Benedicto XVI lleva a Reino Unido su batalla contra el laicismo. El Papa se reúne hoy con Isabel II para zanjar la tensión con los anglicanos. M. MORA / W. OPPENHEIMER - Edimburgo
ELPAIS.com - Internacional - 16-09-2010
Tratando de elevarse sobre la percepción laica, y muy anglosajona, que ve al Vaticano como un núcleo de poder anticuado , alejado de la realidad y azotado por los escándalos y la inmoralidad, Benedicto XVI ha comenzado hoy el primer viaje de Estado de un Papa a Reino Unido con un encuentro solemne con la reina Isabel II.
Ratzinger aterrizará en Edimburgo sobre las 11.30 (hora peninsular española) dispuesto a extender su guerra contra el laicismo, y a alentar el activismo de la silenciosa minoría católica, que paradójicamente, y a diferencia del resto del continente, ha crecido en los últimos años cerca de un 20% y supera hoy los 6,2 millones de personas gracias a la inmigración de polacos, africanos y filipinos.
El Papa, que pronunciará 13 discursos en los cuatro días de un viaje que le llevará también a Glasgow, Londres y Birmingham, trae a la avanzada y secularizada democracia británica un mensaje de paz ecuménica y de unidad cristiana: Roma ya no expulsa a nadie sino que tiene abiertas las puertas para acoger a los descontentos. Siempre que no sean mujeres, se podría añadir.
La visión de Reino Unido desde Roma es que la primacía de la democracia mayoritaria, las cesiones de la Iglesia de Estado y la sumisión anglicana a lo políticamente correcto han acabado reduciendo el todo a la nada y dejado bajo mínimos la influencia de la religión en el país. Pero Benedicto XVI sabe que tendrá que ser cuidadoso con el mensaje teocrático en un lugar donde preguntarle a alguien qué religión profesa se considera de mal gusto.
Hace 100 años, John Henry Newman fue el primer presbítero anglicano que se convirtió al catolicismo; su beatificación en Birmingham, el domingo, será el acto central de la visita. Subir a los altares al párroco que volvió al redil de Roma no significa, explica el vaticanista Filippo di Giacomo, "estimular procesos políticos ni hacer proselitismo, sino afirmar que el viaje de vuelta iniciado por Newman fue tan profético como para convertirle en beato".
"El Papa no podría tratar de imponer una agenda política, porque eso indignaría incluso a los obispos católicos locales", añade. El mensaje de Ratzinger será, en todo caso, aperturista: el lema del viaje es "El corazón habla hacia el corazón". Las ideas serán, como suele suceder cuando sale de Roma, templadas: el final de las tensiones históricas con los reformistas ingleses, la gratitud por la mejoría de las relaciones entre anglicanos y católicos, los deseos de que la Iglesia sea una fuerza que trabaje por el bien común.
El Papa reclamará también una mayor presencia religiosa en los debates sociales, y la creación de lo que el vaticanista John Allen llama "una minoría creativa", implicada en la cosa pública, que sirva de aliento a unas bases locales que en ocasiones, sin duda exagerando, han denunciado que el clima anticatólico del país es similar al de Arabia Saudí.
La cita es, en todo caso, realmente histórica: se trata del primer viaje de Estado de un Papa a la democracia anglicana, el lugar donde Enrique VIII abrió el gran cisma de Occidente para romper ataduras con Roma y convertir a la Iglesia de Estado en un apéndice del poder de la monarquía.
La dimensión del catolicismo ha cambiado mucho desde entonces. Fuera es percibido como una confesión en crisis y eminentemente centrífuga (los fieles con un mínimo de cerebro y amor a la libertad escapan del yugo para no volver). Los medios no italianos tienden a juzgarla por lo que transmite la Curia (un movimiento anacrónico, corrupto y misógino). Pero la Iglesia católica cree que es el protestantismo la fe que está en crisis mientras el catolicismo avanza en todo el mundo.
"Un país del tercer mundo y de agresivo ateísmo" W. O. / M. M. - Edinburgo EL PAÍS - Internacional - 16-09-2010
La visita de Benedicto XVI no emociona a los británicos, pero divide y apasiona a sus intelectuales. Izquierda y derecha reciben hoy al Papa acusándose mutuamente de radicalismo y ceguera en una batalla mediática que enfrenta a quienes creen que la religión debería ser un acto privado que no debería alcanzar la esfera pública y quienes defienden que ese laicismo está llevando a la ruina a Occidente y en particular a la que consideran atea Europa.
Esa tensión cristalizó ayer en episodios como las agresivas declaraciones del cardenal jubilado Walter Kasper, que a última hora se cayó del séquito papal tras afirmar que el Reino Unido "es un país del tercer mundo caracterizado por un nuevo y agresivo ateísmo". El portavoz de la Santa Sede, Federico Lombardi, afirmó que Kasper "no ha querido ofender a nadie y no viaja por motivos de salud".
O la carta publicada en The Guardian y firmada por medio centenar de intelectuales opuestos a la visita del Pontífice. Más bien desconocidos para el público, salvo el muy reverenciado escritor, actor y director Stephen Fry, se quejan de que "el Papa Ratzinger", como le llaman, "no debería recibir el honor de una visita de Estado a este país".
Argumentan su postura por su obstinada oposición papal a la distribución de condones pese a la dramática epidemia de sida, por promover la educación segregada, por su oposición al aborto "incluso en los casos de las mujeres más vulnerables", su oposición a los derechos de los homosexuales o su "incapacidad" para afrontar muchos abusos a niños dentro de la Iglesia.
Desde la derecha se critica lo que consideran intransigencia de la izquierda. "El Papa merece algo mejor de Gran Bretaña", escribe el historiador Michael Burleigh en el conservador The Daily Telegraph. "El secularismo está en el corazón de las preocupaciones de Benedicto", asegura. "Y lo que le preocupa no es la delimitación entre Iglesia y Estado, lo sagrado y lo profano -que es intrínseco a la cultura cristiana y a la sociedad política civil desde la Reforma-, sino la amnésica erradicación de una de las principales raíces de la civilización occidental y la marginalización deliberada de la religión a la esfera de lo privado", añade.
ELPAIS.com - Internacional - 16-09-2010
Tratando de elevarse sobre la percepción laica, y muy anglosajona, que ve al Vaticano como un núcleo de poder anticuado , alejado de la realidad y azotado por los escándalos y la inmoralidad, Benedicto XVI ha comenzado hoy el primer viaje de Estado de un Papa a Reino Unido con un encuentro solemne con la reina Isabel II.
Ratzinger aterrizará en Edimburgo sobre las 11.30 (hora peninsular española) dispuesto a extender su guerra contra el laicismo, y a alentar el activismo de la silenciosa minoría católica, que paradójicamente, y a diferencia del resto del continente, ha crecido en los últimos años cerca de un 20% y supera hoy los 6,2 millones de personas gracias a la inmigración de polacos, africanos y filipinos.
El Papa, que pronunciará 13 discursos en los cuatro días de un viaje que le llevará también a Glasgow, Londres y Birmingham, trae a la avanzada y secularizada democracia británica un mensaje de paz ecuménica y de unidad cristiana: Roma ya no expulsa a nadie sino que tiene abiertas las puertas para acoger a los descontentos. Siempre que no sean mujeres, se podría añadir.
La visión de Reino Unido desde Roma es que la primacía de la democracia mayoritaria, las cesiones de la Iglesia de Estado y la sumisión anglicana a lo políticamente correcto han acabado reduciendo el todo a la nada y dejado bajo mínimos la influencia de la religión en el país. Pero Benedicto XVI sabe que tendrá que ser cuidadoso con el mensaje teocrático en un lugar donde preguntarle a alguien qué religión profesa se considera de mal gusto.
Hace 100 años, John Henry Newman fue el primer presbítero anglicano que se convirtió al catolicismo; su beatificación en Birmingham, el domingo, será el acto central de la visita. Subir a los altares al párroco que volvió al redil de Roma no significa, explica el vaticanista Filippo di Giacomo, "estimular procesos políticos ni hacer proselitismo, sino afirmar que el viaje de vuelta iniciado por Newman fue tan profético como para convertirle en beato".
"El Papa no podría tratar de imponer una agenda política, porque eso indignaría incluso a los obispos católicos locales", añade. El mensaje de Ratzinger será, en todo caso, aperturista: el lema del viaje es "El corazón habla hacia el corazón". Las ideas serán, como suele suceder cuando sale de Roma, templadas: el final de las tensiones históricas con los reformistas ingleses, la gratitud por la mejoría de las relaciones entre anglicanos y católicos, los deseos de que la Iglesia sea una fuerza que trabaje por el bien común.
El Papa reclamará también una mayor presencia religiosa en los debates sociales, y la creación de lo que el vaticanista John Allen llama "una minoría creativa", implicada en la cosa pública, que sirva de aliento a unas bases locales que en ocasiones, sin duda exagerando, han denunciado que el clima anticatólico del país es similar al de Arabia Saudí.
La cita es, en todo caso, realmente histórica: se trata del primer viaje de Estado de un Papa a la democracia anglicana, el lugar donde Enrique VIII abrió el gran cisma de Occidente para romper ataduras con Roma y convertir a la Iglesia de Estado en un apéndice del poder de la monarquía.
La dimensión del catolicismo ha cambiado mucho desde entonces. Fuera es percibido como una confesión en crisis y eminentemente centrífuga (los fieles con un mínimo de cerebro y amor a la libertad escapan del yugo para no volver). Los medios no italianos tienden a juzgarla por lo que transmite la Curia (un movimiento anacrónico, corrupto y misógino). Pero la Iglesia católica cree que es el protestantismo la fe que está en crisis mientras el catolicismo avanza en todo el mundo.
"Un país del tercer mundo y de agresivo ateísmo" W. O. / M. M. - Edinburgo EL PAÍS - Internacional - 16-09-2010
La visita de Benedicto XVI no emociona a los británicos, pero divide y apasiona a sus intelectuales. Izquierda y derecha reciben hoy al Papa acusándose mutuamente de radicalismo y ceguera en una batalla mediática que enfrenta a quienes creen que la religión debería ser un acto privado que no debería alcanzar la esfera pública y quienes defienden que ese laicismo está llevando a la ruina a Occidente y en particular a la que consideran atea Europa.
Esa tensión cristalizó ayer en episodios como las agresivas declaraciones del cardenal jubilado Walter Kasper, que a última hora se cayó del séquito papal tras afirmar que el Reino Unido "es un país del tercer mundo caracterizado por un nuevo y agresivo ateísmo". El portavoz de la Santa Sede, Federico Lombardi, afirmó que Kasper "no ha querido ofender a nadie y no viaja por motivos de salud".
O la carta publicada en The Guardian y firmada por medio centenar de intelectuales opuestos a la visita del Pontífice. Más bien desconocidos para el público, salvo el muy reverenciado escritor, actor y director Stephen Fry, se quejan de que "el Papa Ratzinger", como le llaman, "no debería recibir el honor de una visita de Estado a este país".
Argumentan su postura por su obstinada oposición papal a la distribución de condones pese a la dramática epidemia de sida, por promover la educación segregada, por su oposición al aborto "incluso en los casos de las mujeres más vulnerables", su oposición a los derechos de los homosexuales o su "incapacidad" para afrontar muchos abusos a niños dentro de la Iglesia.
Desde la derecha se critica lo que consideran intransigencia de la izquierda. "El Papa merece algo mejor de Gran Bretaña", escribe el historiador Michael Burleigh en el conservador The Daily Telegraph. "El secularismo está en el corazón de las preocupaciones de Benedicto", asegura. "Y lo que le preocupa no es la delimitación entre Iglesia y Estado, lo sagrado y lo profano -que es intrínseco a la cultura cristiana y a la sociedad política civil desde la Reforma-, sino la amnésica erradicación de una de las principales raíces de la civilización occidental y la marginalización deliberada de la religión a la esfera de lo privado", añade.
Catolicismo de mercado. EL PAÍS - Opinión - 08-08-2010
Atención, el Vaticano pretende cobrar a los peregrinos la entrada a las misas que el papa Benedicto XVI oficiará en Reino Unido en septiembre. Las tarifas son: 5 libras (6 euros) en la ceremonia de Hyde Park, 20 libras (24 euros) costará asistir a la misa de Glasgow y 25 libras (30 euros) la misma de Birmingham. No se anuncian descuentos a grupos. Invocado el espíritu de Jonathan Swift, ha enumerado los serios peligros que acechan tras la iniciativa. Si se cobra por asistir a una misa, nada habría que objetar por tarifar la dispensa de sacramentos. ¿Alguien duda de que los pecados que se confiesan en penitencia son fáciles de tasar, de forma que el penitente pague más por los mortales y menos por los veniales? También podrían redactarse cláusulas contractuales para indemnizar al cura en caso de separación matrimonial. Así, las Iglesias nacionales y el Vaticano aumentarían progresivamente sus ingresos, hasta que le resultara imperativo cotizar en Bolsa; entonces, las variables fundamentales de Vaticano Corp serían la facturación y el aumento anual de las conversiones; pero estas dependerían del crecimiento del miedo al infierno, materia prima que solo podría suministrar un equipo de eminentes psicólogos asesores de la Santa Madre Iglesia.
Como diría De Quincey, se empieza cobrando una misa y se acaba manipulando teológicamente la noble ciencia de la psicología; y además en contra de las amables tendencias del emocionalismo americano, obsesionado por el masajeo complaciente del Yo. En fin, si la obligación de pagar las visitas del Papa (salvo en Valencia, que las gestiona con gran eficacia la trama Gürtel) exige que se consume el cobro ceremonial, al menos que se modernicen los medios de pago; a ver si se pueden pagar los 30 euros con la Visa Marcinkus del Instituto de Obras de la Religión (IOR).
Por cierto, cobrar una misa, ¿no es simonía, ese pecado tan negro que, entre otras desgracias, causó el cisma luterano? Porque una misa es un bien espiritual, y simonía (de Simón el Mago, Hechos de los Apóstoles, como bien sabe Benedicto XVI) es "comprar o vender por un precio temporal un bien intrínsecamente espiritual o un bien temporal inseparablemente unido a uno espiritual". Palabra de diccionario teológico. Amén.
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