Siempre les digo que yo no puedo manipular libros que son actas de algo que ocurrió, y que sólo el obispo me podía autorizar para añadir o eliminar algo en los libros del archivo parroquial.
Recientemente leí en la prensa que algún colectivo también ha pedido que se les excluya de toda vinculación con la Iglesia, aunque no concretan cómo. Durante los últimos meses he recibido comunicaciones de la Secretaría General del Arzobispado en las que se me ordena que proceda a inscribir en dos partidas de bautismo esta anotación: «Abandonó la Iglesia por acto formal el día», y también me ordenan que asegure la cancelación de sus datos personales de cualesquiera listados, ficheros o bases de datos de organismos eclesiales en los que pudieran constar, para que en adelante no reciban correspondencia de la Iglesia. He hecho las anotaciones; cancelar otros datos no fue necesario pues no aparecen por ninguna parte.
El abandono de la Iglesia supone: exclusión de los sacramentos, privación de las exequias a no ser que hayan dado señales de arrepentimiento antes de la muerte, exclusión del cargo de padrino para el bautismo y la confirmación y necesidad de licencia del ordinario del lugar para la admisión al matrimonio canónico. Leo en la prensa que en Santiago son excluidos del padrinazgo de bautismo los que no han recibido la confirmación (como los apostatas).
Me pregunto si no andamos un poco a la deriva, creyentes y no creyentes, celebrando y apadrinando bautismos y matrimonios, negando algunos fe y pertenencia a una Iglesia en la que sí se bautiza, casa y entierra a tirios y troyanos, hacen la primera comunión los hijos del consumo, etcétera. Me parece bien que se haya regulado la posibilidad de reflejar en los libros el abandono de la Iglesia, pero me parece mucho más importante que los que no son creyentes dejen de hacer numeritos personales o familiares utilizando el templo y los sacramentos y que la Iglesia se replantee el sentido que tienen hoy para muchas personas y familias el bautismo, la primera comunión, la boda, etcétera. Si hay sínodo diocesano sería un tema por tratar.
Para los que apostatan, mi respeto y la petición de que sean serios y no utilicen a la Iglesia para festejos concretos, y para la institución eclesiástica que revise la pastoral sacramental que falta hace. Me gustan las palabras finales de los comunicados de abandono: «La Iglesia siempre estaría d
ispuesta a acoger de nuevo a este bautizado, si en algún momento reconsidera su decisión actual». Es lo evangélico.
José María Díaz Bardales es párroco de la iglesia de Fátima, de La Calzada.
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