Salvados por el ADN. MÓNICA C. BELAZA. EL PAIS SEMANAL - 08-03-2009
La mayor parte de los amigos que Curtis Edward McCarty ha conocido durante los últimos 20 años han muerto. Era de esperar. Él y todos los demás estaban en el penal del Estado de Oklahoma (EE UU) para eso. Aguardando su ejecución. Curtis logró esquivar la inyección letal durante 19 años. Finalmente, 22 años después de entrar en prisión para ser ajusticiado, el Estado reconoció que se había equivocado. No había matado a nadie. Tampoco Eddie Lowery había violado. Pero chocó con su coche cerca de la casa de una anciana a la que habían agredido sexualmente y esa fatal coincidencia le llevó a pasar toda su juventud en una celda. Cuando salió de la cárcel tenía 32 años. Apenas había vivido.
No les ha ocurrido sólo a Curtis y Eddie. Las malas prácticas en investigaciones policiales, forenses y judiciales han llevado al menos a 232 inocentes a la cárcel en Estados Unidos. La asociación Innocence Project los ha sacado de prisión gracias a pruebas de ADN que han demostrado de forma inequívoca que no eran culpables. Casi una veintena de ellos estaba en el corredor de la muerte, como Curtis McCarty. A punto de recibir un castigo que no tiene vuelta atrás. Innocence Project nació hace 17 años en las aulas de una facultad de Derecho, y ahora es una ONG. Se financian con donaciones que les permiten pagar las costosas pruebas de ADN. Y luego les ayudan a reintegrarse en la sociedad.
El problema de las condenas erróneas no se da sólo en la justicia norteamericana. También en España han aparecido durante los últimos años casos sangrantes de personas inocentes sentenciadas y encarceladas, en ocasiones durante media vida. Como Ahmed Tommouhi, Abderrazak Mounib, Francisco Javier García, Rafael Ricardi, Jorge Ortiz o Roberto Espinales. Pero en nuestro país aún no hay estadísticas. Ni estudios. Ni un grupo amplio de juristas dispuestos a emplear su tiempo en averiguar por qué alguien que no ha delinquido acaba en prisión. Innocence Project lleva 16 años analizando los datos de los casos que decide llevar. No se trata sólo de sacar de la cárcel a una persona, sino de saber qué es lo que está fallando en el sistema. Porque no es la mala suerte lo que condena a un inocente, sino unas pautas que se repiten: abuso de poder, arbitrariedad, testigos que se equivocan y errores humanos que pueden remediarse...
,,,A 2.300 kilómetros de la casa de Curtis McCarty está la sede de la organización que le ayudó a salvarse, desplegada a lo largo de dos plantas de un elegante edificio neoyorquino en pleno centro de Manhattan. Allí se estudian los casos que van llegando. Hay 50 empleados a tiempo completo y 18 estudiantes en prácticas de la Escuela de Derecho Benjamin Cardozzo, en la Universidad de Yeshiva. Presos de todo el país les escriben pidiendo auxilio, insistiendo en que son inocentes. Por lo general, suelen tener entre 6.000 y 10.000 asuntos pendientes de análisis. Pero ellos sólo aceptan aquéllos en los que pueda haber restos biológicos con ADN para estudiar.
La asociación empezó a funcionar en 1992, dentro de la Facultad de Derecho Cardozzo, en las clases de práctica forense. Dos años después se creó la ONG. Ahora tienen donantes individuales y fundaciones, escuelas de Derecho y grandes bufetes de abogados que les prestan apoyo económico. La asociación paga las caras pruebas de ADN que son necesarias para sacar de la cárcel a un inocente.
Trabajan divididos en seis equipos. A cargo de cada uno hay un abogado jefe y tres estudiantes de Derecho. Suelen trabajar de forma simultánea en unos 50 casos. Cuando aceptan un asunto, lo primero que hacen es buscar pruebas, pedir que se analicen restos que no fueron estudiados en su día o que no sirvieron porque en ese momento la técnica del ADN estaba poco desarrollada. Después, preparan los recursos de revisión. Y si el preso es liberado, hay trabajadores sociales para ayudar a rehacer su vida a todos aquellos que salen de la cárcel después de muchos años, perdidos. Necesitan reconstruir sus lazos familiares, su conexión con la comunidad, pedir algún subsidio que les permita salir adelante.
Hay varios problemas estructurales que provocan sentencias injustas. En primer lugar, los errores de identificación de sospechosos, que están detrás de más de tres cuartas partes de los casos. Víctimas y testigos creen reconocer a una persona inocente como el violador o asesino. Casi siempre se debe a una mala práctica en la investigación: reconocimientos en rueda en los que los cebos no se parecen al sospechoso; policías que sólo enseñan la foto de quien creen que ha sido el culpable, de forma que la víctima, a partir de ese momento, identifica esa imagen con el recuerdo borroso que tiene del criminal; o investigadores que "sugieren" quién es el culpable, convenciendo al testigo de que, aunque no lo recuerde bien, no se está equivocando.
Otro problema es la mala praxis de los laboratorios forenses. A veces, como en el caso de Curtis McCarty, hay fraudes instigados por policías y fiscales que, ante la falta de pruebas, alientan al laboratorio para que amañe los resultados. Otras veces, el error no se debe a la mala fe, sino a la ingente carga de trabajo y a la pobre preparación de algunos profesionales. Finalmente, el mal hacer y la indiferencia de abogados de oficio que se encargan de casos de personas con escasos recursos también contribuyen a alimentar estos errores. Y configuran un perfil muy determinado del inocente encarcelado: en un 90% de los casos, las identificaciones erróneas que sirven de base para una condena están realizadas por blancos que señalan como culpables a un negro o hispano.
Suele repetirse un patrón: la mayoría son delitos sexuales en los que la víctima no pudo ver claramente al agresor y la brutalidad del delito empuja a la policía a encontrar a un culpable de inmediato. El respeto a las garantías legales queda en un segundo plano ante la necesidad de que alguien, el que sea, pague por lo que ha pasado.
Al menos siete Estados han reformado sus leyes de acuerdo a los descubrimientos de Innocence Project, y otros 12 están pensando en hacerlo a lo largo de 2009. Hay algunas prácticas que ya se ha demostrado que funcionan, como que el policía que muestra las fotos a los testigos no sepa quién es el sospechoso o que se graben todos los interrogatorios en comisaría para que la policía no pueda coaccionar a los sospechosos. Algunas personas acaban confesando crímenes atroces, que no han cometido, con tal de que los agentes les dejen de amenazar y, en algunos casos, de agredir. Las autoinculpaciones falsas están detrás del 25% de las condenas erróneas.
* 19 años al borde de la ejecución. CURTIS MCCARTY. Fue condenado a la pena capital por un asesinato que no había cometido. Pasó 21 años en la cárcel, 19 de ellos en el corredor de la muerte. El 10 de diciembre de 1982, Pamela Kaye Williams, de 18 años, fue encontrada muerta en un barrio residencial de Oklahoma City. La encontraron desnuda, apuñalada y estrangulada en la casa de una amiga que la estaba alojando.McCarty tenía la misma edad y conocía a la víctima. Era amiga de su novia. Durante los tres años siguientes, la policía le interrogó varias veces como sospechoso, pero no le detuvieron hasta 1985. Pruebas que habían sido descartadas en un primer momento sirvieron para inculparlo. Una analista forense modificó sus conclusiones para acusar a McCarty. La joven asesinada era hija de un agente de policía y el departamento necesitaba encontrar a un culpable. McCarty fue condenado a muerte. La Corte de Apelaciones de Oklahoma declaró el juicio nulo por irregularidades, pero fue de nuevo juzgado y otra vez sentenciado a la pena capital. Pasó 21 años en la cárcel, 19 de ellos en el corredor de la muerte. Gracias a nuevos análisis de ADN, fue liberado en mayo de 2007.
* Dijo que era culpable sin serlo. EDDIE JAMES LOWERY. Fue condenado por violación y robo a una pena indeterminada de 11 años a cadena perpetua. Pasó 10 años preso.Una anciana de Kansas City fue violada en su casa mientras dormía. Era julio de 1981. A la mujer le habían cubierto la cabeza con la almohada y no pudo ver al agresor. Esa madrugada, Eddie Lowery se había visto involucrado en un pequeño accidente de tráfico cerca de la casa de la anciana. La policía le detuvo, le amenazó, le retuvo durante horas y él acabó confesando un crimen que no había cometido para que le dejaran salir de la comisaría. Fue condenado por la violación y el asalto con la única prueba en su contra de la confesión. Pasó casi 10 años preso, desde los 22 hasta los 32. En 2003, cuando ya estaba en libertad, el ADN demostró que era inocente. Nadie le ha indemnizado aún por el error.
Inocentes que pasaron por la cárcel en España
La mayor parte de los amigos que Curtis Edward McCarty ha conocido durante los últimos 20 años han muerto. Era de esperar. Él y todos los demás estaban en el penal del Estado de Oklahoma (EE UU) para eso. Aguardando su ejecución. Curtis logró esquivar la inyección letal durante 19 años. Finalmente, 22 años después de entrar en prisión para ser ajusticiado, el Estado reconoció que se había equivocado. No había matado a nadie. Tampoco Eddie Lowery había violado. Pero chocó con su coche cerca de la casa de una anciana a la que habían agredido sexualmente y esa fatal coincidencia le llevó a pasar toda su juventud en una celda. Cuando salió de la cárcel tenía 32 años. Apenas había vivido.
No les ha ocurrido sólo a Curtis y Eddie. Las malas prácticas en investigaciones policiales, forenses y judiciales han llevado al menos a 232 inocentes a la cárcel en Estados Unidos. La asociación Innocence Project los ha sacado de prisión gracias a pruebas de ADN que han demostrado de forma inequívoca que no eran culpables. Casi una veintena de ellos estaba en el corredor de la muerte, como Curtis McCarty. A punto de recibir un castigo que no tiene vuelta atrás. Innocence Project nació hace 17 años en las aulas de una facultad de Derecho, y ahora es una ONG. Se financian con donaciones que les permiten pagar las costosas pruebas de ADN. Y luego les ayudan a reintegrarse en la sociedad.
El problema de las condenas erróneas no se da sólo en la justicia norteamericana. También en España han aparecido durante los últimos años casos sangrantes de personas inocentes sentenciadas y encarceladas, en ocasiones durante media vida. Como Ahmed Tommouhi, Abderrazak Mounib, Francisco Javier García, Rafael Ricardi, Jorge Ortiz o Roberto Espinales. Pero en nuestro país aún no hay estadísticas. Ni estudios. Ni un grupo amplio de juristas dispuestos a emplear su tiempo en averiguar por qué alguien que no ha delinquido acaba en prisión. Innocence Project lleva 16 años analizando los datos de los casos que decide llevar. No se trata sólo de sacar de la cárcel a una persona, sino de saber qué es lo que está fallando en el sistema. Porque no es la mala suerte lo que condena a un inocente, sino unas pautas que se repiten: abuso de poder, arbitrariedad, testigos que se equivocan y errores humanos que pueden remediarse...
,,,A 2.300 kilómetros de la casa de Curtis McCarty está la sede de la organización que le ayudó a salvarse, desplegada a lo largo de dos plantas de un elegante edificio neoyorquino en pleno centro de Manhattan. Allí se estudian los casos que van llegando. Hay 50 empleados a tiempo completo y 18 estudiantes en prácticas de la Escuela de Derecho Benjamin Cardozzo, en la Universidad de Yeshiva. Presos de todo el país les escriben pidiendo auxilio, insistiendo en que son inocentes. Por lo general, suelen tener entre 6.000 y 10.000 asuntos pendientes de análisis. Pero ellos sólo aceptan aquéllos en los que pueda haber restos biológicos con ADN para estudiar.
La asociación empezó a funcionar en 1992, dentro de la Facultad de Derecho Cardozzo, en las clases de práctica forense. Dos años después se creó la ONG. Ahora tienen donantes individuales y fundaciones, escuelas de Derecho y grandes bufetes de abogados que les prestan apoyo económico. La asociación paga las caras pruebas de ADN que son necesarias para sacar de la cárcel a un inocente.
Trabajan divididos en seis equipos. A cargo de cada uno hay un abogado jefe y tres estudiantes de Derecho. Suelen trabajar de forma simultánea en unos 50 casos. Cuando aceptan un asunto, lo primero que hacen es buscar pruebas, pedir que se analicen restos que no fueron estudiados en su día o que no sirvieron porque en ese momento la técnica del ADN estaba poco desarrollada. Después, preparan los recursos de revisión. Y si el preso es liberado, hay trabajadores sociales para ayudar a rehacer su vida a todos aquellos que salen de la cárcel después de muchos años, perdidos. Necesitan reconstruir sus lazos familiares, su conexión con la comunidad, pedir algún subsidio que les permita salir adelante.
Hay varios problemas estructurales que provocan sentencias injustas. En primer lugar, los errores de identificación de sospechosos, que están detrás de más de tres cuartas partes de los casos. Víctimas y testigos creen reconocer a una persona inocente como el violador o asesino. Casi siempre se debe a una mala práctica en la investigación: reconocimientos en rueda en los que los cebos no se parecen al sospechoso; policías que sólo enseñan la foto de quien creen que ha sido el culpable, de forma que la víctima, a partir de ese momento, identifica esa imagen con el recuerdo borroso que tiene del criminal; o investigadores que "sugieren" quién es el culpable, convenciendo al testigo de que, aunque no lo recuerde bien, no se está equivocando.
Otro problema es la mala praxis de los laboratorios forenses. A veces, como en el caso de Curtis McCarty, hay fraudes instigados por policías y fiscales que, ante la falta de pruebas, alientan al laboratorio para que amañe los resultados. Otras veces, el error no se debe a la mala fe, sino a la ingente carga de trabajo y a la pobre preparación de algunos profesionales. Finalmente, el mal hacer y la indiferencia de abogados de oficio que se encargan de casos de personas con escasos recursos también contribuyen a alimentar estos errores. Y configuran un perfil muy determinado del inocente encarcelado: en un 90% de los casos, las identificaciones erróneas que sirven de base para una condena están realizadas por blancos que señalan como culpables a un negro o hispano.
Suele repetirse un patrón: la mayoría son delitos sexuales en los que la víctima no pudo ver claramente al agresor y la brutalidad del delito empuja a la policía a encontrar a un culpable de inmediato. El respeto a las garantías legales queda en un segundo plano ante la necesidad de que alguien, el que sea, pague por lo que ha pasado.
Al menos siete Estados han reformado sus leyes de acuerdo a los descubrimientos de Innocence Project, y otros 12 están pensando en hacerlo a lo largo de 2009. Hay algunas prácticas que ya se ha demostrado que funcionan, como que el policía que muestra las fotos a los testigos no sepa quién es el sospechoso o que se graben todos los interrogatorios en comisaría para que la policía no pueda coaccionar a los sospechosos. Algunas personas acaban confesando crímenes atroces, que no han cometido, con tal de que los agentes les dejen de amenazar y, en algunos casos, de agredir. Las autoinculpaciones falsas están detrás del 25% de las condenas erróneas.
* 19 años al borde de la ejecución. CURTIS MCCARTY. Fue condenado a la pena capital por un asesinato que no había cometido. Pasó 21 años en la cárcel, 19 de ellos en el corredor de la muerte. El 10 de diciembre de 1982, Pamela Kaye Williams, de 18 años, fue encontrada muerta en un barrio residencial de Oklahoma City. La encontraron desnuda, apuñalada y estrangulada en la casa de una amiga que la estaba alojando.McCarty tenía la misma edad y conocía a la víctima. Era amiga de su novia. Durante los tres años siguientes, la policía le interrogó varias veces como sospechoso, pero no le detuvieron hasta 1985. Pruebas que habían sido descartadas en un primer momento sirvieron para inculparlo. Una analista forense modificó sus conclusiones para acusar a McCarty. La joven asesinada era hija de un agente de policía y el departamento necesitaba encontrar a un culpable. McCarty fue condenado a muerte. La Corte de Apelaciones de Oklahoma declaró el juicio nulo por irregularidades, pero fue de nuevo juzgado y otra vez sentenciado a la pena capital. Pasó 21 años en la cárcel, 19 de ellos en el corredor de la muerte. Gracias a nuevos análisis de ADN, fue liberado en mayo de 2007.
* Dijo que era culpable sin serlo. EDDIE JAMES LOWERY. Fue condenado por violación y robo a una pena indeterminada de 11 años a cadena perpetua. Pasó 10 años preso.Una anciana de Kansas City fue violada en su casa mientras dormía. Era julio de 1981. A la mujer le habían cubierto la cabeza con la almohada y no pudo ver al agresor. Esa madrugada, Eddie Lowery se había visto involucrado en un pequeño accidente de tráfico cerca de la casa de la anciana. La policía le detuvo, le amenazó, le retuvo durante horas y él acabó confesando un crimen que no había cometido para que le dejaran salir de la comisaría. Fue condenado por la violación y el asalto con la única prueba en su contra de la confesión. Pasó casi 10 años preso, desde los 22 hasta los 32. En 2003, cuando ya estaba en libertad, el ADN demostró que era inocente. Nadie le ha indemnizado aún por el error.
Inocentes que pasaron por la cárcel en España
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