Es lo mismo que han pretendido ETA y Batasuna durante los nueve meses de “alto el fuego permanente”. Lo de permanente resulta un chiste cuando escribo esto, el día de Fin de Año, tras la furgoneta-bomba en la T-4 de Barajas y los casi seguros dos muertos causados por ella. ¿Por qué han vuelto a atentar, añadiendo además a su larguísima relación de vilezas una nueva, la de no advertir que la tregua había acabado? Dejando de lado las explicaciones más complejas, sesudas y “políticas”, a primera vista se diría que porque no se les ha concedido la impunidad retroactiva a la que, descerebrada o cínicamente, creían haberse hecho acreedores. La pretensión de Batasuna y ETA durante este periodo ha venido a ser esta: “Oigan, ¿verdad que hace la tira de tiempo que no matamos a nadie? Pues entonces, a qué viene detenernos, juzgarnos y condenarnos por lo de antes”. Esto es, los terroristas han interpretado que el cese de su actividad asesina equivalía a una prescripción de todos sus delitos previos. “Si ahora no estamos matando, a qué viene castigarnos por lo que aconteció pero no acontece, por muertos pasados que no son de hoy ni de ayer siquiera. Son ustedes unos resentidos, se dedican a remover lo remoto, no miran hacia el futuro de nuestros países. Volvemos a matar, por tanto, a ver si de una vez aprenden”.
No sé, para mí son incomprensibles semejantes pretensiones. Cuántas veces no hemos oído a Otegi y a los suyos decir que tales o cuales detenciones, procesos o sentencias “no ayudaban nada al proceso de paz”, o que se esperara de su formación la condena de la violencia y su adecuación a la Ley de Partidos, qué insolencia. Era como si nos espetara: “Oigan, si mis amigos ya no matan, a qué viene hablar de violencia, o que condene lo que ya no existe. ¿Que existió? Ah, no me vengan con antiguallas. No irán a pedirnos cuentas de lo que ya no ocurre”.
En cierto sentido es como si cada vez se instalara más en la mente de los delincuentes y los políticos, pero también de las poblaciones enteras, la insensata y malsana idea de que sólo cabe responder de los crímenes, los abusos, las injusticias y las meteduras de pata mientras se están cometiendo, y de que en realidad sólo hace falta dejar pasar algún tiempo para que prescriban, y para que echarlos en cara o reclamar por ellos resulte algo intolerable e intolerante, un mezquino afán de venganza por parte de los damnificados, casi un atentado a nuestro derecho de “pasar página”, como decía Aznar y ahora repiten tantos. Pero a todo eso, ya digo, se lo debe llamar aspiración de impunidad, y no otra cosa.
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