viernes, abril 10, 2009

Entrevista a Pedro Almodóvar. Fundidos a negro

Entrevista a Pedro Almodóvar. Fundidos a negro
En su despacho de El Deseo, el director da el visto bueno al cartel definitivo del filme (un guiño sutil a Warhol en el rostro dramático de la omnipresente Penélope Cruz), estrena un jersey de Hermès verde manzana y bebe un café americano. Por delante, casi dos horas de conversación en las que habla de sus migrañas (oscuro dolor donde nació esta nueva película), del futuro del cine, de la España del pelotazo, de su amiga y musa Blanca Sánchez (fallecida hace un año) y de la parálisis de la fama: "Suena extraño, pero ya no puedo pararme en la calle".

La película nace de unos dolores de cabeza terribles, algo de lo que no le gusta hablar demasiado.
Lo que no me gusta es quejarme. Mis dolores de cabeza vienen de lejos, pero la cosa empeoró en la gira de promoción de Volver, en 2006. Casi todos los días los padecía; los combatía con un cóctel de analgésicos que me traían de Argentina que se llama Migral. Según me enteré después, si abusas, y yo abusaba, tiene el efecto contrario: produce cronicidad.

¿Cómo se manifiestan esos dolores?
Los dolores de tipo migrañoso se anuncian antes de irrumpir de manera irrefrenable; por eso hay que tomar el analgésico cuando empiezas a sentir, de modo casi imperceptible pero con claridad, que el dolor está llegando. A esta sensación premonitoria, cada paciente le da un nombre distinto; yo le llamo "rumor". Y es infalible; lo he comprobado en múltiples ocasiones en que he esperado para ver cómo se desarrollaba el dolor. A veces te invade en media hora, a veces tarda dos o tres. No tiene nada que ver con las jaquecas o cefaleas, es como comparar un boquerón con un tiburón. La migraña aparece en la parte posterior de la cabeza, en la base de los occipitales, y se extiende por los lados, a veces con una intensidad insoportable. Cuando es muy intensa, incluso cuando es de intensidad media, no soportas la luz, por lo que desaparece la posibilidad de ver la televisión, el ordenador, o simplemente leer. Y, por supuesto, escribir. Tampoco te permite charlar. Tu sensibilidad está absolutamente dominada por el dolor. No existe nada más.

Alguna vez se ha quejado de cómo la fama ha modificado su relación con el mundo.
La fama me afecta en el sentido de que no me puedo quedar quieto en la calle. Si tengo una cita con alguien, no puedo esperar en ningún sitio. A mí no me importa hablar con la gente que se me acerca por la calle, pero no puedo con las fotografías de los móviles; ése es el peor invento que existe. Yo ya he renunciado hace tiempo a manifestarme tal y como soy en la calle o en el bar. No poder llorar si tienes un problema... Es sin duda una pérdida enorme. La única costumbre con la que no he roto es la de ir dos o tres veces por semana al cine. Pero apenas voy a bares, sobre todo por lo de las migrañas, no porque me falten ganas de salir, que no me faltan.

Por cierto, ¿ahora cómo va esa cabeza?
Un misterio. Los neurólogos no acaban de ver bien el origen, así que sólo me falta acudir a la santería y, desde luego, estoy dispuesto a hacerlo. Pero es que, además, junto a las migrañas, tengo ahora otra dolencia que es directamente de ciencia-ficción: tengo pitidos que son como niños gimiendo en mi pecho; se llama broncoespasmo. Y otra más que se llama acúfenos o tinnitus, y que es un pitido muy intenso que al parecer no existe y que genera tu cerebro. Yo, encima, lo tengo en el oído bueno y es como una chicharra agudísima que te impide escuchar al de al lado. No son dolencias orgánicas, ni psicosomáticas; son muy misteriosas y, desde luego, te pueden fastidiar directamente la vida. Aunque yo, al menos, espero sacarles partido y ponérselas algún día a otro personaje, a algún tipo realmente malvado, uno de esos cuyo organismo se rebela.

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