Ayer me rayaron el coche en el instituto. Una raya larga, sinuosa y claramente deliberada en la puerta del conductor.
Son gajes del oficio de profesor de ESO. Sin duda es obra de algún alumno contrariado que no sabe controlar su ira y canalizar sus impulsos hacia conductas socialmente aceptables.
Por un lado es una llamada de atención. Una señal de socorro... sin firma. He ahí una persona que sufre, que demanda reconocimiento y cariño, con una penetrante herida en el alma que no acaba de cicatrizar. La falta de recursos en habilidades sociales le ha abocado a la destrucción de la propiedad privada con la afilada arista de sus llaves de casa.
En las dos décadas largas de mi experiencia docente he ido observando una progresiva infantilización de los adolescentes y jóvenes. La madurez nunca acaba de llegar y el síndrome de Peter Pan cunde. Hoy en día la mayoría de los adolescentes son niños grandes que (bajo el influjo de los valores imperantes en nuestra sociedad de consumo) se aburren y exigen continuas diversiones y frecuentes ingestiones de alcoholes y chuches.
Sospecho de alumnos a los que no imparto clases. Alumnos de PCPI (antigua Garantía Social) a los que alguna visionaria e iluminada autoridad educativa ha privado de su única actividad de escape y relax (la hora de Educación Física) y que ahora vagan y deambulan haciendo pellas por donde pueden, molestando, vociferando y cometiendo intrusiones ilegales. Colabora que su profesor tutor sea una persona pusilánime no apta para su trabajo que les ha reforzado sus comportamientos gamberros, provocadores e irrespetuosos. El que no vale para educar es mejor que se dedique a otra cosa o hace mucho daño a alumnos y colegas.
Ante las actitudes chulescas de estos mozalbetes y la cobarde inhibición de muchos de mis compañeros he tenido que encararme con ellos varias veces durante el curso conminándoles a acudir a su taller y cumplir con sus obligaciones, sancionando sus respuestas y gritos desaforados faltándome al respeto debido. Probablemente alguno ha querido vengarse de este profesor que ha incomodado sus antojadizas andanzas y desmanes.
La de profesor de ESO como la de sanitario y otras con mucho contacto con el público es profesión de riesgo, de patología psiquiátrica tipo burn out o depresión, o de sencilla y llana agresión física o contra los bienes privados. Querámoslo o no, es la evolución de una sociedad sin valores en la que muchos padres han abdicado de su función de educadores, reduciéndose a la de progenitores y meros proveedores de ropa, alimento y diversiones electrónicas y farmacológicas (nicotina, tetrahidrocannabinol, alcohol etílico...)
Hay que decir que estos desadaptados son minoría aunque abundante. Hay muchos buenos niños y jóvenes amables, estudiosos y simpáticos que denotan la buena crianza y ejemplo que reciben en casa de papá y mamá. ¡Benditos sean!
En nuestro centro este individuo descarriado (-a) tendrá oportunidades de instrucción y redención, que si las va desaprovechando... mal acabará su recién comenzada carrera delictiva. Tantas veces he visto alumnos (-as) con todas las papeletas para la marginalidad social dirigirse hacia su destino sin que nadie pueda evitarlo que dudo... En el seno de una familia disfuncional, los niños que no se sienten queridos tristemente se dirigen en derechura al fracaso escolar y social. Muy pocos son capaces de reaccionar con entereza y valor escapando del aciago porvenir que sus años infantiles le preven.
La carrocería del coche importa poco. Más pena me da esta persona en construcción con riesgo de derrumbe.
A los niños, adolescentes y jóvenes hay que tratarles con respeto y amabilidad si se comportan como adultos y con firmeza y autoridad si se comportan como niños.
Son gajes del oficio de profesor de ESO. Sin duda es obra de algún alumno contrariado que no sabe controlar su ira y canalizar sus impulsos hacia conductas socialmente aceptables.
Por un lado es una llamada de atención. Una señal de socorro... sin firma. He ahí una persona que sufre, que demanda reconocimiento y cariño, con una penetrante herida en el alma que no acaba de cicatrizar. La falta de recursos en habilidades sociales le ha abocado a la destrucción de la propiedad privada con la afilada arista de sus llaves de casa.
En las dos décadas largas de mi experiencia docente he ido observando una progresiva infantilización de los adolescentes y jóvenes. La madurez nunca acaba de llegar y el síndrome de Peter Pan cunde. Hoy en día la mayoría de los adolescentes son niños grandes que (bajo el influjo de los valores imperantes en nuestra sociedad de consumo) se aburren y exigen continuas diversiones y frecuentes ingestiones de alcoholes y chuches.
Sospecho de alumnos a los que no imparto clases. Alumnos de PCPI (antigua Garantía Social) a los que alguna visionaria e iluminada autoridad educativa ha privado de su única actividad de escape y relax (la hora de Educación Física) y que ahora vagan y deambulan haciendo pellas por donde pueden, molestando, vociferando y cometiendo intrusiones ilegales. Colabora que su profesor tutor sea una persona pusilánime no apta para su trabajo que les ha reforzado sus comportamientos gamberros, provocadores e irrespetuosos. El que no vale para educar es mejor que se dedique a otra cosa o hace mucho daño a alumnos y colegas.
Ante las actitudes chulescas de estos mozalbetes y la cobarde inhibición de muchos de mis compañeros he tenido que encararme con ellos varias veces durante el curso conminándoles a acudir a su taller y cumplir con sus obligaciones, sancionando sus respuestas y gritos desaforados faltándome al respeto debido. Probablemente alguno ha querido vengarse de este profesor que ha incomodado sus antojadizas andanzas y desmanes.
La de profesor de ESO como la de sanitario y otras con mucho contacto con el público es profesión de riesgo, de patología psiquiátrica tipo burn out o depresión, o de sencilla y llana agresión física o contra los bienes privados. Querámoslo o no, es la evolución de una sociedad sin valores en la que muchos padres han abdicado de su función de educadores, reduciéndose a la de progenitores y meros proveedores de ropa, alimento y diversiones electrónicas y farmacológicas (nicotina, tetrahidrocannabinol, alcohol etílico...)
Hay que decir que estos desadaptados son minoría aunque abundante. Hay muchos buenos niños y jóvenes amables, estudiosos y simpáticos que denotan la buena crianza y ejemplo que reciben en casa de papá y mamá. ¡Benditos sean!
En nuestro centro este individuo descarriado (-a) tendrá oportunidades de instrucción y redención, que si las va desaprovechando... mal acabará su recién comenzada carrera delictiva. Tantas veces he visto alumnos (-as) con todas las papeletas para la marginalidad social dirigirse hacia su destino sin que nadie pueda evitarlo que dudo... En el seno de una familia disfuncional, los niños que no se sienten queridos tristemente se dirigen en derechura al fracaso escolar y social. Muy pocos son capaces de reaccionar con entereza y valor escapando del aciago porvenir que sus años infantiles le preven.
La carrocería del coche importa poco. Más pena me da esta persona en construcción con riesgo de derrumbe.
A los niños, adolescentes y jóvenes hay que tratarles con respeto y amabilidad si se comportan como adultos y con firmeza y autoridad si se comportan como niños.
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