viernes, marzo 21, 2008

Fracaso escolar. La culpa la tenemos todos.

Fracaso escolar. Priscila Guilayn
Tres de cada diez alumnos españoles no acaban sus estudios. El origen del fracaso escolar se detecta en hogares donde los padres no dedican tiempo de calidad a sus hijos. Pero la culpa no es“solamente de la familia. El colegio, la Administración y la sociedad también son responsables. Descubrimos los perfiles de docentes y padres que no cumplen su función.
No puedo pelearme a diario con mi hijo. Apenas lo veo unas pocas horas al día y prefiero que esté feliz durante ese rato”. Esta frase resume una de las causas, quizás la mayor, del fracaso escolar, un problema que repunta en nuestro país: en el último año ha crecido en 1,1 puntos el número de alumnos que abandonan los estudios o se perpetúan sin conseguir superar el curso, hasta situarse en el 29,6%, de acuerdo con los últimos y polémicos datos del Informe Pisa.
El profesor de secundaria David Rabadà i Vives ha estudiado mas de un millar de casos de alumnos cuyo rendimiento académico y su conducta en clase dejan mucho que desear. “El núcleo de la cuestión del fracaso escolar es la falta de tiempo de calidad entre padres e hijos, tanto para sancionar como para premiar”. Después de un largo estudio, ha publicado un libro “¿Educar? Educamos todos. Fracaso Escolar: recetas para curarlo” (Ed. Lectio), en el que enumera los perfiles de los docentes y los padres que, con su actitud, no educan correctamente a los niños y adolescentes.
A LA COLA DE EUROPA
“El problemas es grave –dice Rabadà, profesor desde hace 20 años–. Los informes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) sitúan a España, desde hace cinco años, en la cola de Europa. Y eso es preocupante”. España se encuentra a 10 puntos de la media (82%) y a 14 de la de la Unión Europea (86%). Además, sólo el 61,6% de los alumnos acabó el segundo ciclo de Educación Secundaria en 2006 –en Europa la media fue de 77,8%–. Además, la dificultad de los quinceañeros a la hora de comprender lo que leen también es preocupante: la tasa es del 21,1%. España tendrá que adaptarse a la meta impuesta por la UE, reducir este porcentaje hasta el 15,5% en 2020.
Mientras tanto, ese mismo problema en Finlandia, el país con mayor éxito escolar de Europa según el Informe Pisa y con el mayor gasto público en educación (el 6,51% del PIB, por el 4,3% del PIB en España), no supera el 5,7%. Finlandia se encuentra entre los países que cuentan con un mayor grado de autonomía y equidad en sus centros y su rendimiento escolar es ejemplar, aunque los niños empiezan la escuela un año más tarde que en España y tienen un 23% menos de horas de clase que en nuestro país.
Rabadà ha detectado el origen del fracaso escolar en hogares donde los padres no dedican tiempo de calidad a sus hijos: “Casi no están con ellos y, aún así, en vez de aprovechar la cena para una conversación, comen con la televisión encendida”. Sin embargo, no cree que la culpa, de ninguna manera, la tenga solamente la familia. El colegio, la Administración y la sociedad también son responsables. “Hay ciertos valores que deben recuperarse. Antes, si un chaval tiraba un papel y lo veías, se lo reprochabas y no pasaba nada. Ahora, si lo hacemos, viene el padre y dice: “A mi hijo no tiene que decirle nada”. Olvidamos el papel educativo de la sociedad”.
Sin embargo, el psicólogo educativo Jesús Ramírez resalta que el alumno “es el máximo responsable, porque no dedica el tiempo necesario al estudio. Es más interesante chatear, hablar por teléfono, enviar mensajes, jugar con el ordenador, ver la televisión… Y esto va en detrimento de la lectura, la escritura y el estudio”. Sin olvidarnos de ellos, repasamos con Rabadà los tipos de padres y profesores que entorpecen los estudios de sus hijos.

LA INESTABILIDAD DE LAS LEYES
La administración no está, desde luego, exenta de una considerable parcela de culpa por el fracaso escolar. Lograr el consenso para aprobar una ley que no varíe en cada legislatura podría ser un significativo punto de partida para cambiar positivamente este preocupante cuadro. “Con la inestabilidad de las leyes de educación, tenemos un caldo de cultivo importante para que se genere este fracaso –opina Jesús Ramírez, psicólogo educativo–. Desde la aprobación de la LODE de 1985 hasta hoy, ha habido varias leyes y todas intentando paliar los defectos de las anteriores”.
• La implantación de la ESO, según David Rabadà, ha sido una equivocación anunciada. “Desde que se creó, ex
iste la idea, desde el punto de vista pedagógico, de igualdad entre adultos y niños, casi como colegas. Quitaron las tarimas de los aulas para que el profesor no estuviera “por encima” de los alumnos. Esa mentalidad ha creado un problema social”.
• Hace un mes, el Gobierno aprobó su última medida, que entrará en vigor en el curso 2009/2010: flexibilizar el Bachillerato. Los alumnos que suspendan tres o cuatro asignaturas podrán elegir entre repetir el curso completo o sólo las materias que no aprobaron, pudiendo completar el año con dos o tres asignaturas del siguiente curso. Además, introduce una nueva asignatura común para todos los alumnos –Ciencias para el Mundo Contemporáneo–, al tiempo que Ciencias y Tecnología dejan de ser dos modalidades y pasan a formar parte de una sola disciplina.


...Y profesores que hacen un flaco favor a sus alumnos
1. El acosador.
Amargado, utiliza a los adolescentes como diana de sus frustraciones. No sólo los critica a ellos y a sus respectivos padres, también a sus compañeros e incluso a los directivos del colegio. Es cínico, orgulloso y destruye fácilmente la autoestima y el rendimiento escolar de los alumnos. Rabadà defiende que este tipo de docente representa una ínfima minoría, porque, según su punto de vista, hay una gran diferencia entre sentirse acosado y ser realmente acosado. 2. El imponente. Quemado por la enseñanza, perdió su capacidad de empatía con los jóvenes y opta por dar clases con laxitud y distancia, imponiendo sus ideas en vez de provocar el argumento en sus alumnos. Da sus clases a espaldas del grupo, llenando rápidamente la pizarra de apuntes, que los chicos deben copiar atropelladamente. En muy contadas ocasiones decide hacerse el simpático, tratando a los alumnos como a niños de tres años.
3. El cansino.
Sus largas disertaciones hacen que los alumnos se duerman en clase. En general, es un profesional con muchos conocimientos sobre lo que imparte, pero que no sabe enseñar porque carece de didáctica. Su tono de voz es muy monótono y es incapaz de motivar a los alumnos y dotar a la clase de dinamismo.
4. El “Robocop I”.
Insensibles, como el robot protagonista de la película de Paul Verhoeven. Los profesores “Robocop” son demasiado distantes y fríos con los alumnos y no logran ganarse su complicidad, pero sí el enfado de algunos padres por su extrema rigidez.
5. El “Terminator II”.
Buenazos hasta el extremo. Son considerados unos “blandengues” por los alumnos al intentar, desde el primer momento, hacerse amigo de todos. Mientras los “Robocop” no logran la complicidad de sus alumnos, los docentes “Terminator”, con su amistad ingenua, no se ganan jamás su respeto. En sus aulas no hay ni silencio ni atención.
6. El “pedabobo” y la “pedaboba”.
Suelen entorpecer la labor de los docentes con asuntos teóricos y ajenos a la realidad educativa como, por ejemplo, crear nuevas disciplinas en los centros escolares que no se ajustan a la realidad. Rabadà cita un caso de un pedagogo que quería implantar sanciones a los alumnos tras analizar sus faltas al final de la semana; mientras que los docentes argumentaban que si no se castiga al momento, no es eficaz hacerlo con días de retraso.
7. El zombi.
Ya no tiene motivaciones para seguir aprendiendo, reciclándose y, por consiguiente, tampoco motiva sus alumnos. Tiene apuntes amarillentos que no renueva ni actualiza. Estos docentes desconocen las referencias de sus alumnos: el profesor de literatura no lee ningún cómic o el de música no se interesa en saber qué escuchan los jóvenes.

Padres que no cumplen con su papel educativo...
1. Los ausentes que delegan. Intervienen poco en la vida de sus hijos y delegan mucho en terceros: como los tíos, los abuelos, los hermanos mayores o el propio colegio. Apenas conocen qué deberes escolares tienen o qué les ha ocurrido a lo largo del día, por lo que no pueden felicitarles por sus méritos. Los chicos no suelen crear problemas de disciplina en el colegio, pero aparcan los estudios sin hacer ruido y se convierten en pasotas dóciles. Lo habitual es que desarrollen más la introversión que la extroversión, aunque sea fuertes psicológicamente. El riesgo de repetir curso es más elevado que en ningún otro grupo.
2. Los ausentes parciales. Son inconstantes a la hora de imponer una disciplina, pero también en la dedicación de tiempo de calidad a los menores. Esta contradicción entre períodos de ausencia y épocas de preocupación severa acaba reflejándose en unos adolescentes confusos, provocadores y ruidosos en el aula y propensos a repetir curso. No suelen reírles las gracias, pero, a veces, quieren hacerse amigos de su prole comprando caprichos caros, sin necesidad de que haya una insistencia al respecto por parte de los chavales, que suelen ser sociables, abiertos y psicológicamente fuertes.
3. Los amigos de sus hijos. Educando se dan consejos, órdenes, se imponen límites y se sanciona. Los padres que aseguran ser amigos de sus hijos no suele imponer disciplina. Es una figura común entre las parejas separadas, en las que sólo uno de los progenitores adopta esa actitud, resaltando la discrepancia en la educación. Suelen ser protectores, compradores y dedican poco tiempo a sus hijos, pues los consideran “adultos” que son capaces de tomar sus decisiones, aunque delante de los demás acaban justificando sus errores. Estos niños acaban convirtiéndose en adolescentes muy exigentes con sus padres, que se ven impotentes ante sus hijos, que son fuertes, sociables y sobrados de orgullo y autoestima, pero inconstantes en el trabajo escolar.
4. Los protectores compradores. Dejan gran libertad de elección a sus hijos, los justifican diciendo eso de “yo, a su edad, hacía lo mismo...”, no les marcan disciplinas ni límites claros, los felicitan por cualquier mérito, les ríen casi todas las gracias, les pagan muchos caprichos y les dan libertad para elegir lo que deseen. Son amigos de sus hijos y se quejan a menudo del colegio. Los chicos son insistentes en sus peticiones y sus padres siempre acaban satisfaciéndolos, lo que los hace tener un ego muy fuerte y un orgullo muy provocativo. Además, suelen ser irrespetuosos y dictadores, y se niegan a aceptar las órdenes de los adultos. Sus trabajos en clase son nulos e inconstantes, pero no suelen repetir curso.
5. Los protectores sufridores. Evitan a toda costa, y con gran preocupación, que sus hijos sufran algún percance, tanto físico como psicológico. Suelen ser amigos de ellos, aunque no les compran excesivos caprichos y regalos. Los chicos viven en una burbuja, vigilados por sus padres, y son muy sensibles a los cambios y débiles ante la frustración. Sienten dificultad para socializarse, su autoestima es baja y, a menudo, desarrollan cuadros depresivos. No suelen insistir en sus caprichos ni son provocativos con los adultos, si bien presentan apatía escolar con un riesgo, aunque bajo, de repetir curso.
6. Los separados que desautorizan. Tras la separación de la pareja, suelen aumentan las discrepancias sobre la educación de los hijos. Como no hay unidad, ellos se aprovechan para manipular a sus padres, que suelen dejarles un margen elevado de libertad y son protectores, compradores y amigos de sus hijos. Los chicos no suelen ayudar en casa o, para hacerlo, piden constantemente cosas a cambio. Ante un “no” reaccionan con desafío e insistencia. En general, se trata de adolescentes irresponsables, irrespetuosos, inconstantes en los estudios y corren un riesgo elevado de repetir curso.
7. Los desvertebrados. En los hogares desestructurados suelen ser habituales los casos de hijos no deseados, alcoholismo, malos tratos, drogodependencias, abandonos, separaciones, divorcios violentos... Incluso aunque los padres no estén separados, discrepan totalmente sobre los criterios que deben primar en la educación de sus hijos. Existe un total abandono de la prole, puesto que no existen pautas constantes de disciplina, amor, motivación o control del entorno, que se alternan con drásticos y ocasionales intentos en los que los padres se acercan al colegio a quejarse por los suspensos de sus hijos. A veces, intentan sustituir la falta de cariño con regalos: los niños consideran esta situación contradictoria y no saben si agradecer, devolver o romper el juguete. Los hijos acaban siendo resentidos, agresivos, atrevidos, provocativos, egocéntricos y caraduras. Ante los demás, intentan ganarse el protagonismo que nunca tuvieron en el seno familiar.

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