¿Quién responde por la vida de una mujer cuando se pone en riesgo por respetar leyes contra el aborto? A pesar de tener las leyes más rigurosas contra el aborto, América Latina tiene índices de esta práctica incluso mayores que Europa, donde las normas son más liberales -en sentido amplio- y protectoras de la vida.
Recostada en una tradición permanentemente a la sombra de la cruz y la espada, estas naciones subdesarrolladas se resisten a encarar un plan general de salud que incluya el aborto como ítem a discutir en las políticas de salud reproductiva. En todos estos países la impronta católica es actual y vigente, el pecado persigue a los fieles y nos pone en riesgo a todos.
Hace poco, sin embargo, The New York Times contaba la historia de dos jóvenes mujeres colombianas que embarazadas y aterrorizadas tomaron una medicación barata para las úlseras que se sabe inducen abortos. Luego de ser curadas en una sala de emergencias local, las mujeres fueron inmediatamente arrestadas y el gobierno conservador de Pamplona (Colombia) dio por cerrado el asunto. Conocida la intuición de los políticos, uno podría esperar que la cosa, en realidad, no terminara allí. Y así fue: a partir de ese momento comenzó a emerger en todo Colombia un movimiento de revisión de las leyes que hacen ilegal el aborto, aunque más no sea en los casos que la vida de la mujer está en riesgo.
Pero la resistencia es fuerte. El rector de la Universidad de Gran Colombia logró juntar dos millones de firmas contra los esfuerzos de legalizar el aborto y pagó publicidad a página completa en los principales periódicos de ese país. De todas maneras, si bien no logra revertir la inercia conservadora y religiosa, este comienzo es auspicioso en toda la región: Las mujeres empiezan a organizarse en el intento de liberar leyes que en algunos países prohíben en aborto en cualquier circunstancia; en Brasil organizaciones feministas lograron presionar con éxito nuevas regulaciones que este año permitieron que las víctimas de violación se realizaran abortos sin obligar a los médicos a realizar el correspondiente informe policial, como se venía haciendo hasta ahora; en el Senado uruguayo se lograron apenas tres votos a favor de la legalización del aborto, no obstante se obtuvo una importante plataforma para discutir el asunto de ahora en adelante. Además de manifestarse, en la Argentina el Ministerio de Salud tiene en su agenda el tema y su titular enfrenta abierta y públicamente a los sectores más retrógados de la Iglesia.
Algo está cambiando, no es mucho ni vamos rápido, es cierto, pero algo está cambiando.
Recostada en una tradición permanentemente a la sombra de la cruz y la espada, estas naciones subdesarrolladas se resisten a encarar un plan general de salud que incluya el aborto como ítem a discutir en las políticas de salud reproductiva. En todos estos países la impronta católica es actual y vigente, el pecado persigue a los fieles y nos pone en riesgo a todos.
Hace poco, sin embargo, The New York Times contaba la historia de dos jóvenes mujeres colombianas que embarazadas y aterrorizadas tomaron una medicación barata para las úlseras que se sabe inducen abortos. Luego de ser curadas en una sala de emergencias local, las mujeres fueron inmediatamente arrestadas y el gobierno conservador de Pamplona (Colombia) dio por cerrado el asunto. Conocida la intuición de los políticos, uno podría esperar que la cosa, en realidad, no terminara allí. Y así fue: a partir de ese momento comenzó a emerger en todo Colombia un movimiento de revisión de las leyes que hacen ilegal el aborto, aunque más no sea en los casos que la vida de la mujer está en riesgo.
Pero la resistencia es fuerte. El rector de la Universidad de Gran Colombia logró juntar dos millones de firmas contra los esfuerzos de legalizar el aborto y pagó publicidad a página completa en los principales periódicos de ese país. De todas maneras, si bien no logra revertir la inercia conservadora y religiosa, este comienzo es auspicioso en toda la región: Las mujeres empiezan a organizarse en el intento de liberar leyes que en algunos países prohíben en aborto en cualquier circunstancia; en Brasil organizaciones feministas lograron presionar con éxito nuevas regulaciones que este año permitieron que las víctimas de violación se realizaran abortos sin obligar a los médicos a realizar el correspondiente informe policial, como se venía haciendo hasta ahora; en el Senado uruguayo se lograron apenas tres votos a favor de la legalización del aborto, no obstante se obtuvo una importante plataforma para discutir el asunto de ahora en adelante. Además de manifestarse, en la Argentina el Ministerio de Salud tiene en su agenda el tema y su titular enfrenta abierta y públicamente a los sectores más retrógados de la Iglesia.
Algo está cambiando, no es mucho ni vamos rápido, es cierto, pero algo está cambiando.
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