Relaciones familiares y aborto. JOSÉ ÁNGEL GIMÉNEZ - Zaragoza EL PAÍS - Opinión - 22-05-2009
Si yo fuera en la actualidad padre de una hija adolescente, no me preocuparía nada que se permita a las chicas de 16 años tomar la decisión de abortar sin contar con sus padres. En mi concepción de la paternidad, no me puedo imaginar la posibilidad de que mi hija, llegado el caso, acometiera una decisión de ese calibre sin hablarlo conmigo, sin solicitar un consejo y sin establecer un diálogo con sus padres...
Hablo desde mi propia experiencia. No tuve hijas, pero sí un hijo, y en circunstancias semejantes o incluso más graves, en su adolescencia y posteriormente, siempre hablamos libre y ampliamente, intercambiamos opiniones y tomó sus decisiones con libertad que yo siempre respeté, aunque no siempre compartiera el resultado final. ¿Por qué se supone que debería ser de otra manera?
A no ser que ese miedo irracional que ha hecho saltar tantas alarmas provenga de situaciones familiares en que no se habla, no hay confianza, no hay libertad, no hay comunicación, sino solamente valores inamovibles, temor, ortodoxia rígida, jerarquía autoritaria e imposición de valores y conductas, con lo que una decisión de este tipo en una hija rompería con siglos y siglos de pureza ideológica y comportamientos intachables en la tradición familiar.
Nunca consideré que mi hijo fuera propiedad mía y que yo debiera adoctrinarlo y condicionarlo. Más bien tuve la idea de que se pertenecía así mismo y que en modo alguno debería convertirse en un clon de su padre. Mi actitud educativa me condujo a orientarle, acompañarle, ayudarle a sacar lo mejor de sí mismo para que fuera capaz de tomar sus propias decisiones con libertad y responsabilidad. A la vista de lo que hoy ha resultado, sinceramente, no creo haberme equivocado demasiado adoptando esa postura. Si hay pánico a que nuestra hija pueda tomar una decisión así, sin contar con sus padres, mejor sería intentar modificar lo que no funciona en esas relaciones familiares que dedicarse a gritar contra el Gobierno.
Créanme, es mucho más práctico y útil.
Si yo fuera en la actualidad padre de una hija adolescente, no me preocuparía nada que se permita a las chicas de 16 años tomar la decisión de abortar sin contar con sus padres. En mi concepción de la paternidad, no me puedo imaginar la posibilidad de que mi hija, llegado el caso, acometiera una decisión de ese calibre sin hablarlo conmigo, sin solicitar un consejo y sin establecer un diálogo con sus padres...
Hablo desde mi propia experiencia. No tuve hijas, pero sí un hijo, y en circunstancias semejantes o incluso más graves, en su adolescencia y posteriormente, siempre hablamos libre y ampliamente, intercambiamos opiniones y tomó sus decisiones con libertad que yo siempre respeté, aunque no siempre compartiera el resultado final. ¿Por qué se supone que debería ser de otra manera?
A no ser que ese miedo irracional que ha hecho saltar tantas alarmas provenga de situaciones familiares en que no se habla, no hay confianza, no hay libertad, no hay comunicación, sino solamente valores inamovibles, temor, ortodoxia rígida, jerarquía autoritaria e imposición de valores y conductas, con lo que una decisión de este tipo en una hija rompería con siglos y siglos de pureza ideológica y comportamientos intachables en la tradición familiar.
Nunca consideré que mi hijo fuera propiedad mía y que yo debiera adoctrinarlo y condicionarlo. Más bien tuve la idea de que se pertenecía así mismo y que en modo alguno debería convertirse en un clon de su padre. Mi actitud educativa me condujo a orientarle, acompañarle, ayudarle a sacar lo mejor de sí mismo para que fuera capaz de tomar sus propias decisiones con libertad y responsabilidad. A la vista de lo que hoy ha resultado, sinceramente, no creo haberme equivocado demasiado adoptando esa postura. Si hay pánico a que nuestra hija pueda tomar una decisión así, sin contar con sus padres, mejor sería intentar modificar lo que no funciona en esas relaciones familiares que dedicarse a gritar contra el Gobierno.
Créanme, es mucho más práctico y útil.
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