jueves, marzo 23, 2006

Entrevista a Juan Masiá: jesuita y profesor de bioética en las universidades de Comillas y Sophia (Japón)

JUAN G. BEDOYA EL PAÍS DOMINGO - 19-03-2006
"El sexo es una piscina en la que la Iglesia católica no hace pie"
El jesuita Juan Masiá, una autoridad en biogenética, vive estos días la zozobra de la fama tras el secuestro eclesiástico de su libro 'Tertulias de bioética. Manejar la vida, cuidar a las personas', y tras su expulsión de la cátedra de Bioética de la Universidad Pontificia de Comillas. Masiá enseñó durante décadas en la Universidad de Sophia, en Japón, y fue asesor de la Conferencia Episcopal nipona. Pese a la censura, su libro se reeditará en los próximos días.

El sexo apenas ocupa espacio en las teorías biogenéticas del profesor Juan Masiá. En realidad, el sexo fue un asunto desprovisto de importancia entre los primeros cristianos. Pero ha sido el sexo -sus tesis sobre el preservativo- lo que le ha costado la dirección de la cátedra de Bioética en la Universidad Pontificia de Comillas a este jesuita de 65 años, que estos días, tras ser castigado por la jerarquía, vive de conferencia en conferencia, y reclamado por editores y periodistas. Acaba de viajar a Japón, invitado por el cardenal de Tokio, Seiichi Shirayanagi, para inaugurar un simposio sobre bioética. "Como ve, un cardenal me da la patada, y otro me invita como conferenciante", comenta con socarrona displicencia, en referencia al presidente de la romana Comisión para la Familia, el cardenal Alfonso López Trujillo, y al cardenal de Madrid, Antonio María Rouco.

Pregunta. ¿Qué hay en Tertulias de bioética que no estuviera en sus libros anteriores?
Respuesta. Es un resumen de todas las cosas que he publicado, el menos denso de mis libros.

P. ¿Por qué entonces la censura, y tanto revuelo? R. Lo peor de lo ocurrido es que todo se ha hecho sin el debido procedimiento. No me han dado razones por escrito.

P. ¿Y si las hubiera habido? R. Si las hubiera habido, me sentiría atado. Pero no las hay.

P. ¿Tendrá algunos indicios de por qué le castigan? R. Dicen que el libro y algunos artículos míos causaron malestar en la Conferencia Episcopal. No existe ni una nota por escrito; todo de palabra, al parecer.

P. ¿Roma ha hablado? R. De Roma, nada. Ningún castigo, ninguna carta. Con toda la mala fama de Ratzinger cuando era responsable de la Congregación para la Doctrina de la Fe, allí funcionan mejor. A mí me han investigado tres veces en Roma por denuncias desde Japón, y nunca me dijeron nada. Ratzinger, ante las denuncias, preguntó a la diócesis, estudió y sus respuestas son siempre responsables, con el debido procedimiento.

P. Aquí, su libro salió con "licencia eclesiástica" de la diócesis de Santander, donde radica la editorial Sal Terrae. ¿Dónde surge el problema? R. Imagino que el enfado se produjo por la serie de conferencias y artículos. El libro sale en octubre [del año pasado] con las debidas licencias, y me dijeron algunos: "Va a pasar algo". Efectivamente, en octubre, Romero Pose [obispo auxiliar de Rouco y responsable de la Comisión Doctrinal en España] le dice al rector de la Pontificia de Comillas que lo del libro de Masiá "o lo arregláis vosotros o lo arreglamos nosotros". Esa frase es voz común, la han oído otros, yo no. Pero nadie me dice nada; sí a la editorial por lo de la licencia eclesiástica y la prohibición de reeditar el libro.

P. Pero se va a reeditar. R. A mí, el autor, mientras no me llegue una carta... Así que la editorial Trotta, después de confirmar que Sal Terrae no reedita, me contacta y decide publicarlo. Sale ahora, estos días.

P. Los obispos no han dicho nada por escrito contra usted, pero la Compañía de Jesús, sí. R. Por escrito, sólo hay una carta para apartarme de la cátedra, y porque la pedí yo, para proteger al rector; una carta consensuada, en la que no se me podía decir que cesaba como director de la cátedra de Bioética por presiones de Rouco, ni nada de eso. Simplemente, se me dice que ceso en la cátedra, y que pasado este curso no me contratarán ni seré renovado después de mi jubilación. La carta termina: "Esta decisión no es ajena a tus tomas de postura en cuestiones de bioética".

P. ¿Qué posturas? R. La bioética es amplísima, abarca desde el comienzo de la vida hasta el final de la vida. ¿La verdadera razón, aunque tenga menos morbo? No se puede afirmar que me castigan por decir sí a los preservativos. Por esa razón, no; hay muchos teólogos, muy conocidos e incluso archiconservadores, que sostienen lo mismo que yo.

P. Tendrá alguna conjetura sobre el enfado episcopal. R. Hay tres razones de fondo. Primera, ni Rouco ni Romero Pose, ni Martínez Camino [portavoz de los obispos] ni Cañizares [cardenal de Toledo desde hoy] toleran el pluralismo. Piensan que qué es eso de disentir en la Iglesia siendo Iglesia.

P. Según eso, la teología no es una ciencia. R. Claro, es teológicamente insostenible decir una cosa así, citando a Pío XII, a Juan XXIII y al Concilio Vaticano II. Pero no lo aceptan. Si no hubiera Comillas estarían encantados. El otro punto es político, más difícil de formular. Es claro que una parte de los obispos es beligerante contra el Gobierno y está con la oposición. Eso es muy visible. Lo que sostengo va contra esa línea.

P. ¿Le acusan de ser pro PSOE? R. El otro día discutimos un día entero el caso del hospital Severo Ochoa de Leganés [acusaciones de sedación ilegal en enfermos terminales]. Me dijeron: "No vayas", y yo repliqué: Mire, voy porque hay que estar presente en un debate tan terrible como ese. No soy ni PSOE ni PP y voy a hablar con toda libertad, estoy obligado éticamente. Se está criminalizando a unos profesionales imprudentemente. Ya salió una primera sentencia sobre el tema, pero el mal está hecho. Tras el debate, la gente quedó contenta. Claro, no los crispadores.

P. En cuestiones de bioética es donde más se nota que hay dos iglesias, una progresista y otra conservadora. Por ejemplo, en los temas de contracepción.
R. Sí, dos iglesias, dos teologías y, lo que es peor, dos biologías. Es el tema que más les crispa, que les pone malos. En el comienzo de la vida hay una posición muy estática y otra muy dinámica. Una que dice: aquí, en un óvulo fecundado, está todo metidito, si se toca eso es aborto. Ahí no hay problema de ética ni de teología. Hay dos biologías distintas y dos filosofías. Hablan de los genes como se hablaba antiguamente de los homúnculos, cuando decían que en una gotita de esperma había un homúnculus, un homúnculito, y no hay más que inflarlo y ya está, ya sale. Están hablando de los genes exactamente igual. Respeto a las personas, pero las ideas se discuten. Decía días atrás un obispo que manipular los embriones que no se han implantado es un bioadulterio y un incesto genético. Esas ideas me producen vergüenza precisamente porque soy también iglesia.

P. Si estuviera fuera de la Iglesia, ¿qué diría?
R. Si estuviera fuera... Pero estoy dentro, y esas tonterías no se deben tomar en cuenta, no me puedo callar esas barbaridades: bioadulterio, incesto genético, o hablar, como hace Camino [Juan Antonio Martínez Camino, portavoz episcopal y jesuita como Masiá] del bebé medicamento o de matanza de un hermanito para salvar a otro. ¡Esas expresiones! No puedo estar de acuerdo, no es teología, no se sostienen.

P. ¿Le gusta el proyecto de ley de reproducción asistida que promueve este Gobierno?
R. Hay detalles que hay que perfilar, discutir y perfeccionar todavía. Éticamente no hay que poner tantos reparos; hay que poner condiciones, eso sí. En Japón, asociaciones de discapacitados, que allí son muy fuertes, nos echaban en cara que, aunque en teoría todo es posible, dada la discriminación que hay contra ellos, les preocupa que se extienda la mentalidad de que una persona así no debería nacer. Esa reflexión me da que pensar. No digo que deba prohibirse, pero sí que hay que pensarlo muy bien.

P. Un caso concreto: María (nombre supuesto) tiene una niña de siete años con anemia de Fanconi. Le han dicho que para que no muera su hija hay que transplantarle la médula espinal de un hijo previamente seleccionado. María está embarazada a los 41 años. ¿Qué le dice la bioética?
R. Hay una parte de la Iglesia que se opone. Yo no me opondría. Diría que hay que hacerlo responsablemente. Llamarle a eso bebé médicamento es prejuzgar que esos padres no tienen ningún cariño por el hijo que va a nacer, o que será un mero medio. Seguro que lo van a recibir con todo cariño. Y que su hermana mayor lo agradecerá toda su vida. Y que el niño, cuando crezca, estará muy contento por haber servido para que su hermana viva.

P. ¿Y el resto de los embriones desechados?
R. Que los embriones no implantados no son personas es un punto de discusión que no toleran en mi libro. Ellos dicen que sí son personas. Es una mentalidad estática: cosas simples, quietas y aisladas. La otra teoría es Zubiri: la estructura dinámica de la realidad. No cosas simples, sino complejas; no aisladas, sino en relación; no quietas, sino en movimiento. Ahí tiene dos teologías y dos filosofías.

P. María pensará que no va a dejar morir a su hija por una discusión teológica
R. Es verdad. Evangélicamente, lo primero es la compasión. Hablar de bebés medicamento o de que se ha matado a tres hermanitos... Ese es un lenguaje brutal y retórico, que prejuzga la cuestión.

P. ¿Por qué la Iglesia romana es, dicen, avanzada en lo social y tan inmovilista en la moral sexual?
R. Sí. Y en bioética es más avanzada en el final de la vida que en el principio. ¿Por qué? Pues porque en el final de la vida no hay sexo. En el momento que entra la sexualidad la Iglesia pierde la paciencia. El sexo es una piscina en que la Iglesia no hace pie.

P. ¿Por qué? En el principio del cristianismo no fue así.
R. No son tontos. Lo del preservativo es una ridiculez, ese no es el problema, ni los otros anticonceptivos. Pero saben que después de la cuerda viene el borrico. Que reformar eso les obligaría, por coherencia, a revisar toda la moral sexual. Es a eso a lo que tienen auténtico pánico.

http://www.elpais.es/articulo/elpdomrpj/20060319elpdmgrep_2/Tes/reportajes/sexo/piscina/Iglesia/catolica/hace/pie

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