ENTREVISTA JEFFREY WEEKS "Cada vez es más difícil definir lo que es perverso" Sexualidad, militancia y derechos humanos
Ahora que está en boca de todos la lucha gay de Harvey Milk llevada al cine, nos detenemos a hablar con este intelectual británico, eminencia en la historia y cultura de la sexualidad.
Nacido en Gales hace 63 años, vivió su infancia y adolescencia en un entorno minero de hombres duros y conservadores en el que pronto descubrió que su sexualidad “era distinta”. Así que enseguida decidió que lo suyo era escapar a Londres, donde podría estudiar y vivir en libertad. A comienzos de los años setenta comenzó a militar en el Frente de Liberación Gay, y decidió confesar públicamente su homosexualidad, algo poco frecuente en aquella época. Desde entonces, esa militancia y dar a conocer la organización de la sexualidad en la historia y la vida íntima de las personas han sido los motores inseparables de la vida de este sociólogo e historiador, catedrático emérito de la London South Bank University, que lleva años buceando en los entresijos del paisaje sexual y sus incesantes modificaciones sociales y culturales. Ha vivido una auténtica revolución, desde una infancia donde ni siquiera podía hablar de sexo hasta poder decir bien alto que tiene una pareja de hecho con otro hombre. Weeks ha estado en Madrid en una de las frías tardes de enero para hablar precisamente de sexualidad y género en un ciclo organizado por Caixaforum.
Para usted, ¿las identidades sexuales son siempre sociales?
Sí, siempre. Cuando hablamos de identidades nacionales no hablamos de posibilidades biológicas, hablamos del modo de cómo, a través de la historia, han surgido unas identidades que no están forzosamente relacionadas ni con la genética ni con la biología, y vemos que las identidades cambian, se hacen a la historia. Y lo mismo pasa con la identidad sexual. Por ejemplo, hay muchas personas que tienen prácticas homosexuales y no tienen una identidad gay, y hay personas con identidad gay que no necesariamente tienen sexo gay. No hay una relación necesaria entre una y otra, y esto es porque las identidades se configuran en la historia.
Pero generalmente se siguen identificando las identidades de género con las sexuales…
La mayoría de las personas encuentran más fácil decir: nací así y el modo en que actúo está dictado por mi biología. Creo que existen peligros ante esa actitud. Por ejemplo, históricamente los violadores han justificado su comportamiento basándose en unas urgencias sexuales incontrolables, pero yo no creo en eso. Pienso que la violación es el resultado de factores sociales, porque no todos los hombres son violadores. Y es obvio que algunos hombres tienen un problema sexual que se deriva de su infancia, de su interacción con los demás, que ha configurado su actitud ante las mujeres, les han hecho odiar a las mujeres. Pero eso no es inherente a todos los hombres, no es un tema biológico. Es importante ver el porqué de nuestro comportamiento sexual en el género y ver cómo va cambiando con el tiempo.
¿Por ejemplo?
Voy a dar un ejemplo de mi propia familia. Mi hermano más cercano por edad se casó, tuvo hijos, y nunca hizo nada por educarles. Eso era cosa de la mujer, que se ocupaba de criar y educar a los hijos. Y así era como se comportaban los hombres en los años setenta y ochenta. Mi hermano más joven, en cambio, se ha ocupado mucho de la educación de sus hijos desde que eran muy pequeños, los bañaba, los acostaba, compartía totalmente las tareas de ser padre. Y ahora mi hermano mayor, que tiene dos nietas, se comporta con ellas como mi hermano menor, las lleva a la escuela, las recoge, las lleva de vacaciones; ha cambiado porque la cultura ha cambiado. Y es tierno con sus nietas, mucho más de lo que nunca fue con sus propias hijas.
Es evidente que la cultura ha cambiado los roles tradicionales de lo masculino y femenino, pero en cuanto a la sexualidad, mucha gente sigue haciéndose la clásica pregunta: ¿es una opción o está determinada por la biología?
Es una discusión que lleva cien años… Yo hago una diferenciación. Los deseos, los sentimientos, las pulsiones, pueden o no estar determinados por los genes o las distintas influencias, las pruebas científicas no son concluyentes en este campo. Lo que sí está claro es que la elección de si quieres llevar un estilo de vida homosexual o no sí es una elección social. Así que hay que hacer una distinción entre las posibilidades, que son biológicas, y las identidades que elegimos.
El cuerpo se ha convertido en un fetiche, moda, publicidad, salud, deporte… Esa potenciación del cuerpo, del erotismo y la sexualidad, ¿se traduce en cambios reales en la sexualidad o es una pura envoltura consumista?
Creo que ha habido un profundo cambio sobre dónde reside la autoridad en sexualidad. En el pasado, la mayoría de la población aceptaba una autoridad tradicional sobre cómo debería vivir o comportarse. Y lo hemos visto en los archivos de la Iglesia, que reconocía que las personas hacían cosas no permitidas, pero la sociedad estaba dominada por valores tradicionales. Hoy todo ha cambiado, porque la mayoría de las fuentes de autoridad tradicional, tanto si es la Iglesia, el Estado u otros tipos de autoridad como la medicina, han sido cuestionadas. Ha habido un largo proceso de democratización y secularización, y en la mayoría de los países occidentales ya no vivimos en sociedades religiosas; la religión todavía es poderosa, pero la mayoría de las personas tienen valores seculares. Podemos separar nuestras creencias religiosas de nuestro comportamiento individual mucho más. ¿Por qué? La razón fundamental, y es un gran cambio social, es porque en lugar de una fuente de autoridad ahora tenemos miles en nuestras vidas individuales.
En general, la sociedad, al menos la española, parece que ha evolucionado muy rápidamente en este aspecto.
Muchas personas se confunden un poco y buscan unas normas más estrictas, pero otras muchas encuentran la posibilidad de desarrollar una vida más creativa, cometen errores y las relaciones se rompen y empiezan nuevas relaciones, y siguen y siguen intentándolo. Esencialmente creo que las personas son profundamente morales, pero la mayoría ya no acepta que la moralidad esté dictada por una autoridad, sino que vive tomando sus propias decisiones morales. Lo que vemos es la emergencia de lo que llamo una moralidad de base, o mejor unas moralidades de base, en plural.
Habla de diversidad sexual y moral, pero es algo que a mucha gente, y también a los poderes, les da pavor…
La Iglesia y el Estado siempre han reconocido la diversidad sexual. La Iglesia siempre ha mostrado una lista de las cosas que eran legítimas e ilegítimas, y el Estado ha contado con leyes que reconocían la existencia de la diversidad. Incluso la Iglesia católica reconoce la existencia de lo que llaman una “orientación homosexual”, y dice eso de amamos al pecador aunque odiemos el pecado… Lo que ha cambiado no es la existencia de la diversidad sexual, sino el modo en que la tratamos.
¿Y cómo la tratamos?
Tal y como yo lo veo, en los últimos años hemos reconocido la realidad de la diversidad sexual, pero nos sigue pareciendo difícil aceptar el valor o valores que puede suponer, aunque creo que hemos dado importantes pasos en esta dirección, por no citar los pasos que se han dado en España y otros países hacia el matrimonio homosexual. La ley acepta mucho mejor incluso otros tipos de diversidad, como el sexo masoquista, u otros tipos de comportamientos, como el sexo fuera del matrimonio o las familias monoparentales. Todo lo que en mi infancia eran tabúes sexuales ahora están aceptados en la mayoría de los países de Europa, así que estamos en la dirección de una mayor aceptación de la apertura y diversidad. Ahora los libros médicos encuentran muy difícil definir lo que es perverso, lo cual no significa que no podamos tomar decisiones sobre lo que nos resulta apropiado o inapropiado, bueno o malo. Pero donde se ha producido el gran cambio no es tanto en lo que se hace, sino en cómo lo hacemos.
¿Qué es lo que ahora nos preocupa?
Hoy ya no estamos tan preocupados sobre si somos homosexuales o heterosexuales, sino si la relación que establecemos es positiva. Y estamos más preocupados con el abuso y la violencia de lo que solíamos estar en el pasado; por ejemplo, respecto al incesto, buscamos una protección para los niños. No hemos abandonado los valores, la moral y la ética, simplemente nos preocupan temas distintos.
Menciona las perversiones, son temas que todavía se hablan en voz muy baja…
Si nos remontamos cien años atrás, vemos que los sexólogos pioneros estaban muy preocupados por definir las perversiones, que entonces eran muy similares a los pecados enumerados por la Iglesia. Pero en los últimos veinte o treinta años, la mayoría de los científicos, las actitudes médicas, se han alejado de intentar definir una perversión excepto en términos de algo que incluya la fuerza o la violencia contra otros. Se ha dicho que lo único que realmente se puede llamar una perversión es lo que se ejerce impuesto con violencia contra otro. En los manuales oficiales de diagnóstico, poco a poco han ido eliminando lo que solía considerarse como perversiones, y la homosexualidad ha sido uno de los primeros ejemplos. Primero fue un pecado; luego, una perversión, y ahora se considera una variación, entre otras, de la sexualidad. Donde no se ha producido ha sido, claro, en la pedofilia, porque se trata de la imposición de valores adultos sobre los niños, y como los niños no pueden responder del mismo modo que los adultos, no pueden entrar en el mismo debate porque es un nivel relacional distinto. Nos preocupa el contexto, lo importante es la elección libre, el consentimiento, y rechazar el poder y la violencia
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Parece que los valores de la sexualidad se están librando en un paisaje remodelado en el que debemos aprender a navegar sin mapas. ¿Cómo ve ese paisaje?
Las relaciones fallan, hay relaciones que fracasan, y esto siempre ha sucedido y quizá hoy suceda más que en el pasado por la falta de buenos mapas. Pero, a pesar de todo, las personas viven intentando tener buenas relaciones y el paisaje hoy es un gran continente con distintas poblaciones que coexisten. Algunas veces se construyen nuevas formas de identidad, a veces se construyen muros alrededor de sus vidas… Es un paisaje confuso y a menudo resulta difícil encontrar el camino, pero creo que la pluralidad es lo que define nuestro entorno, y no tenemos más remedio que aprender a vivir con él.
Un reto: que los logros conseguidos en Occidente lo sean para todo el mundo. “El elemento clave es el debate de los derechos sexuales sobre la base de nuestros derechos humanos. Tenemos que poder garantizar que a los adúlteros no se les lapide, o que los homosexuales no sean ejecutados en algunos países. Que nuestra humanidad común sea una humanidad sexual común”.
Nacido en Gales en 1945, ha sido decano de Ciencias y Artes Humanas de la London South Bank University y director del Instituto de Investigación de Política Social y Regeneración Urbana. Es miembro de distintas academias y comités universitarios, y ha publicado innumerables artículos y más de una docena de libros sobre la influencia de la historia y cultura en la sexualidad (traducidos al español: ‘El malestar de la sexualidad’ y ‘Sexualidad’).En la fotografía, en 1972.
Ahora que está en boca de todos la lucha gay de Harvey Milk llevada al cine, nos detenemos a hablar con este intelectual británico, eminencia en la historia y cultura de la sexualidad.
Nacido en Gales hace 63 años, vivió su infancia y adolescencia en un entorno minero de hombres duros y conservadores en el que pronto descubrió que su sexualidad “era distinta”. Así que enseguida decidió que lo suyo era escapar a Londres, donde podría estudiar y vivir en libertad. A comienzos de los años setenta comenzó a militar en el Frente de Liberación Gay, y decidió confesar públicamente su homosexualidad, algo poco frecuente en aquella época. Desde entonces, esa militancia y dar a conocer la organización de la sexualidad en la historia y la vida íntima de las personas han sido los motores inseparables de la vida de este sociólogo e historiador, catedrático emérito de la London South Bank University, que lleva años buceando en los entresijos del paisaje sexual y sus incesantes modificaciones sociales y culturales. Ha vivido una auténtica revolución, desde una infancia donde ni siquiera podía hablar de sexo hasta poder decir bien alto que tiene una pareja de hecho con otro hombre. Weeks ha estado en Madrid en una de las frías tardes de enero para hablar precisamente de sexualidad y género en un ciclo organizado por Caixaforum.
Para usted, ¿las identidades sexuales son siempre sociales?
Sí, siempre. Cuando hablamos de identidades nacionales no hablamos de posibilidades biológicas, hablamos del modo de cómo, a través de la historia, han surgido unas identidades que no están forzosamente relacionadas ni con la genética ni con la biología, y vemos que las identidades cambian, se hacen a la historia. Y lo mismo pasa con la identidad sexual. Por ejemplo, hay muchas personas que tienen prácticas homosexuales y no tienen una identidad gay, y hay personas con identidad gay que no necesariamente tienen sexo gay. No hay una relación necesaria entre una y otra, y esto es porque las identidades se configuran en la historia.
Pero generalmente se siguen identificando las identidades de género con las sexuales…
La mayoría de las personas encuentran más fácil decir: nací así y el modo en que actúo está dictado por mi biología. Creo que existen peligros ante esa actitud. Por ejemplo, históricamente los violadores han justificado su comportamiento basándose en unas urgencias sexuales incontrolables, pero yo no creo en eso. Pienso que la violación es el resultado de factores sociales, porque no todos los hombres son violadores. Y es obvio que algunos hombres tienen un problema sexual que se deriva de su infancia, de su interacción con los demás, que ha configurado su actitud ante las mujeres, les han hecho odiar a las mujeres. Pero eso no es inherente a todos los hombres, no es un tema biológico. Es importante ver el porqué de nuestro comportamiento sexual en el género y ver cómo va cambiando con el tiempo.
¿Por ejemplo?
Voy a dar un ejemplo de mi propia familia. Mi hermano más cercano por edad se casó, tuvo hijos, y nunca hizo nada por educarles. Eso era cosa de la mujer, que se ocupaba de criar y educar a los hijos. Y así era como se comportaban los hombres en los años setenta y ochenta. Mi hermano más joven, en cambio, se ha ocupado mucho de la educación de sus hijos desde que eran muy pequeños, los bañaba, los acostaba, compartía totalmente las tareas de ser padre. Y ahora mi hermano mayor, que tiene dos nietas, se comporta con ellas como mi hermano menor, las lleva a la escuela, las recoge, las lleva de vacaciones; ha cambiado porque la cultura ha cambiado. Y es tierno con sus nietas, mucho más de lo que nunca fue con sus propias hijas.
Es evidente que la cultura ha cambiado los roles tradicionales de lo masculino y femenino, pero en cuanto a la sexualidad, mucha gente sigue haciéndose la clásica pregunta: ¿es una opción o está determinada por la biología?
Es una discusión que lleva cien años… Yo hago una diferenciación. Los deseos, los sentimientos, las pulsiones, pueden o no estar determinados por los genes o las distintas influencias, las pruebas científicas no son concluyentes en este campo. Lo que sí está claro es que la elección de si quieres llevar un estilo de vida homosexual o no sí es una elección social. Así que hay que hacer una distinción entre las posibilidades, que son biológicas, y las identidades que elegimos.
El cuerpo se ha convertido en un fetiche, moda, publicidad, salud, deporte… Esa potenciación del cuerpo, del erotismo y la sexualidad, ¿se traduce en cambios reales en la sexualidad o es una pura envoltura consumista?
Creo que ha habido un profundo cambio sobre dónde reside la autoridad en sexualidad. En el pasado, la mayoría de la población aceptaba una autoridad tradicional sobre cómo debería vivir o comportarse. Y lo hemos visto en los archivos de la Iglesia, que reconocía que las personas hacían cosas no permitidas, pero la sociedad estaba dominada por valores tradicionales. Hoy todo ha cambiado, porque la mayoría de las fuentes de autoridad tradicional, tanto si es la Iglesia, el Estado u otros tipos de autoridad como la medicina, han sido cuestionadas. Ha habido un largo proceso de democratización y secularización, y en la mayoría de los países occidentales ya no vivimos en sociedades religiosas; la religión todavía es poderosa, pero la mayoría de las personas tienen valores seculares. Podemos separar nuestras creencias religiosas de nuestro comportamiento individual mucho más. ¿Por qué? La razón fundamental, y es un gran cambio social, es porque en lugar de una fuente de autoridad ahora tenemos miles en nuestras vidas individuales.
En general, la sociedad, al menos la española, parece que ha evolucionado muy rápidamente en este aspecto.
Muchas personas se confunden un poco y buscan unas normas más estrictas, pero otras muchas encuentran la posibilidad de desarrollar una vida más creativa, cometen errores y las relaciones se rompen y empiezan nuevas relaciones, y siguen y siguen intentándolo. Esencialmente creo que las personas son profundamente morales, pero la mayoría ya no acepta que la moralidad esté dictada por una autoridad, sino que vive tomando sus propias decisiones morales. Lo que vemos es la emergencia de lo que llamo una moralidad de base, o mejor unas moralidades de base, en plural.
Habla de diversidad sexual y moral, pero es algo que a mucha gente, y también a los poderes, les da pavor…
La Iglesia y el Estado siempre han reconocido la diversidad sexual. La Iglesia siempre ha mostrado una lista de las cosas que eran legítimas e ilegítimas, y el Estado ha contado con leyes que reconocían la existencia de la diversidad. Incluso la Iglesia católica reconoce la existencia de lo que llaman una “orientación homosexual”, y dice eso de amamos al pecador aunque odiemos el pecado… Lo que ha cambiado no es la existencia de la diversidad sexual, sino el modo en que la tratamos.
¿Y cómo la tratamos?
Tal y como yo lo veo, en los últimos años hemos reconocido la realidad de la diversidad sexual, pero nos sigue pareciendo difícil aceptar el valor o valores que puede suponer, aunque creo que hemos dado importantes pasos en esta dirección, por no citar los pasos que se han dado en España y otros países hacia el matrimonio homosexual. La ley acepta mucho mejor incluso otros tipos de diversidad, como el sexo masoquista, u otros tipos de comportamientos, como el sexo fuera del matrimonio o las familias monoparentales. Todo lo que en mi infancia eran tabúes sexuales ahora están aceptados en la mayoría de los países de Europa, así que estamos en la dirección de una mayor aceptación de la apertura y diversidad. Ahora los libros médicos encuentran muy difícil definir lo que es perverso, lo cual no significa que no podamos tomar decisiones sobre lo que nos resulta apropiado o inapropiado, bueno o malo. Pero donde se ha producido el gran cambio no es tanto en lo que se hace, sino en cómo lo hacemos.
¿Qué es lo que ahora nos preocupa?
Hoy ya no estamos tan preocupados sobre si somos homosexuales o heterosexuales, sino si la relación que establecemos es positiva. Y estamos más preocupados con el abuso y la violencia de lo que solíamos estar en el pasado; por ejemplo, respecto al incesto, buscamos una protección para los niños. No hemos abandonado los valores, la moral y la ética, simplemente nos preocupan temas distintos.
Menciona las perversiones, son temas que todavía se hablan en voz muy baja…
Si nos remontamos cien años atrás, vemos que los sexólogos pioneros estaban muy preocupados por definir las perversiones, que entonces eran muy similares a los pecados enumerados por la Iglesia. Pero en los últimos veinte o treinta años, la mayoría de los científicos, las actitudes médicas, se han alejado de intentar definir una perversión excepto en términos de algo que incluya la fuerza o la violencia contra otros. Se ha dicho que lo único que realmente se puede llamar una perversión es lo que se ejerce impuesto con violencia contra otro. En los manuales oficiales de diagnóstico, poco a poco han ido eliminando lo que solía considerarse como perversiones, y la homosexualidad ha sido uno de los primeros ejemplos. Primero fue un pecado; luego, una perversión, y ahora se considera una variación, entre otras, de la sexualidad. Donde no se ha producido ha sido, claro, en la pedofilia, porque se trata de la imposición de valores adultos sobre los niños, y como los niños no pueden responder del mismo modo que los adultos, no pueden entrar en el mismo debate porque es un nivel relacional distinto. Nos preocupa el contexto, lo importante es la elección libre, el consentimiento, y rechazar el poder y la violencia
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Parece que los valores de la sexualidad se están librando en un paisaje remodelado en el que debemos aprender a navegar sin mapas. ¿Cómo ve ese paisaje?
Las relaciones fallan, hay relaciones que fracasan, y esto siempre ha sucedido y quizá hoy suceda más que en el pasado por la falta de buenos mapas. Pero, a pesar de todo, las personas viven intentando tener buenas relaciones y el paisaje hoy es un gran continente con distintas poblaciones que coexisten. Algunas veces se construyen nuevas formas de identidad, a veces se construyen muros alrededor de sus vidas… Es un paisaje confuso y a menudo resulta difícil encontrar el camino, pero creo que la pluralidad es lo que define nuestro entorno, y no tenemos más remedio que aprender a vivir con él.
Un reto: que los logros conseguidos en Occidente lo sean para todo el mundo. “El elemento clave es el debate de los derechos sexuales sobre la base de nuestros derechos humanos. Tenemos que poder garantizar que a los adúlteros no se les lapide, o que los homosexuales no sean ejecutados en algunos países. Que nuestra humanidad común sea una humanidad sexual común”.
Nacido en Gales en 1945, ha sido decano de Ciencias y Artes Humanas de la London South Bank University y director del Instituto de Investigación de Política Social y Regeneración Urbana. Es miembro de distintas academias y comités universitarios, y ha publicado innumerables artículos y más de una docena de libros sobre la influencia de la historia y cultura en la sexualidad (traducidos al español: ‘El malestar de la sexualidad’ y ‘Sexualidad’).En la fotografía, en 1972.
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