Corre, corre... pero no hacia la nevera. El ejercicio físico está cada vez más de moda, para satisfacción de los médicos, pero, ¿sirve para adelgazar? - Los expertos discrepan LOLA GALÁN EL PAÍS - Sociedad - 20-06-2010
La imagen atrae como un imán a los automovilistas que circulan de noche por la autopista. Tras la cristalera, la sala del gimnasio reluce como un ascua, con decenas de hombres y mujeres pedaleando en las bicicletas estáticas, corriendo frenéticos sobre el tapiz mecánico, ejercitándose en máquinas variadas.
Luis Serratosa no puede reprimir una mirada cuando regresa a casa en su coche, ya oscurecido. Serratosa, médico de Sanitas, del Real Madrid, y jefe del Servicio de Rehabilitación y Medicina del Deporte de la Clínica Quirón , piensa siempre lo mismo: "Vivimos en una sociedad absurda que nos empuja a una vida sedentaria. Luego hay que recuperar el tono yendo al gimnasio al final de la jornada ¿Tiene eso algún sentido?"
No es que a él le parezcan mal los gimnasios. Al contrario. "Promocionar la actividad física es importante, porque puede mejorar muchísimo la salud", reconoce. "Si un paciente hace ejercicio se le puede disminuir la medicación, incluso a los que han tenido un infarto. Es buenísimo para personas con diabetes, que es una verdadera epidemia de nuestro tiempo; mejora la densidad ósea, y es muy bueno para las mujeres menopáusicas. Yo creo que la sanidad pública debería fomentar el uso del gimnasio como otro servicio más."
El ejercicio es bueno, sí. Aunque no son los diabéticos ni los infartados los que más lo practican, sino los jóvenes en busca de musculatura, y los no tan jóvenes desesperados por adelgazar. Pero, ¿sirve el ejercicio para perder peso? "
A mí me ha servido para no engordar, aunque tampoco soy propensa", dice Maite, que lleva siete años, más o menos desde que se prejubiló, acudiendo a un gimnasio de Madrid. Maite va dos veces por semana a clases de mantenimiento dirigidas por una profesora. Y no piensa dejarlo. "El ejercicio me permite estar más ágil, incluso mentalmente, pero no diría que sirva para adelgazar. Veo que algunas alumnas más gorditas de mi gimnasio, siguen igual después de mucho tiempo".
No está claro, en efecto, que el ejercicio adelgace. Los científicos buscan pruebas concluyentes de la forma en que afecta la actividad física a nuestro metabolismo, pero lo cierto es que los distintos estudios no siempre coinciden en sus resultados.
Un trabajo realizado por el Pennington Biomedical Research Center, de Baton Rouge (Los Ángeles) demostró que para perder peso el ejercicio debe ser constante y suficiente. La investigación se centró en reducir la ingesta de calorías en un grupo de personas un 25%, mientras otro grupo de participantes en el experimento reducían su ingesta de calorías solo un 12,5% pero aumentaban su ejercicio físico un 12,5%. Todos perdieron peso, pero en el grupo de los que se ejercitaron, tuvieron que aumentar su actividad física hasta una hora diaria. Que es bastante más de lo que venían recomendando los especialistas.
Porque una cosa es innegable; el ejercicio ayuda a quemar calorías. Y en el mundo desarrollado, repleto de tentaciones calóricas y con toneladas de alimentos a nuestro alcance, la tendencia es a ingerir más calorías de la cuenta. La estrategia de lucha contra la báscula sería, pues, quemar ese excedente de calorías. Lo malo es que el ejercicio también aumenta el apetito. Lo más habitual es arrasar la nevera después de una hora machacándose en el gimnasio.
"Es cierto. Tenemos genes ahorradores. Cuando se pierde peso se ponen en marcha mecanismos para recuperarlo", explica Iva Marques, profesora de Nutrición en la Facultad de Ciencias de la Salud y del Deporte, en la Universidad de Zaragoza.
Pero no todo está perdido. "Aunque hacer ejercicio aumenta el apetito", aclara Marques, "cuando el ejercicio es moderado y se hace respirando bien, se pierde grasa, mejoran las endorfinas y las señales de saciedad son más eficaces. Por eso se va a ingerir lo que se necesita. Las personas menos activas tienen peores controles de saciedad. Estos controles se ajustan cuando permanecen activos durante meses. Para que esto ocurra, tenemos que incorporar el ejercicio como una rutina más en nuestra vida". La experiencia diaria demuestra, sin embargo, que no es tan fácil librarse del apetito, ni de la grasa superflua. Por mucho que se acuda al gimnasio. Para lograr resultados significativos, los expertos recomiendan controlar también las comidas. Porque, lo que de verdad ayuda a perder peso "es la actividad física unida a una dieta saludable", opina Pilar Riobó, Jefa Asociada de Endocrinología y Nutrición de la Fundación Jiménez Díaz, de Madrid. "El ejercicio es bueno para todo. Ayuda a quemar calorías, reduce la grasa corporal, evita la diabetes, es bueno para el corazón y ayuda a mantener el peso ideal una vez que se ha adelgazado".
Ya. Pero el camino hasta alcanzar ese peso ideal puede resultar un calvario. Especialmente para las mujeres. El organismo femenino, preparado para la procreación, es más celoso a la hora de conservar sus depósitos de grasa. Aunque, un amplio estudio realizado por investigadores de la Universidad de Harvard, y publicado recientemente en el Journal of the American Medical Association (JAMA), da nuevas esperanzas al sexo femenino.
Riobó lo cita entusiasmada. "Es un estudio muy amplio. Se hizo sobre 34.000 mujeres de edad madura, unos 54 años de media, y se las siguió durante 13 años para ver cómo evolucionaba su peso. Y se comprobó que las que consiguieron mantener el que tenían, o engordaron poquísimo, fueron precisamente las que habían hecho de forma continuada ejercicio moderado durante una hora diaria". La palabra continuado se demostró fundamental. Es inútil flagelarse tres horas un día, y no mover un dedo los tres meses siguientes.
Riobó, como todos los especialistas, señalan que una cuestión vital es practicar aquello que nos gusta. "De nada sirve imponerse actividades que te desagradan. Nadar es bueno, pero no hay que ir a la piscina si no te gusta, porque acabas por dejarlo. Todo ejercicio es útil: baile, gimnasia a dos, porque una voluntad más ayuda a mantener nuestra disciplina, y, muy importante, no se deben sobrecargar nunca las articulaciones. Lo ideal es hacer un ejercicio de intensidad moderada una hora al día". Esta actividad no altera la vida cotidiana. "Puede ser caminar deprisa, pero hacerlo a diario. Este tipo de ejercicio es bueno para la salud pero insuficiente para la pérdida de peso".
Especialmente, a partir de una edad. A medida que nos hacemos mayores se observa una tendencia mayor a ganar peso, al menos en las personas propensas. ¿Por qué? "Es que el gasto energético disminuye a medida que envejecemos. Si a los 25 años se consumen 3.000 calorías al día, a los 50 años, no se consumen más que 2.000", dice Riobó. "Además, gastamos menos porque con los años se tiene menos masa magra que es la metabólicamente activa, y aumenta la masa grasa. Aunque los deportistas, por supuesto, no se ajustan a esa regla".
En el caso de las personas maduras hay que valorar la cuestión de la salud, someterse a un examen médico antes de ir al gimnasio, opinan los expertos.
Pero no todos están de acuerdo en que el ejercicio moderado sea la panacea. Un estudio todavía no oficial, publicado recientemente en The New York Times, llevado a cabo por el profesor Barry Braun, profesor asociado de quinesiología [estudio científico del movimiento humano] de la Universidad de Massachussets, en Amherst, demostraría más bien la eficacia de la actividad normal a la hora de mantener la silueta. En él un grupo de voluntarios pasó un día entero sentado. Incluso para ir al baño, se desplazaban en silla de ruedas. El mismo grupo fue invitado a pasar otro día entero con una actividad normal, permaneciendo simplemente de pie. La diferencia de gasto calórico fue considerable entre ambos grupos. Lo que ha llevado a estos científicos a la conclusión de que bastaría con mantenerse de pie algo más tiempo del habitual, y, sobre todo, huir de las largas tardes sentados en el sofá, para mantener un cuerpo aceptable.
Este ejercicio mínimo tiene además una ventaja: no desata el apetito y evita esas terribles revanchas gastronómicas que se conceden los muy aficionados al gimnasio. Al menos en determinadas franjas de edad. Aunque los resultados en el cuerpo de los cobayas de Massachussets tampoco fueron espectaculares.
Iva Marques cree que hay que empezar por ser modesto en los objetivos. "Lo primero es bajar el sedentarismo. Hacer manualmente las actividades cotidianas, caminar, por ejemplo. Luego, aumentar el tiempo que se dedica a esas actividades". ¿Sirve entonces el ejercicio para perder peso? "Sí. Hay actividades de baja intensidad muy eficaces contra la grasa", responde. No es esa exactamente la experiencia de David Ortega, entrenador personal especializado en pérdida de peso. Sus alumnos, -la mayoría mujeres entre los 28 y los 40 años-, quieren resultados rápidos y visibles. "Yo propongo una dieta estricta y un plan de choque, con entrenamiento fuerte, y cuando han perdido grasas, hay que conseguir que mantengan los buenos hábitos alimentarios y el ejercicio. Creo que hay que educar a la gente en esta práctica. Dos o tres sesiones de una hora semanal son suficientes, para mantener el peso conseguido". Ortega, que tiene 30 años, y trabaja en el Arena Alicante, uno de los gimnasios más grandes de España, cree por encima de todo en las virtudes del ejercicio. "Es fundamental. Es lo único que te ayuda a quemar grasas". ¿Y las dietas? "Pueden ser eficaces también, pero el peso que se pierde con ellas se acaba recuperando".
Iva Marques advierte a los que se sienten angustiados por unos kilos de más. "No hay que obsesionarse con perder peso. En la medida en que la obsesión no es buena porque te esclaviza y te quita felicidad. Lo más saludable es ser feliz. El mejor alimento es estar contento. Hay que hacer algo que te guste. Al final si no te gusta es contraproducente porque esclaviza y te hace infeliz y entonces, el ejercicio deja de ser saludable. Aunque perdieras peso te amargarías, con el riesgo de que se puede caer en alteraciones del comportamiento alimenticio".
Los parámetros que alargan (al parecer) la vida
No es un secreto, a estas alturas, que una vida más sana es, salvo accidentes, una vida más larga. Pero, hasta ahora había pocos estudios que midieran sobre una muestra suficientemente amplia de la población el efecto beneficioso del ejercicio físico sumado a una dieta equilibrada, al consumo moderado de alcohol y a la privación del tabaco.
Un nuevo estudio realizado por cinco especialistas de universidades y centros de investigación médica de Noruega, Reino Unido, Australia y Estados Unidos, en el que se ha analizado el valor combinado de estos cuatro parámetros de conducta arroja importantes resultados.
Los investigadores han llegado a la conclusión de que no respetar ninguno de estos principios saludables equivale a una pérdida de 12 años de vida de promedio. Los resultados de este estudio, realizado sobre una muestra de casi 5.000 británicos de ambos sexos, sometidos a un seguimiento médico a lo largo de 20 años, permiten afirmar con seguridad a los especialistas que cuidarse un poco, estar atentos a lo que ingerimos, y combatir el abrumador sedentarismo de la vida moderna, pueden garantizarnos una vida más larga.
El estudio, que acaba de publicarse en Archives of Internal Medicine, se hizo tomando una muestra a un grupo de gente, similar en términos de edades, distribución por sexo y por clase social, que el censo británico de la época en que se inició el estudio, 1985. No todos los mayores de 18 años seleccionados fueron aceptados (o quisieron participar). De este modo, la muestra se redujo a los 4.886 individuos que respondieron a un cuestionario y se dejaron examinar por una enfermera investigadora, a lo largo de esas dos décadas. En el plazo de 20 años, fallecieron 1.080. El trabajo corrió a cargo del departamento de Nutrición de la Universidad de Oslo, del Consejo de Investigación Médica de la Universidad de Glasgow, del George Institute for International Health de la universidad de Sydney (Australia), del departamento de Medicina preventiva de la Universidad del Sur de California y del Centro Epidemiológico de la Universidad de Southampton.
El estudio permitió establecer que la falta de ejercicio físico tiene un mayor impacto en las enfermedades cardiovasculares, mientras los fumadores están más amenazados por el cáncer. Un consumo elevado de alcohol tenía consecuencias prácticamente en todas las enfermedades. Por supuesto, el estudio tiene sus puntos débiles. El ejercicio que se tomó en cuenta era un mínimo de 120 minutos semanales de actividad física (correr, bailar, nadar o practicar un deporte) en el tiempo libre. Se excluyó la actividad diaria en el trabajo o el caminar a casa.
Y respecto a la dieta, los autores del estudio reconocen que solo preguntaron a los entrevistados por el consumo de fruta y hortalizas sin fijarse en otros alimentos saludables, como cereales enteros, pescado o, por el contrario, el abuso de grasas polinsaturadas.
Reconocen que en 20 años, los británicos objeto de este seguimiento han mejorado sus dietas y la intensidad del ejercicio, además de que muchos han dejado de fumar. No ha ocurrido otro tanto con el alcohol. La ingesta por parte de los hombres se ha mantenido, mientras las mujeres consumen más hoy día que en los años ochenta, cuando se inició el seguimiento de esta muestra de ciudadanos.
Por todo ello, los investigadores, señalan, "fumar, consumir grandes cantidades de alcohol, pocas cantidades de frutas y vegetales y tener poca actividad física, se asocian ya sea tomados separadamente o de forma combinada, con un mayor riesgo de muerte prematura". Y aconsejan: "Modestos, pero viables ajustes en la forma de vida pueden tener un impacto importante tanto a escala individual como social. Desarrollar métodos más eficaces para promover dietas y un estilo de vida más saludable en la población debería ser una prioridad en las políticas de salud pública".
Claves para la salud
- Terapia física. Médicos y nutricionistas recomiendan el ejercicio como la mejor terapia para combatir algunas enfermedades. Aseguran que mejora la vida diaria de los infartados y ayuda a mantener a raya a la diabetes, auténtica plaga de nuestro tiempo.
- Más apetito. Quemar calorías es una forma de evitar el aumento de peso, pero el ejercicio aumenta el apetito, dando paso a una espiral difícil de romper.
- Reserva de grasas en las mujeres. El organismo femenino, adaptado a la procreación, se muestra más celoso a la hora de conservar sus reservas de grasa. Eso explicaría la mayor dificultad de las mujeres para perder peso.
- El peso según la edad. Las dificultades de mantener el peso adecuado aumentan con la edad. Cuando envejecemos disminuyen nuestras necesidades calóricas, lo que no significa que disminuya la ingesta de calorías.
- Consumo de calorías. Gastamos menos calorías porque con los años disminuye la masa magra que es la metabólicamente activa. la doctora Pilar Riobó, jefa asociada de Endocrinología y Nutrición del Hospital Jiménez Díaz, de Madrid, hace el siguiente cálculo: "Si a los 25 años se consumen 3.000 calorías diarias, a los 50 años, solo se consumen 2.000".
La imagen atrae como un imán a los automovilistas que circulan de noche por la autopista. Tras la cristalera, la sala del gimnasio reluce como un ascua, con decenas de hombres y mujeres pedaleando en las bicicletas estáticas, corriendo frenéticos sobre el tapiz mecánico, ejercitándose en máquinas variadas.
Luis Serratosa no puede reprimir una mirada cuando regresa a casa en su coche, ya oscurecido. Serratosa, médico de Sanitas, del Real Madrid, y jefe del Servicio de Rehabilitación y Medicina del Deporte de la Clínica Quirón , piensa siempre lo mismo: "Vivimos en una sociedad absurda que nos empuja a una vida sedentaria. Luego hay que recuperar el tono yendo al gimnasio al final de la jornada ¿Tiene eso algún sentido?"
No es que a él le parezcan mal los gimnasios. Al contrario. "Promocionar la actividad física es importante, porque puede mejorar muchísimo la salud", reconoce. "Si un paciente hace ejercicio se le puede disminuir la medicación, incluso a los que han tenido un infarto. Es buenísimo para personas con diabetes, que es una verdadera epidemia de nuestro tiempo; mejora la densidad ósea, y es muy bueno para las mujeres menopáusicas. Yo creo que la sanidad pública debería fomentar el uso del gimnasio como otro servicio más."
El ejercicio es bueno, sí. Aunque no son los diabéticos ni los infartados los que más lo practican, sino los jóvenes en busca de musculatura, y los no tan jóvenes desesperados por adelgazar. Pero, ¿sirve el ejercicio para perder peso? "
A mí me ha servido para no engordar, aunque tampoco soy propensa", dice Maite, que lleva siete años, más o menos desde que se prejubiló, acudiendo a un gimnasio de Madrid. Maite va dos veces por semana a clases de mantenimiento dirigidas por una profesora. Y no piensa dejarlo. "El ejercicio me permite estar más ágil, incluso mentalmente, pero no diría que sirva para adelgazar. Veo que algunas alumnas más gorditas de mi gimnasio, siguen igual después de mucho tiempo".
No está claro, en efecto, que el ejercicio adelgace. Los científicos buscan pruebas concluyentes de la forma en que afecta la actividad física a nuestro metabolismo, pero lo cierto es que los distintos estudios no siempre coinciden en sus resultados.
Un trabajo realizado por el Pennington Biomedical Research Center, de Baton Rouge (Los Ángeles) demostró que para perder peso el ejercicio debe ser constante y suficiente. La investigación se centró en reducir la ingesta de calorías en un grupo de personas un 25%, mientras otro grupo de participantes en el experimento reducían su ingesta de calorías solo un 12,5% pero aumentaban su ejercicio físico un 12,5%. Todos perdieron peso, pero en el grupo de los que se ejercitaron, tuvieron que aumentar su actividad física hasta una hora diaria. Que es bastante más de lo que venían recomendando los especialistas.
Porque una cosa es innegable; el ejercicio ayuda a quemar calorías. Y en el mundo desarrollado, repleto de tentaciones calóricas y con toneladas de alimentos a nuestro alcance, la tendencia es a ingerir más calorías de la cuenta. La estrategia de lucha contra la báscula sería, pues, quemar ese excedente de calorías. Lo malo es que el ejercicio también aumenta el apetito. Lo más habitual es arrasar la nevera después de una hora machacándose en el gimnasio.
"Es cierto. Tenemos genes ahorradores. Cuando se pierde peso se ponen en marcha mecanismos para recuperarlo", explica Iva Marques, profesora de Nutrición en la Facultad de Ciencias de la Salud y del Deporte, en la Universidad de Zaragoza.
Pero no todo está perdido. "Aunque hacer ejercicio aumenta el apetito", aclara Marques, "cuando el ejercicio es moderado y se hace respirando bien, se pierde grasa, mejoran las endorfinas y las señales de saciedad son más eficaces. Por eso se va a ingerir lo que se necesita. Las personas menos activas tienen peores controles de saciedad. Estos controles se ajustan cuando permanecen activos durante meses. Para que esto ocurra, tenemos que incorporar el ejercicio como una rutina más en nuestra vida". La experiencia diaria demuestra, sin embargo, que no es tan fácil librarse del apetito, ni de la grasa superflua. Por mucho que se acuda al gimnasio. Para lograr resultados significativos, los expertos recomiendan controlar también las comidas. Porque, lo que de verdad ayuda a perder peso "es la actividad física unida a una dieta saludable", opina Pilar Riobó, Jefa Asociada de Endocrinología y Nutrición de la Fundación Jiménez Díaz, de Madrid. "El ejercicio es bueno para todo. Ayuda a quemar calorías, reduce la grasa corporal, evita la diabetes, es bueno para el corazón y ayuda a mantener el peso ideal una vez que se ha adelgazado".
Ya. Pero el camino hasta alcanzar ese peso ideal puede resultar un calvario. Especialmente para las mujeres. El organismo femenino, preparado para la procreación, es más celoso a la hora de conservar sus depósitos de grasa. Aunque, un amplio estudio realizado por investigadores de la Universidad de Harvard, y publicado recientemente en el Journal of the American Medical Association (JAMA), da nuevas esperanzas al sexo femenino.
Riobó lo cita entusiasmada. "Es un estudio muy amplio. Se hizo sobre 34.000 mujeres de edad madura, unos 54 años de media, y se las siguió durante 13 años para ver cómo evolucionaba su peso. Y se comprobó que las que consiguieron mantener el que tenían, o engordaron poquísimo, fueron precisamente las que habían hecho de forma continuada ejercicio moderado durante una hora diaria". La palabra continuado se demostró fundamental. Es inútil flagelarse tres horas un día, y no mover un dedo los tres meses siguientes.
Riobó, como todos los especialistas, señalan que una cuestión vital es practicar aquello que nos gusta. "De nada sirve imponerse actividades que te desagradan. Nadar es bueno, pero no hay que ir a la piscina si no te gusta, porque acabas por dejarlo. Todo ejercicio es útil: baile, gimnasia a dos, porque una voluntad más ayuda a mantener nuestra disciplina, y, muy importante, no se deben sobrecargar nunca las articulaciones. Lo ideal es hacer un ejercicio de intensidad moderada una hora al día". Esta actividad no altera la vida cotidiana. "Puede ser caminar deprisa, pero hacerlo a diario. Este tipo de ejercicio es bueno para la salud pero insuficiente para la pérdida de peso".
Especialmente, a partir de una edad. A medida que nos hacemos mayores se observa una tendencia mayor a ganar peso, al menos en las personas propensas. ¿Por qué? "Es que el gasto energético disminuye a medida que envejecemos. Si a los 25 años se consumen 3.000 calorías al día, a los 50 años, no se consumen más que 2.000", dice Riobó. "Además, gastamos menos porque con los años se tiene menos masa magra que es la metabólicamente activa, y aumenta la masa grasa. Aunque los deportistas, por supuesto, no se ajustan a esa regla".
En el caso de las personas maduras hay que valorar la cuestión de la salud, someterse a un examen médico antes de ir al gimnasio, opinan los expertos.
Pero no todos están de acuerdo en que el ejercicio moderado sea la panacea. Un estudio todavía no oficial, publicado recientemente en The New York Times, llevado a cabo por el profesor Barry Braun, profesor asociado de quinesiología [estudio científico del movimiento humano] de la Universidad de Massachussets, en Amherst, demostraría más bien la eficacia de la actividad normal a la hora de mantener la silueta. En él un grupo de voluntarios pasó un día entero sentado. Incluso para ir al baño, se desplazaban en silla de ruedas. El mismo grupo fue invitado a pasar otro día entero con una actividad normal, permaneciendo simplemente de pie. La diferencia de gasto calórico fue considerable entre ambos grupos. Lo que ha llevado a estos científicos a la conclusión de que bastaría con mantenerse de pie algo más tiempo del habitual, y, sobre todo, huir de las largas tardes sentados en el sofá, para mantener un cuerpo aceptable.
Este ejercicio mínimo tiene además una ventaja: no desata el apetito y evita esas terribles revanchas gastronómicas que se conceden los muy aficionados al gimnasio. Al menos en determinadas franjas de edad. Aunque los resultados en el cuerpo de los cobayas de Massachussets tampoco fueron espectaculares.
Iva Marques cree que hay que empezar por ser modesto en los objetivos. "Lo primero es bajar el sedentarismo. Hacer manualmente las actividades cotidianas, caminar, por ejemplo. Luego, aumentar el tiempo que se dedica a esas actividades". ¿Sirve entonces el ejercicio para perder peso? "Sí. Hay actividades de baja intensidad muy eficaces contra la grasa", responde. No es esa exactamente la experiencia de David Ortega, entrenador personal especializado en pérdida de peso. Sus alumnos, -la mayoría mujeres entre los 28 y los 40 años-, quieren resultados rápidos y visibles. "Yo propongo una dieta estricta y un plan de choque, con entrenamiento fuerte, y cuando han perdido grasas, hay que conseguir que mantengan los buenos hábitos alimentarios y el ejercicio. Creo que hay que educar a la gente en esta práctica. Dos o tres sesiones de una hora semanal son suficientes, para mantener el peso conseguido". Ortega, que tiene 30 años, y trabaja en el Arena Alicante, uno de los gimnasios más grandes de España, cree por encima de todo en las virtudes del ejercicio. "Es fundamental. Es lo único que te ayuda a quemar grasas". ¿Y las dietas? "Pueden ser eficaces también, pero el peso que se pierde con ellas se acaba recuperando".
Iva Marques advierte a los que se sienten angustiados por unos kilos de más. "No hay que obsesionarse con perder peso. En la medida en que la obsesión no es buena porque te esclaviza y te quita felicidad. Lo más saludable es ser feliz. El mejor alimento es estar contento. Hay que hacer algo que te guste. Al final si no te gusta es contraproducente porque esclaviza y te hace infeliz y entonces, el ejercicio deja de ser saludable. Aunque perdieras peso te amargarías, con el riesgo de que se puede caer en alteraciones del comportamiento alimenticio".
Los parámetros que alargan (al parecer) la vida
No es un secreto, a estas alturas, que una vida más sana es, salvo accidentes, una vida más larga. Pero, hasta ahora había pocos estudios que midieran sobre una muestra suficientemente amplia de la población el efecto beneficioso del ejercicio físico sumado a una dieta equilibrada, al consumo moderado de alcohol y a la privación del tabaco.
Un nuevo estudio realizado por cinco especialistas de universidades y centros de investigación médica de Noruega, Reino Unido, Australia y Estados Unidos, en el que se ha analizado el valor combinado de estos cuatro parámetros de conducta arroja importantes resultados.
Los investigadores han llegado a la conclusión de que no respetar ninguno de estos principios saludables equivale a una pérdida de 12 años de vida de promedio. Los resultados de este estudio, realizado sobre una muestra de casi 5.000 británicos de ambos sexos, sometidos a un seguimiento médico a lo largo de 20 años, permiten afirmar con seguridad a los especialistas que cuidarse un poco, estar atentos a lo que ingerimos, y combatir el abrumador sedentarismo de la vida moderna, pueden garantizarnos una vida más larga.
El estudio, que acaba de publicarse en Archives of Internal Medicine, se hizo tomando una muestra a un grupo de gente, similar en términos de edades, distribución por sexo y por clase social, que el censo británico de la época en que se inició el estudio, 1985. No todos los mayores de 18 años seleccionados fueron aceptados (o quisieron participar). De este modo, la muestra se redujo a los 4.886 individuos que respondieron a un cuestionario y se dejaron examinar por una enfermera investigadora, a lo largo de esas dos décadas. En el plazo de 20 años, fallecieron 1.080. El trabajo corrió a cargo del departamento de Nutrición de la Universidad de Oslo, del Consejo de Investigación Médica de la Universidad de Glasgow, del George Institute for International Health de la universidad de Sydney (Australia), del departamento de Medicina preventiva de la Universidad del Sur de California y del Centro Epidemiológico de la Universidad de Southampton.
El estudio permitió establecer que la falta de ejercicio físico tiene un mayor impacto en las enfermedades cardiovasculares, mientras los fumadores están más amenazados por el cáncer. Un consumo elevado de alcohol tenía consecuencias prácticamente en todas las enfermedades. Por supuesto, el estudio tiene sus puntos débiles. El ejercicio que se tomó en cuenta era un mínimo de 120 minutos semanales de actividad física (correr, bailar, nadar o practicar un deporte) en el tiempo libre. Se excluyó la actividad diaria en el trabajo o el caminar a casa.
Y respecto a la dieta, los autores del estudio reconocen que solo preguntaron a los entrevistados por el consumo de fruta y hortalizas sin fijarse en otros alimentos saludables, como cereales enteros, pescado o, por el contrario, el abuso de grasas polinsaturadas.
Reconocen que en 20 años, los británicos objeto de este seguimiento han mejorado sus dietas y la intensidad del ejercicio, además de que muchos han dejado de fumar. No ha ocurrido otro tanto con el alcohol. La ingesta por parte de los hombres se ha mantenido, mientras las mujeres consumen más hoy día que en los años ochenta, cuando se inició el seguimiento de esta muestra de ciudadanos.
Por todo ello, los investigadores, señalan, "fumar, consumir grandes cantidades de alcohol, pocas cantidades de frutas y vegetales y tener poca actividad física, se asocian ya sea tomados separadamente o de forma combinada, con un mayor riesgo de muerte prematura". Y aconsejan: "Modestos, pero viables ajustes en la forma de vida pueden tener un impacto importante tanto a escala individual como social. Desarrollar métodos más eficaces para promover dietas y un estilo de vida más saludable en la población debería ser una prioridad en las políticas de salud pública".
Claves para la salud
- Terapia física. Médicos y nutricionistas recomiendan el ejercicio como la mejor terapia para combatir algunas enfermedades. Aseguran que mejora la vida diaria de los infartados y ayuda a mantener a raya a la diabetes, auténtica plaga de nuestro tiempo.
- Más apetito. Quemar calorías es una forma de evitar el aumento de peso, pero el ejercicio aumenta el apetito, dando paso a una espiral difícil de romper.
- Reserva de grasas en las mujeres. El organismo femenino, adaptado a la procreación, se muestra más celoso a la hora de conservar sus reservas de grasa. Eso explicaría la mayor dificultad de las mujeres para perder peso.
- El peso según la edad. Las dificultades de mantener el peso adecuado aumentan con la edad. Cuando envejecemos disminuyen nuestras necesidades calóricas, lo que no significa que disminuya la ingesta de calorías.
- Consumo de calorías. Gastamos menos calorías porque con los años disminuye la masa magra que es la metabólicamente activa. la doctora Pilar Riobó, jefa asociada de Endocrinología y Nutrición del Hospital Jiménez Díaz, de Madrid, hace el siguiente cálculo: "Si a los 25 años se consumen 3.000 calorías diarias, a los 50 años, solo se consumen 2.000".
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