PSICOLOGÍA. Miedo al futuro. FRANCESC MIRALLES. EL PAIS SEMANAL - 05-04-2009
El pánico a lo que llegará puede paralizar nuestro presente. La solución: en vez de preocuparnos por lo que vendrá, ocuparnos por lo que sucede aquí y ahora.
El miedo al futuro es un fantasma capaz de hacer caer la Bolsa en picado, detener fábricas y mandar al paro a millones de personas. Detrás de esta crisis existe un poder intangible: el clima de desconfianza que podríamos llamar futurofobia. Algo ha cambiado y desconocemos lo que vendrá a continuación, pero nos asustamos por el mero hecho de no saberlo.
El miedo al futuro es un fantasma capaz de hacer caer la Bolsa en picado, detener fábricas y mandar al paro a millones de personas. Detrás de esta crisis existe un poder intangible: el clima de desconfianza que podríamos llamar futurofobia. Algo ha cambiado y desconocemos lo que vendrá a continuación, pero nos asustamos por el mero hecho de no saberlo. Podemos hacer un símil entre el pavor que está marcando este 2009 y el pánico anticipatorio que padecen las personas fóbicas. Quien tiene miedo a las aglomeraciones, por ejemplo, dispara sus alarmas antes de que se encuentre en la situación temida. Ese miedo “adelantado” a menudo provoca más sufrimiento que el momento que trata de evitar. Del mismo modo, la futurofobia resulta más angustiante y paralizadora que las propias pruebas que el destino va poniendo en nuestra senda, con crisis o sin ella.
Desde la revolución industrial, los avances técnicos, económicos y sociales hacían augurar a la población que los tiempos venideros serían siempre mejores. En el siglo XX, el optimismo hacia el futuro empezó a convertirse en temor. Dos guerras mundiales con un crack financiero en medio y la bomba atómica sembraron la idea de que el porvenir era imprevisible y peligroso. Los aires de esperanza tras el fin de la guerra fría duraron poco, ya que la amenaza se trasladó a otros frentes.
EL CIRCUITO DEL PÁNICO
“El problema de este siglo es que el futuro ya no es lo que era” (Paul Valéry)
Desde los atentados del 11 de septiembre, el miedo a nuevas agresiones ha guiado las políticas y los prejuicios de ambos bandos. Con la actual crisis económica, el pánico al futuro ya es un clima en el que debemos aprender a respirar. Para ello es importante comprender de qué manera incide en nuestro modo de pensar.
La periodista científica –además de poeta– Yaiza Martínez habla de un “circuito del miedo” descubierto recientemente en un estudio neurológico. Por las resonancias magnéticas efectuadas en 40 voluntarios norteamericanos se ha descubierto que la preocupación por lo que va a suceder se graba en el cerebro con la misma intensidad que un hecho negativo real. Al angustiarnos por el futuro activamos el “circuito del miedo”, lo cual explica por qué el pánico anticipatorio resulta más desagradable que la situación real. Cuanto más tiempo y energías dedicamos a pensar en lo que sucederá, nuestro miedo crece cada vez más.
Para desconectar este circuito, la solución es sustituir los pensamientos negativos que dejan falsos recuerdos por ocupaciones inmediatas. Dicho de otra forma: en lugar de pre-ocuparnos por lo que sucederá, nos ocupamos en lo que está sucediendo aquí y ahora.
El miedo, sin embargo, no es una emoción que podamos alejar a voluntad. Es más, se refuerza cada vez que tratamos de evitarlo. ¿Cómo podemos entonces deshacernos de él?
Según el pensador hindú Jiddu Krishnamurti, para desactivar cualquier temor, también la futurofobia, el único instrumento eficaz es nuestra capacidad de comprenderlo. En lugar de oponernos a él, debemos analizar las reacciones que genera en nosotros. Al observar fríamente lo que nos asusta, nuestro temor adquiere unas dimensiones proporcionadas, sin la inflación del pánico anticipatorio.
Nos preguntamos: ¿qué podría pasar en el peor de los casos? Y vemos que el resultado no es tan terrible como para que nos angustiemos de este modo. Podemos incluso plantear alternativas que llevaríamos a cabo en caso de que nuestro temor se hiciera realidad.
Identificar y comprender nuestros miedos nos permite sobreponernos a ellos, del mismo modo que la evitación sólo sirve para reforzarlos. En palabras del propio Krishnamurti: “Los seres humanos hemos desarrollado astutamente una red de escapes: entretenimientos, bebida, sexo, cualquier cosa nos sirve para escapar del miedo. Pero si queremos vivir como seres humanos tenemos que resolver el problema. Vivir con miedo es como vivir en la oscuridad, con un conflicto y una resistencia enormes. Cuanto mayor es el miedo, mayor es la tensión, mayor es la neurosis, mayor el impulso de escapar”.
Por tanto, lo primero que debemos hacer es no tener miedo al miedo. Si el futuro nos angustia, veamos cuáles son nuestros temores y por qué no los hemos resuelto todavía.
Dado que los humanos somos una especie eminentemente práctica, si la futurofobia no presentara ventajas, sin duda ya nos habríamos deshecho de ella. ¿Qué compensaciones hacen que evitemos enfrentarnos al miedo al futuro, que es el miedo a lo desconocido?
Podemos encontrar las claves en el célebre poema de Kavafis Esperando a los bárbaros. Narra la situación de una ciudad en la que todo está detenido ante una amenaza exterior: los senadores no legislan, el emperador no gobierna y el pueblo no hace nada. Cuando llega la noticia de que los bárbaros nunca llegarán, los rostros se vuelven graves y reina la confusión: “Y, ahora, ¿qué será de nosotros sin los bárbaros? Esta gente eran de algún modo una solución”.
Aplicando esta reflexión a la coyuntura actual, los bárbaros –la crisis y sus consecuencias– son la excusa ideal para perezosos y conformistas. Si no innovamos ni arriesgamos a causa de las malas perspectivas, no habrá manera de salir de esta situación.
Sobre esto, el psiquiatra y novelista argentino Pacho O’Donnell opina que esta clase de parálisis tiene su origen en el temor al incumplimiento de las expectativas que nos hemos formado: “El hombre no es una realidad ya hecha, sino que, por el contrario, está siempre haciéndose. Es esencialmente proyecto, está arrojado hacia el futuro. Ése es el horizonte de cumplimiento de sus expectativas, pero también de sus fracasos. (…) En este sentido, el miedo al futuro y el miedo al fracaso son casi equivalentes”.
En su opinión, la única manera de librarnos de la futurofobia es “valorar más el camino que la llegada”; es decir: disfrutar de cada momento presente con el que pavimentamos nuestra senda hacia el futuro.
EL MIEDO ES EL MIEDO
“Nunca temas a las sombras. Sólo significan que hay una luz brillando cerca” (Ruth E. Renkel)
Según el editor y escritor Juli Peradejordi, el miedo también nos ofrece enseñanzas para el futuro si sabemos leer su mensaje. Para explicar el sentido del miedo se sirve de la figura del espantapájaros.
En una primera lectura, el espantapájaros asusta a los pájaros. Pero si en lugar de salir huyendo, el ave decide acercarse, entonces se abre una tercera fase. “Cuando el miedo ha desaparecido tiene lugar una verdadera revelación: el espantapájaros no es un peligro, sino una oportunidad, ya que nos señala con precisión el lugar en el que podemos encontrar alimento. Por un baile de letras el miedo se ha convertido en el medio”.
Este juego de palabras nos revela algo altamente provocador: el miedo indica dónde se halla el tesoro. Cada temor descubre un aspecto no resuelto del que debemos ocuparnos. Así como los pájaros se nutren de los sembrados, el alimento de nuestro futuro es despejar las brumas que no nos dejan ver con claridad el horizonte.
Por tanto, bienvenido sea el miedo al futuro si nos sirve para ocuparnos de un tema no resuelto: cómo encaramos el resto de nuestra vida, cuáles son nuestras prioridades y qué vamos a hacer a partir de ahora mismo para alcanzar nuestras metas.
CADA UNO ES SU PROPIO ORÁCULO
“El curso de la vida es impredecible. Nadie puede escribir su propia biografía por adelantado” (A. J. Heschel)
Entre los que se han ocupado de desmontar el espantapájaros está Veer Sharma, que toma las iniciales del término ‘miedo’ en inglés, fear, para dar la siguiente definición: “False evidence appearing real”; es decir, una evidencia falsa que parece real.
Cuando hablamos de futuro todo son estimaciones, porque el verdadero oráculo del porvenir es la propia persona. Lo que venga no caerá del cielo, sino que será el resultado de miles –o incluso millones– de decisiones personales que habremos tomado en el presente. Sin duda, nuestras expectativas condicionan el futuro, pero la buena noticia es que también podemos decidir cómo contemplamos el mundo para encontrar el rumbo adecuado.
Combatir La futurofobia. Libros. ‘Sobre el miedo’, Jiddu Krishnamurti (Edaf). ‘No miedo’, Pilar Jericó (Alienta). Películas. ‘Corre, Lola, corre’, Tom Tykwer (Columbia). ‘Elling’, Peter Naess (Manga). Discos. ‘The future’, Leonard Cohen (Columbia). ‘Changes’, David Bowie (Emi). ¿CUÁLES SON TUS MIEDOS? “No existe el miedo en abstracto, siempre está en relación con algo. Está el miedo a perder nuestro empleo, a no tener suficiente comida o dinero, (…) el miedo a no tener éxito, a perder nuestra posición en la sociedad, el miedo al dolor y a la enfermedad, a ser dominados, a no conocer jamás lo que es el amor o a no ser amados, a perder a nuestra esposa o a nuestros hijos, el miedo a la muerte, a vivir en un mundo que es como la muerte… Debemos examinar nuestros temores en sí, y a la vez, examinar la red de escapes que hemos desarrollado para librarnos de ellos”.(Jiddu Krishnamurti)
El pánico a lo que llegará puede paralizar nuestro presente. La solución: en vez de preocuparnos por lo que vendrá, ocuparnos por lo que sucede aquí y ahora.
El miedo al futuro es un fantasma capaz de hacer caer la Bolsa en picado, detener fábricas y mandar al paro a millones de personas. Detrás de esta crisis existe un poder intangible: el clima de desconfianza que podríamos llamar futurofobia. Algo ha cambiado y desconocemos lo que vendrá a continuación, pero nos asustamos por el mero hecho de no saberlo.
El miedo al futuro es un fantasma capaz de hacer caer la Bolsa en picado, detener fábricas y mandar al paro a millones de personas. Detrás de esta crisis existe un poder intangible: el clima de desconfianza que podríamos llamar futurofobia. Algo ha cambiado y desconocemos lo que vendrá a continuación, pero nos asustamos por el mero hecho de no saberlo. Podemos hacer un símil entre el pavor que está marcando este 2009 y el pánico anticipatorio que padecen las personas fóbicas. Quien tiene miedo a las aglomeraciones, por ejemplo, dispara sus alarmas antes de que se encuentre en la situación temida. Ese miedo “adelantado” a menudo provoca más sufrimiento que el momento que trata de evitar. Del mismo modo, la futurofobia resulta más angustiante y paralizadora que las propias pruebas que el destino va poniendo en nuestra senda, con crisis o sin ella.
Desde la revolución industrial, los avances técnicos, económicos y sociales hacían augurar a la población que los tiempos venideros serían siempre mejores. En el siglo XX, el optimismo hacia el futuro empezó a convertirse en temor. Dos guerras mundiales con un crack financiero en medio y la bomba atómica sembraron la idea de que el porvenir era imprevisible y peligroso. Los aires de esperanza tras el fin de la guerra fría duraron poco, ya que la amenaza se trasladó a otros frentes.
EL CIRCUITO DEL PÁNICO
“El problema de este siglo es que el futuro ya no es lo que era” (Paul Valéry)
Desde los atentados del 11 de septiembre, el miedo a nuevas agresiones ha guiado las políticas y los prejuicios de ambos bandos. Con la actual crisis económica, el pánico al futuro ya es un clima en el que debemos aprender a respirar. Para ello es importante comprender de qué manera incide en nuestro modo de pensar.
La periodista científica –además de poeta– Yaiza Martínez habla de un “circuito del miedo” descubierto recientemente en un estudio neurológico. Por las resonancias magnéticas efectuadas en 40 voluntarios norteamericanos se ha descubierto que la preocupación por lo que va a suceder se graba en el cerebro con la misma intensidad que un hecho negativo real. Al angustiarnos por el futuro activamos el “circuito del miedo”, lo cual explica por qué el pánico anticipatorio resulta más desagradable que la situación real. Cuanto más tiempo y energías dedicamos a pensar en lo que sucederá, nuestro miedo crece cada vez más.
Para desconectar este circuito, la solución es sustituir los pensamientos negativos que dejan falsos recuerdos por ocupaciones inmediatas. Dicho de otra forma: en lugar de pre-ocuparnos por lo que sucederá, nos ocupamos en lo que está sucediendo aquí y ahora.
El miedo, sin embargo, no es una emoción que podamos alejar a voluntad. Es más, se refuerza cada vez que tratamos de evitarlo. ¿Cómo podemos entonces deshacernos de él?
Según el pensador hindú Jiddu Krishnamurti, para desactivar cualquier temor, también la futurofobia, el único instrumento eficaz es nuestra capacidad de comprenderlo. En lugar de oponernos a él, debemos analizar las reacciones que genera en nosotros. Al observar fríamente lo que nos asusta, nuestro temor adquiere unas dimensiones proporcionadas, sin la inflación del pánico anticipatorio.
Nos preguntamos: ¿qué podría pasar en el peor de los casos? Y vemos que el resultado no es tan terrible como para que nos angustiemos de este modo. Podemos incluso plantear alternativas que llevaríamos a cabo en caso de que nuestro temor se hiciera realidad.
Identificar y comprender nuestros miedos nos permite sobreponernos a ellos, del mismo modo que la evitación sólo sirve para reforzarlos. En palabras del propio Krishnamurti: “Los seres humanos hemos desarrollado astutamente una red de escapes: entretenimientos, bebida, sexo, cualquier cosa nos sirve para escapar del miedo. Pero si queremos vivir como seres humanos tenemos que resolver el problema. Vivir con miedo es como vivir en la oscuridad, con un conflicto y una resistencia enormes. Cuanto mayor es el miedo, mayor es la tensión, mayor es la neurosis, mayor el impulso de escapar”.
Por tanto, lo primero que debemos hacer es no tener miedo al miedo. Si el futuro nos angustia, veamos cuáles son nuestros temores y por qué no los hemos resuelto todavía.
Dado que los humanos somos una especie eminentemente práctica, si la futurofobia no presentara ventajas, sin duda ya nos habríamos deshecho de ella. ¿Qué compensaciones hacen que evitemos enfrentarnos al miedo al futuro, que es el miedo a lo desconocido?
Podemos encontrar las claves en el célebre poema de Kavafis Esperando a los bárbaros. Narra la situación de una ciudad en la que todo está detenido ante una amenaza exterior: los senadores no legislan, el emperador no gobierna y el pueblo no hace nada. Cuando llega la noticia de que los bárbaros nunca llegarán, los rostros se vuelven graves y reina la confusión: “Y, ahora, ¿qué será de nosotros sin los bárbaros? Esta gente eran de algún modo una solución”.
Aplicando esta reflexión a la coyuntura actual, los bárbaros –la crisis y sus consecuencias– son la excusa ideal para perezosos y conformistas. Si no innovamos ni arriesgamos a causa de las malas perspectivas, no habrá manera de salir de esta situación.
Sobre esto, el psiquiatra y novelista argentino Pacho O’Donnell opina que esta clase de parálisis tiene su origen en el temor al incumplimiento de las expectativas que nos hemos formado: “El hombre no es una realidad ya hecha, sino que, por el contrario, está siempre haciéndose. Es esencialmente proyecto, está arrojado hacia el futuro. Ése es el horizonte de cumplimiento de sus expectativas, pero también de sus fracasos. (…) En este sentido, el miedo al futuro y el miedo al fracaso son casi equivalentes”.
En su opinión, la única manera de librarnos de la futurofobia es “valorar más el camino que la llegada”; es decir: disfrutar de cada momento presente con el que pavimentamos nuestra senda hacia el futuro.
EL MIEDO ES EL MIEDO
“Nunca temas a las sombras. Sólo significan que hay una luz brillando cerca” (Ruth E. Renkel)
Según el editor y escritor Juli Peradejordi, el miedo también nos ofrece enseñanzas para el futuro si sabemos leer su mensaje. Para explicar el sentido del miedo se sirve de la figura del espantapájaros.
En una primera lectura, el espantapájaros asusta a los pájaros. Pero si en lugar de salir huyendo, el ave decide acercarse, entonces se abre una tercera fase. “Cuando el miedo ha desaparecido tiene lugar una verdadera revelación: el espantapájaros no es un peligro, sino una oportunidad, ya que nos señala con precisión el lugar en el que podemos encontrar alimento. Por un baile de letras el miedo se ha convertido en el medio”.
Este juego de palabras nos revela algo altamente provocador: el miedo indica dónde se halla el tesoro. Cada temor descubre un aspecto no resuelto del que debemos ocuparnos. Así como los pájaros se nutren de los sembrados, el alimento de nuestro futuro es despejar las brumas que no nos dejan ver con claridad el horizonte.
Por tanto, bienvenido sea el miedo al futuro si nos sirve para ocuparnos de un tema no resuelto: cómo encaramos el resto de nuestra vida, cuáles son nuestras prioridades y qué vamos a hacer a partir de ahora mismo para alcanzar nuestras metas.
CADA UNO ES SU PROPIO ORÁCULO
“El curso de la vida es impredecible. Nadie puede escribir su propia biografía por adelantado” (A. J. Heschel)
Entre los que se han ocupado de desmontar el espantapájaros está Veer Sharma, que toma las iniciales del término ‘miedo’ en inglés, fear, para dar la siguiente definición: “False evidence appearing real”; es decir, una evidencia falsa que parece real.
Cuando hablamos de futuro todo son estimaciones, porque el verdadero oráculo del porvenir es la propia persona. Lo que venga no caerá del cielo, sino que será el resultado de miles –o incluso millones– de decisiones personales que habremos tomado en el presente. Sin duda, nuestras expectativas condicionan el futuro, pero la buena noticia es que también podemos decidir cómo contemplamos el mundo para encontrar el rumbo adecuado.
Combatir La futurofobia. Libros. ‘Sobre el miedo’, Jiddu Krishnamurti (Edaf). ‘No miedo’, Pilar Jericó (Alienta). Películas. ‘Corre, Lola, corre’, Tom Tykwer (Columbia). ‘Elling’, Peter Naess (Manga). Discos. ‘The future’, Leonard Cohen (Columbia). ‘Changes’, David Bowie (Emi). ¿CUÁLES SON TUS MIEDOS? “No existe el miedo en abstracto, siempre está en relación con algo. Está el miedo a perder nuestro empleo, a no tener suficiente comida o dinero, (…) el miedo a no tener éxito, a perder nuestra posición en la sociedad, el miedo al dolor y a la enfermedad, a ser dominados, a no conocer jamás lo que es el amor o a no ser amados, a perder a nuestra esposa o a nuestros hijos, el miedo a la muerte, a vivir en un mundo que es como la muerte… Debemos examinar nuestros temores en sí, y a la vez, examinar la red de escapes que hemos desarrollado para librarnos de ellos”.(Jiddu Krishnamurti)
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