El tabú es el placer. La educación sexual se centra en los riesgos y la reproducción - Hablar de sexo incomoda a muchos docentes - Faltan formación y apoyos. SUSANA PÉREZ DE PABLOS EL PAÍS - Sociedad - 13-12-2009
La educación sexual es obligatoria sobre el papel. El de la ley orgánica vigente (LOE). Pero no acaba de llegar a los alumnos. Y mucho menos de forma amplia y organizada desde que tienen la edad adecuada para empezar a explicarles tanto lo que le va a pasar a su cuerpo (la menstruación, la eyaculación...) y los riesgos que pueden correr con el sexo sin una buena información (embarazos no deseados, enfermedades...) como las posibilidades de placer que puede darles solos o acompañados. El temario mínimo de la ESO contempla estas explicaciones pero los expertos que trabajan en estos temas (sexólogos, psicólogos, médicos...) coinciden en que, en la mayoría de los casos, esta educación se liquida en unas cuantas charlas, por lo general, a los 15 años, y que son pocos los profesores que hablan de ello en las materias en las que debería enseñarse.
Pocas voces se oyen ya en contra de que se imparta educación sexual en los colegios -como se hace prácticamente en todos los países de nuestro entorno- pero sigue habiendo miedo de algunos padres a este tema. Miedo al adoctrinamiento. Algo de lo que los que sí enseñan estos temas en las aulas huyen. Dicen que se debe explicar a los estudiantes todo lo relacionado con su cuerpo y lo que pueden hacer con él, para que luego sean ellos los que escojan. También los padres en casa. La información es compatible con todos los valores. A partir de esas explicaciones, los padres pueden comentar a sus hijos sus propios valores, sean los que sean, para que los tengan en cuenta a la hora de tomar sus decisiones.
La iniciativa de hacer hincapié en este tema en la nueva ley del aborto -a propuesta sobre todo de ERC e IU/ICV- es vista con buenos ojos por prácticamente todos los colectivos. Lo vislumbran como una oportunidad para concienciar más sobre la necesidad de impulsar la educación sexual y para revisar lo que no está funcionando.
Sin embargo, los colectivos que trabajan este tema siguen considerando impreciso el texto, que aprobará el Pleno del Congreso la semana próxima para pasarlo al Senado. La mayoría pide que se especifiquen las materias y horarios en los que debe enseñarse, los contenidos concretos, la formación de los profesores en todos los centros (públicos, concertados y privados) y que incluya una partida presupuestaria para llevarlo a cabo.
Lo que más se explica en los colegios e institutos es todo lo relacionado con los riesgos y la reproducción, lo cual, lógicamente, tiene su parte positiva, pero también negativa. El tabú se centra en la explicación de todo lo que tenga que ver con el placer (la masturbación, el coito, el erotismo, los juegos sexuales...). A muchos profesores les incomoda tener que hablar de estos temas, no se sienten preparados o les resulta violento hacerlo a alumnos a los que luego tienen que tratar todo el curso.
La mayoría de los especialistas propone que estos contenidos se repartan entre diversas materias de forma más organizada y obligatoria, con un tiempo específico organizado para ello a lo largo de toda la educación y que se proporcione formación específica a los docentes de cada centro que se vayan a ocupar de estas enseñanzas.
"Por debajo de los 12 años, el papel de los padres es muy importante, pero cuando los hijos entran en la adolescencia, los progenitores pasar a estar en otra posición y no son la fuente fundamental de información, según dicen los estudios, y también el sentido común", explica la presidenta de la Federación de Planificación Familiar, Isabel Serrano. "Por eso, la mayoría de los padres, que son muy sensatos y conscientes de que sus hijos reciben mucha información insegura, están encantados de que haya una interrelación en esta educación entre las escuelas y las familias".
¿En qué consiste la educación sexual? Éste es el primer interrogante que plantean muchas familias. No lo saben, porque no lo han preguntado o porque no se les ha explicado. Otros muchos sí lo saben, como explican los expertos que organizan encuentros informativos con padres. Responde Carlos de la Cruz, director de Máster de Sexología de la Universidad Camilo José Cela, que lleva además 20 años dando charlas de este tema. "Es enseñar a los alumnos a conocerse, lo que es la reproducción y el placer; a aceptarse a sí mismos como hombres y mujeres y también al otro. Pero aprender a tener una erótica satisfactoria no significa que se les diga lo que tienen que hacer. Una cosa es explicar lo que es la masturbación o el coito y otra decirles que lo tienen que hacer. A lo que se les enseña es a tomar sus propias decisiones".
De la Cruz añade un interesante apunte: "La educación sexual buena es compatible con los centros públicos, privados católicos, privados laicos... con cualquier ideología, porque no aporta doctrina sino exclusivamente información. No es sólo explicar lo que se hace entre genitales, es educar para evitar el sexismo, a aprender a expresar las emociones, a relajar el cuerpo...".
"Es obligación del Gobierno garantizar que todos los alumnos salgan de la educación obligatoria sabiendo estos mínimos", advierte este especialista. "Habría que ver cómo se puede complementar el trabajo de profesionales externos a los centros con el de los profesores y empezar a contar estos temas cuando sea el momento, es absurdo contarles a los 15 años lo que es la menstruación y la eyaculación".
Este profesional da charlas en los colegios e institutos de Leganés (públicos, concertados y privados). Las organiza el Ayuntamiento de la localidad, son cuatro sesiones en 6º de primaria y 3º de ESO, también en numerosos centros católicos, de acuerdo con la dirección y las asociaciones de padres.
Pero, cuando se aborda este tema, a menudo, se evitan algunas cuestiones. Por lo general, en muchas escuelas se dan charlas específicas generalmente en la ESO, pero no a lo largo de los diferentes cursos, cuando su momento de desarrollo físico y emocional lo requiera. Y, aún así, sigue habiendo un tema tabú: el placer. "La mera palabra chirría. Todo lo que tenga que ver con él se evita en muchos casos. Chirría a algunos sectores de la Iglesia católica, que considera que esta educación compete a la familia, y hablar de él sigue removiendo a una parte de la sociedad española", señala Carlos de la Cruz.
Es más fácil para los profesores hablar de reproducción, embarazos y enfermedades. Lo que sitúa la visión del sexo a los ojos del alumno en un enfoque negativo, de prevención, de riesgos, de peligro. Y se olvida de contarles las posibilidades que tiene. Es más fácil hacer una educación sexual que intenta evitar riesgos, abusos, embarazos no deseados, comportamientos sexistas..., coinciden los expertos. Pero con esto se da a los chavales la sensación de que la sexualidad es un peligro, cuando se les debería contar también que pueden aprender las posibilidades de disfrutar de su sexualidad, se decida luego a hacerlo o no. Entre los temas tabú relacionados con el placer los expertos apuntan, por ejemplo, el orgasmo, la masturbación, la primera vez, los besos y caricias corporales, los gustos y las fantasías eróticas... Es más sencillo de aceptar para muchas personas un enfoque ético o biológico del tema. Pero, si se limita a eso la educación sexual se queda coja, y los chavales crecen con multitud de interrogantes sin responder, al menos fuera del variado universo de Internet, es decir, con rigor y desde la escuela.
Otro aspecto en el que insisten los expertos es, como pasa en toda la educación, en la importancia de establecer una comunicación fluida con los hijos sobre este tema. De dejarles claro que cuentan con sus padres si quieren preguntar algo, lo que no quiere decir que tengan que contarles sus relaciones, como tampoco lo hacen éstos. No se trata de eso. "No hace falta decirles la palabra vagina o pene para hablar con ellos de sexo", ilustra De la Cruz, "si además en familia ya se comentan muchísimas cosas que tienen que ver con el deseo sin caer en la cuenta de ello". "Se hace al hablar del tipo de mujer u hombre que les gusta, al manifestar si les gusta una actriz o un modelo que están viendo en la televisión, al comentar sus gustos, por ejemplo, por determinado tipo de mujeres u hombres...".
"Hay que enseñar al joven a valerse por sí mismo, a conocer su cuerpo y los riesgos. Y no hay que olvidar", advierte Isabel Serrano, "que hay chavales que van a sufrir en ese camino, por problemas con su orientación sexual y también que vivimos en una sociedad con comportamientos sexuales dispares, con inmigrantes procedentes de muchas culturas y con diferentes puntos de vista sobre este tema". También están los discapacitados. La nueva ley llama a atender la educación sexual a este colectivo, otro avance.
"De los países de nuestro entorno, somos de los pocos en los que no hay un marco claro de educación sexual que la haga obligatoria para todos los niños", opina Isabel Serrano. Y menciona como referencia el informe La educación sexual en Europa, realizado por diversos organismos (entre ellos, la OMS) sobre 26 países. "Es necesario que se establezcan unos mínimos de educación sexual para todas las etapas educativas y para toda España, abrir un proceso de debate para que se pacten -los horarios, el reparto de contenidos por edades y la formación que necesitan los educadores- entre todas las comunidades y los sectores implicados", propone la presidenta de la Federación de Planificación Familiar.
Lo cierto es que la educación sexual está contemplada ya como obligatoria en la LOE, como recuerda la portavoz de Educación del PSOE en el Congreso y responsable de Educación en la Ejecutiva socialista, Cándida Martínez. Sin embargo, esta portavoz dice que "otra cosa es que sea importante que con la nueva ley del aborto aparezca reforzada toda la educación sexual y afectiva. Es un acierto". "Además, que aparezca en el texto pactado con diversos grupos es un avance para que se reconozca la relevancia que debemos darle a estas cuestiones. Es evidente que no hay mejor prevención que la educación. Y quizás a partir de aquí se podría hacer un seguimiento serio de cómo se están impartiendo estos contenidos, cómo están llegando a los alumnos, respetando la libertad de las competencias educativas de todos".
De acuerdo con la letra de la ley, se debería enseñar, por un lado, de forma transversal (es decir, metida en contenidos que tengan que ver con estos temas como los de Conocimiento del Medio, Biología o Educación Física) y, por otro, en forma de temas específicos en el real decreto que regula las enseñanzas mínimas de primaria y, de una forma más concreta en el de la ESO.
Pero esto es sobre el papel de la ley. En la práctica, la mayoría de los profesionales que trabajan temas de educación sexual dicen que no acaba de funcionar este sistema.
"La parte buena de la noticia de que se vaya a incluir en la nueva ley del aborto es que a través de la prevención de riesgos se puede lograr ya de una vez que se comprenda la importancia de la educación sexual. La parte mala es que esté focalizada en la prevención", señala uno de los principales expertos en este tipo de educación, el catedrático de Psicología de la Sexualidad en la Universidad de Salamanca, Félix López.
"Es obligatorio impartirla pero no se hace. La ley obliga a hacerlo pero no garantiza que se haga. El problema básico es que hay que dar formación a los profesores de los centros, a algunos, no necesariamente a todos y liberarles algunas horas de clase para que se hagan cargo de estas enseñanzas en su centro o de coordinarlas". Este catedrático también opina que como asignatura transversal no ha funcionado. Y pone el ejemplo de Canadá. "Allí tienen un área de bienestar y calidad de vida, al que le dedican una hora semanal. Es sólo una muestra de lo que se puede hacer y de lo que hacen otros países. Y en España la ley debería incluir, aparte de un plan de formación para educadores, recursos económicos para llevar todo esto a cabo".
Félix López dice que lo más viable hoy por hoy sería que se repartieran los contenidos entre un tiempo de tutoría (sobre el desarrollo de la persona y el afecto, por ejemplo), las asignaturas de Ética y Educación para la Ciudadanía (los valores, las relaciones...) y la de Biología (la anatomía y fisiología...).
"Todo el mundo reconoce que el actual sistema ha sido un fracaso, la transversalidad no está funcionando. Y esta educación no se puede dejar sólo, como se hace en la práctica, en unas charlas sobre embarazo, métodos anticonceptivos, sida, el uso de los tampones o la higiene genital... esto es sólo una pequeñísima parte", insiste Isabel Serrano.
"Hay que involucrar a toda la comunidad escolar (padres, profesores y jóvenes) en este tema para que sea una realidad". A la presidenta de la Federación de Planificación Familiar, que es ginecóloga y tiene mucha experiencia en el trabajo con jóvenes, le parece "estupendo" que la nueva ley del aborto haga hincapié en este tema. Y critica a los que se oponen a que se enseñe en los colegios: "Es absurdo pensar que la gente puede llegar a tener una sexualidad saludable y que se vaya a lograr reducir las tasas de aborto sin tomarnos en serio la educación sexual". "Hay sectores obsesionados con el sexo", señala, "que han hecho un baluarte ideológico de este puritanismo, que les lleva a oponerse a que se enseñe en los colegios. Aunque son colectivos pequeños, aún hay gente que cree que con esta educación se va a promover que sus hijos tengan relaciones sexuales sin querer. Hay mucha información, pero no educación. Y pensar que los padres se pueden manejar solos en esto es un error".
Esta experta resume los tres objetivos básicos que habría que lograr: "Dar información segura (bien distinguida de la lluvia que les llega a los jóvenes por todas partes), ayudarles a desarrollar habilidades para incorporar la sexualidad como un elemento de su vida y fomentar actitudes positivas y valores relacionados con la sexualidad, basados en el respeto y en que la toma de decisiones corresponde a cada persona". También cree que es fundamental lograr un mayor apoyo al profesorado.
El placer está en tus manos
Una campaña de la Junta de Extremadura instruía a los adolescentes en la masturbación. No tengo el menor reparo moral. Pero temo que se trivialice el sexo y se disocie del sentimiento y la pasión MARIO VARGAS LLOSA EL PAÍS - Opinión - 21-03-2010
Hace algún tiempo hubo un pequeño alboroto mediático en España al descubrirse que la Junta de Gobierno de Extremadura, en manos de los socialistas, había organizado, dentro de su plan de educación sexual de los escolares, unos talleres de masturbación para niños y niñas a partir de los 14 años, campaña a la que bautizó, no sin picardía, El placer está en tus manos.
Ante las protestas de algunos contribuyentes de que se invirtiera de este modo el dinero de los impuestos, los voceros de la Junta alegaron que la educación sexual de los niños era indispensable para "prevenir embarazos no deseados" y que, por lo tanto, las clases de masturbación servirían para "evitar males mayores". En la polémica que el asunto provocó, la Junta de Extremadura recibió las felicitaciones y el apoyo de la Junta de Andalucía, cuya consejera de Igualdad y Bienestar, Micaela Navarro, anunció que aquella iniciativa era "importante" y que en Andalucía comenzará en breve el lanzamiento de una campaña similar a la extremeña. De otro lado, un intento de acabar con los talleres de masturbación mediante una acción judicial que intentó una organización afín al Partido Popular y bautizada -con no menos chispa- Manos Limpias, fracasó estrepitosamente pues la Fiscalía del Tribunal de Justicia de Extremadura no dio curso a la denuncia y la archivó.
¡A masturbarse, pues, niños y niñas del mundo! Cuánta agua ha corrido en este viejísimo planeta que todavía nos soporta a los humanos, desde que, en mi niñez, los padres salesianos y los hermanos de La Salle -dos colegios en los que estudié la primaria- nos asustaban con el espantajo de que los "malos tocamientos" producían la ceguera, la tuberculosis y la imbecilidad. Ahora, seis décadas después, ¡clases de paja en las escuelas! Eso se llama progreso, señores. ¿Lo es, de veras?
La curiosidad, no la maledicencia, me acribilla el cerebro de preguntas. ¿Pondrán notas? ¿Tomarán exámenes? ¿Los talleres serán sólo teóricos o también prácticos? ¿Qué proezas tendrán que realizar el alumno y la alumna para sacar la nota de Excelencia y qué fiascos para ser desaprobados? ¿Dependerá de la cantidad de conocimientos que su memoria retenga o de la velocidad, cantidad y consistencia de los orgasmos que produzca la destreza táctil de chicos y chicas? No son bromas. Si se tiene la audacia de abrir talleres para iluminar a la puericia en las artes y técnicas de la masturbación, todas ellas son perfectamente pertinentes.
Diré de entrada que no tengo el menor reparo moral que oponer a la iniciativa El placer está en tus manos de la Junta de Extremadura. Reconozco las buenas intenciones que la animan y admito, incluso, que, mediante campañas de esta índole no es imposible que disminuyan los embarazos no queridos. Mi crítica es de índole sensual y sexual. Me temo que en vez de liberar a los niños de las supersticiones, mentiras y prejuicios que tradicionalmente han rodeado al sexo, iniciativas como la de los talleres de masturbación lo trivialicen de tal modo que acaben por convertirlo en un ejercicio sin misterio, disociado del sentimiento y la pasión, privando de este modo a las futuras generaciones de una fuente de placer que ha irrigado hasta ahora de manera fecunda la imaginación y la creatividad de los seres humanos.
La masturbación no necesita ser enseñada, ella se descubre en la intimidad y es uno de los quehaceres humanos que funda la vida privada y va desgajando al niño, a la niña, de su entorno familiar, individualizándolos y sensibilizándolos gracias al mundo secreto de los deseos, e instruyéndolos sobre asuntos capitales como lo sagrado, el mito, el tabú, el cuerpo y el placer. Por eso, destruir los ritos privados y acabar con la discreción y el pudor que han acompañado al sexo no es combatir un prejuicio sino amputar de la vida sexual aquella dimensión que fue surgiendo en torno a ella a medida que la cultura y el desarrollo de las artes y las letras iban enriqueciéndola y convirtiéndola a ella misma en obra de arte. Sacar al sexo de las alcobas para exhibirlo en la plaza pública es, paradójicamente, no liberalizarlo sino regresarlo a los tiempos de la caverna, cuando las parejas no habían aprendido todavía a hacer el amor, sólo a copular y ayuntarse, como los monos y los perros. La supuesta liberación del sexo, uno de los rasgos más acusados de la modernidad en las sociedades occidentales, dentro de la cual se inscribe esta idea de dar clases de masturbación en las escuelas, quizá consiga abolir ciertas ideas falsas y estúpidas sobre el onanismo. En buena hora. Pero también contribuirá a asestar otra puñalada al erotismo y, acaso, a abolirlo. ¿Quién saldrá ganando? No los libertarios ni los libertinos, sino los puritanos y las iglesias. Y continuará el empobrecimiento y banalización del amor que caracteriza a nuestra época.
La idea de los talleres de masturbación es un nuevo eslabón en el movimiento que, para ponerle una fecha de nacimiento, comenzó en París, en mayo de 1968, y pretende poner fin a todos los obstáculos y prevenciones, de carácter religioso e ideológico, que, desde tiempos inveterados, han reprimido la vida sexual provocando innumerables sufrimientos, sobre todo a las mujeres y a las minorías sexuales, así como frustración, neurosis y desequilibrios psíquicos de todo orden en quienes, debido a la rigidez de la moral reinante, se han visto discriminados, censurados y condenados a una insegura clandestinidad.
Este movimiento ha tenido muy saludables consecuencias, desde luego, en los países occidentales, aunque en otras culturas ha exacerbado las prohibiciones y represiones. El mito y culto de la virginidad que pesaban como una lápida sobre la mujer se han evaporado por fortuna y gracias a ello y a la generalización del uso de la píldora las mujeres gozan hoy, si no exactamente de la misma libertad que los hombres, al menos de un margen de libertad sexual infinitamente más ancho que sus abuelas y bisabuelas y que sus congéneres de los países musulmanes y tercermundistas. De otro lado, aunque sin desaparecer del todo, han ido reduciéndose los prejuicios y anatemas y las disposiciones legales que hasta hace pocos años penaban la homosexualidad y la consideraban una "práctica perversa". Poco a poco va admitiéndose en los países occidentales el matrimonio entre personas del mismo sexo con los mismos derechos que los de las parejas heterosexuales, incluido el de adoptar niños. Y, también, de manera paulatina, va extendiéndose la idea de que, en materia sexual, lo que hagan o dejen de hacer entre ellos los adultos en uso de razón y decisión, es prerrogativa suya y nadie, empezando por el Estado, debe inmiscuirse en el asunto.
Todo esto constituye un progreso, por supuesto. Pero es un error creer, como los promotores de este movimiento liberador, que, desacralizándolo, desvistiéndolo de las veladuras y rituales que lo acompañan desde hace siglos, desapareciendo de su práctica toda forma de transgresión, el sexo pasará a ser una práctica sana y normal en la ciudad.
El sexo sólo es sano y normal entre los animales y las plantas. Lo fue entre nosotros, los bípedos, cuando aún no éramos humanos del todo, es decir, cuando el sexo era en nosotros desfogue del instinto y poco más que eso, una descarga física de energía que garantizaba la reproducción. La desanimalización de la especie fue un largo y complicado proceso y en él tuvo un papel decisivo la lenta aparición del individuo soberano, su emancipación de la tribu, con tendencias, disposiciones, designios, anhelos, deseos que lo diferenciaban de los demás y lo constituían como ser único e intransferible. El sexo desempeñó un papel protagónico en la creación del individuo soberano y, como mostró con más lucidez que nadie el genio de Freud, en ese dominio, el más íntimo y privado de la soberanía individual, es donde se fraguan los rasgos distintivos de cada personalidad, lo que nos pertenece como propio y nos hace diferentes de los otros. Ese es un dominio privado y secreto y debería seguir siéndolo si no queremos cegar una de las fuentes más intensas del placer y de la creatividad, es decir, de la civilización.
George Bataille no se equivocaba cuando alertó contra los riesgos de una permisividad desenfrenada en materia sexual. La desaparición de los prejuicios no puede significar la abolición de los rituales, el misterio, las formas y la discreción gracias a los cuales el sexo se civilizó y humanizó. Con sexo público, sano y normal la vida podría volverse infinitamente más aburrida, mediocre y violenta de lo que es.
El placer está en tus manos
Una campaña de la Junta de Extremadura instruía a los adolescentes en la masturbación. No tengo el menor reparo moral. Pero temo que se trivialice el sexo y se disocie del sentimiento y la pasión MARIO VARGAS LLOSA EL PAÍS - Opinión - 21-03-2010
Hace algún tiempo hubo un pequeño alboroto mediático en España al descubrirse que la Junta de Gobierno de Extremadura, en manos de los socialistas, había organizado, dentro de su plan de educación sexual de los escolares, unos talleres de masturbación para niños y niñas a partir de los 14 años, campaña a la que bautizó, no sin picardía, El placer está en tus manos.
Ante las protestas de algunos contribuyentes de que se invirtiera de este modo el dinero de los impuestos, los voceros de la Junta alegaron que la educación sexual de los niños era indispensable para "prevenir embarazos no deseados" y que, por lo tanto, las clases de masturbación servirían para "evitar males mayores". En la polémica que el asunto provocó, la Junta de Extremadura recibió las felicitaciones y el apoyo de la Junta de Andalucía, cuya consejera de Igualdad y Bienestar, Micaela Navarro, anunció que aquella iniciativa era "importante" y que en Andalucía comenzará en breve el lanzamiento de una campaña similar a la extremeña. De otro lado, un intento de acabar con los talleres de masturbación mediante una acción judicial que intentó una organización afín al Partido Popular y bautizada -con no menos chispa- Manos Limpias, fracasó estrepitosamente pues la Fiscalía del Tribunal de Justicia de Extremadura no dio curso a la denuncia y la archivó.
¡A masturbarse, pues, niños y niñas del mundo! Cuánta agua ha corrido en este viejísimo planeta que todavía nos soporta a los humanos, desde que, en mi niñez, los padres salesianos y los hermanos de La Salle -dos colegios en los que estudié la primaria- nos asustaban con el espantajo de que los "malos tocamientos" producían la ceguera, la tuberculosis y la imbecilidad. Ahora, seis décadas después, ¡clases de paja en las escuelas! Eso se llama progreso, señores. ¿Lo es, de veras?
La curiosidad, no la maledicencia, me acribilla el cerebro de preguntas. ¿Pondrán notas? ¿Tomarán exámenes? ¿Los talleres serán sólo teóricos o también prácticos? ¿Qué proezas tendrán que realizar el alumno y la alumna para sacar la nota de Excelencia y qué fiascos para ser desaprobados? ¿Dependerá de la cantidad de conocimientos que su memoria retenga o de la velocidad, cantidad y consistencia de los orgasmos que produzca la destreza táctil de chicos y chicas? No son bromas. Si se tiene la audacia de abrir talleres para iluminar a la puericia en las artes y técnicas de la masturbación, todas ellas son perfectamente pertinentes.
Diré de entrada que no tengo el menor reparo moral que oponer a la iniciativa El placer está en tus manos de la Junta de Extremadura. Reconozco las buenas intenciones que la animan y admito, incluso, que, mediante campañas de esta índole no es imposible que disminuyan los embarazos no queridos. Mi crítica es de índole sensual y sexual. Me temo que en vez de liberar a los niños de las supersticiones, mentiras y prejuicios que tradicionalmente han rodeado al sexo, iniciativas como la de los talleres de masturbación lo trivialicen de tal modo que acaben por convertirlo en un ejercicio sin misterio, disociado del sentimiento y la pasión, privando de este modo a las futuras generaciones de una fuente de placer que ha irrigado hasta ahora de manera fecunda la imaginación y la creatividad de los seres humanos.
La masturbación no necesita ser enseñada, ella se descubre en la intimidad y es uno de los quehaceres humanos que funda la vida privada y va desgajando al niño, a la niña, de su entorno familiar, individualizándolos y sensibilizándolos gracias al mundo secreto de los deseos, e instruyéndolos sobre asuntos capitales como lo sagrado, el mito, el tabú, el cuerpo y el placer. Por eso, destruir los ritos privados y acabar con la discreción y el pudor que han acompañado al sexo no es combatir un prejuicio sino amputar de la vida sexual aquella dimensión que fue surgiendo en torno a ella a medida que la cultura y el desarrollo de las artes y las letras iban enriqueciéndola y convirtiéndola a ella misma en obra de arte. Sacar al sexo de las alcobas para exhibirlo en la plaza pública es, paradójicamente, no liberalizarlo sino regresarlo a los tiempos de la caverna, cuando las parejas no habían aprendido todavía a hacer el amor, sólo a copular y ayuntarse, como los monos y los perros. La supuesta liberación del sexo, uno de los rasgos más acusados de la modernidad en las sociedades occidentales, dentro de la cual se inscribe esta idea de dar clases de masturbación en las escuelas, quizá consiga abolir ciertas ideas falsas y estúpidas sobre el onanismo. En buena hora. Pero también contribuirá a asestar otra puñalada al erotismo y, acaso, a abolirlo. ¿Quién saldrá ganando? No los libertarios ni los libertinos, sino los puritanos y las iglesias. Y continuará el empobrecimiento y banalización del amor que caracteriza a nuestra época.
La idea de los talleres de masturbación es un nuevo eslabón en el movimiento que, para ponerle una fecha de nacimiento, comenzó en París, en mayo de 1968, y pretende poner fin a todos los obstáculos y prevenciones, de carácter religioso e ideológico, que, desde tiempos inveterados, han reprimido la vida sexual provocando innumerables sufrimientos, sobre todo a las mujeres y a las minorías sexuales, así como frustración, neurosis y desequilibrios psíquicos de todo orden en quienes, debido a la rigidez de la moral reinante, se han visto discriminados, censurados y condenados a una insegura clandestinidad.
Este movimiento ha tenido muy saludables consecuencias, desde luego, en los países occidentales, aunque en otras culturas ha exacerbado las prohibiciones y represiones. El mito y culto de la virginidad que pesaban como una lápida sobre la mujer se han evaporado por fortuna y gracias a ello y a la generalización del uso de la píldora las mujeres gozan hoy, si no exactamente de la misma libertad que los hombres, al menos de un margen de libertad sexual infinitamente más ancho que sus abuelas y bisabuelas y que sus congéneres de los países musulmanes y tercermundistas. De otro lado, aunque sin desaparecer del todo, han ido reduciéndose los prejuicios y anatemas y las disposiciones legales que hasta hace pocos años penaban la homosexualidad y la consideraban una "práctica perversa". Poco a poco va admitiéndose en los países occidentales el matrimonio entre personas del mismo sexo con los mismos derechos que los de las parejas heterosexuales, incluido el de adoptar niños. Y, también, de manera paulatina, va extendiéndose la idea de que, en materia sexual, lo que hagan o dejen de hacer entre ellos los adultos en uso de razón y decisión, es prerrogativa suya y nadie, empezando por el Estado, debe inmiscuirse en el asunto.
Todo esto constituye un progreso, por supuesto. Pero es un error creer, como los promotores de este movimiento liberador, que, desacralizándolo, desvistiéndolo de las veladuras y rituales que lo acompañan desde hace siglos, desapareciendo de su práctica toda forma de transgresión, el sexo pasará a ser una práctica sana y normal en la ciudad.
El sexo sólo es sano y normal entre los animales y las plantas. Lo fue entre nosotros, los bípedos, cuando aún no éramos humanos del todo, es decir, cuando el sexo era en nosotros desfogue del instinto y poco más que eso, una descarga física de energía que garantizaba la reproducción. La desanimalización de la especie fue un largo y complicado proceso y en él tuvo un papel decisivo la lenta aparición del individuo soberano, su emancipación de la tribu, con tendencias, disposiciones, designios, anhelos, deseos que lo diferenciaban de los demás y lo constituían como ser único e intransferible. El sexo desempeñó un papel protagónico en la creación del individuo soberano y, como mostró con más lucidez que nadie el genio de Freud, en ese dominio, el más íntimo y privado de la soberanía individual, es donde se fraguan los rasgos distintivos de cada personalidad, lo que nos pertenece como propio y nos hace diferentes de los otros. Ese es un dominio privado y secreto y debería seguir siéndolo si no queremos cegar una de las fuentes más intensas del placer y de la creatividad, es decir, de la civilización.
George Bataille no se equivocaba cuando alertó contra los riesgos de una permisividad desenfrenada en materia sexual. La desaparición de los prejuicios no puede significar la abolición de los rituales, el misterio, las formas y la discreción gracias a los cuales el sexo se civilizó y humanizó. Con sexo público, sano y normal la vida podría volverse infinitamente más aburrida, mediocre y violenta de lo que es.
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