ambas a una obligada cura de adelgazamiento acorde con el nuevo ciclo de vacas flacas.
El deterioro del sector es, pues, muy evidente, tanto que sorprende el discurso optimista en el que se ha instalado la ministra de Vivienda, Carme Chacón. La desaceleración en el sector parece inevitable, pero seguir negando la evidencia de su intensidad supone una pérdida de tiempo y de oportunidades para adoptar las iniciativas necesarias para paliar sus efectos.
Cada día que pasa resulta más difícil minimizar la intensidad y la importancia del ajuste inmobiliario en España y, por tanto, sus repercusiones para la actividad empresarial y el empleo en el sector.
La confianza en un aterrizaje suave de la actividad se transforma con el paso de las semanas en un frenazo abrupto, ilustrado por una caída del 70% en la venta de inmuebles. El parón de la demanda, constreñida por la pérdida de poder adquisitivo de las familias y por las restricciones crediticias, ha pillado con el pie cambiado a muchas pequeñas y medianas promotoras, inmobiliarias y agencias de compraventa y alquiler de viviendas.
El asunto no es baladí si se considera la importante factura que se va a pagar en términos de empleo, en tanto que el 70% del negocio inmobiliario se sustenta sobre la estructura de ventas. En el ámbito de la intermediación inmobiliaria la crisis se escribe con nombres propios, tales como Habitat, obligada a renegociar su deuda y con dificultades para encontrar un comprador que le permita desprenderse de Don Piso, su filial de intermediación.
Prácticamente el mismo problema con el que se puede encontrar Globalia para deshacerse de Century 21. Los teléfonos están dejando de sonar en las oficinas y en estos momentos empieza a ser casi una heroicidad vender un piso. Una situación incompatible con la dimensión que habían obtenido algunas de las grandes compañías del sector, como Fincas Corral o Tecnocasa, sometidas ambas a una obligada cura de adelgazamiento acorde con el nuevo ciclo de vacas flacas.
El deterioro del sector es, pues, muy evidente, tanto que sorprende el discurso optimista en el que se ha instalado la ministra de Vivienda, Carme Chacón. La desaceleración en el sector parece inevitable, pero seguir negando la evidencia de su intensidad supone una pérdida de tiempo y de oportunidades para adoptar las iniciativas necesarias para paliar sus efectos.
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