LA CORRUPCION DEL LENGUAJE Gervasio Sánchez
La apertura gradual de Guinea Ecuatorial que nos anunció el ministro de Asuntos Exteriores Miguel Ángel Moratinos en julio mide exactamente 0,4%, es decir la diferencia entre ganar las elecciones por el 96,7% en 2009 o por el 97,1% en 2002.
El dictador Teodoro Obiang, amigo de Moratinos y de su fiel escudero Antonio Brufau, presidente de Repsol, ha ganado unas nuevas elecciones presidenciales sin observadores, sin oposición, sin periodistas. Los últimos informadores que viajaron a la finca de Obiang, nuestro hombre en Malabo, fueron los que acompañaron al ministro en verano. Algunos participaron en el objetivo primordial del viaje: vender humo a la opinión pública española.
Otros, en cambio, aprovecharon la ocasión para arremeter contra uno de los gobiernos más corruptos del mundo, algo que mosqueó mucho a Moratinos ya que, según su sublime opinión, puso en peligro los negocios impúdicos, y me imagino que no gustó a Brufau, que esta vez prefirió pilotar la nave de la inmundicia desde su domicilio en España.
Moratinos no ha dicho ni pío ante el descaro de Obiang. Quizá pensaba que el dictador iba a abrir su puño de hierro y ser más permisivo con la oposición. Quizá arrancó algunas promesas en su visita veraniega y ahora no tiene como justificar sus palabras de aliento al aperturismo guineano. Quizá se ha sentido traicionado por el gran propagador de la corrupción.
Los cuatro aspirantes de los partidos de la oposición que se enfrentaban a Obiang obtuvieron unos resultados escandalosamente pobres. Buenaventura Mansuy, de la coalición Social Demócrata (PCSD), logró el 0,04% de los sufragios; Carmelo Mba de Acción Popular (AP) tuvo un 0,04%; Pácido Micó de Convergencia para la Democracia Social (CPDS) alcanzó un 0,7% de los votos, mientras que la Unión Popular (UP) de Archivaldo Montero Biribe tuvo un 0,05% de las papeletas.
Los porcentajes parecen un chiste malo. 0,04, 0,04, 0,05 y 0,7 son los números que dan soporte a la democracia de Guinea Ecuatorial. Todos juntos apenas suman tres cuartos de punto. Eso es lo que vale la apertura gradual de Moratinos. ¿Para qué sirven los espaldarazos políticos? Para seguir denigrando a los opositores, violando los derechos humanos y sepultando una democracia que sólo ha crecido en la mente de Moratinos.
Las palabras de aliento de nuestro ministro tienen que ver con la corrupción del lenguaje. Necesitamos que Repsol, nuestra petrolera universal que factura más que nadie en España, consiga contratos en el país africano y nos sentimos obligados a pisotear el diccionario.
Donde deberíamos decir NO a los negocios turbios y a las mentiras de estado, nuestro gobierno se enzarza en la defensa numantina de un dictador despreciable. Sí es el dueño de la tercera producción de petróleo de África, pero nosotros no deberíamos ser capaces de prostituir las palabras.
La Dirección General de Comunicación Exterior del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación hizo público el lunes un comunicado sobre las elecciones en Guinea. Un párrafo de un mal gusto literario lo encabezaba: “El Gobierno de España lamenta no poder evaluar objetivamente el desarrollo y resultado de las elecciones presidenciales en Guinea Ecuatorial por la ausencia de una observación electoral más incluyente y extensa y que ha supuesto la pérdida de una ocasión única para que la Comunidad internacional pudiera apreciar la organización y el desarrollo de estas elecciones”.
Eso sí “España espera que las autoridades de Guinea Ecuatorial progresen por la senda democrática en beneficio del pueblo guineano” y ya nos anuncian que nuestro país “desea renovar su voluntad de seguir trabajando conjuntamente con las autoridades y el pueblo de Guinea Ecuatorial con objetivo de contribuir al fortalecimiento de sus instituciones, a la salvaguardia de los Derechos Humanos y al bienestar de su sociedad”.
Esto no es lenguaje diplomático. Es una zafia manera de entremezclar cinismo y demagogia. Y, en definitiva, es la justificación de una mentira de estado.
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