La jerarquía episcopal fuerza a retirar de la venta el libro de Pagola sobre Jesús, avalado por el obispo Uriarte después de algunas 'correcciones' y del que se han vendido ya 80.000 ejemplares
Se llamaba Yeshúa, y a él probablemente le agradaba. El nombre quiere decir Yahvé salva. Se lo había puesto su padre el día de la circuncisión. Era un nombre tan corriente en aquel tiempo que había que añadirle algo más para identificar bien a la persona. En su pueblo, la gente lo llamaba Yeshúa bar Yosef, Jesús, el hijo de José. En otras partes le decían Yeshúa ha-notsrí, Jesús el de Nazaret".
Si, como dijo el poeta, el primer verso te lo dan los dioses, este primer párrafo del capítulo uno del libro Jesús. Aproximación histórica subraya el estilo vibrante con que el teólogo Juan Antonio Pagola ha escrito 569 páginas sobre el fundador cristiano. Se han vendido 80.000 ejemplares en castellano, euskera y catalán, y ha sido traducido a otros idiomas. Es, como suele decirse, un best seller, un superventas. Pero no ha gustado a la jerarquía del catolicismo La editorial PPC, de la congregación marianista, ha ordenado a las librerías religiosas que retiren los ejemplares no vendidos. Los publicados en euskera por la editorial-librería diocesana Idatz y en catalán por Claret siguen en el mercado. En la trifulca están implicados cardenales y obispos, aquí y en Roma, a favor y en contra.
Los cronistas de la antigüedad escribieron que Jesús de Nazaret fue ejecutado como un malhechor porque estorbaba a los poderosos. Cuando se cumplió la sentencia, en las afueras de Jerusalén, junto a una vieja cantera, probablemente el 7 de abril del año 30, ya estaba claro que el sistema no soportaba el empeño del nazareno en anunciar un vuelco de la situación con su programa sobre el reino de Dios y de una nueva justicia.
Las disputas sobre el fundador cristiano vienen de lejos porque la jerarquía del cristianismo ha acuñado la imagen de un fundador celeste, y no quiere controversia ni contraopinantes. El último ejemplo es el Jesús de Nazaret del papa Benedicto XVI (de civil, teólogo Joseph Ratzinger), publicado el año pasado, también un superventas. Este próximo verano sale un segundo tomo y la jerarquía no quiere rivales o comparaciones, ni en ventas, ni doctrinalmente.
La disputa principal sobre Jesús se ha centrado en si el nazareno era hijo de Dios y no un nuevo mesías. Ha sido el elemento de exasperación para la jerarquía desde los tiempos en que Pablo de Tarso, auténtico secretario de organización de esa iglesia, puso firme al apóstol Pedro en el concilio de Jerusalén, celebrado en torno al año 46. De entonces para acá, y sobre todo desde el concilio de Nicea (año 325), donde el emperador Constantino impuso la paz teológica aplastando la cabeza de los seguidores de Arrio, son incontables los teólogos que penan por ir más allá de lo que el aparato les tenía permitido. Cuando la sabiduría popular acuñó la expresión "¡Y se armó la de Dios es cristo!", se refería a las consecuencias, a veces sangrientas, de esos enfrentamientos.
Pagola no discute el dogma de Nicea, pero sus detractores ven a su Jesús demasiado humano. Algunos se atreven incluso a acusarle de arriano. Gran parte de las correcciones introducidas en la novena edición del libro se dirigían a espantar esa maledicencia. En todo caso, el Jesús de Pagola no tiene esposa ni hijos, come y bebe con pecadores, trata con prostitutas y no vive preocupado por la impureza ritual. Tampoco tiene rechazo alguno a la mujer, sino todo lo contrario. Y su comportamiento en sociedad resultaba desconcertante. Nada que ver con el Jesús reinante entre la acomodada nomenclatura romana. Lo dejó escrito ya Dostoievski en el capítulo quinto de Los hermanos Karamazov, cuando se encuentran en un calabozo de Sevilla un prepotente Gran Inquisidor y el pobre nazareno crucificado.
Lo curioso en esta gresca episcopal contra el Jesús de Pagola -así se conoce ya a este libro-, es que la edición retirada de las librerías, la novena, había sido corregida por el autor para satisfacer a alguno de sus censores, y se publicó con el Nihil obstat et imprimatur del obispo de San Sebastián, Juan María Uriarte. Ocurrió a finales del año pasado, antes de que éste fuese relevado en el cargo por José Ignacio Munilla, de carácter más conservador. El Nihil obstat (No existe impedimento) supone una aprobación oficial, desde el punto de vista moral y doctrinal, de una obra que aspira a ser publicada con las bendiciones eclesiásticas.
Antes de avalar a Pagola, Uriarte se hizo asesorar por tres teólogos destacados -entre ellos, el arzobispo emérito de Pamplona, Fernando Sebastián-, y consultó a especialistas en cristología en el mismísimo Vaticano. Dos de los informes recabados fueron favorables al nihil obstat, y uno contrario. Ni por esas. Los críticos han seguido alzando su voz, hasta forzar a la editorial PPC a retirar el libro. También arrecian las críticas más severas a Uriarte por avalarlo.
No consta orden expresa de retirar el libro, ni una condena pública sobre esa novena edición. Ni hay, ni se espera. La razón es sencilla. Salvo que hable el Vaticano, -la conocida proclama: Roma locuta, causa finita: cuando Roma habla, se acabó la discusión-, en las trincheras de esta batalla teológica y de poder hay prelados de mucho peso en cada bando. A un lado, intransigentes con todo lo que suena a distinto o distante, se alzan el cardenal de Madrid, Antonio María Rouco, con el poder que le da la presidencia de la Conferencia Episcopal, y el secretario portavoz de ésta, el jesuita Juan Antonio Martínez Camino, también obispo auxiliar de Rouco en el arzobispado; enfrente, prelados que lo han sido todo en la organización episcopal, como el propio Uriarte, durante años miembro de su Comité Ejecutivo, e incluso el arzobispo Fernando Sebastián, el teólogo preferido de mítico cardenal Tarancón y ex vicepresidente de la conferencia de prelados muchos años.
En ambas trincheras se ha expresado también lo más granado de la atribulada teología española y han alzado la voz las iglesias de base y el activo Foro de Curas. "Queremos manifestar nuestro rechazo e indignación ante el hecho de que vuelve a ser proscrito el quehacer teológico de un compañero cura y teólogo, que a tantas personas sencillas y comunidades cristianas ha ayudado. Nos producen especial y desagradable sorpresa las desautorizaciones entre obispos al más alto nivel", ha dicho este foro en un manifiesto, la semana pasada.
Otro clamor en favor de teólogo guipuzcoano se ha alzado en su misma diócesis, a cargo de la mayoría de sus sacerdotes (252, sobre un censo de unos 300). En una carta pública han expresado su solidaridad con Pagola y denunciado que éste padece "persecución y maltrato". El ex vicario de esa diócesis, Félix Azurmendi, incluso ha publicado en El Diario Vasco, en San Sebastián, un artículo con el título Pedimos la verdad, acusando a los "sectores más conservadores de la Iglesia" de perseguir un libro que "ayuda a creer", y criticando "el modo oscurantista" utilizado. Azurmendi concluye con una exigencia de explicación pública porque, afirma, "la diócesis de San Sebastián se merece un respeto".
Pese a la actual virulencia de estas disputas, el conflicto viene del invierno de 2007, cuando la Congregación para la Doctrina de la Fe en España (el antiguo Santo Oficio de la Inquisición) anunció que estaba preparando una llamada Notificación de censura contra Pagola. Objetivo: desactivar los efectos del libro y frenar su vertiginosa difusión.
Como Pagola no es un eclesiástico cualquiera, aquel empeño hubo de superar no pocos obstáculos. José Antonio Pagola (Añorga. Guipúzcoa. 1937) estudió Teología y Ciencias Bíblicas en la Universidad Gregoriana de Roma, en el Instituto Bíblico Romano y en la École Biblique de Jerusalén, y desempeñó el cargo de vicario general de la diócesis de San Sebastián, con el obispo José María Setién. Sigue siendo director del Instituto de Pastoral guipuzcoano, con Munilla como nuevo pontífice diocesano. Es autor de otra veintena de libros -entre los últimos, Salmos para rezar desde la vida (2004) y Jesús ante la mujer (2006).
Fue el entonces obispo de Tarazona -ascendido más tarde a Córdoba-, Demetrio Fernández, quien primero alzó la voz contra Pagola. Licenciado en Teología Dogmática en la Pontificia Gregoriana de Roma y ex profesor de Cristología en el Instituto Teológico San Ildefonso de Toledo, este prelado es miembro de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe, la encargada de velar por la recta doctrina en España. Pero su execración contra Pagola no fue un documento oficial. La diatriba se publicó sólo en el boletín diocesano de Tarazona, con el título El libro de Pagola hará daño. Sucedió en la Navidad de 2007. Decía: "Me produce profunda preocupación que este libro se difunda tanto. El Jesús de Pagola no es el Jesús de la fe de la Iglesia. Se lee con gusto por el buen estilo literario de su autor, pero sembrará confusión, también en mi diócesis, pequeña y humilde, que vive influenciada por los fenómenos de masas".
El obispo de la comisión doctrinal ya se temía entonces el éxito de ventas. "Me llegan noticias de que el libro de J. A. Pagola se está vendiendo como rosquillas. Incluso en una de mis visitas pastorales quisieron regalármelo como el mejor de los presentes". Concluía su alegato animando "a otros, pastores o teólogos", a que se ocupasen de un libro "que tanto daño puede hacer a nuestros fieles, sobre todo a los más sencillos".
La veda quedaba abierta. Arreciaron los escritos contra Pagola, algunos promovidos desde la Conferencia Episcopal, pero también los apoyos, en una ola creciente que el propio Pagola se vio obligado a contestar. "Son muchos los que me preguntan cómo estoy y qué está sucediendo (...) Estoy escuchando desde dentro las palabras de Jesús a sus seguidores: no juzguéis a nadie... No condenéis a nadie. Perdonad. Conozco bien los sentimientos de Jesús. Por eso rezo por los que me rechazan. Lo hago con nombres y apellidos. Pienso de verdad que, en el fondo, no saben lo que están haciendo".
Aquel Jesús. Aproximación histórica tenía 539 páginas; el corregido después para satisfacer a los censores, sin éxito, alcanza las 569 páginas. Las primeras ocho ediciones se vendieron pronto y sin el nihil obstat eclesiástico. Si la editorial PPC no retiró el libro entonces fue porque nadie se lo pidió. Tampoco ha recibido indicación alguna ahora, no de forma directa. Perteneciente al grupo SM, de la congregación marianista, PPC forma parte de un rentable conglomerado editorial con fuerte presencia en Hispanoamérica. Edita también libros de texto y la prestigiosa revista cristiana Vida Nueva, que lanzará esta primavera ediciones en varios países hispanoamericanos. Su director, el sacerdote Juan Rubio Fernández, acaba de publicar un libro a la manera del famoso Diario de un cura rural, de Georges Bernanos. Se titula En memoria mía. Fragmentos de la vida de un cura. El capítulo titulado "Más diálogo y comunión" lo empieza con la famosa consigna de san Agustín: "En las cosas necesarias, la unidad; en las dudosas, la libertad; y en todas, la caridad". El cura del libro de Juan Rubio, como Pagola en su carta de queja, también añora una iglesia "hogar de comunión y no un cuartel blindado".
Una condena expresa de la moderna inquisición española al Jesús de Pagola, con la complacencia de Roma, hubiera retirado el libro de las estanterías, como le ha ocurrido a la novena edición, pese a contar ésta con el nihil obstat del prelado de San Sebastián. ¿Por qué no se hizo? ¿Cuál ha sido el papel del nuevo obispo de San Sebastián, el correoso Munilla, en esta historia? No hay respuestas, de momento. Munilla calla. Es impensable que vaya a desautorizar a su predecesor, pero tampoco apoyará a Pagola. Pero sí se ha reunido con el teólogo censurado, sin trascendencia pública alguna, y de momento lo mantiene en el cargo de director del Instituto diocesano de Pastoral.
La cruda realidad para la jerarquía conservadora es que, como se temía el obispo Demetrio Fernández, las tribulaciones del libro incrementaron su difusión, ya extraordinaria entonces en un texto de teología. Ni siquiera ha podido neutralizarlo la Comisión para la Doctrina de la Fe de la Conferencia Episcopal cuando se decidió en junio de 2008 a hacer publica su "nota doctrinal" (eufemismo de censura) acusando a Pagola de "tergiversar" el sentido de la vida de Jesús. Presidida entonces por el cardenal de Valencia, Agustín García Gasco, ya jubilado, la comisión señalaba tres deficiencias "principales" de la obra: "la ruptura que, de hecho, se establece entre la fe y la historia"; "la desconfianza respecto a la historicidad de los evangelios", y "facilitar la lectura de la historia de Jesús desde unos presupuestos que acaban tergiversándola". También señalaba como deficiencias doctrinales "la presentación de Jesús como un mero profeta"; la negación de su conciencia filial divina, y la negación del sentido redentor dado por Jesús a su muerte, entre otras.
Frente a esas execraciones, abundan los obispos que ven muchos méritos y virtudes en el Jesús de Pagola. Pero nadie lo ha defendido tanto como su superior jerárquico, el ya emérito Uriarte. Lo ha hecho en escenarios diversos, por ejemplo en la Universidad de Deusto (ante todos los ámbitos de la sociedad vasca), y en una conferencia en la Tribuna Euskadi del Fórum Europa. Según Uriarte, el libro es un "intento serio de aproximación histórica, honesta, documentada y bien hecha". También ha dicho que su decisión de apoyar la publicación con el nihil obstat la tomó "con todo el corazón y el alma".Se llamaba Yeshúa, y a él probablemente le agradaba. El nombre quiere decir Yahvé salva. Se lo había puesto su padre el día de la circuncisión. Era un nombre tan corriente en aquel tiempo que había que añadirle algo más para identificar bien a la persona. En su pueblo, la gente lo llamaba Yeshúa bar Yosef, Jesús, el hijo de José. En otras partes le decían Yeshúa ha-notsrí, Jesús el de Nazaret".
Si, como dijo el poeta, el primer verso te lo dan los dioses, este primer párrafo del capítulo uno del libro Jesús. Aproximación histórica subraya el estilo vibrante con que el teólogo Juan Antonio Pagola ha escrito 569 páginas sobre el fundador cristiano. Se han vendido 80.000 ejemplares en castellano, euskera y catalán, y ha sido traducido a otros idiomas. Es, como suele decirse, un best seller, un superventas. Pero no ha gustado a la jerarquía del catolicismo La editorial PPC, de la congregación marianista, ha ordenado a las librerías religiosas que retiren los ejemplares no vendidos. Los publicados en euskera por la editorial-librería diocesana Idatz y en catalán por Claret siguen en el mercado. En la trifulca están implicados cardenales y obispos, aquí y en Roma, a favor y en contra.
Los cronistas de la antigüedad escribieron que Jesús de Nazaret fue ejecutado como un malhechor porque estorbaba a los poderosos. Cuando se cumplió la sentencia, en las afueras de Jerusalén, junto a una vieja cantera, probablemente el 7 de abril del año 30, ya estaba claro que el sistema no soportaba el empeño del nazareno en anunciar un vuelco de la situación con su programa sobre el reino de Dios y de una nueva justicia.
Las disputas sobre el fundador cristiano vienen de lejos porque la jerarquía del cristianismo ha acuñado la imagen de un fundador celeste, y no quiere controversia ni contraopinantes. El último ejemplo es el Jesús de Nazaret del papa Benedicto XVI (de civil, teólogo Joseph Ratzinger), publicado el año pasado, también un superventas. Este próximo verano sale un segundo tomo y la jerarquía no quiere rivales o comparaciones, ni en ventas, ni doctrinalmente.
La disputa principal sobre Jesús se ha centrado en si el nazareno era hijo de Dios y no un nuevo mesías. Ha sido el elemento de exasperación para la jerarquía desde los tiempos en que Pablo de Tarso, auténtico secretario de organización de esa iglesia, puso firme al apóstol Pedro en el concilio de Jerusalén, celebrado en torno al año 46. De entonces para acá, y sobre todo desde el concilio de Nicea (año 325), donde el emperador Constantino impuso la paz teológica aplastando la cabeza de los seguidores de Arrio, son incontables los teólogos que penan por ir más allá de lo que el aparato les tenía permitido. Cuando la sabiduría popular acuñó la expresión "¡Y se armó la de Dios es cristo!", se refería a las consecuencias, a veces sangrientas, de esos enfrentamientos.
Pagola no discute el dogma de Nicea, pero sus detractores ven a su Jesús demasiado humano. Algunos se atreven incluso a acusarle de arriano. Gran parte de las correcciones introducidas en la novena edición del libro se dirigían a espantar esa maledicencia. En todo caso, el Jesús de Pagola no tiene esposa ni hijos, come y bebe con pecadores, trata con prostitutas y no vive preocupado por la impureza ritual. Tampoco tiene rechazo alguno a la mujer, sino todo lo contrario. Y su comportamiento en sociedad resultaba desconcertante. Nada que ver con el Jesús reinante entre la acomodada nomenclatura romana. Lo dejó escrito ya Dostoievski en el capítulo quinto de Los hermanos Karamazov, cuando se encuentran en un calabozo de Sevilla un prepotente Gran Inquisidor y el pobre nazareno crucificado.
Lo curioso en esta gresca episcopal contra el Jesús de Pagola -así se conoce ya a este libro-, es que la edición retirada de las librerías, la novena, había sido corregida por el autor para satisfacer a alguno de sus censores, y se publicó con el Nihil obstat et imprimatur del obispo de San Sebastián, Juan María Uriarte. Ocurrió a finales del año pasado, antes de que éste fuese relevado en el cargo por José Ignacio Munilla, de carácter más conservador. El Nihil obstat (No existe impedimento) supone una aprobación oficial, desde el punto de vista moral y doctrinal, de una obra que aspira a ser publicada con las bendiciones eclesiásticas.
Antes de avalar a Pagola, Uriarte se hizo asesorar por tres teólogos destacados -entre ellos, el arzobispo emérito de Pamplona, Fernando Sebastián-, y consultó a especialistas en cristología en el mismísimo Vaticano. Dos de los informes recabados fueron favorables al nihil obstat, y uno contrario. Ni por esas. Los críticos han seguido alzando su voz, hasta forzar a la editorial PPC a retirar el libro. También arrecian las críticas más severas a Uriarte por avalarlo.
No consta orden expresa de retirar el libro, ni una condena pública sobre esa novena edición. Ni hay, ni se espera. La razón es sencilla. Salvo que hable el Vaticano, -la conocida proclama: Roma locuta, causa finita: cuando Roma habla, se acabó la discusión-, en las trincheras de esta batalla teológica y de poder hay prelados de mucho peso en cada bando. A un lado, intransigentes con todo lo que suena a distinto o distante, se alzan el cardenal de Madrid, Antonio María Rouco, con el poder que le da la presidencia de la Conferencia Episcopal, y el secretario portavoz de ésta, el jesuita Juan Antonio Martínez Camino, también obispo auxiliar de Rouco en el arzobispado; enfrente, prelados que lo han sido todo en la organización episcopal, como el propio Uriarte, durante años miembro de su Comité Ejecutivo, e incluso el arzobispo Fernando Sebastián, el teólogo preferido del mítico cardenal Tarancón y ex vicepresidente de la conferencia de prelados muchos años.
En ambas trincheras se ha expresado también lo más granado de la atribulada teología española y han alzado la voz las iglesias de base y el activo Foro de Curas. "Queremos manifestar nuestro rechazo e indignación ante el hecho de que vuelve a ser proscrito el quehacer teológico de un compañero cura y teólogo, que a tantas personas sencillas y comunidades cristianas ha ayudado. Nos producen especial y desagradable sorpresa las desautorizaciones entre obispos al más alto nivel", ha dicho este foro en un manifiesto, la semana pasada.
Otro clamor en favor del teólogo guipuzcoano se ha alzado en su misma diócesis, a cargo de la mayoría de sus sacerdotes (252, sobre un censo de unos 300). En una carta pública han expresado su solidaridad con Pagola y denunciado que éste padece "persecución y maltrato". El ex vicario de esa diócesis, Félix Azurmendi, incluso ha publicado en El Diario Vasco, en San Sebastián, un artículo con el título Pedimos la verdad, acusando a los "sectores más conservadores de la Iglesia" de perseguir un libro que "ayuda a creer", y criticando "el modo oscurantista" utilizado. Azurmendi concluye con una exigencia de explicación pública porque, afirma, "la diócesis de San Sebastián se merece un respeto".
Pese a la actual virulencia de estas disputas, el conflicto viene del invierno de 2007, cuando la Congregación para la Doctrina de la Fe en España (el antiguo Santo Oficio de la Inquisición) anunció que estaba preparando una llamada Notificación de censura contra Pagola. Objetivo: desactivar los efectos del libro y frenar su vertiginosa difusión.
Como Pagola no es un eclesiástico cualquiera, aquel empeño hubo de superar no pocos obstáculos. José Antonio Pagola (Añorga. Guipúzcoa. 1937) estudió Teología y Ciencias Bíblicas en la Universidad Gregoriana de Roma, en el Instituto Bíblico Romano y en la École Biblique de Jerusalén, y desempeñó el cargo de vicario general de la diócesis de San Sebastián, con el obispo José María Setién. Sigue siendo director del Instituto de Pastoral guipuzcoano, con Munilla como nuevo pontífice diocesano. Es autor de otra veintena de libros -entre los últimos, Salmos para rezar desde la vida (2004) y Jesús ante la mujer (2006).
Fue el entonces obispo de Tarazona -ascendido más tarde a Córdoba-, Demetrio Fernández, quien primero alzó la voz contra Pagola. Licenciado en Teología Dogmática en la Pontificia Gregoriana de Roma y ex profesor de Cristología en el Instituto Teológico San Ildefonso de Toledo, este prelado es miembro de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe, la encargada de velar por la recta doctrina en España. Pero su execración contra Pagola no fue un documento oficial. La diatriba se publicó sólo en el boletín diocesano de Tarazona, con el título El libro de Pagola hará daño. Sucedió en la Navidad de 2007. Decía: "Me produce profunda preocupación que este libro se difunda tanto. El Jesús de Pagola no es el Jesús de la fe de la Iglesia. Se lee con gusto por el buen estilo literario de su autor, pero sembrará confusión, también en mi diócesis, pequeña y humilde, que vive influenciada por los fenómenos de masas".
El obispo de la comisión doctrinal ya se temía entonces el éxito de ventas. "Me llegan noticias de que el libro de J. A. Pagola se está vendiendo como rosquillas. Incluso en una de mis visitas pastorales quisieron regalármelo como el mejor de los presentes". Concluía su alegato animando "a otros, pastores o teólogos", a que se ocupasen de un libro "que tanto daño puede hacer a nuestros fieles, sobre todo a los más sencillos".
La veda quedaba abierta. Arreciaron los escritos contra Pagola, algunos promovidos desde la Conferencia Episcopal, pero también los apoyos, en una ola creciente que el propio Pagola se vio obligado a contestar. "Son muchos los que me preguntan cómo estoy y qué está sucediendo (...) Estoy escuchando desde dentro las palabras de Jesús a sus seguidores: no juzguéis a nadie... No condenéis a nadie. Perdonad. Conozco bien los sentimientos de Jesús. Por eso rezo por los que me rechazan. Lo hago con nombres y apellidos. Pienso de verdad que, en el fondo, no saben lo que están haciendo".
Aquel Jesús. Aproximación histórica tenía 539 páginas; el corregido después para satisfacer a los censores, sin éxito, alcanza las 569 páginas. Las primeras ocho ediciones se vendieron pronto y sin el nihil obstat eclesiástico. Si la editorial PPC no retiró el libro entonces fue porque nadie se lo pidió. Tampoco ha recibido indicación alguna ahora, no de forma directa. Perteneciente al grupo SM, de la congregación marianista, PPC forma parte de un rentable conglomerado editorial con fuerte presencia en Hispanoamérica. Edita también libros de texto y la prestigiosa revista cristiana Vida Nueva, que lanzará esta primavera ediciones en varios países hispanoamericanos. Su director, el sacerdote Juan Rubio Fernández, acaba de publicar un libro a la manera del famoso Diario de un cura rural, de Georges Bernanos. Se titula En memoria mía. Fragmentos de la vida de un cura. El capítulo titulado "Más diálogo y comunión" lo empieza con la famosa consigna de san Agustín: "En las cosas necesarias, la unidad; en las dudosas, la libertad; y en todas, la caridad". El cura del libro de Juan Rubio, como Pagola en su carta de queja, también añora una iglesia "hogar de comunión y no un cuartel blindado".
Una condena expresa de la moderna inquisición española al Jesús de Pagola, con la complacencia de Roma, hubiera retirado el libro de las estanterías, como le ha ocurrido a la novena edición, pese a contar ésta con el nihil obstat del prelado de San Sebastián. ¿Por qué no se hizo? ¿Cuál ha sido el papel del nuevo obispo de San Sebastián, el correoso Munilla, en esta historia? No hay respuestas, de momento. Munilla calla. Es impensable que vaya a desautorizar a su predecesor, pero tampoco apoyará a Pagola. Sí se ha reunido con el teólogo censurado, sin trascendencia pública alguna, y de momento lo mantiene en el cargo de director del Instituto diocesano de Pastoral.
La cruda realidad para la jerarquía conservadora es que, como se temía el obispo Demetrio Fernández, las tribulaciones del libro incrementaron su difusión, ya extraordinaria entonces en un texto de teología. Ni siquiera ha podido neutralizarlo la Comisión para la Doctrina de la Fe de la Conferencia Episcopal cuando se decidió en junio de 2008 a hacer publica su "nota doctrinal" (eufemismo de censura) acusando a Pagola de "tergiversar" el sentido de la vida de Jesús. Presidida entonces por el cardenal de Valencia, Agustín García Gasco, ya jubilado, la comisión señalaba tres deficiencias "principales" de la obra: "la ruptura que, de hecho, se establece entre la fe y la historia"; "la desconfianza respecto a la historicidad de los evangelios", y "facilitar la lectura de la historia de Jesús desde unos presupuestos que acaban tergiversándola". También señalaba como deficiencias doctrinales "la presentación de Jesús como un mero profeta"; la negación de su conciencia filial divina, y la negación del sentido redentor dado por Jesús a su muerte, entre otras.
Frente a esas reprobaciones, abundan los obispos que ven muchos méritos y virtudes en el Jesús de Pagola. Pero nadie lo ha defendido tanto como su superior jerárquico, el ya emérito Uriarte. Lo ha hecho en escenarios diversos, por ejemplo en la Universidad de Deusto (ante todos los ámbitos de la sociedad vasca), y en una conferencia en la Tribuna Euskadi del Fórum Europa. Según Uriarte, el libro es un "intento serio de aproximación histórica, honesta, documentada y bien hecha". También ha dicho que su decisión de apoyar la publicación con el nihil obstat la tomó "con todo el corazón y el alma".
El libro 'impresentado' del jesuita Masiá
La Iglesia de Roma tiene un núcleo irrenunciable de doctrina (sobre Dios, Jesús, la Trinidad, o sobre la Virgen...), y lo guarda con siete llaves. Pero los teólogos que escapan a su disciplina, o que no viven de su salario, liberados de amenazas de exilio u hoguera, no cejan de especular sobre nuevas formas de ver... A eso se llamaba antes Teología, la emperatriz de las ciencias en tiempos de Tomás de Aquino, Incluso éste figura en la nómina de los perseguidos por desviaciones varias, y está también Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas, que llegó a ser un preso de la Inquisición. Sólo desde 1978, año en que se asentó en el Vaticano el polaco Wojtyla, con el actual papa Ratzinger como policía doctrinal, el Vaticano ha censurado o excomulgado a más de 500 teólogos. En España sobresalen el redentorista Marciano Vidal, los jesuitas Díez-Alegría, Castillo y Estrada, el claretiano Benjamín Forcano, el mercedario Xavier Pîcaza, el laico Juan José Tamayo, e incluso Casiano Floristán, por la dirección de Nuevo Diccionario de Teología. Pero los teólogos condenados siguen llamándose cristianos y tienen gran eco entre los creyentes, entre los otros teólogos, y entre obispos, sacerdotes y religiosas. Incluso entre los agnósticos que, con razón, sostienen que si Dios existe y es uno, sería inútil encerrar su concepto entre muros de ortodoxia en un mundo que no para de hacerse preguntas.
El último de los pensadores censurados ha sido el jesuita Juan Masiá, cuyo libro, Vivir en la frontera, ha tenido una presentación accidentada en Madrid el pasado día cuatro. Exiliado por su orden a Japón con el mandato de callar, Masiá iba a estar arropado en la presentación por José Bono, Forcano y el escritor y jesuita Pedro Miguel Lamet. Este último, periodista también -ha trabajado incluso en Radio Vaticano, en Roma, en tiempos de libertad- no pudo hablar. La orden de sus superiores le llegó horas antes. El discurso no pronunciado está en su blog El alegre cansancio, con el título "Mi presentación impresentada del libro de Juan Masiá". Allí sigue, para escarnio de censores.
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