La salida de su país con su madre, hermanos y una abuela rumbo a Kenia, con escalas en Arabia Saudí y con estancias en Sudán y Etiopía y la escapada final a Holanda huyendo de un matrimonio forzoso, han forjado un carácter directo que choca con los ritos de la política parlamentaria.
Contraria al sometimiento de la mujer al varón preconizado por la versión radical del islam, fe en la que fue educada, el guión que escribió para el corto Submission, dirigido por el asesinado cineasta Theo van Gogh, le ha enfrentado a los grupos musulmanes radicales. Protegida durante las 24 horas, su respuesta ante el peligro que la acecha no difiere de su actitud cotidiana: no dejarse intimidar porque se considera la voz de las inmigrantes sin derechos.
Rebuscando en su pasado surgen pronto destellos del conflicto vital que estallaría a los 21 años, cuando le casaron en Nairobi (Kenia) con un somalí residente en Canadá. Era el año 1991 y hasta ese momento, a pesar del exilio y los cambios permanentes de domicilio, su vida transcurrió en el anonimato. Sometida a mutilación genital a los cinco años, se sumergió en los estudios para olvidar el miedo y las ansias de libertad que dice haber sentido desde pequeña. Gracias a las influencias paternas obtuvo una plaza en la Moslem Girls Secondary School de la capital keniata.
Allí leyó a Dickens y Dostoyevsky y le escribía cartas a su progenitor sobre el deterioro de las relaciones familiares. "Él sólo le hacía cumplidos a mi letra. Pero cuando regresaba, me señalaba anunciando que yo debía ocupar su puesto en su ausencia. Algo insólito para una mujer en el mundo musulmán. Mi madre, por el contrario, le decía a mi hermano que él era el sustituto. Muy complicado", recordaba la diputada a finales de agosto en el rotativo NRChandelsblad tras el estreno televisivo de Submission.
Mucho antes de convertirse en centro de las iras del radicalismo por mostrar a una mujer maltratada en nombre de la primacía coránica del varón -la actriz protagonista estaba desnuda bajo un velo negro transparente, con versos tatuados y golpes pintados- Hirsi Alí sufrió una tragedia. Su hermana, a la que adoraba, murió en 1998. Según la diputada, el conflicto moral y emocional que le suponían las restricciones propias de su cultura acabó extenuándola.
"Trabajaba como secretaria en la oficina de la ONU en Nairobi y llevaba unas minifaldas que mi madre rasgaba. Cuando le llamaba ramera, mi hermana contestaba que si la insultaba acabaría convirtiéndose en una". Un doloroso recuerdo al que añade una reflexión turbadora: "Ahora me doy cuenta de que luchar allí carece de sentido. Se trataba de sobrevivir; la muerte no es tan especial como en Holanda".
Para quienes han anunciado que la aniquilarán, esa lucha supone una injuria que debe pagar. Para ella es la columna vertebral de su vida. La fuga que la llevaría a pedir asilo en los Países Bajos se fraguó en pleno vuelo a Canadá procedente de Kenia. El aparato hacía escala en Alemania y, en lugar de seguir adelante, tomó un tren con destino a Amsterdam. "Vengo de un continente destrozado por la guerra civil. Quería entender por qué Europa ha sabido convertirse en una tierra próspera y en paz, y los países en desarrollo en lo que son. Por eso no pienso callarme ahora que puedo decir y hacer cosas que jamás me serían permitidas en Somalia, Africa o cualquier otra nación musulmana", ha dicho.
Dentro del Parlamento, esa actitud le ha supuesto no pocos chascos con sus colegas, a veces incómodos con su franqueza. Y con lo que denominan falta de rigor para presentar unas propuestas que defiende siempre con ardor. Como cuando pidió una reunión urgente del Congreso para analizar el problema de la violencia doméstica, muy patente en la comunidad inmigrante de la que Hirsi Alí se ocupa. El ministro de Justicia le dijo que esperara.
Algo que la enfureció fue la lentitud de los trámites parlamentarios. Otras veces su intuición le ha dado una clara ventaja sobre políticos más veteranos. La mañana del atentado de 11-M en Madrid y con ETA como principal sospechosa, dijo sin asomo de duda que reconocía la firma de Al-Qaeda en lo ocurrido. Para los musulmanes moderados, Ayaan Hirsi Alí hierra en sus maneras. Agrupaciones como la Fundación Islam y Ciudadanía prefieren que la comunidad musulmana holandesa sea capaz sola de no interpretar al pie de la letra el Corán. Otros colectivos la llaman "atea domesticada". Ella repite que tiene la oportunidad de ser la voz de las mujeres sometidas y no piensa desaprovecharla.
http://www.arcadi.espasa.com/000344.php?page=all#comentario393
Submission Part1 Theo van Gogh & Ayaan Hirsi Alí Ver el corto en Youtube
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